“La Vida de Jesús” fue una de las primera obras de G.W.H.
Hegel, los llamados escritos teológicos de su juventud, en que pretende conciliar
la razón con la fe, pues el filósofo alemán intenta plantear una filosofía moral
de la praxis, a partir de la religión, en un reafirmación que años después Marx
intentará destruir, a partir del mismo objeto religioso.
En este trabajo, Hegel sostiene la sensibilidad de los
hombres, como algo opuesto a la racionalidad. A su juicio, en el mundo de la
moral existe una tensión hostil entre sensibilidad y razón, tratando de resumir
esta dicotomía en las parábolas de Jesucristo, que el mismo Hegel elabora de
esta forma: “El hombre no es sólo un ser del todo sensible. Su naturaleza no
está simplemente limitada a las inclinaciones hacia el placer; hay en él también
un espíritu, una chispa del ser divino que le ha sido concedida como parte de
una herencia hecha a todos los seres racionales”.
Identificar el aspecto espiritual con la estructura racional
es uno de los propósitos en los primeros escritos de Hegel que posteriormente
derivará a la idea del espíritu universal, entendido como la razón universal
que guía al hombre en la sociedad. El resultado de la enseñanza moral debe ser
la virtud cívica, en la idea hegeliana.
No escuchar la voz divina es no escuchar a la razón moral,
la cual “ordena la ética como deber”, por lo que es necesario una toma de
conciencia que proviene de la reflexión: “Aquel que se comporta lealmente
consigo mismo se acerca voluntariamente al tribunal de la razón, no tiene miedo
de sus advertencias ni del conocimiento de sí mismo que esta le da y no tiene
necesidad de esconder sus acciones, de las cuales ellas dan testimonio del
espíritu del mundo racional”.
La filosofía moral racional a la que aspira Hegel es a una
en que la se venera a Dios, entendido como razón, con una ley moral, que genera
el Reino de los Cielos, de Dios sobre los hombres. “Quien se exime a sí mismo y
a los demás de observar la ley moral es indigno de llevar el nombre de
ciudadano del Reino de Dios, pero quien por sí mismo los sigue y los enseña a
los otros a respetarla (ley moral) será considerado en el Reino de los Cielos”.
La virtud que crea la Ley moral pasa por el autodominio: “Cualquiera
sea la inclinación, la más placentera, háganla violencia, más aún: aplástenla
antes de ser llevados más allá de la línea del derecho”. Según Hegel, en las
enseñanzas de Jesús se aprecia la incompatibilidad de servir a la razón y
servir a los sentidos, pues ambos se excluyen mutuamente.
Los escritos del joven Hegel relacionan el pecado con el
vicio, el no apuntar al blanco que es la virtud. Para ello se deben desechar
los mandamientos de los hombres y las invenciones que ellos han agregado a la
ley moral, con lo que el filósofo lanza un ataque directo a las doctrinas
eclesiásticas institucionalizadas en favor de la subjetividad: “Este conflicto
entre vicio y virtud, entre el sometimiento a las opiniones y a las costumbres
de la fe que son establecidas en las cabezas y corazones de los hombres, y el
retorno al renovado servicio de la razón, restaurada en sus derechos, dividirá
amigos e familias. La razón debe ser apegada a la Ley moral en sí misma, sin la
interferencia de un poder externo.
El desarrollo de la virtud también debe dejar de lado el
interés propio. El amor a la riqueza es un obstáculo a la virtud, la cual “exige
sacrificio, el amor por la riqueza exige siempre nuevas ganancias”. La
tendencia al interés de las riquezas es abolida por la ética que entrega la Ley
moral de Dios, “que manda el deber y que le ha concedido (al hombre) alcanzar
el predominio sobre el interés propio”
“Ustedes saben que el deseo de dominio es una pasión muy
seductora y muy difundida entre los hombres: Esta es extrínseca en las anchas y
angostos caminos de la vida. ¡Que sea prohibida en vuestra sociedad!.
Consideren vuestro precio el ser amables los unos con los otros, el darse servicios
intercambiables, el objetivo de la vida no ha sido nunca aquel de mandar sobre
los demás, sino que servir a la humanidad y de sacrificar la vida misma por
ella”.
Las palabras del Jesús hegeliano consolidan el rol de la
virtud moral que debe animar al hombre en la sociedad y que es entregada por la
razón, la que en las obras posteriores de Hegel será el “espíritu universal”,
al cual uno se acerca a través de la misma virtud:
“Tu llamada de formar a los hombres en la virtud la he
seguido, la he puesta en tus manos. Que puedan cumplirla ellos de su parte. Que
eduquen amigos a los cuales no doblen más las rodillas delante a ningún ídolo,
que no hagan de ninguna palabra, de ningún dogma de fe el fundamento de la
unión de ellos, pero que sea la virtud el aproximarte a ti santísimo!”.
Con esto el joven Hegel trata de racionalizar la fe,
transformando la salvación puramente teológica en el desarrollo de la virtud para lograr
una mejor sociedad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario