Powered By Blogger

sábado, 24 de marzo de 2018

Hegel para entender que la lucha contra el dominio no se explica solo por el "odio y la envidia"

El liberalismo sui generi que se ha formado en América Latina, especialmente en Chile, insiste en analizar las relaciones de dominio bajo la reducción valórica del odio y la envidia, cuando este tema debe ser visto de forma más amplia, superando la visión limitada de ciertos autodenominados liberales, que siguiendo la orma de los conservadores, creen que la historia del hombre comienza con la era post-Marx, siendo tan reduccionistas como los propios marxistas a quienes critican.
Planteamos esto debido a la lectura de la idea liberal de que el concepto de lucha de clases en Marx es una incitación al odio, simplificando al extremo la posibilidad de análisis que ha ofrecido y ofrece este concepto en las ciencias sociales. Si se sigue esta lógica, entonces se podría caer en la vulgaridad de tachar como una incitación al odio el aporte que se ha realizado desde la sociología del conflicto, los trabajos sobre el poder y control social de Foucault y hasta la teoría de la acción comunicativa de Habermas. Ahora, efectivamente, en la arena del proselitismo y la propaganda en que opera la visceralidad- la lucha de clases es un mecanismo para promover odio entre las partes, sin lugar a dudas. Pero si eso no es clarificado, por quién emite un juicio de este tipo, se abre el juego de la confusión.
Y es que la lucha por el reconocimiento hegeliano entrega una visión más amplia para explicar la violencia, sin bajarlo a la arena de la propaganda o del proselitismo doctrinal. Desde la obra del filósofo alemán es más fácil entender que la falta o el déficit de reconocimiento recíproco entre diferentes tipos de comunidades, no solamente burgueses/proletarios, es el gatillante del conflicto, del enfrentamiento entre grupos, de la lucha. 
Para Hegel un individuo se constituye como tal cuando es reconocido por los demás, pero cuando no se reconocen de la misma manera se origina la lucha, lo que conlleva la subyugación de uno por el otro. 
Para poder conocer a otro, uno tiene que morir a sí mismo, abrir la totalidad singular, para dar una parte  a la totalidad absoluta del mundo, lo que no necesariamente significa una colectivizacion forzada universalista como quieren ver ciertas corrientes liberales. Referirse al concepto de lucha implica el tratamiento de las relaciones de dominio (que en Hegel es tratado ontológicamente), pero el dominio es un aspecto desdeñado en gran parte de las teorías liberales, que lo reducen solamente a la figura del Estado. 
Reducir esta concepción de la lucha solamente bajo el tilde del juicio de valor del odio o envidia es no entender las complejidades que tiene el principio de reciprocidad, siendo algo bastante común en la visión conservadora, a la cual se aferran ciertas corrientes liberales como el vagón de cola de un tren.
Ello, porque las relaciones de dominio son un hecho objetivo por sobre la adjetivización axiológica. Para el liberalconservadurismo -que solamente ve socialismo urbi et orbe y que no critica al conservadurismo- el motor de la violencia es el "odio y la envidia". 
El reconocimiento recíproco, según Hegel, tiene una de sus expresiones en el mundo social de las relaciones contractuales. Para que exista reconocimiento recíproco tiene que existir un estado de reconocimiento, donde circulan derechos que recorren un proceso histórico, lo que no es igual al historicismo que tanto critican algunos exponentes liberales para desconocer o minimizar la relevancia del factor histórico para el análisis de las sociedades y de las relaciones al interior de ellas.
La lucha por las mayores cuotas de libertad en la historia son parte de esta lucha por el reconocimiento y han implicado el enfrentamiento a dominios determinados, tanto del Estado como de poder privados.  La liberación del domino ha tenido al liberalismo como uno de sus protagonistas históricos, por lo que también han sido catalogados como promotores de "odio" por parte de los grupos conservadores, pero en ciertos círculos de esta filosofía se ha caído en el juego de la lógica conservadora, recurriendo a la retórica reduccionista de ver toda crítica como una manifestación de "izquierda" en general y de comunismo, en particular.
Según Hegel, además del Estado, es en la sociedad civil donde se desarrolla el reconocimiento recíproco, por lo que la discusión, la lucha y el conflicto frente a problemas que perjudican a otros por el establecimiento de condiciones que favorecen a otros es legítima y no necesariamente implica ser catalogada por la moralidad del odio, envidia o resentimiento, las cuales son categorías asociadas lo bueno por un motivo de conveniencia y que en la práctica tiende a sepultar la continuidad evolutiva del reconocimiento recíproco. De hecho, en la historia se ha dado la experiencia de luchas en el marco de la sociedad civil que han derivado en lucha abierta (violencia y muerte) con la inclusión coactiva del Estado bajo el interés de ciertos grupos sociales, los cuales pueden ser heterogéneos para no catalogarlos bajo el esquema de clase previo a Marx.
Analizar el reconocimiento recíproco es un modo más amplio y que aporta mayores elementos que concentrarse en el campo de la moralidad para tratar el tema ontológico del conflicto entre los hombres, de forma tal de superar la catalogación simplista del odio, la envidia y el resentimiento, como categorías manipulables según la conveniencia, en vez de explicar el fenómeno del dominio a partir de una perspectiva más libre y enriquecedora. Hegel en este sentido plantea que este fenómeno se puede abordar más allá del bien y del mal, por lo que los calificativos del odio, envidia y resentimiento son susceptibles de ser analizados también bajo el prisma de la filosofía de la sospecha, algo que Hegel anticipó en la moralidad que trató dentro de la Fenomenología del Espíritu.