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lunes, 16 de noviembre de 2020

La lógica del poder desde Byung-Chul Han: la clave de la intermediación y de la positividad para su reproducción estable en el tiempo

Nuevas aperturas en los enfoques sobre la lógica del poder entrega Byung-Chul Han en su trabajo "Sobre el poder", en que disecciona esta relación humana, partiendo desde su lógica, la cual va más allá de las nociones de coerción y verticalidad de mando, las cuales son identificadas por el autor como "constelaciones políticas" que se agotan por sí solas, por lo que entran a interaccionar con otros formas de influir en otros, especialmente en torno a la categoría de la libertad.
"Quien quiera obtener un poder absoluto no tendrá que hacer uso de la violencia, sino de la libertad del otro. Ese poder absoluto se habrá alcanzado en el momento en que la libertad y el sometimiento coincidan del todo", sostiene el autor, abriendo el campo de análisis a las llamadas sociedades abiertas, donde el poder tiene niveles de intermediaciones entre el yo y el otro. En esta relación el yo tiene una continuidad en el otro, en la cual se recobra a sí mismo, siendo un proceso que cobra mayor estabilidad cuando se manifiesta en libertad, siempre y cuando sigan habiendo intermediaciones con el otro. Si estas se acaban o pierden su intensidad se produce violencia y falta extrema de libertad. Por ello el filósofo coreano habla que la estructura interna de la intermediación es la que determina las formas en que se manifiesta el poder.
Otra arista importante en la perspectiva de Byung sobre la lógica del poder es la idea de contextos de selección que toma de Luhmann, los cuales va direccionando para suprimir discrepancias en la relación soberano-súbdito. Aquí el poder es también un vehículo de comunicación que va construyendo acciones seleccionadas para que sean aceptadas por los dominados, siendo esta una función afirmativa del poder que no se basa en la opresión.
"La positividad o productividad del poder como 'oportunidad' se extiende a la amplia zona intermedia entre el júbilo y la coerción". Aquí es donde también opera la relación del yo con el otro: a medida que  el poder del yo aumenta las posibilidades de que el otro acepte los planteamientos del yo. El concepto de sociedad de oportunidades se inscribe en esta lógica de poder, en el "tómalo o déjalo", en que el otro decide si sigue los posibilidades del yo. En caso de no tomar estas posibilidades el otro queda en una posición de exposición al riesgo o de desventaja, pues la codificación del "nadie te obliga" representa una probabilidad de sanción negativa que siempre es recordada por el poder, en su forma de vehículo de comunicación o de orden discursivo.
Ejemplos de esta situación se plasman en la advertencia del poder respecto a que el otro tome otro tipo de decisiones que no se condicen con la decisión del yo, específicamente en la relación soberano-súbdito. El medio de comunicación, que es parte constitutiva del poder, se concentra en ofrecer el opciones a elegir: orden/caos; paraíso/infierno; legalidad/ilegalidad; libertad/opresión; democracia/dictadura; libertad/socialismo; patria/muerte, etc. El juego de la lógica del poder tiene un dinamismo que frecuentemente resulta funcional tanto a  izquierda como a derecha, pero en el fondo es un poder desnudo, que más allá de los ropajes que se ponga.
"Para ejercer el poder, el yo tiene que disponer de la posibilidad de presionar al otro amenazándolo con una sanción negativa. La sanción negativa es una posibilidad de acción que ambos quieren evitar, tanto el yo como el otro, solo que el otro de un modo más imperioso que el yo", afirma Byung.
Bajo este punto de vista del análisis byungiano también es dable la sanción positiva, el consentimiento enfático, el sí que se afirma sin dudas, como aquél que se promociona en la literatura del management, que busca acuerdos entusiastas en aras de un objetivo en común. Esta perspectiva de abrir alternativas es mencionada por el autor como un signo de libertad que va de la mano con una "pluralidad de posibilidades de acción", aunque advierte que no todo es un campo de flores para la lógica del poder en estos casos, pues "la sensación de libertad por parte del súbdito no depende del número de alternativas de las que dispone. Lo decisivo es, más bien, la estructura o la intensidad del 'sí' con el que el otro responde al yo". 
Más adelante el autor aborda lo que denomina como "contexto comunicativo", el cual otorga sentido y estabilidad a la relación de poder, evitando la aplicación de lo que Byung denomina como la violencia pura, cuya finalidad es exterminar por completo con la alteridad. La mediación comunicativa es importante, ya que también supera a la práctica arcaica del poder, que supone un acto de matanza que se impone, pensando que de esta manera se produce una apropiación del poder del otro: Si lo mato, puedo poseer el poder que el otro tiene. Este tipo de lógica de poder termina con la relación y con el poder del yo.
En este ámbito entra en juego la manera en cómo se organiza el poder, en cuanto a la continuidad y subjetividad en sí y consigo mismo, siendo crucial el nivel de intermediación que puede inclinar la balanza del poder hacia la coerción o hacia la libertad, dependiendo del grado de su aplicación, como hemos dicho en los primeros párrafos de este análisis sobre el poder en Byung.
Cuando el poder se configura supraindividualmente, como un conjunto según Byung, se generan otros tipos de intermediaciones: "Cuando falta la intermediación, el conjunto avasalla al individuo. El poder tiene que recurrir aquí a prohibiciones o a mandatos. En tal caso, el conjunto se continúa en el individuo solo por medio de la coerción. Por el contrario, con una intermediación intensa se produce una formación de continuidad sin coerción, pues al individuo no se le impone nada".
Es así como el poder no se posee, sino que es una relación, afirma el autor, tomando la referencia aportada por el trabajo de Foucault. El yo requiere del otro para que haya poder, motivo por el cual el producto final que busca esta relación es la ausencia del conflicto o de la lucha entre el yo y el otro. El exterminio del otro nunca podrá ser, pues supone el final del yo también. En este sentido, la búsqueda del otro, como un adversario del ejercicio del poder, no cesa, siendo esto lo que lo constituye.
Esta continuidad del reconocimiento del otro para el yo es lo que permite señala que el poder siempre esté en constante vigilia, atento a no perder lo que piensa, quiere y hace el otro. Hasta mostrar desinterés por el otro, es una forma de ejercer poder. Ello es lo que lleva a afirmar al pensador coreano que el poder es un "donador de tiempo y de espacio" en su lógica.