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jueves, 19 de octubre de 2017

El advenimiento y consolidación del nihilismo en nuestros tiempos y la voluntad de poder

La Voluntad de Poder es la obra póstuma de Friedrich Nietzsche, el ensayo final de la transmutación de todos los valores, donde el advenimiento del nihilismo cumple un papel fundamental en el cambio del hombre, en sus pensamientos y en la elaboración, por ende, de una nueva cultura. El nihilismo significa algo más que la mera indiferencia con que se define este concepto. Lo primero que se debe saber es que Nietzsche señala que el nihilismo no se genera mediante crisis sociales ni de la corrupción, sino que se constituye como la pérdida radical de los valores hegemónicos. 
"El nihilismo radical es el convencimiento de la insostenibilidad de la existencia, cuando se trata de los valores más altos que se reconocen, añadiendo a esto la comprensión de que no tenemos el menor derecho de plantear al más allá o un en-sí de las cosas que sea "divino", que sea moral viva", plantea.
Puesto de este modo, las formas de pensamiento, sean políticos, económicos, históricos y culturales, tienen sus consecuencias nihilistas, las que se caracterizan por tener un nivel de superficialidad poco sincero, mediocre, manipulador y que se ocupa más de interpretar la realidad como si estuviera en un teatro (la espectacularización).
El surgimiento del nihilismo está estrechamente ligado al encuentro de sentido en los acontecimientos que ocurren en el mundo. "Un nihilista es un hombre que piensa que el mundo, tal como es, no tiene razón de ser, y que el mundo, tal como debería de ser, no existe. Por tanto, el hecho de existir (obrar, sufrir, querer, sentir) carece de sentido: la actitud del "en vano" es la actitud del nihilista: en cuanto actitud es, además, una inconsciencia del mismo", escribe el filósofo alemán.
Según Nietzsche el nihilismo también es la conciencia que advierte "el largo despilfarro de fuerzas, la tortura del "en vano", la inseguridad, la falta de oportunidad para rehacerse de alguna manera, de tranquilizarse todavía con cualquier cosa; la vergüenza de sí mismo, como si uno hubiera mentido a sí mismo demasiado tiempo". Si no hay un sentido respecto al devenir, hay desilusión, una de las causas del nihilismo a nivel psicológico, de acuerdo a Nietzsche. Otra de sus formas se da cuando los individuos no sienten admiración por las grandes organizaciones o totalidades, perdiendo la creencia en estos valores en lo que no puede sumergirse por completo. La tercera de sus manifestaciones es considerar el mundo construido como un engaño, sin alternativas reales que lo puedan suplantar, por lo que se admite la "realidad del devenir", como única realidad, rechazando las creencias metafísicas.
Un elemento central en la descripción del nihilismo es su reconocimiento en uno activo y otro pasivo, en que el primero se ve como una señal del poder del espíritu, mientras que el otro es asociado con la decadencia y el retroceso del espíritu.
Nietzsche aprecia que en la evolución del pesimismo al nihilismo supone la desnaturalización de los valores, en que estos dejan de dominar la acción de los hombres, volviéndose contra ella a través de la condenación, por lo que el nihilismo es una "lógica de la decadencia", que además se caracteriza por perder la fe en sí mismo, debido a que, siguiendo este diagnóstico, la cultura muere por la creencia en la moral, por la sujeción a las costumbres y convencionalismos que se crean. Esto se enfrenta con la transmutación de "los valores aplicados hasta ahora".
El cambio de los valores pasa por invertir la sujeción al templo del pensamiento metafísico, donde las religiones nihilistas por excelencia para Nietzsche son el budismo y el cristianismo, al terminar por poner debajo de la alfombra, minimizar los valores altivos del hombre. Sobre la primera doctrina los dardos del filósofo se dirigen a la forma de organización que religiosa que se ha tomado por sobre el cristianismo primitivo: "Justamente lo que el sentido eclesiástico constituye lo cristiano es, desde un principio anticristiano; simples símbolos en lugar de cosas y personas; hechos eternos en lugar de historia; puras fórmulas, ritos, dogmas en lugar de una praxis de la vida. Lo cristiano es la perfecta indiferencia contra dogmas, culto, sacerdotes, Iglesia, teología. La práctica del cristianismo no es, en modo alguno, una quimera inútil, como tampoco lo es la práctica del budismo: es un medio para ser feliz".
Ambos sistemas de organización religiosas Nietzsche los ve como movimientos nihilistas, que establecen interpretaciones morales. Siguiendo esta línea el trabajo de Nietzsche pasa a relacionar la moral con la voluntad de poder, identificándola con el hecho de que históricamente la moral se impone hegemónicamente sobre otros valores para ser guías y jueces en todo aspecto de la vida, desde el conocimientos, las artes, los aspiraciones políticas y sociales. Esto significa un ataque histórico contra la fuerza, independencia, la felicidad y los privilegios que se desenvuelven en el hombre, los cuales son denominados como "los instintos fundamentales de la vida", según Nietzsche.
"La moral es una oposición permanente a los esfuerzos de la naturaleza para producir un tipo superior. Entre sus defectos más importantes pueden señalarse: la desconfianza contra la vida en general (sintiendo su tendencia como inmoral), falta de sentido, contradicción (en cuanto los valores supremos son sentidos como en oposición a los instintos superiores), degeneración y detrucción de los caracteres superiores, porque justamente en ellos es donde se evidencia el conflicto", explica el pensador.
En su visión los prejuicios morales han afectado el transcurso histórico de la misma filosofía, mediante la manipulación de valores: "En todas las épocas se han tomado los "bellos pensamientos" por argumentos; los "pechos hidalgos", por el fuelle de la divinidad; la convicción como "criterio de la verdad"; la necesidad del adversario, como signo interrogante de la sabiduría; esta falsedad, esta falsa moneda la encontramos por toda la historia de la filosofía". Este pasaje del pensamiento nietzscheano es parte de sus anterior obras "verdad y mentira en sentido extramoral", en que indica cómo la moral se erigió como un mecanismo fundamental de dominio en la sociedad, trastocando los valores libres, pasionales e instintivos del hombre, terreno fértil en que se desenvuelve el instinto de vida, de acuerdo a la ontología del filósofo alemán.
Nietzsche llama esta imposición como el "mundo-verdad", por lo que plantea la obligación de suprimirlo, porque "él es el que disminuye el valor del mundo qu formamos y el que origina dudas contra él:  el mundo-verdad ha sido hasta hoy el más grave atentado contra la vida. Desconfiemos de todas las hipótesis sobre las que se ha imaginado un mundo-verdad. Entre otras cosas, porque la afirmación de que los valores morales son los valores morales, constituye parte de esta hipótesis. La moral sería refutada en su carácter superior si se pudiese demostrar que es la consecuencia de una valoración inmoral; caso particular de la inmoralidad real: se reduce a una apariencia y, en tanto apariencia, no tendría el derecho de apoyarse en sí misma para condenar lo falso".
El eje central de este mundo-verdad es que se plantea como algo que por fuerza es la verdadera opción frente a otros mundos, los cuales son tachados de desconocidos, irreales, utópicos y, por ende, fastidiosos, así que la idea es no abordar la insinuación de que pueda haber otro mundo. "Ante la idea de un "mundo-verdad", se admite que este mundo resulta mentiroso, engañador, desleal, falso, inesencial y, por consiguiente, no nos es útil (hay que conseguir no rendirse a él; es necesario oponerse".
Otro elemento importante de la relación entre nihilismo y voluntad de poder Nietzsche son los fragmentos que dedica a la crítica a la filosofía griega, donde reconoce en el aparentar la razón como uno de los síntomas que distorsionan el conocimiento de los hombres, allanando el camino para una moral que establece la lógica como un elemento diferenciador, como una voluntad de poder, donde se encuentra la felicidad, por sobre lo instintivo y lo salvaje, lo desbocado. Ante esto la alternativa era ser razonable o aparentarlo y en eso Nietzsche advierte un moralismo "que patentiza un sentimiento de peligro", debido a que la influencia de la filosofía griega se quedó entrampada en la idea de que la lógica es vistao como una posesión de una verdad y, por lo tanto, de lo real.
Bajo estas condiciones afirma que la filosofía está subordinada a la moral, por lo que los filósofos "son siempre decadentes...al servicio de la religión nihilista". Esto lo lleva a plantear que la necesidad de avanzar hacia una voluntad de poder como forma de conocimiento, lo cual no es otra cosa que plantearse de modo práctico en el mundo, considerando que siempre tendrá múltiples interpretaciones y sentidos. Esta diversidad de sentidos se opone a la falta del sentido propia del nihilismo ("todas nuestras categorías de la razón son de origen sensualista, deducidas del mundo empírico").
Al final de sus postulados en torno a la voluntad de poder Nietzsche ve al arte como la fuerza "antinihilista por excelencia", al implicar una redención de conocimiento, del que desea investigar la existencia y su carácter terrible y enigmático, o sea es el sufrimiento como forma del gran encanto.
"Este libro es incluso anti pesimista: en el sentido de que enseña algo más fuerte que el pesimismo, màs "divino" que la verdad: esto es, el Arte. Nadie, a lo que parece, más que el autor de este libro, otorgaría seriamente la palabra a una radical negación de la vida, a una real acción negativa de la vida aún más que a una palabra negativa sobre ella. Pero conoce, porque lo ha experimentado (y acaso no ha experimentado nada mejor que el arte tiene más valor que la verdad", afirma el pensador.
El arte como una práctica que no busca la verdad como la ha construido el mundo es por tanto .una de las armas para superar la falta de sentido consecuente del mundo, que representa la llegada del nihilismo: el extravío de los valores supremos, los dogmas y las llamadas virtudes imperativas que dan vida a los persistentes relatos del dominio de un tipo carcelero de moral en lo político, lo económico, lo filosófico y en lo cultural. Cuando los valores supremos estén perdidos se abre la puerta para la voluntad de poder, que "confiere sentido y valor a las cosas".

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