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viernes, 29 de marzo de 2019

El gran Otro desde Lacan a Zizek: Complicado, ¿o no?

El Gran Otro es un concepto acuñado por el psicoanalista francés Jacques Lacan, con el cual se hace referencia a una instancia que opera en el orden simbólico de las interrelaciones, las cuales conforman una sociedad. Se va incrustando en el tejido histórico, social y cultural, formando parte del sentido común de los individuos. Está siempre presente en el lenguaje de los hombres, cuyas palabras se dirigen a esta instancia (o entidad como la denominan otros).
No es un concepto fácil este, pues Lacan lo abordó en diversos seminarios que se han condensado en la obra del pensador francés, por lo que es necesario encontrar en distintos lugares los elementos que constituyen al Gran Otro, así como la función que ejerce en el individuo y en la sociedad. Podemos decir que, como dice Lacan, el Gran Otro supone una "relación de alteridad fundamental", entre un Otro con mayúscula y un otro con minúscula, que es el yo y sus semejantes.
El Otro es un lugar externo a la conciencia de los individuos, que se hace valer del lenguaje. Es nuestro lugar de fundación, de nuestro estar en el mundo, el teatro en que nos desenvolvemos a lo largo de nuestras vidas. El discurso del Otro nos meta-constituye más allá de nuestra individualidad, nos inserta en los mitos fundacionales de nuestra realidad, ya sea comunitaria, territorial, étnica, nacional o identitaria. Aquí la palabra juega un rol esencial en este lugar, que está más allá de nuestro control consciente.
"Si la palabra se funda en la existencia del Otro, el verdadero, el lenguaje está hecho para remitirnos al otro objetivado, al otro con el que podemos hacer todo cuanto queremos, incluido pensar que es un objeto, es decir, que no sabe lo que dice. Cuando nos servimos del lenguaje, nuestra relación con el otro juega todo el tiempo en esa ambigüedad. Dicho en otros términos, el lenguaje sirve tanto para fundarnos en el Otro como para impedirnos radicalmente comprenderlo", señalaba Lacan en un seminario sobre la introducción a este concepto en 1955.
Esta instancia opera entonces como un gran marco regulatorio, el cual es indiferente en tanto se acepta como no se acepta, se puede creer en él como no se puede creer. Está siempre ahí, al igual que nosotros dentro de sus marcos, los cuales también están en un constante movimiento, circulando.
El Gran Otro permite la posibilidad de tener un sentido, de creer en algo que el individuo no puede ver, ni darse cuenta de que se encuentra en este Otro, que puede entregar respuestas que no se esperan. Elementos fundamentales en el Otro son el discurso y la palabra indicaba Lacan en el seminario "De un Otro al otro", realizado entre 1968 y 1968", donde planteaba la necesidad de poner atención en el significante (lo que representa un sujeto para otro significante). En función de lo que cumple la palabra surge el Otro, pues esta es un instrumento fundamental en la construcción del individuo y su registro en el mundo. La palabra nos introduce al mundo de los designios en un constante movimiento, pieza fundamental también en la construcción de la cultura, las normas, las costumbres, las leyes, los valores y un largo etcétera.
Debemos aclara que esta instancia no es una productora de la moral en el sentido de pre-establecer lo bueno y lo malo, sino que apunta a las leyes, entendidas como formas de organización social con un tejido histórico y cultural. La verdad tampoco está instalada en el Otro, pues -según Lacan- en este lugar los discursos del yo y sus semejantes son escrutados y no tienen una consistencia completa. En este sentido, lo define como el espacio "donde todo discurso se plantea, para poder ofrecerse en lo que es o no su refutación bajo la forma más simple que él puede demostrarse". Y más adelante, en su misma exposición, sostiene que "en ninguna parte del Otro puede ser asegurada la consistencia de lo que se llama la verdad". Los otros con minúscula somos nosotros; cada uno de nosotros somos un yo con semejantes (otros) y en nuestro interaccionar es donde se albergan nuestras verdades, las que no tienen estabilidad ni seguridad en el Otro. "(...)el Otro, ese gran Otro, en su función —tal como yo la he articulado— no encierra ningún saber del cual pueda presumirse que algún día sea absoluto".
El Otro también es caracterizado por ser virtual y estar siempre presente en las interacciones individuales. Es un orden simbólico que define comportamientos, los convencionaliza, volviéndolos en muchas ocasiones automáticos, proceso que va más allá de la conciencia. Es -tomando un concepto foucaultiano- lo que establece la normalidad, aunque también el Gran Otro se encarga de la formación de los sujetos del lenguaje que se desenvuelven en la anormalidad. Esta presencia que no se ve es transversal, pues opera con los compromisos que va configurando los individuos, determinando ideales, ideologías (entendidas en su sentido amplio como un cuerpo de ideas, valores y creencias), credos, causas, que son la sustancia en que se reconocen a sí mismo los individuos. Así, la justicia y la libertad son un carácter sagrado que está dentro del gran Otro.
La producción de parámetros provoca en los individuos la pulsión de responder a las expectativas que genera el Otro, cuyo mecanismo de control es universal y también des-universalizado, en cuanto se puede fragmentar en las múltiples y particulares realidades comunicacionales. Su universalidad está en su abstracción siempre presente, en que es reconocido, pero no conocido a nivel material. Foucaultianamente establece un vínculo con el panóptico, es decir con un lugar donde operan y circulan incesantemente monitoreos, mediciones y controles.
Relacionado con esto se encuentra la lectura de Slavoj Zizek, en su obra "Cómo leer a Lacan", sobre el gran Otro: "El orden simbólico, la constitución no escrita de la sociedad, es la segunda naturaleza de todo ser hablante: está ahí, dirigiendo y controlando mis actos; es el agua donde nado, en última instancia inaccesible -nunca puedo ponerlo en frente de mí y aprehenderlo-. Es como si nosotros, sujetos del lenguaje, habláramos e interactuáramos como marionetas, con nuestras palabras y gestos dictados por un poder omnisciente y anónimo. ¿Significa que para Lacan los seres humanos son meros epifenómenos, sombras sin ningún poder; que nuestra autopercepción como agentes libres y autónomos constituye una suerte de ilusión que impide que un usuario de computadora pueda ver el hecho de que somos herramientas en manos del gran Otro que mueve los hilos detrás de la pantalla?".
Sujetos reglados en el lenguaje por el orden simbólico que otorga sentido, mediante el establecimiento de parámetros, es el análisis zizekeano, que también nos habla de la transversalidad del Otro, el cual "puede personificarse o reificarse en un simple agente: el “Dios” que vigila desde el más allá, a mí y a cualquier persona existente, o la causa que me compromete (Libertad, Comunismo, Nación), por la que estoy dispuesto a dar la vida. Mientras hablo, nunca soy un “pequeño otro”: el gran Otro siempre está ahí".
Según el filósofo esloveno es la actividad misma la que sostiene al orden simbólico contenido en el gran Otro, donde también se recibe lo que le demanda el individuo, mediante todo lo que implica el deseo, el que -sin embargo- no está garantizado en este lugar.
A partir de estos antecedentes podemos mencionar un ejemplo del gran Otro y la función que tiene la palabra, para el caso chileno. Nos basaremos en lo expuesto por  el filósofo Javier Barrientos en un coloquio en torno a la construcción de la nación sobre la base de la palabra, cuyo poder reside en crear, en nombrar las cosas para establecer un propio mundo.
"Y claro, en ese sentido, somos de pocas palabras (los chilenos), porque el que crea mide sus palabras, porque sabe que sus palabras tienen una apertura antropológica hacia el otro, que sólo se puede existir en la medida que te comunicas con el otro y en la medida en que tu palabra te hace ser con el otro. De tal manera que si hablas mucho tienes el riesgo de crear creaturas que no quieres en tu mundo y yo creo que en ese sentido, una visión claramente metafórica, en nuestra historia hemos sido cuidadosos con la palabra, porque esa palabra la hemos constituido como el instrumento con el cual nos creamos, construimos, nos recreamos y nos explicamos", precisa.
Bajo la mirada de Zizek el discurso de las pocas palabras que está en el gran Otro chileno es el producto de la afirmación autorreflexiva con la cual se sostiene "el pacto simbólico básico entre los sujetos de comunicación" que se reconocen en el orden simbólico de lo que representa la palabra "Chile".
El Otro, donde se contiene la nación chilena, el somos chilenos, "es una lógica inexorable de automatismo que maneja los hilos", como dice Zizek, siendo uno de los millones de ejemplos que están en el Otro, donde hay objetivización y también subjetivización. Claro que hay escapatoria a este automatismo, al cual el yo y los otros semejantes se pueden oponer, recurriendo a las palabras de chauvinismo o mierda patriotera, pero al reconocer esto dentro del Otro, es posible que no conozcan que también su posición contraria a la idea de nación, patria o de la cultura convencional chilena, es -a fin de cuentas- estar en el Otro, bajos otras formas discursivas.
Complicado, ¿o no?

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