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domingo, 25 de marzo de 2012

La permanente tensión entre lo apolinio y lo dionisíaco de estos tiempos

La permanente tensión entre lo apolineo y lo dionisíaco en nuestros días fluye con más fuerza en el campo simbólico-cultural y, de ahí se desborda al campo político, sobre todo con las insatisfacciones de un parte de la sociedad con lo que acusan del establisment que hegemoniza al modelo económico y de gobernalidad.
En el caso chileno, las expresiones de nihilismo, apatía y el aumento de los niveles de agresividad y violencia respecto a la mercantilización de derechos sociales, como la educación, salud y previsión social, forman parte de las prácticas dionisíacas que representan las movilizaciones sociales, en que literalmente algunas personas de transforman, cruzando los límites que desafían a la estabilidad construida por lo apolineo.
En la arena simbólica-cultural, los partidos de fútbol siempre constituyen el espacio para la práctica dionisíaca por parte de algunos autoapodados de hinchada -y en su versión más extrema de barra brava-dentro del estadio para saltar, vibrar, cantar, gritar en pos de un objeto, con lo que cruzan el umbral de lo apolinio, puesto que estas mismas prácticas no las ejecutarían en el espacio apolínico del trabajo.
El desborde de lo dionisíaco atraviesa la delgada línea de la violencia contra lo apolinio, que esconde la tranquilidad y la moderación.
Una eterna confrontación entre aquellas personalidades que se oponen a la normalidad construida y que se entroniza en los patrones socio-culturales a partir de la dominación económica y social. Pero también se convierte en una opción personal de vida, una experiencia vital que lucha por apropiarse de lo exterior, del reconocimiento, la pretensión de trascendencia social, para un cambio más allá del bien y del mal, como lo sostenía Nietszche y como lo plasmó en la sociedad moderna el vocalista de The Doors, Jim Morrison, otro seguidor dionisíaco. a partir de la influencia del filósofo alemán.
Nietszche afirmaba que Dionisio representa el concepto de la trascendencia misma que, para algunos, significa una forma de sociabilidad. Buscaba evidenciar que lo dionisíaco se identificaba con la embriaguez, -algo que Morrison practicó hasta la muerte- con una explosión de vitalidad salvaje, potenciada en lo gregario de la horda.
En esa línea, los aspectos dionisiácos del ser humano son, como plantea Foucalt, "el viejo maestro de la ebriedad, de la anarquía, de la muerte revivida para siempre".
La pregunta, entonces, es si lo dionisíaco, ¿Será realmente un paso hacia la libertad humana o una manifestación de la alienación moderna del capitalismo sistematizado que advertía Marx?; ¿Cómo se plantean las conductas dionisíacas frente al Leviatán de Hobbes?, el cual sería una forma más explícitamente organizada para controlar la pretensión sistemática de lo dionisíaco.
Otras interrogantes para dejar abiertas son: Si Nietszche identifica a Sócrates como el principio de la decadencia de lo salvaje, al plantear que sólo lo comprensible es válido para el hombre, ¿Qué podemos decir de la conducta dionisíaca moderna?, que se instala frente al mundo de modo caótico, pero que, en la mayoría de las ocasiones, es consciente de que su vitalidad salvaje tiene un objetivo: Desenfrenarse, destensionarse, contentar lo establecido, buscar el reconocimiento de los demás, o hasta buscar la acción revolucionaria con esta práctica. ¿Acaso la inteligibilidad de plantearse un fin no impedirá de llegar a lo incomprensible, como pretendía Nietszche?

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