Releyendo el epistolario de Karl Marx, en la recopilación "Cartas
sobre el capital", es recurrente el frágil estado de salud del prusiano
durante estadía en Londres, donde se abocó a la redacción de su
autodenominada "obra cumbre": El Capital, una crítica a la economía
política. Tal como lo postula Carlo Cipollla, historiador económico o,
más bien dicho, un lego de la arqueología del saber, hecha mediante
archivos económicos, un historiador económico también debe considerar
factores peculiares como condiciones biológicas del hombre en cada
tiempo.
El condicionamiento que afectó biológicamente a Marx
es notorio en la correspondencia que mantuvo con su amigo y mecena
Federico Engels, a quien le relataba algunas luces acerca de sus
crónicas dolencias en la década desde la década de los cincuenta del
siglo XIX y que se manifestaban por problemas hepáticos que en varias
ocasiones retrasaron la cluminación de El Capital: "No me queda más que
la noche para ocuparme de mis trabajos personales, y los frecuentes
ataques o recaídas de una enfermedad del hígado entorpecen incluso mis
trabajos nocturnos".
En otras ocasiones, Marx habla de limonada, que es buena para el funcionamiento hepático, pero con "una enorme cantidad de tabaco", que intoxicaba más su sangre, aunque no le quitaba la oportunidad de lanzar dardos envenenados a F. Bastiat, uno de los padres del libertarianismo económico, al tratar su libro de "armonías económicas" como "el potaje de necedades más concentrado(...) sólo un sapo ha podido cocer un puchero tan armonioso.
En otras ocasiones, Marx habla de limonada, que es buena para el funcionamiento hepático, pero con "una enorme cantidad de tabaco", que intoxicaba más su sangre, aunque no le quitaba la oportunidad de lanzar dardos envenenados a F. Bastiat, uno de los padres del libertarianismo económico, al tratar su libro de "armonías económicas" como "el potaje de necedades más concentrado(...) sólo un sapo ha podido cocer un puchero tan armonioso.
"La maldita bilis"
es otro de los calificativos con que Marx describe a Engels sus
molestias al hígado, razón por la cual tiempo después vino la aparición
de forúnculos en el cuerpo, propio de las infecciones hepáticas, como
indica cualquier enciclopedia médica que se precie de serlo. En octubre
de 1864 Marx señalaba: "he estado enfermo durante todo el año último
(aquejado de ántrax y de forúnculos). De no ser por eso, mi libro, El
Capital, economía política, ya habría salido. Ahora espero terminarlo,
al fin, en unos cuantos meses y asestar, en el plano teórico, a la
burguesía un golpe del que nunca se repondrá".
En febrero de 1866
las molestias siguieron: "lo que más horror me ha causado ha sido la
interrupción e mi trabajo, que, desde el 1 de enero, fecha final de mi
crisis de hígado, iba muy bien. No era cuestión naturalmente de
"QUEDARSE SENTADO". Este es el momento en que todavía me molesta
sentarme. Pero, en posición supina, aunque durante breves momentos al
día, he podido continuar trabajando".
A fines del mismo mes, la
situación era peor en términos de autoestima para Marx: "Ayer tampoco
hice nada (de trabajo), porque un perro de forúnculo se me ha situado a
la izquierda, en el hueco de los riñones. Si tuviera suficiente dinero
para mi familia, es decir, más que > - 0, y si mi libro estuviera ya
terminado, me sería completamente igual ser arrojado al basurero, o,
dicho de otra forma, reventar hoy o mañana. En las circunstancias que te
he señalado me es todavía imposible".
En 1867, cuando la primera Edición de El Capital estaba viendo la luz en un imprenta e Hamburgo, el padre del comunismo volvía a mencionarle a Engels el estado de sus íntimos compañeros. "Espero
que estarás contento con estos cuatro pliegos. La satisfacción que has
manifestado hasta ahora tiene para mí más peso que todo lo que el resto
del mundo puede decir. En todo caso, espero que la burguesía piense
durante toda su vida en mis forúnculos".
Una constante de las
cartas a Engels es partir con la presencia de los forúnculos como
antesala a las críticas que Marx formula contra Bastiat, Proudhon y
Kaufmann. "Esta semana no estaba todavía en forma y la cosa esa que
tengo debajo del brazo sigue molestándome".
Lo cierto es que esta
historia de forúnculos retrasó, pero no impidió la publicación del
primer tomo de El Capital, pero sí sus dos posteriores volúmenes, aunque
también reflota lo planteado por Carlo Cipolla en su guía para los
historiadores económicos (Entre la Historia y la Economía) en torno a
detalles importantes para entender contextos en que han surgido
inflexiones históricas como la publicación de El Capital: "El
historiador económico no puede descuidar tampoco todas las demás
variables menores y los accidentes, racionales o irracionales,
previsibles e imprevisibles, que contribuyen una situación histórica
determinada".