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jueves, 14 de febrero de 2019

Genealogía de la síntesis entre corporativismo y neoliberalismo en Chile II

En la primera parte de este ensayo examinamos el análisis de Carlos Ruiz sobre "el conservantismo como ideología. Corporativismo y neo-liberalismo en las revistas teóricas de la derecha", que forma parte del libro "El pensamiento conservador en Chile", donde el autor trazó una línea histórica respecto a cómo estas dos doctrinas se fueron configurando separadamente a mediados de la década de los sesenta del siglo pasado, desde la Universidad Católica,  para posteriormente converger a inicio de los años setenta en publicaciones que propagaron sus ideas en la sociedad local, particularmente en la cultura política de la derecha.
Esta convergencia ideológica-comunicacional entre corporativismo y neoliberalismo se produjo ad portas del golpe de Estado que inauguró la dictadura de Pinochet, donde se materializó la oportunidad de que ambas corrientes pudieran poner en práctica sus ideas divulgada durante un quinquenio, lo cual se plasmó en la Declaración de Principios del Gobierno de Chile, en que tanto el corporativismo, el nacionalismo (con su concepto de unidad nacional basada en la tradición) y el liberalismo económico encontraron la misma cama para dormir en el marco de la llamada "refundación nacional", impulsada por la dictadura cívico-militar.
Este momento histórico es abordado en el ensayo "La síntesis conservadora de los años 70", escrito por Renato Cristi, en que reconoce las raíces de esta convergencia en los escritos de Arturo Fontaine Aldunate en la Revista El Estanquero, donde plantea la idea de restauración del régimen portaliano, basado en el autoritarismo estatal, pero con ciertos matices de libertad individual.
"Anticipando un tema que será audible en los años 70, Fontaine cree posible la armonización del tema de la autoridad y el de la libertad", por lo que debe existir una autoridad fuerte que garantice la unidad nacional. La profundización de esta armonización entre el gremialismo surgido del corporativismo y el Partido Nacional, nacido de la fusión del Partido Conservador con el Partido Liberal.
"El gremialismo, en cambio, devalúa la acción partidista, enfatiza el papel de las asociaciones intermedias y le entrega al Estado una función puramente subsidiaria. Precisamente es esta concepción de un Estado subsidiario lo que genera el acercamiento del gremialismo a las tesis neo-liberales de Hayek y la Escuela de Chicago", afirma Cristi.
La armonización entre ambas corrientes se materializa en la idea de construir una organización alternativa a la sociedad civil, basado en asociaciones intermedias, la cual es compartida por el apoliticismo y anti estatismo del neoliberalismo, en base a su crítica al constructivismo democrático, visto como un caldo de cultivo para el intervencionismo del aparato público y la manipulación de los recursos que supone por parte de la clase política.
Cristi identifica que esta crítica de Hayek responde a la noción de conocimiento práctico, que implica que todo conocimiento es limitado por las circunstancias particulares que vive todo individuo. Puestas así las cosas, el Estado no puede tener la pretensión de imponerse por sobre el individuo, especialmente con medidas redistributivas
"Esto, como se ha visto, permite la confluencia entre el corporativismo que adopta el gremialismo chileno y el neo-liberalismo hayekiano. En ambos casos hay una marcada preferencia por la idea de un orden naturalmente espontáneo.Ambas posturas rechazan igualmente el constructivismo, es decir, lo que ven como fabricación de instituciones y la geometría política", precisa el filósofo chileno.
Reconoce que en este matrimonio quedaron rezagados algunos aspectos del corporativismo como las consideraciones morales en el quehacer económico y en los efectos sociales que genera. Para implementar este dispositivo, entendido como un ordenamiento previo que es impuesto a los individuos, se recurre al principio de que el mercado es la forma natural de considerar al individuo, por sobre otras instancias y espacios de intercambios colaborativos.
Para que pueda emerger este contexto el autor identifica en los conceptos de soberanía social y soberanía política, elaborado por Osvaldo Lira. La primera se sustenta en la familia como fundamento de la sociedad que se extiende a organizaciones intermedias. "La función ideológica que Lira le adscribe a la noción de soberanía social es la de neutralizar la centrifugacidad que el liberalismo le imprime a la sociedad moderna. El reconocimiento formal de asociaciones intermedias soberanas le permite rescatar una serie de instituciones típicamente feudales que se extinguieron con el absolutismo y luego con el dominio sin contrapesos de la institución parlamentaria", indica el autor.
Sustituir la práctica democrática abierta por el conservantismo corporativista es un ingrediente esencial de la soberanía social que se aleja de la pluralidad representativa del sistema de partidos políticos, los cuales son considerados un elemento disgregador de la unidad nacional. La actividad política, entonces, es absorbida por el Estado, con una fuerte dosis de autoreferencia, para garantizar la unidad nacional, por sobre la pluralidad de expresiones particulares y locales que existen en la sociedad civil. Esta es la base de la soberanía política en Osvaldo Lira, la cual está representada en una figura de autoridad, en un Estado personificado en el presidencialismo. "Es esta concentración de poder en la figura del monarca lo que garantiza lo exhaustivo de esa despolitización", agrega Cristi.
El orden jerárquico, la autonomía relativa de la sociedad civil sin definidos por el principio de subsidiariedad,, junto con la aplicación de la soberanía social y política dentro del diseño institucional de la dictadura cívico-militar, representada por el General Pinochet. Esta es la matriz conceptual que reconoce Renato Cristi en la Declaración de Principios del Gobierno de Chile, publicado en 1974, donde se identifica la síntesis nacionalista-corporativista con elementos del neo-liberalismo.
En este último aspecto, el filósofo chileno reconoce el gravitante rol que tienen los gremios empresariales en el diseño institucional, por su aporte técnico en la sociedad. "La Declaración implícitamente reconoce así la existencia de un ámbito para la acción y la iniciativa sin trabas de empresarios, de comerciantes y en general de los agentes más activos que operan en el mercado. Los gremios constituyen el lugar de reconocimiento social y a la vez correa transportadora política de tales agentes", afirma.
El saber especializado lo liga con la noción de Hayek sobre el conocimiento práctico que va especializándose en detalles y de acuerdo a las circunstancias, lo que se aleja de la temida planificación centralizada de la economía, siendo este otro objeto de la síntesis conservadora en lo político y liberal en lo económico.
Para Cristi, los desencuentro entre la doctrina nacionalista y el corporativismo, en su versión gremialista en torno al principio de subsidiariedad es superado "por su relación conjunta con el proyecto neo-liberal". La expresión de la economía de mercado, desde el punto de vista institucional, es tomada por las dos primeras doctrinas, conjugando la idea de unidad nacional que acoge a organizaciones intermedias despolitizadas de la influencia del sistema de partidos y su pluralidad. "Nación y gremio, cada cual desde su esfera propia, convergen en la constitución de la libertad mercantil", agrega.
Estamos en presencia entonces de la propagación de ideas de unidad nacional que contribuyen a la formación de la conciencia social que tiende a deslegitimar la visión abierta de un sistema democrático, lo cual aún persiste en la cultura política de la derecha, mediante expresiones que buscan instaurar el autoritarismo para controlar estas dinámica, lo que se ha registrado en los gobiernos democráticos post-dictadura, donde se ha mantenido la síntesis conservadora-neoliberal.
"El corporativismo, por su parte, da cuenta de otro tema -el de la despolitización de la sociedad. Esto le asegura su autonomía al Estado y a la vez hace posible una articulación con lo que Hayek llama 'conocimiento práctico'. El conocimiento disperso de los agentes sociales, fundamentalmente los empresariales, puede expresarse ahora creativamente, sin los obstáculos 'constructivistas' que imponen, por ejemplo, la política totalizante de los partidos", detalla Cristi.
Es así como en sus conclusiones sostiene que esta síntesis ha alcanzado una "gran fluidez y efectividad ideológica", apelando a valores tradicionales de la nación, bajo el concepto cultural de la patria, para direccionar la cohesión hacia la sociedad de mercado, para la cual cualquier obstáculo democrático de oposición a su avance es controlado por la institucionalidad y su principio de subsidiariedad.

viernes, 8 de febrero de 2019

Genealogía de la síntesis entre corporativismo y neoliberalismo en Chile I

El concepto de neoliberalismo en Chile ha sido negado por parte de algunos exponentes del liberalismo clásico, siendo catalogado como un "mito" que habría sido inventado por la cultura político-ideológica de la "izquierda", o una "caricatura" inventada por quienes se oponen al liberalismo. Sin embargo, este concepto ha sido elaborado desde múltiples frentes de análisis, entre los cuales destacan las clases dadas por Michel Foucault en el College de France, las cuales fueron recopiladas en el libro que se conoce como "Los orígenes de la biopolítica", donde el filósofo francés realiza un trazado histórico del liberalismo, desde los albores del Estado moderno y mercantilista, pasando por los aportes de la escuela austriaca de economía hasta la nueva versión facturada por Milton Friedman desde la Escuela de Chicago.
Lo anterior es un ejemplo de que, la evolución de las ideas liberales en la práctica han incorporado varios elementos que se acomodan al autoritarismo y el conservadurismo,  y viceversa. Es en este proceso en que se van configurando elementos que permiten aproximarse al concepto del neoliberalismo, para lo cual sirve el caso chileno como ejemplo.
En Chile, dicho debate registra el aporte dado por los filósofos Renato Cristi y Carlos Ruiz en su obra "El Pensamiento Conservador en Chile", en que abordan la relación entre corporativismo y neoliberalismo en las revistas teóricas de la derecha chilena, además de la síntesis conservadora que los años 70, que se plasmó en la Declaración de Principios del Gobierno de Chile de la dictadura cívico militar de Pinochet, donde confluyen ideas del nacionalismo, el corporativismo y el liberalismo económico, la cual sentó las bases de la actual institucionalidad estatal diseñada para el control de la sociedad chilena.
En este escrito tomaremos el ensayo "El conservantismo como ideología. Corporativismo y neo-liberalismo en las revista teóricas de la derecha", Carlos Ruiz  identifica la influencia de las ideas del nacionalismo y el corporativismo en proyectos autoritarios que se definen como anti-comunistas y anti-partidos, principios que surgen como parte de una respuesta a lo que se advierte como una "profunda crisis y regresión política de la sociedad chilena. 
Reconoce que producto de este proceso nacen dos vertientes ideológicas que de desarrollaron al alero de la Universidad Católica: el movimiento gremialista, "cuyo postulado básico es la oposición frontal a lo que denominan la "politización" global de las instituciones de la sociedad chilena" y la primera generación de economistas de ea casa de estudios que estudiaron en la escuela de Chicago, adhiriendo a la tesis más radicales de la economía clásica liberal. La primera vertiente tiene su espacio en la Revista Portada, tribuna desde donde Ruiz advierte elementos corporativistas vinculadas con el carlismo español, con su idea de retornar a un régimen de unidad nacional en que predominen los principios de orden, patria y católico. Gran parte de estos elementos se condensarán más tarde en la base doctrinaria del gremialismo de Jaime Guzmán.
La vertiente liberal económica, por su parte, tiene tribuna en la Revista Polémica económico-social, desde donde comparten con el corporativismo el principio anti-partidista de los sistemas democráticos, denunciando el carácter distorsionador de los políticos para el desarrollo del individuo.
Ambas publicaciones convergen en 1970 con el objetivo de "establecer las bases de pensamiento para la unidad nacional". "Esta fusión de un proyecto político conservador y anti democrático en lo político, con un esquema económico influido por el neo-liberalismo, es un hecho de significación, aunque su impacto político real, incluso al interior de la derecha, sea todavía reducido", señala Ruiz.
El proceso de la síntesis conservadora tienen en común su rechazo a la injerencia de los partidos políticos en la organización social de los individuos. Esta concepción de anti-político es compartida por los economistas chilenos formados en Chicago, a la cual agregan el anti-estatismo. Hay una pasaje clave que menciona el autor para entender la esencia de la síntesis conservadora, la cual todavía persiste en los sectores más extremos de la cultura política chilena: No dejar nunca de lado la idea de la autoridad y la tradición en el campo político con un liberalismo económico domesticado, y que está bajo el paraguas de una idea exacerbada de unidad nacional.
"El nacionalismo, dice por esto un editorial de la revista, no es estatismo. El nacionalismo debe ser concebido sobre todo como "sano egoísmo nacional", unido al respeto por las tradiciones y al rechazo de las ideologías extranjerizantes, expresadas en los partidos políticos, todo esto junto al respeto más acrisolado por la esfera privada de la vida y, en primer lugar, por la libre empresa que es "una fiel expresión de la naturaleza humana y una salvaguardia de su propia libertad", sostiene Ruiz.
A su juicio, esta concepción es la base del principio de subsidiariedad del Estado, que se bifurca en dos lecturas: Una corporativista que busca reemplazar las formas de acción política de los partidos y la otra es de corte neoliberal que propugna la idea del Estado mínimo para aumentar la libertad económica. La tensión entre ambas lecturas siempre estuvo presente en la dictadura cívico-militar, pasando posteriormente en la cultura política de Renovación Nacional, el partido nieto de la fusión del Partido Conservador con el Partido Liberal que en los años sesenta dieron vida al Partido Nacional. Sin embargo, esta tensión tiende a disolverse frente a la estrategia que prefieren seguir ambas doctrinas para, mediante la pretendida despolitización, mantener a raya a los movimientos populares con ideología socialista y comunista, así como las versiones más moderadas de centro izquierda que consideran intervencionistas, donde también incluyen al social-cristianismo.
En las publicaciones que divulgan esta síntesis conservadora-liberal se destaca la Revista Qué Pasa, donde la lectura neoliberal tomará una mayor fuerza en la propagación de ideológica de la síntesis, cumpliendo el rol de ser el dispositivo del saber técnico, para dar solución a los vicios creados por el Estado y por una democracia no restringida. La doctrina del apartidismo se articula con la ideología institucional de las Fuerzas Armadas que controlan, desde el aparato estatal, la sociedad chilena entre 1973 y 1990.
Los principios básicos que comenzaron a circular desde Qué Pasa se componen de conceptos como unidad nacional, nacionalismo, tradición cristiano-occidental, subsidiariedad, propiedad privada, autoridad, orden y disciplina. Algo no menos importante que menciona Ruiz es el intento de esos años de configurar los principios del neoliberalismo con la moral (religiosa) cristiana, "los que apuntan a elaborar una suerte de teología económica", por lo que el mercado es exaltado como una figura providencial racionalizada.
La influencia de las ideas conservadoras en ese periodo dan un giro hacia el neoliberalismo. "Esto trae consigo la renuncia a cualquier política de tipo corporativo y un apoyo a la imposición de las relaciones mercantiles a un conjunto creciente de dominios de la sociedad. El primero es la dificultad que el radicalismo anti-democrático propio del corporativismo encuentra para imponerse en una sociedad con tradiciones democráticas. El neo-liberalismo tiene menos tensiones -por lo menos del discurso- con esa tradición. El segundo factor es la puesta en práctica progresiva, por el régimen militar, sobre todo desde 1975 en adelante, de una política económica globalmente neo-liberal, apoyada por los grandes empresarios de la banca y la industria, lo que no deja ningún espacio para el desarrollo de asociaciones profesionales, sindicatos, etc.", afirma Ruiz.
Esta absorción del corporativismo por parte de la corriente neoliberal de los Chicago Boys se acopla en un concepto de subsidiariedad que toma la idea del corporativismo de que el poder político subsidia a las "debilidades e incapacidades de los cuerpos intermedios", junto con la ideal liberal de poner fin a la intervención del poder estatal, creando un Estado mínimo que focalice sus recursos.
Pero Carlos Ruiz profundiza el análisis, señalando que ambos pensamientos tienen en común "relaciones y lazos más profundos", como son lo que entienden como naturaleza y tradición, poniendo sobre la mesa el pensamiento de Fiedrich Hayek, uno de los principales exponentes del liberalismo de la escuela austriaca de economía, en torno a la concepción de la política como algo natural, rechazando la intervención del Estado por ir contra el orden espontáneo que, según él, se da en la sociedad, específicamente en el mercado.
"Se puede decir entonces que en la base del rechazo hayekiano del constructivismo, hay una suerte de concepción natural del orden económico, el que es conservado por la historia (la tradición), concebida a modo darwinista, como selección natural. No es posible alterar esos órdenes espontáneos sin incurrir en una desmesura cuyo resultado de todos modos será el caos; en verdad, tampoco es necesario hacerlo, pues el proceso global encierra para Hayek una suerte de justicia inmanente al proceso histórico mismo", plantea Ruiz.
La política bajo el prisma del naturalismo encaja en uno de los elementos que lleva al autor a identificar "el carácter conservador del discurso neo-liberal", debido a que también apela a órdenes espontáneos que son conservados por la tradición, especialmente en el mercado, los cuales "son sustraídos así a la deliberación democrática, transformándose en una lógica homogeneizante y totalitaria de lo social".
Pero este orden requiere de un empujoncito de intervención desde el Estado, a través de la llamadas modernización de la economía, con la aplicación de códigos legales que favorecen la privatización y mercantilización de las relaciones sociales. "Para esto el mejor medio es disminuir el poder del Estado para hacerlo incapaz de toda intervención en el orden espontáneo que se genera al interior de una sociedad libre", agrega el autor.
La conclusión del filósofo chileno es que esta síntesis conservadora-liberal aún mantiene sus relevancia estratégica en el funcionamiento de la institucionalidad política y económica chilena, en un proceso que mantiene su fortaleza, más allá de las contradicciones que existen entre el ideario conservador y el liberal, en un matrimonio por conveniencia que no se inclina al divorcio.

lunes, 4 de febrero de 2019

Lecciones de liberalismo desde el pensamiento de Ludwig Von Mises

"Sobre liberalismo y capitalismo" es la obra del economista Ludwig Von Mises, uno de los principales exponentes de la escuela austríaca de economía, pieza angular para comprender los postulados del liberalismo durante el siglo XIX hasta nuestro días y que se diferencias en algunos aspectos del pensamiento liberal, configurado desde el siglo XVII.
Lo primero: Von Mises define al liberalismo como "un mero ideario, pura teoría científica sobre el comportamiento de la sociedad humana, que procura ilustrar a la gente acerca de la conducta cívica que más beneficia a todos".
Contrariamente a los principios del liberalismo de Jeremy Bentham y su utilitarismo, en la introducción de su obra Von Mises reconoce el preeminente rasgo de la filosofía materialista en la doctrina liberal, señalando la relevancia que tiene el bienestar material, por sobre las necesidades metafísicas espirituales o internas del hombre, con lo cual la búsqueda y consecución de la felicidad para la mayor cantidad de individuos posibles, queda en un papel secundario. 
Según Von Mises, el liberalismo "no promete al hombre felicidad y contento; simplemente, la satisfacción de aquellos deseos que pueden satisfacerse a través del mundo externo", puesto que la política económica no puede dar felicidad ni atender los deseos más íntimos de los hombres, por lo que bajo esta lógica se evidencia la manipulación de los discursos gubernamentales que prometen mayor felicidad a partir del manejo de la política económica, ya que esta es un instancia externa al individuo mismo. Es en la subjetividad de cada uno de nosotros de donde proviene lo que apreciamos.
"La gente no busca una inalcanzable felicidad absoluta; el hombre se afana y moviliza por suprimir, del modo más cumplido posible, un cierto malestar y, si lo consigue, es más feliz o menos desgraciado de lo que sería en otro caso. Al adquirir un televisor, con su propio actuar pone de manifiesto que en su individualizada opinión el aparato va a hacerle más dichoso o menos infortunado, según se mire", precisa.
Así, para esta corriente del liberalismo, el mundo capitalista no es catalogado como feliz, pues "carece de interés para un ideario como el liberal, basado en fundamentos estrictamente científicos, inquirir si el capitalismo es bueno o es malo, siendo así que no puede imaginarse ningún otro sistema mejor desde un punto de vista moral, filosófico o metafísico. Porque el liberalismo se ampara en las ciencias puras de la economía y la sociología, que ni pueden formular juicios de valor, ni menos aún proclamar dogmáticamente qué debe ser  y qué no debe ser, qué es el bien y qué es el mal. Nuestra disciplina se limitar a mostrar qué es lo que efectivamente acontece y por qué razones sucede". 
Y más adelante expone en torno a este mismo punto: "El liberalismo, que, como es sabido, tiene una base puramente científica y cuya política no es más que la aplicación práctica de lo que la ciencia enseña, debe hallarse invariablemente en guardia para no caer en acientíficos juicios de valor, siempre de condición subjetiva"
Más adelante veremos cómo este principio de cientificidad, neutra frente a lo moral, es irreductible en el liberalismo frente a una eventual síntesis hegeliana con otros idearios.
El principio del racionalismo es un elemento que cobró más fuerza en los siglos de desarrollo de las ideas liberales, especialmente respecto al ordenamiento de la sociedad. "Los problemas que plantea la política social son meras cuestiones técnicas; hay que abordarlas de la misma forma y con los mismos métodos que se emplean para resolver los demás asuntos científicos, a saber, mediante la reflexión racional y la oportuna observación de las circunstancias concurrentes", afirma.
Este racionalismo tiene una lógica sacrificial, que se basa en la causalidad de los acontecimientos. De ahí, como más tarde dirá Fiedrich Hayek, es que los liberales de esta escuela explican su rechazo a las reformas, debido a que podrían generarse efectos no deseados que terminarían siendo más perjudiciales, en vez de beneficiosos para la sociedad.
Esta lógica del sacrificio también se relaciona con el ordenamiento social. De acuerdo a este postulado, el liberalismo implica la experimentación de ciertos periodos o etapas de sacrificio para algunos individuos, en aras de la extensión de los ciclos del capital, ya sea en su producción, distribución y consumo. No se contempla una política económica centrada  en el consumo del capital (el punto esencial es que el incremento del capital disponible supere al crecimiento de la población), por lo que desde la escuela austriaca se justifican los llamados periodos de vacas flacas porque racionalmente es visto como un medio sustentable en el tiempo. Por eso se habla de la lógica de escasez de los recursos, para hacer frente a la presión de mayor recursos para dar respuesta a mayores necesidades dentro de las sociedades. "La política antiliberal es una política de consumo de capital. Amplía la provisión presente a costa de la futura". 
Es así como se entienden recursos discursivos como el "no hacer caso a los cantos de sirena" que se representan en las demandas que exigen mayores gastos, pues de este modo el barco puede extraviar su rumbo y chocar contra las rocas. De ahí también se desprende la eterna promesa de tiempo mejores para experimentar gratificaciones permanentes que solamente se materializarían se no se consideran las gratificaciones momentáneas.
"La actividad racional se diferencia de la irracional en que implica momentáneamente sacrificios. No son éstos sino sacrificios aparentes, pues quedan ampliamente compensados por la favorable consecuencia posterior. Quien renuncia a ingerir un delicioso pero perjudicial alimento hace un aparente sacrificio provisional. El resultado de tal actuación -el no sufrir perjuicio fisiológico- pone de manifiesto que el sujeto no sólo ha perdido, sino que ha ganado", indica Von Mises.
Las terapias de schock son un ejemplo de esta lógica de sacrificio que apela el liberalismo: En un determinado estas son consideradas racionales, como la reducción de pensiones y otros beneficios sociales a grupos rezagados, pues se consideran que son un medio para posteriormente alcanzar el fin de contar con condiciones más auspiciosas en el futuro que son capaces de compensar los anteriores sacrificios. Un principio similar se observa con el trabajo infantil en Inglaterra en el siglo XIX: De no haber existido, no se habrían permitido las condiciones de reproductibilidad del capital y de los beneficios para la población.
El principio entonces de no intervenir las acciones de los individuos, especialmente en el campo económico, es sacro santo para el liberalismo.Para Von Mises, "(...)las tan lamentadas realidades generadas" responden a "las limitaciones impuestas a la libertad". Este pensamiento es clave para entender el liberalismo actual, derivado de las tesis nacidas en la escuela austriaca.
El intervencionismo, entendido como regulación del poder público en el campo económico, es definido como una fuerza creadora de "situaciones opuestas a las que los propios patrocinadores de la intervención desean conseguir", por lo que asegura que imaginar una "tercera vía" entre el capitalismo y el socialismo es un error que empeora la situación que se desea solucionar.
De acuerdo a los elementos planteados por Von Mises, el liberalismo se ocupa de hacer ver los desastres a los que conduce la aplicación de otras doctrinas que no sean la que este ideario propugna. "Y, en este terreno, lamentablemente, no hay lugar para concesiones en favor de errores o medias verdades, por populares o graciosas que resulten".
La idea de que es necesaria la existencia de ciertos niveles de coacción también es otro elemento de esta doctrina. El Estado solamente justifica su existencia, como lo sostiene John Locke y John Stuart Mills, para la protección de la propiedad privada y garantizar el orden público y la estabilidad. Tiene que haber coacción para impedir que la comunidad sea perjudicada por "quienes se levantan en armas contra el orden social establecido". De todos modos, al mismo tiempo, se plantea que este poder constituido sea por la fiscalización de quienes ejercen este poder.  
"Pero ¿qué es eso del intervencionismo? De intervencionista calificamos a aquella administración pública que no restringe su actividad al mantenimiento del orden público, o sea que no quiere limitarse, como hace cien años se decía, a "producir seguridad ciudadana". El Estado se hace intervencionista cuando amplía su propia esfera de actuación interfiriendo el funcionamiento del mercado", señala Von Mises. A su juicio, el intervencionismo es el engendrador de los grupos de presión, que goza de posibilidades, o regalos regulatorios que a otros "se les cercena coactivamente".
Un punto importante y conclusivo es el que también Von Mises advierte que el liberalismo nunca se ha materializado en su forma pura a partir de sus postulados, lo que lo deja en el mismo terreno de las formas de conocimiento del hombre: como una aproximación que no debe ser confundida con el dogmatismo, pese al contenido irreductible que muestra la escuela austriaca para definir al liberalismo.