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miércoles, 27 de septiembre de 2017

La insuficiencia de la teoría racional neoclásica en economía y su relación con las instituciones

Dentro de ciertas corrientes liberales, especialmente en las que nacen de centros de pensamiento organizados como el Cato Institute y la Fundación para el Progreso en Chile, ha surgido el argumento de relacionar  la tesis de que el "fracaso" económico que pueden sufrir los países en desarrollo responden al socavamiento de las instituciones a causa de ideologías contrarias a la economía de mercado, para lo cual se recurre a los trabajos de Douglass North, premio nobel de economía, quien ha abordado la red que se da entre instituciones, ideología, cambio institucional y desempeño económico.
El planteamiento de esta tesis se sintetiza bajo la idea de que las ideas de equidad e igualdad, provenientes de la doctrina socialista, son predominantes en las sociedades occidentales, particularmente en América Latina, donde terminan penetrando el armado institucional del sistema político-económico y sociocultural, lo que a la postre genera cambios regulatorios que son contrarios al crecimiento económico.
Siguiendo esta última línea es donde se ha concentrado una parte de la defensa ideológica del algunas vertientes del liberalismo que, al mismo tiempo, también ha sido utilizada por sectores conservadores, lo que -sin embargo- ha provocado una visión reduccionista de la teoría de North, toda vez que su análisis sobre el cambio institucional y el desempeño económico no solo apunta a la ideología socialista con nombre y apellido, sino que se concentra en la influencia de modelos de subjetividad que interaccionan con las estructuras institucionales.
La crítica de North no solamente apunta a las ideas de la doctrina socialista, sino que también a los supuestos de la escuela neoclásica de pensamiento económico que se basa en el esquema de la elección racional, los cuales forman parte del armado conceptual al que han adherido las mismas corrientes liberales y conservadoras que usan a North como defensa argumental. En otras palabras, se usan las ideas de North para defender ciertos puntos de vista, pero se cae en un desconocimiento u grave omisión al no mencionar las críticas del economista estadounidense a la teoría de la elección racional, a partir de la cual también se ha desarrollado una ideología que tiene una influencia hegemónica en las instituciones.
Veamos lo que plantea North en su trabajo "Instituciones, cambio institucional y desempeño económico": define a las instituciones como una dualidad: son las "reglas del juego" que se establecen en una sociedad o las limitadas ideadas por el hombre que dan forma a la interacción humana, las cuales pueden ser formales (normas) e informales (acuerdos y códigos de conducta).
"Las instituciones afectan el desempeño de la economía debido a su efecto sobre los costos de cambio de la producción. Junto con la tecnología empleada determinan los costos de transacción y transformación (producción) que constituyen los costos totales", sostiene North.
Uno de los temas clave en su análisis es el derecho de propiedad que, según el economista, se transforman en ineficientes cuando los gobernantes los establecen a partir de sus "propios intereses", siendo la presencia de oligarquías en América Latina un ejemplo de este fenómeno, especialmente en cuanto a la apropiación de la renta proveniente de recursos naturales en la región.
Este relacionamiento entre instituciones y organismos es caracterizado por un intercambio de información incompleta que se aleja del ideal teórico planteado por la teoría de la elección racional, produciendo ineficiencias que son reproducidas y mantenidas por modelos subjetivos (ideología) imperfectos que tienden a limitar la competencia.
"En la actualidad, las oportunidades que tienen ante sí tanto empresarios políticos como económicos siguen siendo una mezcla, aunque abrumadoramente favorecen actividades que promueven la actividad redistributiva no productiva, crean monopolios en vez de condiciones de competencia y restringen oportunidades en lugar de acrecentarlas. Pocas veces inducen inversiones en educación que aumenten la productividad. Los organismos que se desarrollen en este marco institucional se volverán más eficientes para hacer a la sociedad más improductiva. Esta vía puede persistir debido a que los costos de negociación de los mercados políticos y económicos de esas economías junto con los modelos subjetivos de los participantes no llevan a resultados proporcionalmente más eficientes", precisa North.
Esto quiere decir que es la captura de las instituciones por parte de poderes económico-políticos los que también generan barreras para el desarrollo de una economía libre, abierta y competitiva, lo que provienel, as cuales no necesariamente ni por antonomasia pueden ser socialistas, sino que también se pueden disfrazar de liberales, especialmente en países no desarrollados, donde las ideas de la escuela neoclásicas no funcionan plenamente, debido a la persistencia de lo que North advierte como forma ineficientes de intercambio.
La crítica al supuesto del enfoque económico tradicional de la "elección racional" es otro punto planteado por North, quien sentencia que "los actores poseen sistemas cognoscitivos que ofrecen modelos verdaderos de los mundos entre los cuales realizan sus elecciones". Esto no es mencionado los defensores del liberalismo que reducen la ciencia económica,
"Los supuestos conductuales que emplean los economistas no significan que la conducta de todo el mundo sea congruente con la elección racional", añade el economista, lo que tampoco se pone a colación al momento de usar las teorías de North para explicar la caída en el crecimiento de los países.
Y es que, a juicio de North, los individuos hacen sus elecciones en base a modelos subjetivos que no entran en sintonía con los de otros, particularmente cuando existen condiciones de información incompleta. La conducta de las personas es divergente en estos contextos de intercambio en el mercado y es un supuesto que no toma en cuenta la escuela neoclásica en los países en desarrollo.
El procesamiento subjetivo e incompleto de la información afecta a la toma de decisiones, abriendo la puerta a la ideología, "basada en percepciones subjetivas de la realidad", afectando las elecciones de los individuos. En otras palabras, siguiendo este hilo conductor, podemos decir que las fallas en la elección racional que se mantienen dentro de un orden institucional contribuyen a levantar los modelos subjetivos que derivan en las temidas posiciones ideológicas que critican algunas corrientes del liberalismo o de quienes dicen ser liberales.
Las normas institucionales tienen poca eficiencia a causa de haber sido construidas por organizaciones que velaron por sus propios intereses, en vez de haber dejado abierta la oportunidad para que otros grupos de individuos también incluyeran sus intereses. Es así como la captura de las instituciones, a través de un modelo excluyente y no participativo, vendría a ser un factor que pone barreras para el desarrollo de modelos racionales en la toma de decisiones, afectando el campo de la economía política, tal como ha sucedido en países que aún no alcanzan el desarrollo.
La conformación de estos intereses impacta redunda en la existencia de información incompleta, la cual abre la puerta para la irrupción de ideologías basadas en modelos subjetivos que terminan profundizando la crisis de las instituciones.
Aquí juega un papel fundamental el concepto de "costos de información" que North identifica en los "costos de la negociación", cuya contenido el autor combina con la acción humana para dar vida a tu teoría de las instituciones. Los costos de información se componen de los costos de "medir los atributos valiosos de lo que está intercambiando y los costos de proteger y hacer cumplir compulsivamente los acuerdos", siendo esto una fuente de instituciones sociales, políticas y económicas.
Es en este contexto en que opera la asimetría de información: Una parte sabe más que la otra respecto a los valores atribuidos que son objeto de intercambio, lo que supone la utilidad de esconder ciertas informaciones para obtener mayor ganancias. North sostiene entonces que, "según un supuesto conductual que maximece la riqueza, una de las partes del intercambio engañará, robará o mentirá cuando el resultado de esa actividad sea mayor que el valor de las oportunidades alternas que se le ofrezcan". Este supuesto se ha convertido en el objeto crítico en las relaciones de intercambio entre instituciones políticas, representadas en el Estado, y económicas (grandes corporaciones empresariales, monopolios y oligopolios) con la demanda, representada en la sociedad civil.
En su otro ensayo, Instituciones, ideología y desempeño económico", North reafirma que el hecho de que en el intercambio impersonal, "nada restringe a los participantes de aprovecharse los unos de los otros. De este modo, el costo de hacer contratos se incrementa con la necesidad de especificaciones más elaboradas de los derechos intercambiados". Esto es lo que ha provocado la constitución de modelos subjetivos que se establecen una relación directa entre maximización de la ganancia y el abuso, ya sea al factor trabajo y al factor de la demanda (consumidores).
El tipo de confianza social que se establece en estas relaciones de intercambios ineficientes se organizan y manifiestan en el campo cultural con resultados que también redundan en ineficiencias, ya sea de las normas formales e informales de las instituciones, lo que lleva a North a plantear que los individuos "procesan y utilizan la información" guiados por la cultura resultante de estas interacciones, trayendo como consecuencia la organización de ideologías que tienden a buscar instituciones que sean más limitantes del accionar humano.
"La consecuencia del procesamiento cultural de la información que está en la base de las limitaciones informales es lo que juega un papel importante en la forma incremental por medio de la cual las instituciones evolucionan y por consiguiente es una fuente de dependencia de la trayectoria", señala North. Una forma de expresión que las limitaciones informales es la formación de modelos subjetivos que concuerdan en denunciar el abuso de ciertas instituciones políticas y económicas con los ciudadanos, clientes o consumidores. Esta tensión, de acuerdo a North, "produce resultados que tienen consecuencias importantes en la forma en que cambian las economías".
A nivel de las limitaciones formales de las instituciones el autor reconoce que "las reglas derivan del autointerés", que buscan el bienestar privado y no social, lo cual es un punto que no se puede desconocer para entender el modo en que se estructuran y relacionan las reglas políticas con las económicas y que se traducen en el trato de los derechos de propiedad, donde aparecen los grupos de interés, los cuales no necesariamente provienen del mundo de las doctrinas socialistas.
North sostiene, por lo tanto, que es necesario establecer un marco institucional equilibrado, dentro del cual se consideren ejecuciones obligatorias, "para mejorar la medición y el cumplimiento obligatorio con lo que harán posible el intercambio, aunque los costos de transacción eleven los costos del intercambio por encima del nivel neoclásico".
El análisis de North se centra en un institucionalismo concreto y no abstracto, como es el que postula la escuela económica neoclásica, una de cuyas tendencias es descontextualizar la economía, sin considerar antecedentes histórico-culturales que influyen en los armados institucionales. "No sería una exageración decir que mientras la teoría neoclásica se enfoca en la operación de mercados eficientes, son pocos los economistas occidentales que entienden los requisitos institucionales esenciales para la creación de dichos mercados, porque simplemente los toman por sentado", señala en "Instituciones, ideología y desempeño económico".
Otro elemento rescatable de los trabajos de North en su teoría de las instituciones es que deja claro que los grupos de interés que son producidos por las organizaciones que de desarrollan a partir de la economía forma parte de las oportunidades que entregan las estructuras institucionales. Esto quiere decir que mientras menos oportunidades entregue la institucionalidad política y económica (la economía política) mayores son las posibilidades de que aumente su presencia los grupos de interés.
"Si la racionalidad instrumental de la teoría económica fuese correcta, anticiparíamos que las teorías falsas serían descartadas, y en cuanto a que la maximización de la riqueza es una característica del comportamiento humano, podríamos decir que el crecimiento sería característico en toda economía. Con un horizonte lo suficientemente lejano, puede ser que esto sea correcto, pero luego de 10,000 años de historia económica humana seguimos lejos de un crecimiento económico universal. El hecho simple es que no poseemos la información para poner al día nuestras teorías subjetivas y llegar a una sola teoría verídica; consecuentemente, no hay un equilibrio que se obtenga como producto", plantea North.
Como vemos no es solo la ideología socialista la que afecta el funcionamiento y la eficacia de las instituciones, sino que los postulados de racionalidad de la escuela neoclásicas también juegan un rol que afecta a la institucionalidad y al desempeño económico. Indudablemente la crítica de North también apunta a las ideas socialistas que interaccionan en las instituciones a través de las normas informales, pero no han penetrado totalmente en las reglas formales de las instituciones. El trabajo de North, por lo tanto, demuestra que las limitaciones de la teoría de las elecciones racionales que abogan ciertas corrientes liberales producen un mayor efecto de ineficiencia en las instituciones, afectando el crecimiento productivo y económico de los mercados. Estas limitaciones, como un sistema de informaciones incompletas provocan incertidumbre en la racionalidad de los individuos, ante lo cual recurren a modelos subjetivos e ideologías organizados para interpretar la realidad que ofrecen las instituciones. Dichas imperfecciones son las que, a su vez, abren la puerta y catapultan modelos subjetivos que sintonizan con las ideas organizadas del socialismo, puesto que los individuos buscan alternativas.
De lo que se trata entonces es de reconocer esta crítica de North como un ejercicio de honestidad investigativas, para no caer en el propagandismo reduccionista de ciertas organizaciones que dicen ser liberales, pero que esconden intereses conservadores.

jueves, 21 de septiembre de 2017

El management científico como dispositivo de cooperación y contención en la organización económica

Dentro de la tecnocracia, uno de cuyos principios es el de establecer un gobierno científico en la sociedad, a través de dispositivos de administración público-privado, el llamado management forma un papel importante en esta concepción de mundo, especialmente desde el entramado de relaciones que existe entre capital y trabajo, es decir de la producción.
El management como disciplina nace a mediados del siglo XIX, proveniente particularmente de las realidades industriales de Gran Bretaña y Francia, lo que posteriormente se trasladara a Estados Unidos, proceso en el cual adquiere una pretensión científica que se abre espacio en los principios empresariales.   Como acertadamente indican L. Urwick y E.F.L. Brech, en su obra "La historia del Management", el management científico significa pasar de la tradición o la costumbre hacia una concepción más racionalizada "sobre los procesos implicados en el control de los grupos sociales que cooperan en la producción y distribución". El uso del "discurso de la razón en problemas de organización industrial" se vuelve un factor primordial en esta disciplina "para aportar una inteligencia adecuada al control de fuerzas derivadas de una economía mecanizada". El objetivo, claro está, es aumentar los niveles de productividad y reducir los costos de la producción.
De acuerdo a estos autores, la esencia del management es ser rupturista dentro de las relaciones de producción, por lo que advierten que esta actividad, desde sus orígenes, como un saber particular, son el blanco de grupos de presión "que tienen interés personal en mantener la organización y los métodos existentes. Son capaces de hacer oscilar todo el peso de su grupo contra cualquier investigación objetiva que según todas las apariencias parezca alterar las normas ordinarias".
Esta visión se ejemplifica especialmente en los países en desarrollo o de capitalismo periférico, cuyos niveles de introducción tecnológica en el campo productivo, traducido en la inversión de Investigación y Desarrollo (I+D), no logra materializarse en creación de valor agregado a partir de la tecnología.
El trayecto histórico del management hecho por estos autores considera el trabajo de los principales investigadores prácticos que contribuyeron al desarrollo de este disciplina desde la industria, donde la preocupación apunta a los problemas de organización que se presentan en un a economía mecanizada, que ahora de ha automatizado, pasando también a incluir a la industria de servicios.
El management implica una filosofía de la organización a partir de los pilares construidos hasta la primera mitad del siglo XX. El famoso taylorismo es el primero de los exponentes de este recorrido. Atribuyen que el principio que animó a Taylor fue dar una solución a lo que él consideraba como la ignorancia "tanto del management de lo que los hombres pueden y deben producir, o por parte de cómo convencer a los hombres de que sí producían lo que debían recibirían un justa recompensa por sus esfuerzos; ignorancia por parte de los hombres de cómo pueden asegurar una producción conveniente dada la asistencia que recibirían del management de la empresa y la posibilidad de asegurar permanentemente salarios crecientes como resultado de ello". Este principio ordenador, sin embargo, se tuvo que apoyar en el disciplinamiento de la fuerza laboral, a través de la verticalidad de poder, lo que subyugó al propio saber que los mismos trabajadores iban construyendo con su experiencia en los lugares de trabajo. Uno de los motivos de esta realidad es la disociación entre el trabajo desarrollado por Taylor, tendiente a ser una alternativa a los "aspectos negreros" que tenían métodos convencionales del management industrial, y la interpretación práctica que le dieron los mandos empresariales a sus propios ideas, la cual se concentró en mantener una visión autoritaria entre capital y trabajo que ahora ya no sería mediada por "aspectos negreros", sino por un "discurso científico".
Y, es que según Urwick y Brech, Taylor siempre afirmó que el management no es un lema de eficiencia, sino que apunta a generar un cambio de saber compartido. "Ahora bien, en su esencia, el management científico implica una revolución mental completa por parte de los hombres que trabajan contratados en cualquier establecimiento particular o industria...E implica una revolución mental completa por parte de los situados en el lado del management: el capataz, el superintendente, el propietario de la empresa, el consejo de administración...sin esta completa revolución mental por ambas partes, no existe el management científico". Sus trabajos se concentraban en que la administración y los trabajadores buscaran aumentar la dimensión del excedente (la ganancia) para después distribuirla, en una relación que era (y es) entendida al revés por ambas partes.
Si Taylor operó su management científico a partir del trabajador, Henri Fayol lo hizo por el lado contrario: desde la cúpula administrativa, siendo este un paradigma, cuyos principios aún se mantienen en esta ciencia de la empresa: (...)"cuanto más elevada sea la posición en la jerarquía o más amplio sea el negocio, más relativamente importante se hace la periferia y los conocimientos administrativos. La principal característica requerida a los empleados subordinados es de índole técnica. A niveles más altos, la proporción de conocimientos técnicos necesarios disminuye, pero la pericia y los conocimientos administrativos cobran creciente importancia. Muchos negocios fracasan porque existe falta de conocimientos y habilidad administrativos, a pesar del alto nivel de pericia técnica".
Pero en la obra de Mary Follet se incorpora una visión del management más abierta desde la perspectiva de la cooperación. "Un grupo humano, piensa Mary Follet, tiene de esta manera una vida, que es algo más que la suma de las vidas individuales que lo componen. Tiene, por decirlo así, una plusvalía que la hace útil a la comunidad como base tanto más significativa de la acción humana. Esta filosofía fundamenta todo su análisis sobre la organización industrial y sus problemas", señalan  Urwick y Brech.
Es así como destacan el planteamiento de que las órdenes y la autoridad sean despersonalizadas en las organizaciones, bajo la óptica folletiana, puesto que "la relación personal de subordinación daña las emociones humanas, y si constituye el fundamento de la organización puede ocasionar reacciones indeseadas y fricciones". "Aquí, de nuevo, las enseñanzas de Mary Follet, están cargadas del mayor significado para la industria. El concepto de autoridad estaba altamente desarrollado en la organización industrial, y la camaradería entre mandos y trabajadores disminuyó necesariamente; su lugar fue cubierto por "órdenes" dadas desde arriba a los subordinados. La relación entre patrono y empleado tiene que ser reconstruida bajo la línea de análisis de Mary Follet en una cooperación funcional en la que cada empleado tenga oportunidad real de contribuir a la administración y management. Sea a través de trabajos en comités, o a través de otro sistema de expresión individual, el principio de "grupo de barrio" debe reaparecer. Cada individuo poseería completo conocimiento de los hechos y podría contribuir sobre la base de este conocimiento al progreso y control de las actividades de grupo", precisan.
Otro aspecto de preocupación por el factor trabajo se menciona en la obra de B. Seebohm Rowntree, quien fue uno de los promotores del establecimiento de los fondos de pensiones para los trabajadores: "la industria no podría marchar eficientemente si los empleados tenían que ser despedidos de su trabajo sin consideración alguna cuando fueran demasiado viejos para hacer faenas pesadas. El trabajador no podía dar de sí lo mejor si dedicaba la mitad de su atención al abismo en el que inevitablemente caería al tener que abandonar la industria".
Sus trabajo "El factor humano en los negocios: experimentos en democracia industrial" es otro aspecto señalado en el trazo históricos de Urwick y Brech, con lo cual se puede identificar que el llamado Estado benefactor británico -que comenzó a ser desmantelado con la era Tatcher- tiene parte de sus raíces en lo que fue su escuela de management industrial, mediante la creación de la Sociedad de Bienestar Industrial los Grupos en investigación de Management. En este trabajo Rowntree plantea la aplicación de principios democráticos en los aspectos que impactan directamente a los trabajadores.
"En York, las reglas del trabajo son aprobadas por la gerencia y los obreros conjuntamente, y ninguna regla puede ser modificada o creada si no es de común acuerdo. Con objeto de que el management esté constantemente alerta al sentimiento y a la opinión de todo el mundo, es elegido anualmente delegado de las Trade Unions, pero pagando su salario la empresa para que así pueda dedicarse plenamente a detentar y representar el punto de vista de los obreros. El hecho de que el mismo hombre sea elegido generalmente por varios años consecutivos, no disminuye de ningún modo la importancia de esta iniciativa poco corriente. Hay una red completa de delegados elegidos en cada sección que proporciona toda clase de resultados a través del encargado del jefe. Para ellos es una cuestión de orgullo no dar un caso defectuoso. Los obreros a través de sus representantes llevan más de una ocasión la iniciativa de elevar el nivel de eficiencia en sus departamentos. Se dan cuenta que los intereses corren parejos entre obreros y management en la consecución de la máxima eficiencia de la empresa", se detalla respecto a la influencia de los trabajos de Rowntree a inicios del siglo XX.
Este principio, si bien reconoce que la responsabilidad debe ser dejada en manos de managers especialistas, sostiene que los trabajadores deben ser informados de las condiciones y políticas de la administración.
Henry Laurence Gantt es el siguiente protagonista del recorrido, quien también se lanzó en contra del control autocrático en la organización industrial: "La definición más veraz de democracia es en el sentido de igualdad de oportunidades. La democracia real consiste en la organización de los asuntos humanos en armonía con las leyes naturales, con objeto de que cada individuo tenga igual oportunidad de actuar según sus capacidades". Pero su visión democrática estaba basada en el respeto universal "por los hechos científicamente comprobados", por encima del equilibrio de opiniones.
El proceso por el que los mayores exponentes del management hayan considerado la relevancia que tienen los saberes de los trabajadores implicó el avance hacia una etapa de mayor concientización respecto al factor humano, de un modo práctico y no formal, por lo que la moral se transformó en otro tópico obligado en el recorrido histórico de la disciplina. Por esto el enfoque de Henry Le Chatelier es mencionado como uno de los propulsores de este aspecto, al indicar que la relación entre el management científico y la economía no solamente deben tomar en cuenta al factor humano desde el punto de vista material y del intercambio, sino que "debe ser estudiado desde el ángulo de las necesidades humanas. No es suficiente asegurar el máximo de producción total, debemos también poner atención en los principios de justicia. Y esto es terreno de una tercera disciplina, la moral".
Los autores recuerdan que Le chatelier dedicó el final de su trabajo en que los problemas sociales están implicados con la organización de la industria: "La enfermedad de nuestra sociedad es debida, sobre todo, a los defectos de nuestra moralidad en los negocios. Demasiada gente considera el robo como un método normal de enriquecerse".
La divulgación del management históricamente construyó sus principios con el ámbito de la vida social en la cual se desarrolla la práctica de la organización industrial, lo que también se aprecia en la obra de Henry S. Dennison respecto a la cooperación: "Ahora la tarea crucial es por medio del progreso constante en la aplicación de las ciencias sociales, construir grupos dentro de organizaciones", donde también advierte que en las organizaciones de vínculos económicos se deben considerar factores más alla de estos, que "los hombres aceptas leal y constructivamente", pues señala que valores como la deshonestidad, el fraude y la manipulación de informaciones dentro de una empresa escapan a las pruebas lógicas que se plantean cuando las organizaciones son "totalmente económicas".
Para los autores esto demuestra que el management científico tiene incorporado en su finalidad la idea de una dirección flexible con las necesidades humanas al interiores de las organizaciones económicas. "Es justamente esa capacidad del amangement científico la que proporciona el tipo mejor y más interesante de administrador de una dirección flexible, un interés profesional que trasciende el dinero como una tentación mientras no se ignore como sistema de cuentas, lo cual justifica la queja de Taylor de queno es meramente un método sino una filosofía, una filosofía que indica el camino hacia la curación verdadera de la "enfermedad de la sociedad adquisitiva".
Es entonces como de esta forma los albores del management, como un conjunto de saberes nacidos dentro del espacio de la producción mecanizada de la industria se concentra más en la innovación mediante la superación humana de los aspectos exlucivamente mecanicistas de una organización económica. Se desarrollo como un dispositivo que tiene una estrategia de resistencia a la concepción autoritaria que surge en este tipo de organizaciones mediante la expresión de principios que buscan formars de cooperacion humanas más equilibradas. Otro de sus principios es que para tener un crecimiento adicional, se requiere de una organización adicional, lo cual en las economías más periféricas, como las de América Latina, poseen un ciclo de mayor tiempo para entrar en circuitos más innovadores dentro de sus organizaciones económicas, especialmente en economías que no cuentan con suficientes condiciones para el desarrollo y profundización de la competencia ni de una constante calificación del factor humano.
La genealogía del management científico también desarrolla como un dispositivo de contención para el conflicto entre capital y trabajo, especialmente en relación al concepto de lucha de clases que se plantea desde la organización industrial hacia toda la sociedad.

viernes, 15 de septiembre de 2017

Elementos fundamentales para entender el fenómeno de la tecnocracia

La tecnocracia. Un concepto puesto en el banquillo de los acusados luego de que se convirtiera en hegemónico dentro de la sociedad a partir de la esfera económica, extendiéndose a la forma de hacer política pública desde el aparato estatal, dando paso a un tipo de cultura polisémica, aceptada y rechazada, especialmente con la emergencia de la etapa neoliberal, o de la escuela monetaria de Milton Friedman y su estrategia de apertura total de los mercados a través de la desregulación.
La década de los 70 del siglo pasado constituye el momento histórico en que la tecnocracia pasa a ser reconocida a partir del experimento de liberalización económica hecho en Chile durante la dictadura militar de Pinochet, abriendo la puerta posteriormente a la experiencia británica de la era Tatcher y de Reagan desde los 80 años, en que la liberalización se aplicó de la mano de la privatización y la  contención del gasto público.
Sin embargo el concepto de tecnocracia vivió décadas debate en el cojunto de saberes que orbitan la economía política, siendo uno de tantos aportes la obra de Jean Meynaud, académico francés, autor también de "Grupos de Presión", obra que también aborda la función estratégica de estos actores en la ciencia política y económica, en relación con el Estado y la sociedad. La tecnocracia la identifica como una relación estratégica entre la política y la técnica, en un término que fue tomando forma en Estados Unidos después de la primera guerra mundial para referirse a un sistema de organización económica "inspirado en esquemas racionales de las ciencias físicas". Entre sus principales características aprecia el culto a la eficacia, la reticencia al actuar de las autoridades tradicionales y la confianza en el razonamiento experimental, lo que se consuma en la entronización del técnico en los asuntos colectivos.
"En política, el tránsito de la función técnica a la tecnocracia se consuma cuando el técnico, en cuanto tal, adquiere la capacidad de decidir o determina de manera preponderante las elecciones del responsable oficial. La conquista de facultades tecnocráticas no se produce por una mutación repentina del régimen, sino por una especie de deslizamiento de competencias. Se trata de un conjunto de tendencias o infiltraciones que afectan a los diferentes sectores del aparato estatal", explica Meynaud.
Esto significa que la tecnocracia supone un proceso de instalación que no es inmediato. No todos los técnicos se convierten en tecnócratas, puesto que en su gran mayoría no acceden al nivel de la toma de decisiones, debido a que la tecnocracia no implica una supresión de las anteriores estructuras del Estado, manteniendo el principio de autoridad y de acceso a ciertas redes de contactos, "lo que se explica en razón del carácter parcial y subalterno de los procedimientos que ejercitan. La conquista de una influencia en este orden supone que el interesado esté lo suficientemente próximo a los centros donde confluye la totalidad de la información y se discute la decisión final".
Es así como la tecnocracia tiene la pretensión de constituir un gobierno científico desde espacios estratégicos del Estado y del sector privado hacia la sociedad, siendo "un régimen en el que los actos del poder expresan una voluntad de racionalización absoluta de los mecanismos sociales". Su forma de ser también busca rebasar a la burocracia del Estado moderno, apelando a las funciones de expertos exteriores a la administración del aparato público, en lo que Meynaud identifica como el campo de la intervención tecnocrática, dentro de la cual se reconoce la función consultiva que se relaciona con la tecnicidad de las tareas administrativas.
Este fenómeno se relaciona con lo que el autor denomina como la política de los consejos, equivalente a las famosas comisiones especializadas para elaborar propuestas a la administración pública en temas de relevancia para la sociedad. Esta clase de política también la identifica como "polinsinodia", término que es "el lugar de confluencia de los puntos de vista técnicos y de las preocupaciones profesionales. Es, finalmente, una vía de acceso de los grupos económicos y sociales a los centros donde se elaboran las decisiones públicas".
Meynaud menciona que la función técnica interviene preferentemente en la elaboración de la política económica, el contenido de la defensa nacional y la orientación de la investigación científica, aunque debemos señalar que esta evidencia se experimenta en los países desarrollados pues al menos en América Latina históricamente se ha concentrado en el primer sector, de manera inestable, puesto que  se caracteriza por fluctuar de acuerdo a los ciclos políticos que se manifiestan en la región.
El poder tecnocrático tiene una significación sociopolitica bifurcada. Por un lado Meynaud indica que  puede ser un factor de transformación o de corrupción del sistema de representación política. También es considerado desde un punto de vista negativo, en el sentido de que la tecnocracia se advierte con un afán absolutista y omnipresente en la vida cotidiana, lo que puede acarrear críticas y percepciones de peligros para el conjunto de la sociedad.
Es así como identifica a la extensión de las competencias técnicas a otros ámbitos de acción como un riesgo, siendo un ejemplo de esto el recurrente fenómeno de las últimas décadas de "hombres de negocios que, habiendo creado fortunas considerables y prestado determinados servicios, estiman que están dotados para la política, y se lanzan a ella con resultados mediocres". También hay una crítica a la parcialidad del poder tecnocrático, especialmente en la relación estratégica que establece con grupos de presión "patronales y financieros".
La segunda parte del libro está dedicada al análisis de la ideología tecnocrática. Uno de sus principales rasgos es que su intervención es presentada a la sociedad desde la eficacia económica: "se hace valer que los técnicos tienen una aptitud particular para descubrir las soluciones óptimas en el terreno del bienestar social y que, por tanto, es preferible dejarles una cierta capacidad de maniobra".
Según Meynaud los temas que trata la ideología tecnocrática son la apología de la función técnica, en que el objetivo es que las intervenciones del técnico "se inspiran en la voluntad de dar una total perfección al orden administrativo". La eficacia supone priorizar los hechos por sobre las ideas. El pensamiento técnico trata de observar y no de especular.
La crítica del político es otro punto que considera el armado ideológica, la cual es transversal al espectro de las doctrinas dominante en el sistema de partidos políticos: "uno de los mayores reproches que los técnicos hacen al sistema político es el de basarse, en su funcionamiento cotidiano, en el empleo de conceptos trasnochados, como la lucha de clases, y en el culto a ideologías que ya han caducado: liberalismo, marxismo y nacionalismo". Esta cita la sintetiza con directamente cuando señala que el cimiento ideológico de la influencia tecnocrática es el desprecio por los políticos.
Meynaud sostiene que se identifican dos grupos en torno a la relación entre tecnocracia y política. Está el grupo de defensores que se inclina por una separación absoluta entre estas dos esferas. "Esta actitud de inspiración simplista tiene por norma asimilar a un trabajo puramente técnico el gobierno de los hombres y ello implica el olvido o la ignorancia de particularidades psicológicas de los seres humanos y de las divisiones sociales que les afectan". Por otro lado están los que, para Maynaud, son los técnicos más avanzados "que admiten que toda elección de inspiración técnica es capaz de tener persecuciones políticas que el técnico no puede mitigar de otro modo que transfiriendo a otro escalón la responsabilidad de la medida adoptada. Saben también que la eficacia de las intervenciones técnicas está supeditada a menudo un empleo adecuad de los mecanismos variables y políticos (incluido el establecimiento de contactos con los partidos)".
Por lo tanto, de acuerdo a este análisis, existen dos tendencias de pensamiento en el ideal teocrático. Uno que pretende la totalización del saber técnico en todas las esferas de actividad en la sociedad, ante lo cual se abre la puerta a la aceptación de autoritarismos, mientras que la otra apunta a una postura menos ortodoxa que considera necesaria la interacción con otros saberes.  
Esta tensión inmanente se plasma en la relación entre la democracia política y democracia económica: "A causa de las decepciones producidas por el mal funcionamiento de las instituciones parlamentarias existe en nuestros días una tendencia a reclamar que este reajuste se efectúe a nivel del universo económico", explica. Los problemas de índole económica genera reivindicaciones que son funcionales a la aparición de los dispositivos de la tecnocracia, pero Meynaud aclara que estas operaciones requieren de arbitrajes a nivel político. De este modo el control político de la función técnica considera la redistribución de la autoridad en el seno del poder ejecutivo, la revalorización de la influencia parlamentaria y la modernización de las fuerzas políticas.
Entre las conclusiones de la obra se destaca el hecho de que los representantes de la tecnocracia entran en acción e intervienen, "según la inclinación dada a la vida social por las fuerzas predominantes", lo que desenmascara el mito de que la función técnica sea aséptica, limpia de toda contaminación ideológica de la política. En tal sentido la eficacia que pregona la tecnocracia se entiende como un instrumento susceptible de ser orientado por "los impulsos que reciben los técnicos o que se dan a sí mismos". Y estos impulsos pueden ser de carácter ideológico o responder a los lineamientos de determinadas doctrinas políticas anteriores a la función técnica.





jueves, 14 de septiembre de 2017

La trayectoria moderna en que la economía política se convierte en nuestra teología cotidiana

La teología como punto de partida para otras estructuras de conocimiento humano, como la política y la economía, la axiología y la cultura es un tema ineludible en las ciencias sociales y los procesos históricos del pensamiento. Desde la óptica moderna ha sido elaborado a través de los llamados clásicos de la sociología (Marx, Durkheim, Weber) y posteriormente ha sido enriquecido por la filosofía contemporánea en los análisis de Walter Benjamín, Michel Foucault y Giorgio Agamben en torno a los conceptos de biopolítica, biopoder y de teología económica.
Tomaremos como referencia a todos estos autores en el recorrido de la teología como elemento constructor de la economía, pues sus propuestas conceptuales solidifican un terreno apto para identificar los actuales fenómenos culturales que se dan en este autogobierno que plantea la esfera económica para los individuos y para la sociedad en sus relaciones de intercambio material y simbólico, especialmente en torno a la economía política.
Ya Karl Marx mencionaba la necesidad de superar la religión a partir del dominio de las relaciones sociales de producción, pues el carácter ilusorio de las concepciones de mundo derivadas de la influencia teológica son -a su juicio- un ingrediente clave para la enajenación del hombre en sus relaciones intersubjetivas y objetivas, con lo cual se crearían las condiciones para que exista una "conciencia autopositiva".
En la introducción para la "Crítica de la filosofía del derecho de Hegel", Marx resume la dinámica de esta ontología en torno a la religión: "El fundamento de la crítica religiosa es: el hombre hace la religión, y no ya, la religión hace al hombre. Y verdaderamente la religión es la conciencia y el sentimiento que de sí posee el hombre, el cual aún no alcanzó el dominio de sí mismo o lo ha perdido ahora. Pero el hombre no es algo abstracto, un ser alejado del mundo. Quien dice: "el hombre", dice el mundo del hombre: Estado, Sociedad. Este Estado, esta Sociedad produce la religión, una conciencia subvertida del mundo, porque ella es un mundo subvertido. La religión es la interpretación general de este mundo, su resumen enciclopédico, su lógica en forma popular, su point d'honneur espiritualista, su exaltación, su sanción moral, su solemne complemento, su consuelo y justificación universal. Es la realización fantástica del ser humano, porque el ser humano no tiene una verdadera realidad. La guerra contra la religión es, entonces, directamente, la lucha contra aquel mundo, cuyo aroma moral es la religión".
Marx identificaba el papel concreto que tenía la religión en los comportamientos sociales del hombre, siendo un ingrediente para la constitución de sistemas simbólicos, políticos y económicos que interactúan entre sí. La religión es un componente dentro del ser social del hombre. Es una pieza clave que La Haya entendido como "la conciencia y el sentimiento que de sí tiene el hombre", porque esto despeja el camino para desentrañar la influencia de la teología en los campos del derecho y de la economía.
La relación entre los supuestos de la teología su derivación a la economía política como un conjunto de procedimientos adquiridos por el hombre, mediante el conjunto de saberes producidos en la práctica social es advertida por Marx y también tratada sistemáticamente por Emile Durkheim, quien en su obra "Las formas elementales de la vida religiosa" señala que "toda religión, en efecto, tiene un aspecto que supera el círculo de las ideas propiamente religiosas".
Para él la religión supone un elemento que va más allá de los aspectos sobrenaturales o metafísicos, pues contiene un germen de organización social, mediante un sistema de creencias y rituales que se impregna en las prácticas cotidianas e inciden en las formación de instituciones y concepciones de mundo, pasando por un filtro de otra racionalización, la cual "suponen una clasificación de las cosas, reales o ideales, que se representan los hombres, en dos clases, en dos géneros opuestos, designados generalmente por dos términos delimitados que las palabras profano y sagrado traducen bastante bien".
"La división del mundo en dos esferas que comprenden, la una todo lo que es sagrado, la otra todo lo que es profano, tal es el rasgo distintivo del pensamiento religioso; las creencias, los mitos, los dogmas, las leyendas son o representaciones o sistemas de representaciones que manifiestan la naturaleza de las cosas sagradas, las virtudes y los poderes que les son atribuidos, su historia, sus relaciones entre sí y con las cosas profanas. Mas no hay que entender por cosas sagradas simplemente esos seres personales llamados dioses o espíritus; una roca, un árbol, un manantial, una piedra, un trozo de madera, una vivienda, en una palabra, cualquier cosa puede ser sagrada", sostiene Durkheim.
Es así como en la concepción moderna de la economía política se identifican aspectos que tienden a sacralizar el saber económico desde el punto de vista de ciertos discursos que son realizados por la especialización de la división del trabajo, entre aquellos que manejan los medios de producción, de los cuales nacen -entre otras- las llamadas ciencias empresariales del management, a fines del siglo XIX, enfocadas a resolver y perfeccionar los esquemas de la producción y productividad del trabajo. Surgen los economistas como sacerdotes, guardianes de estos saberes, en que es necesario acceder a un círculo para adquirir este conocimiento, el cual no está al alcance de todos. Se crean de esta forma las condiciones para lo que Foucault llama el poder pastoral, el cual se concentra en la esfera de la economía política.
Posteriormente Max Weber advierte la existencia de una sincronía entre capitalismo y religión, relacionando la mentalidad económica con los imperativos morales. Identifica un paso, una transición entre la vocación del autogobierno de sí mismo a partir de principios religiosos, especialmente cristiano-protestante, con el concepto de "beruf", al que define como "la creencia de una misión impuesta por Dios", relacionada con una "posición en la vida" y un tipo "concreto de trabajo" que realizan los hombres, es decir "en la conciencia del deber en el desempeño de la labor profesional en el mundo".
Weber elabora la definición de este concepto al referirse a la concepción luterana de la profesión, dentro del capítulo III de su obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo", donde señala que la obra de Lutero "se vuelve a cada paso más clara la concepción de que el ejercicio de una profesión específica se convierte en una especie de mandato que Dios destina a cada quien, exigiéndole continuar en el estado en que se encuentra situado por disposición de la Divina Providencia".
La relación de lo teológico con lo económico es explicada por Weber cuando señala que el objetivo de su investigación es "clarificar la envoltura externa conferida por ciertas ideas religiosas al argumento del desarrollo de nuestra civilización moderna, la cual fue encauzada en un determinado sentido terrenal y profano por obra de un sinfín de motivos históricos".
Un paréntesis en el paso de los clásicos y el análisis contemporáneo está marcado por Walter Benjamín. En su escrito "El capitalismo como religión" plantea que el capitalismo "no es sólo una formación condicionada por la religión como lo piensa Weber, sino un fenómeno esencialmente religioso", donde la culpa juega un rol fundamental como veremos más adelante.
El paso de la vocación y la profesión específica implica un proceso de racionalización del mundo, donde el ordenamiento y sistematización se realiza con el propósito de aumentar los márgenes de predictibilidad y control del hombre en varios ámbitos de actividad, siendo la economía uno de ellos. Dentro de este proceso Weber plantea el impacto de fenómenos como la desmitificación de la vida, la tecnocratización de organizaciones y la acción individual.
Años más tarde Michel Foucault profundizaría esta relación con su concepto de biopolítica, entendida como una forma de continuación de la teología, que también adquiere su forma bajo la idea moderna de economía, lo que implica la ruptura y surgimiento de epistemes, campos de saber y poder, en que se configuran dispositivos como los de la gubernamentalidad.
Como recuerda Foucault en sus clases dada en el College de France, recogidas en la obra "El nacimiento de la biopolítica", durante el medioevo hasta el siglo XVII, el mercado era "un lugar de justicia". ¿la razón?. Estaba repleto de reglas estrictas sobre el origen de los productos, la forma en que se hacían, los derechos de pago y una fijación de precios equilibrada para la oferta y demanda. Era es el procedimiento y no la "mano invisible" la que le daba sus latidos al mercado en los pueblos europeos al menos. Foucault pasa así a identificar al mercado como un "lugar investido de reglamentaciones", un lugar de justicia distributiva, en el sentido de que debía asegurar la "ausencia de fraude", o sea en que el riesgo no lo asumiera desequilibradamente el comprador. ¿En qué momento histórico se perdió esto?, hasta que surgen las tesis naturistas y espontáneas, que también dicen tener sus "precios justos", aunque son el producto de sus propios procedimientos de control, por mucho que traten de negarlo. Y aquí nuevamente la economía política se muestra como heredera de la teología: "el mercado debe revelar algo semejante a la verdad", dice Foucault, con lo cual el naturismo queda en condiciones de afirmar o negar, verificar o negar, una práctica gubernamental. El mercado entonces pasa a ser un lugar de veridicción, un conjunto de reglas que permiten identificar las características de lo que es verdadero o falso. Esto entonces viene a quitarle el lugar preeminente que tenía la teología como campo de relaciones entre lo sobrenatural y el quehacer humano.
Foucault recuerda que el concepto de Adam Smith de "la mano invisible" es considerada como un "residuo teológico del orden natural": "Smith sería el individuo que, por medio del concepto de mano invisible, habría fijado en forma más o menos implícita el lugar vacío, pero pese a ello secretamente ocupado, de un dios providencial que habitaría el proceso económico, casi como el Dios de Malenbrache ocupa el mundo entero y hasta el más mínimo gesto de cada individuo a través de una extensión inteligible de la que posee el dominio absoluto. La mano invisible de Adam Smith se asemejaría al Dios de Malenbrache, pero en su casola extensión inteligible no está poblada de líneas, superficies y cuerpos,sino de comerciantes, mercados, buques, transportes, grandes caminos".
Un concepto clave en el análisis foucaultiano que refleja el tránsito de lo teológico a la economía política es el del "poder pastoral", definido como un prolegómeno de la gubernamentalidad moderna a través de dos maneras: "Por los procedimientos propios del pastorado, su manera, en el fondo, de no poner en juego pura y simplemente el principio de la salvación, el principio de la Ley y el principio de la verdad, por todas esas diagonales, para decirlo de algún modo, que instauran bajo la ley, bajo la salvación y bajo la verdad otros tipos de relaciones. El pastorado, entonces, es de esa forma un preludio a la gubernamentalidad".
El poder pastoral supone la economía de las almas, concentrándose en la conducta de los hombres, relacionando las ideas de la salvación con la obediencia, bajo la figura de la razón de Estado moderno que condensa las manifestaciones de pastorado y gubernamentalidad, mediante una racionalidad "que permitirá mantener y conservar el Estado desde el momento de su fundación, en su funcionamiento cotidiano, la gestión de todos los días". El poder pastoral entonces se reconoce por el "control de la actividad de los hombres como un elemento constitutivo de la fuerza del Estado".
El poder pastoral opera gobierno de las conciencias a partir de la naturalidad de los procesos económicos de la producción y del mundo del trabajo, cuyas necesidades son susceptibles de caer en el control del pastorado económico que, a través de un conocimiento científico que pretende validarse como racional, técnico y neutro ideológicamente, con los economistas que se ponen los ropajes sacerdotales, mediadores entre los hombres y el dios de la economía política.
La economía como elemento de la gubernamentalidad supone el arte de dirigir, orientar y manipular que caracteriza al poder pastoral, uno de cuyos saberes es la publicidad y el marketing que apuntan a especificidades individualizadas.
Hasta que se llega al trabajo de Giorgio Agamben, quien en su "saga" de Homo Hacer, elabora un trabajo más profundo sobre la teología económica. En occidente el gobierno tiene su propia elaboración de liturgia, con sus correspondientes formas de ritualidad, la cual está enfocada desde la economía política. El griego oikonomia de donde etimológicamente viene la economía implica la gestión doméstica, la administración cotidiana de los recursos, lo que connota un gravitante componente político de control. Según Agamben, de la teología económica del cristianismo deriva la biopolítica moderna "hasta el actual triunfo de la economía y el gobierno sobre todo otro aspecto de la vida social".
"El hecho de que el viviente creado a imagen de Dios se revele, al final, capaz no de una política, sino sólo de una economía; el hecho de que la historia sea entonces, en última instancia, un problema no político sino "de gestión" y "de gobierno", no es, en esta perspectiva, otra cosa que una consecuencia lógica de la teología económica", plantea Agamben. Este tipo de racionalidad apunta al individuo, desde el examen de sí mismo en que se sostiene la teología hacia la administración de sí mismo, lo que apunta al self made man, el "hombre hecho a sí mismo", pilar ontológico de la economía política y su armado de saberes inscrito en el liberalismo. La idea de administración propia del individuo conlleva una principio y finalidad de trascendentalidad en la vida misma de los sujetos de gobierno. Ser capaz de poder administrarse abre las puertas a otros campos en el recorrido de experiencias del hombre: el financiamiento, la adquisición de nuevos saberes dentro de los campos de la economía política, como el management, el marketing estratégico, la maestría en la administración de negocios, etc. La administración de sí mismo es inmanente en los hombres, coincidiendo con las tesis naturistas de la economía política. La vocación de Weber se racionaliza en este principio administrativo de la oikonomia a través de devenir práctico-productivo de los hombres. En este principio ordenador de la oikonomia la providencia se reduce a la voluntad soberana del hombre mismo, como una extensión encarnada de Dios. El hombre se reconoce a sí mismo como agente productor de trabajo, de ingresos, inmerso en un mundo mediado por una gubernamentalización que parte desde el individuo mismo, pero que requiere de un poder pastoral que lo guíe en la toma de decisiones económicas para satisfacer sus necesidades de supervivencia a través del trabajo. La economía de las almas pasa por el reconocimiento de un orden económico es capaz de entregar bienes y servicios. Estar fuera del rebaño que supone este lugar de verificación significa caer en la condenación. La soterología, la salvación está dictada por el gobierno de la economía política, siendo esta la economía de la salvación, mientras que quedar fuera del rebaño del pastor implica caer en una economía de la culpa, cuyos elementos son entregados por Walter Benjamín, a través de la preocupación de no caer en la insolvencia, en la pobreza, en la mendicidad. Se produce una retroalimentación entre esta economía de la culpa con la de salvación y viceversa. Se puede ser apóstata y salir del rebaño del gobierno de la economía política o se puede ser un converso, volver al rebaño, como la parábola del hijo pródigo que vuelve al padre mercado para saciar sus necesidades en un lugar de confort.
El gobierno de la economía política supone una serie de dispositivos de poder y saber que circulan en la práctica que realiza cada individuo, los cuales son mediadores entre los límites de la salvación y de la culpa, entendidas como comportamientos económicos. Esta gubernamentalización también genera mecanismos como la elección entre ser salvo o culposo económicamente. Dentro de estos mecanismos está el llamado dispositivo financiero del crédito como generador de deuda, el cual entrega una oportunidad de salvación que queda a disposición del individuo mismo en torno a la administración que haga con estos "talentos", los cuales -a su vez- también pueden ser despilfarrados, perdiendo la oportunidad de ser salvo, para caer en la condenación de la culpa, que se manifiesta en las deudas impagas.
Otro elemento que habla de la economía política como nuestra teología se genera a nivel simbólico. Ya no son solo los billetes que Walter Benjamín veía como el culto a las imágenes, como el resultado del espíritu que habla en la ornamentación de estos papeles de valor, sino que ahora se trata de fenómenos ampliados a gran escala en la cotidianidad de los individuo, como por ejemplo son el lugar que han ocupados los días comerciales que festejan ciertos platos de comida, según el calendario, los cuales compiten con los onomásticos del mundo católico que celebran los nombres de ciertos santos en el año calendario. Las profesiones son recordadas con una lógica comercial en este el carácter cultual de la economía política, en que conmemorar es equiparado a regalar, o sea en derivar a todo lo que sea un acto de compra.
Ser catalogado de sujeto de crédito, mediante las categorías de ciertos niveles de riesgos, es otra tarea del poder pastoral en la vida económica cotidiana: el idóneo lo será siempre hasta que no ver mermada su capacidad de pago. Aquí está el poder de juzgar del mercado como lugar de verificación. Quién paga es definido como lo verdadero ante la evidencia, mientras que el moroso es llevado a una especie de purgatorio, de suspensión temporal del reino de la economía política, hasta que se termine de pagar hasta la última moneda para salir de ese lugar de culpa y así tener la opción de volver a la salvación del "buen pagador".
En el día a día se ha instalado en el sentido común la idea de "salvarse" económicamente, lo que supone recurrir a las propias capacidades para lograr este cometido. La salvación depende de uno, pero opera con la gracia que entrega el gobierno de la economía política, por lo que la toma de decisiones de los individuos los lleva a elegir binariamente el camino a tomar, pues la economía se ha transformado -desde un punto de vista práctico- en el alfa y el omega determinante de las vidas modernas.