Los puntos de vista para analizar
el fenómeno de la “espectacularización de la política”, en el contexto del
desarrollo mediático de la post modernidad, siguen su marcha. Pero actualmente
no existe una tendencia a explicar el desarrollo de la publicidad política en
los espacios representativos de la comunicación, desde la perspectiva de la
dialéctica en Walter Benjamín.
Sus ideas las podemos abordar
para entender el preponderante rol que se le asigna a la exhibición de la
esfera política, algo que se viene estudiando sistemáticamente desde la
filosofía clásica griega, pero que en Benjamín anticipa la perspectiva de la
teoría crítica en torno a la industria cultural desarrollada más tarde por Max
Hokheimer y Theodor Adorno.
Actualmente, la evolución de la
relación de la actividad política estatal con el ejercicio de los Medios de
Comunicación ha generado una serie de nuevas teorías y hermenéuticas que han
enriquecido y clarificado las complejidades de las dinámicas entre
comunicación, representación pública y sociedad, saliendo a la luz conceptos
como populismo mediático, espectacularización de la política, sociedad
mediatizada, sociedad post informativa, etc.
Y es por ello que el rescate del
ejercicio del Benjamín acerca del examen de la producción artística en el
período de la industrialización recobra importancia para contribuir a reordenar
los cuerpos teóricos de estos tiempos. ¿Por qué? Simplemente para tratar de
vincular uno de los puntos genealógicos de la actual influencia de la
comunicación política en los espacios públicos.
La creación artística, según
Benjamín, en la sociedad moderna industrializada ha derivado hacia la reproductibilidad
técnica de la obra de arte. Uno de los efectos de este fenómeno es la
transición de lo cultual a exhibición; aquello que anteriormente era
identificado exclusivamente en un espacio de culto colectivo, como lo era el
arte pre-moderno, se masifica ante los demás, comienza a desbordar su anterior
frontera de carácter iniciático destinado a unos pocos, para instalarse en un
pedestal de reconocimiento masivo.
La obra benjaminiana considera
distintas expresiones en el régimen del culto a lo largo de la historia: (I)
mágico no exhibitivo, donde se desarrollan castas sacerdotales y elites
gobernantes; (II) religioso, en que se muestran ante la población a través de
ritos; (III) exhibitivo o estético aureático burgués; (IV) exhibitivo
industrial, y (V) regímenes de producción de obras, que utiliza la
reproductibilidad técnica.
Cuando el carácter exhibitivo
expropia o destierra al carácter cultual de la dimensión política es que
podemos reconocer el germen moderno de la comunicación política. En el primer
carácter podemos reconocer todos los rituales que realizaba la autoridad
política estatal ante la población, como el discurso de la cuenta nacional ante
el Congreso, un jefe de Estado que asume posando su mano derecha en la Biblia y
otros procedimientos particulares de acuerdo a las construcciones de cada país.
Cuando la dimensión política del Estado pasa a instituirse en los marcos de la
imagen técnica a mediados del siglo XX, se genera otro nivel de exhibición, que
tiene la capacidad de cambiar valores y provocar confusiones entre los
espectadores de estos rituales.
Así podemos entender
–resumidamente- cómo el valor cultual de la política cambió a una
espectacularización apoyada en la reproducción técnica de imágenes que
terminaron devastándolas, produciendo más confusión y, por tanto, nuevas
condiciones de dominio sobre la sociedad.
La pérdida del aurea, ese momento
de originalidad de la obra artística, entendida como la creación del hombre, se
traslada y pierde en el valor cultual de la imagen técnica. Este último proceso
es lo que realmente importa para la lógica del poder; el valor ritual que
representaba el rito soberano del Estado sobre la población pierde su
importancia real. El fin de la política, en la obra de Benjamín, se produce por
la circulación masiva que más tarde será completamente absorbida por la
tecnología de los Mass Media.
La exteriorización de la imagen,
como materia prima auto justificadora en sí, no permite el desarrollo de los
espacios políticos auténticos, originales y con portadores del aurea. Lo
auténtico se desplaza con la reproducibilidad, de acuerdo a los postulados de
Benjamín. El potencia revolucionario de la creación subjetiva original se rompe
en mil pedazos al hacer contacto con la visibilidad de la reproductibilidad técnica.
Estamos en presencia del shock, una interrupción, extrapolando los conceptos de
Benjamín.
Bajo esta hermenéutica se puede
comprender el por qué la política, entendida como lugar de discusión en común
(la polis), se pierde en las llamadas sociedades mediáticas, su aurea original
se ha diluido con el tejido de confusiones que ha generado el cambio de valores
en los espacios políticos para comunicarse en la esfera pública.
Sin embargo, esto no
necesariamente deja cerrada las vías de escape, pues la determinación de
propuestas y contenidos alternativos no entra en una abierta contradicción con
la reproductibilidad técnica, como lo demuestra con fuerza el desarrollo de las
redes sociales 2.0. En la obra de Benjamín podemos extrapolar algunos de sus
conceptos con el fin de aplicar un punto de vista nuevo acerca de esta obsesión
por visibilizar la política como un espectáculo de la imagen por encima de la
autenticidad.
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