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viernes, 26 de diciembre de 2014

Marx, la burocracia moderna y el espíritu de los jesuitas

En la feligresía de Karl Marx se recurre a una de sus citas escritas en la “Crítica al Estado Hegeliano”, donde el filósofo alemán dedica unos párrafos a la relación entre burocracia, corporación, Estado y religión.
“Las corporaciones son el materialismo de la burocracia, y la burocracia es el espiritualismo de las corporaciones. La corporación es la burocracia de la sociedad civil; la burocracia es la corporación del Estado”. Ella es la conciencia del Estado, la voluntad del Estado, el poder del Estado encarnado en una corporación que forma una sociedad particular y cerrada al interior del Estado. La burocracia en tanto corporación perfecta triunfo, entonces, sobre las corporaciones en tanto burocracias imperfectas (…). El espíritu burocrático es un espíritu fundamentalmente jesuítico, teológico. Los burócratas son los jesuitas del Estado y los teólogos del Estado. La burocracia es la república sacerdote”.
Marx hace referencia a los jesuitas actores relevantes en la construcción del Estado, a través de la burocracia. ¿A qué se refería con ello?, la pista se pedió puesto que Marx posteriormente no se refirió más a la “compañía de Jesús” en sus escritos clásicos, por lo que se puede considerar que la alusión fue un dato histórico para ejemplificar sus argumentos respecto a la construcción del aparato estatal y sus lógicas organizacionales.
Marx redujo el espíritu teológico a los jesuitas, en alusión al ejercicio del poder que se ha establecido desde el clericalismo
Pero la idea de un cierto tipo de racionalidad detrás del Estado moderno, que Marx criticó como burgués, fue más elaborada por el ensayista canadiense John Ralston Saul en su obra “Los Bastardos de Voltaire”, donde cataloga de dictadura a la razón occidental, identificando sus orígenes en la organización de la orden de los jesuitas, con la obediencia y la rendición de cuentas a las autoridades como un método fundamental que da paso a la racionalidad moderna del Estado.
“A primera vista la formación jesuítica parece semejarse a nuestros métodos contemporáneos de lavado de cerebro y reeducación. Los interrogatorios y adoctrinamientos modernos no usan la violencia, ni siquiera la amenaza de violencia. Procuran desmantelar y desinfectar la mente de la víctima antes de reorganizarla de otra manera. En cuanto a las rendiciones de cuentas e informes de los jesuitas, parecen ser los originales de los sistemas de control del siglo veinte por medio de informadores anónimos, sistemas que solemos identificar con las sociedades represivas, los servicios secretos y los ministerios del interior”, sostiene Ralston en su obra.
Probablemente Marx también realizó la comparación jesuita como teólogos del Estado, considerando el rol de los teólogos-juristas de esta congregación en el marco jurídico de las relaciones entre Iglesia y Estado, donde la doctrina católica debía ser el centro del Estado, con el consiguiente anticlericalismo que denotó Marx en su analogía.
Rafael Jérez, en su libro Sociología de la Educación: guía didáctica y textos fundamentales, plantea que la comparación del filósofo alemán: (…) según él (Marx), los burócratas y el espíritu burocrático son al Estado y la sociedad laicos lo que los jesuitas y el espíritu jesuítico fueron en su día con respecto a la iglesia y a las monarquías absolutas de la edad moderna. Unos y otros se distinguen por la práctica del arte del secreto, del argumento de la autoridad, del formalismo y del tradicionalismo. Y se presentan como neutrales y con la ética ideal de la equidad. Los jesuitas pretenden hablar en nombre de Dios y de los intereses espirituales de la Iglesia entendida como la comunidad de todos los cristianos. Los burócratas, en nombre del Estado y de los intereses espirituales, en nombre del Estado y de los intereses integrados de las distintas partes de la sociedad civil. Pero, bajo la capa de esta solidaridad y este altruismo teóricos, defienden en realidad sus propios intereses y los de las clases más poderosas: la clase feudal civil y eclesiástica, en el caso de los jesuitas; la gran burguesía o, en todo caso, la alianza de ésta con los grandes rentistas de la tierra, en el caso de los modernos burócratas”.
La falsa conciencia que circula, con su formalismo discursivo, esconde el afán universalista del poder eclesiástico y estatal para mantener los intereses reales y particulares de una clase social, siendo la burocracia el elemento a través del cual se cumplen estos objetivos.

sábado, 13 de septiembre de 2014

El dogmático y rígido cientificismo detrás del modelo del monetarismo económico

Una atractiva interpretación, desde el marxismo, realiza Carlos Pérez en torno a la crítica del supuesto cientificista en que reposa la economía clásica, la cual ha generado un tipo de racionalidad que se ha profundizado en el modelo neo clásico del monetarismo, siendo otra “gaya ciencia” de la modernidad ilustrada, pero que actualmente se utiliza como una práctica discursiva hegemónica que se ha introducido en los poros de la Opinión Pública.
El supuesto de que la racionalidad económica es neutra, asépticamente superior a las contaminaciones relativistas de la racionalidad económica es abordado por Pérez, quien intenta demostrar –brevemente para lo ambicioso de su hipótesis- que Marx efectivamente propuso desmarcar la racionalidad de sus postulados teóricos de la racionalidad científica heredera del positivismo de la modernidad, que parió a las Ciencias Sociales del siglo XIX, reduciendo su ejercicio a la comparación  entre la economía política marxista y la economía política científica.
La primera es caracterizada por el historicismo que adaptado por Marx para dar sustento a sus tesis, incluyendo conceptos como sujetos sociales históricos y la imposibilidad de separar la vida social práctica los contextos históricos a lo que denomina como “condiciones materiales de existencias”. La segunda, por su lado, plantea el cálculo exclusivamente económico, desligándose de los aspectos sociales y culturales.
Pérez lo resume la distinción entre estos dos tipos de política económica de la siguiente forma: “La economía política es una saber situado, pone como su punto de partida un conjunto de situaciones empíricas, históricamente reales, y sólo a partir de ellas se eleva a la abstracción. Exactamente al revés de la economía científica que, como la física, pone modelos abstractos y generales en el inicio, y solo desde allí va agregando las variables, las “imperfecciones”, que hacen que los capitalistas nunca lleguen a competir como los bellos modelos de competencia prescriben y hacen deseable”.
Al leer este comentario se viene en mente el sistema previsional privado, con el modelo de las AFP, y el sistema de salud, bajo el modelo de Isapres, donde se planificaron criterios de mercado “científicos”, o “racionalmente neutrales”, sin considerar variables antropológicas como el armado sociocultural del país, lo que ha derivado en los cuestionamientos a la legitimidad de ambos sistemas, siendo algo que los especialistas de la política económica científica se niegan a reconocer.
Y es que la genealogía de la planificación científica no tomó en cuenta el sustrato empírico de las personas, el que rechaza el modelo previsional por el paupérrimo monto de las pensiones finales y un sistema de salud excesivamente caro, lo que no se condice con las condiciones reales de las remuneraciones. La experiencia de las personas es lo que construye las relaciones económicas, o como diría Marx, es su actividad real la que genera las condiciones materiales de existencia. Pero –precisamente- la idea de los sistemas privados de seguridad social que administra la racionalidad científica del monetarismo es que los individuos deben adaptarse a la abstracción de la eficacia de los modelos econométricos y a formulismos numéricos que pierden el foco de la persona.
Es así como las necesidades se deben adaptar a los modelos matemáticos de este tipo de política económica y no al revés, lo que genera una limitación para soluciones pragmáticas de las distorsiones socio culturales que se generan por relaciones sociales de producción que no cuentan con calificación laboral, innovación tecnológica ni dinamismo competitivo, como lo que se vive en el caso chileno.

viernes, 6 de junio de 2014

El ideal ascético de la ortodoxia marxista moderna a partir de Martín Hopenhayn

La idea de que la revolución es un “imperativo moral”, aducida por una parte del discurso de la ortodoxia comunista, no deja de ser contradictoria, considerando que el marxismo se auto cataloga como la cumbre alcanzada por la filosofía materialista. Sin embargo, con la idea del imperativo, muchos de los “revolucionarios” no hacen más que caer en el juego moral kantiano, lo que es pulverizado por Nietzsche en su crítica a la razón moderna. No nos olvidemos que el filólogo alemán calificó a Kant como “la decadencia en términos filosóficos”.
En la cultura de izquierda se da esta notable tensión entre sus diversas tendencias, las que se pueden sintetizar en un grupo que se auto identifica como portador de la genuina tradición ontológica de la izquierda y que ataca a los sectores que han optado por la heterodoxia. La idea de la “consecuencia” apunta sus dardos a los “renovados”, quienes son considerados por el primer grupo como apóstatas. Subyace aquí la aspiración de una pureza que debe denunciar, “funar”, advertir o luchar contra el revisionismo.
Algo de esto nos plantea Martín Hopenhayn en su libro “Después del Nihilismo de Nietzsche a Foucault”, al mencionar el concepto nietzscheano del ideal ascético, que se seculariza en el avance de la razón moderna. “Nietzsche cree reconocer en la mistificación de la misión histórica del revolucionario moderno una nueva forma de ideal ascético. Atado a su causa infinita, el revolucionario moderno parece –y perece- tributario de la matriz ascética”.
Contrariamente a lo que piensa el sentido común, la razón moderna no terminó con el ideal ascético inherente a la idea religiosa. Hopenhayn sostiene que este tipo de ascetismo persiste en el discurso, la cultura y la subjetividad. “En estos discursos encarnados de liberación se perpetúa la ideología como prédica, el redentorismo y la negación del carácter del sujeto”.
La moral se mantiene, cambiando de ropa, pero no su esencia, siempre a la espera de que el hombre logre un escalafón más alto en este campo, que se pueda llegar a un estadio superior, en una tarea que se concentra en el imperativo, en la obligación “de ser como”, aunque esto abre paso al dominio de la razón, ya sea metafísica o mundana.
“El Iluminismo y la Revolución no superan sino que refuerzan el providencialismo y redentorismo histórico: siempre queda un tribunal supremo escondido bajo los cimientos de la historia, y siempre este tribunal guía nuestros pasos, juzga nuestras acciones y decide sobre nuestro acceso al paraíso perdido”, indica Hopenhayn.
La idea revolucionaria, por muy “materialista” que busque autodefinirse, es análoga al principio kantiano de aspirar a la instalación de una moral universal, como un mandato de aceptación general para todos. Ese es justamente el principio que aún repiten algunos bajo la influencia del discurso marxista: La revolución es un imperativo moral, como lo decía Kant (“obra de tal modo que la máxima de tu voluntad pueda convertirse en ley universal”).
La sujeción de la moral al racionalismo moderno también se verifica en la afirmación de algunos marxistas latinoamericanos en cuanto a que su discurso es “científico”, lo que supone la “inexorabilidad” de la “revolución”, tarde o temprano. Esto testifica el carácter mesiánico, el ideal de una esperanza única y fija, lo que se opone a la apertura de múltiples vías, las que son catalogadas como “revisionistas” o “vendidas” por la ortodoxia.
El marxismo, por más que busque diferenciarse de la razón kantiana, tiene más de un punto de encuentro con ella, ya que Kant buscaba limitar la moral a un “único mandato universal de validez para todos, y cuya formulación sea tan formal que permita aplicarse universalmente”. La aproximación a ese sistema formal se traduce en lo que el materialismo histórico y dialéctico que aún insiste en ser catalogado como un elemento clarificador de todas las verdades escondidas bajo la superficie de la “infraestructura económica”.
Podemos concluir sucintamente que no se produce una separación de aguas entre la subjetividad de la ortodoxia marxista con la gaya ciencia que criticaba Nietzsche, por lo que se mantienen las dificultades de entender las complejidades y multiplicidades de malestar cultural, expresado en formas de nihilismo que todavía son confundidos con la monolítica idea marxista del proceso de toma de conciencia.

martes, 25 de marzo de 2014

Orientaciones de Pierre Bourdieu para avanzar en el óptica crítica del formato televisivo

Una serie de conceptos anclas nos entrega el filósofo francés Pierre Bourdieu en su ensayo “Sobre la Televisión”, para identificar algunos conceptos clave que no son considerados por el sentido común, a la hora de construir un discurso crítico a los contenidos del formato televisivo.
La entronización del sentido de la urgencia es uno de los primeros elementos a reconocer para un análisis crítico del discurso televisivo. Bourdieu señala que “uno de los mayores problemas que plantea la televisión es el de las relaciones entre el pensamiento y la velocidad”, desde donde nacen los llamados “pensadores rápidos” (fast thinkers), personajes que constantemente son invitados a los estudios de televisión, especialmente a los programas matinales, para dar su parecer sobre temas que por antonomasia buscan generar un alto impacto, por sobre la reflexión.
El afán de velocidad en los presentadores de noticieros, periodistas, entrevistados y panelistas lleva consolidan discursos de “ideas preconcebidas” o “tópicos”. “Las “ideas preconcebidas” de que habla Flaubert son ideas que todo el mundo ha recibido, porque flotan en el ambiente, banales, convencionales, corrientes; por eso, el problema de la recepción no se plantea: no pueden recibirse porque ya han sido recibidas. Ahora bien, trátese de un discurso, de un libro o de un mensaje televisivo, el problema principal de la comunicación consiste en saber si se han cumplido las condiciones de recepción: ¿Tiene quien escucha el código para descodificar lo que estoy diciendo? Cuando se emite una “idea preconcebida”, es como si eso ya se hubiera hecho; el problema está resuelto. La comunicación es instantánea porque, en un sentido, no existe. O es sólo aparente. El intercambio de “ideas preconcebidas” es una comunicación sin más contenido que el propio hecho de la comunicación”.
“Las “ideas preconcebidas”, que desempeñan un papel fundamental en la conversación cotidiana, tiene las virtud de que todo el mundo pueda recibirlas, y además instantáneamente; por su banalidad, son comunes al emisor y al receptor. Y, por el contrario, el pensamiento es por definición subversivo: para empezar ha de desbaratar las “ideas preconcebidas” y luego tiene que demostrar las propias”, agrega.
Otro elemento importante es reconocer lo que Bourdieu denomina la “estructura invisible” de los Medios de Comunicación, compuesta por factores como las cuotas de mercado, competencia, as fuerzas de la banalización y los índices de audiencia. Este último es el que pone un gran peso económico en los Medios, lo que se traspasa al campo de la producción cultural.
Por último, unos comentarios sobre el vilipendiado trabajo del periodista que, en mercados concentrados por unos pocos actores hegemónicos, son el principal blanco de las críticas, en vez de los propietarios de los Medios de Comunicación. Bourdieu sostiene que el campo del periodismo “depende mucho más de las fuerzas externas que cualquier otro campo de producción cultural, como el de las matemáticas, el de la literatura, el jurídico, el científico, etcétera. Depende muy directamente de la demanda, estás sometido a la sanción del mercado, del plebiscito, incluso tal vez más que el campo político”.

domingo, 23 de marzo de 2014

Una ojeada al nihilismo laboral de Bukowski en Factotum


La desvalorización de los valores supremos, como lo llamaba Nietzsche, sin que sus adherentes estén sujetos a principios determinados en las personas que cuestionan el orden establecido es una de las características en la obra de Charles Bukowski, a través de su personificación literaria Henry Chinaski, uno de los máximo exponentes del nihilismo del siglo XX, del “nadismo” que critica la sociedad de consumo estadounidense y su constructo discursivo del “sueño americano”, con la ética del trabajo que encierra.
No hay una búsqueda de trascendencia en Chinaski, su experiencia no contempla una planificación racional como valor predominante, ni un sentido explícito. La renuncia al absolutismo del fetichismo de la mercancía, que genera los llamados estilos de vida, produce una moral propia del aquí y el ahora, que se puede ejemplificar en este relato de Chinaski, cuando describe uno de sus numerosos empleos:
-“Vagabundos e indolentes, todos los que allí trabajábamos sabíamos que teníamos los días contados. Así que andábamos relajados y aguardábamos a que descubriesen los ineptos que éramos. Mientras tanto, vivíamos integrados en aquel sistema, les dábamos unas pocas horas de honestidad y bebíamos juntos por las noches”. (Factotum).
El no sentido de la trascendencia por el lugar que se ocupa en la división del trabajo es el “nadismo” cotidiano que describe Bukowski en su relato empírico, cuando pululó de trabajo en trabajo, sin un deseo objetivo de ascender o mantener una estabilidad continua en el tiempo, como sostenía el régimen laboral del primer mundo a mediados del siglo XX, en plena concepción keynesiana del “New Deal” estadounidense.
El mencionar la sensación de tener los días contados en un trabajo es parte de esa sensación del nihilismo, que reivindica la individualidad de las personas frente a una existencia sin certezas. El valor que se crea es el relajo, asociado a la indiferencia. No se privilegia la ética productiva, sino que emerge una ética de espera al despido, con lo que hablamos de la certeza de que nada es estable, una cultura del sub empleo que se profundizó con el fin del Estado keynesiano.
Otro diálogo de Chinaski, en otro trabajo, donde se dedicó a aportar a los caballos, esconde la convicción de que el despido es lo único seguro en el mundo del trabajo moderno:
-“¿Sabía que íbamos a despedirle?
-“No, pero a los patrones no cuesta mucho adivinarles las intenciones”.
-“Chinaski, no ha dado golpe en todo el mes, y lo sabe”.
-“Un hombre se rompe el alma trabajando y ustedes no lo aprecian”.
-“Usted no se ha estado rompiendo el alma. Chinaski”.
-“Me quedé mirándome los zapatos durante un rato. No sabía qué decir. Entonces lo miré.
“Le ha estado dando mi tiempo. Es todo lo que tengo que dar, es todo lo que un hombre tiene. Por un cochino dólar cada cuarto de hora”.
-“Acuérdese de que nos suplicó por este trabajo. Dijo que el trabajo era su segundo hogar”.
-“dándole mi tiempo para que usted pueda vivir en su mansión en lo alto de la colina y tener los lujos que desee. Si hay alguien que haya perdido en este trato, en este puto arreglo…ese he sido yo, ¿entiende?”. (Factotum).
La certeza de que nada es estable en el tiempo es uno de los rasgos del nihilismo, abriendo paso –según Nietzsche a la voluntad de poder, al uso del libre albedrío moral para escapar del yugo del trabajo. Chinaski reconoce que no hay un objetivo trascendental en su propia individualidad, al servir como una herramienta que enriquece a su empleador, por lo que no cumple con las reglas del trabajo.
“Mi idea era la de vagar por ahí sin hacer nada, esquivando siempre al patrón y evitando a los lameculos que podía chivarse al patrón. No era muy listo. Cosa de instinto, más que nada. Siempre que empezaba en un trabajo, tenía la sensación de que pronto lo dejaría o me despedirían, y esto me hacía comportar con una relajación que era considerada, erróneamente, como astucia o alguna especie de poder secreto”. (Factotum).
Ese poder secreto de Chinaski es el nihilismo, al desvalorizar al valor supremo de la economía: El trabajo.




jueves, 20 de marzo de 2014

Competitividad: Porqué Michael Porter no debería volver nunca más a Chile

En varias ocasiones el académico estadounidense Michael Porter, uno de los gurús económicos internacionales en materia de competitividad, ha llegado a Chile, en medio de la fanfarria de los altos ejecutivos y empresarios del país, quienes copan los salones de los centros de conferencia Casapiedra, Espacio Riesco o en los hoteles de cinco estrellas del sector oriente de Santiago, donde la mayoría de los asistentes piden los audífonos traductores de inglés.
Pero lo cierto es que la ocasión de escuchar a Porter, en la práctica sólo se convierte en la oportunidad de aprovechar el absurdo lingüístico de la socialité, que tanto le gusta al gran empresariado chileno, donde la ascendencia y las convenciones sociales son más prioritarias que la apertura mental en torno a temas fundamentales en la empresa como trabajo, productividad e innovación.
Y es que los supuestos planteados por el académico, en sus libros y conferencias, se contradicen con la práctica empresarial chilena, especialmente en materia de soluciones competitivas a problemas sociales, desarrollo de clústers, responsabilidad social de empresa o medioambiente. Veamos lo que dice el académico y cómo sus ideas no son replicadas en Chile. Tomemos el caso del libro “Ser Competitivo”, donde Porter toma todos estos puntos, los cuales no tienen una correspondencia empírica en el país.
Medioambiente: Según Porter, las mejorías medioambientales no son incompatibles con la competitividad, pues la dicotomía entre cumplimiento de estándares ambientales y competitividad es falsa. El punto de vista de que ambos aspectos sean incompatibles refleja “una perspectiva estática y excesivamente simple de la competencia”. Justamente esto último forma parte del discurso común del empresariado a la hora de justificar proyectos termoeléctricos y la falta de inversión en energías renovables no convencionales. Se aprecia que no han tomado la premisa porteriana de que “las empresas deberían entender la mejora medioambiental no como una regulación molesta, sino como una parte esencial de la mejora de la productividad y la competitividad”.
Clústers: El desarrollo de encadenamientos productivos que operan sistemáticamente en el tiempo es otra insuficiencia del empresariado local. Porter dice que este tipo de relaciones empresariales son parte de economías avanzadas, pues “construyen nuevos roles para negocios, gobiernos y otras instituciones; y proporcionan nuevas maneras de estructurar las relaciones entre negocios y gobierno, y entre negocios y universidad”. El mejor ejemplo de que esto no ha funcionado en Chile son las escasas conexiones que tienen las universidades privadas con las empresas, pues –de lo contrario- no existiría el déficit de técnicos en el país. Ese es sólo un ejemplo de tantos.
Relaciones Laborales: La cantidad de huelgas por aumento de sueldos y otros beneficios laborales son otro ejemplo endémico de las asimétricas relaciones laborales, donde se habla mucho de aumentar una productividad que crece menos de 3% al año, omitiendo el tema de las motivaciones de los trabajadores. Porter señala algo que tampoco considera gran parte del empresariado chileno: “Una economía productiva y en crecimiento exige trabajadores formados, seguros, sanos y con viviendas dignas, que se motiven con el sentido de oportunidad". La falta de calificación en Chile, junto a los bajos sueldos (más del 80% de la fuerza de trabajo gana menos de US$600 al mes), la falta de negociación colectiva y otros abusos unilaterales saltan a la palestra pública con mayor frecuencia, producto de relaciones laborales poco abiertas y desgastadas.
Responsabilidad Social de Empresa: Es conocido que en Chile el concepto de RSE solamente en pocas empresas se considera como un aspecto del desarrollo organizacional, con metodologías y construcción de indicadores sostenibles en el tiempo para mejorar relaciones laborales, ambientales y con los consumidores, ya que predomina el enfoque filantrópico, entendiéndose esta como aporte en dinero a terceros. Porter afirma que este tipo de práctica “ofrecen un beneficio social limitado. Los enormes y crecientes recursos desplegados por los filántropos, y especialmente por las fundaciones, ponen de manifiesto la oportunidad que la sociedad ha desperdiciado”. La creación de fundaciones en grandes empresas chilena ofrece la oportunidad de disminuir el pago de impuestos a través de incentivos, por lo que se confirma la regla del beneficio de obtener mayores ganancias, con aporte limitados en la esfera social, sin sostenibilidad en el tiempo.
Existe otro problema estructural que el empresariado chileno ha hecho suyo con los años y que es ver la competitividad centrada exclusivamente en la contención de los costos laborales y tributarios, por lo que cada vez que se habla de reformas en estos temas, los gremios se defienden señalando que esto es un atentado a la inversión y competitividad del país, pero omiten el otro aspecto necesario para desarrollar una efectiva competitividad, de acuerdo a lo que sostiene Porter: “La productividad y la innovación, no los salarios bajos ni los impuestos bajos ni la divisa devaluada, definen la competitividad”.
La mayoría de los empresarios chilenos entiende la competitividad al revés, siendo este uno de los motivos por lo que el país no avanza en índices como la Productividad Total de Factores, pues existe poca preocupación por la calificación laboral, además de mantener el gasto en Investigación y Desarrollo (I+D) en menos del 1% del PIB. Y es que el empresariado también se ha acostumbrado a que el “papá” Estado les pavimente el camino en estas inversiones, lo que consolida una visión de competitividad provincialista a la chilena, demostrando también las limitaciones del principio de subsidiariedad del Estado.
Un ejemplo de ello se produjo en los últimos años, con la disminución del precio del dólar: Los exportadores se preocuparon más en presionar políticamente a las autoridades públicas para que se atenuara el proceso reevaluador, pero se olvidaron a aprovechar el bajo costo de la divisa, para importar mayor tecnología y así aumentar la productividad o invertir en innovación, a fin de compensar la pérdida por el deterioro de los términos de intercambio.
Como vemos, esta visión cortoplacista, eterna en el empresariado nacional, es lo que ataca Porter en su trabajo: “Las empresas ya no pueden limitarse a controlar solamente los impactos sociales obvios del presente. Si no poseen procedimientos exhaustivos para detectar el desarrollo de efectos sociales en el mañana, pueden estarse jugando su propia supervivencia”.
Visión cortoplacista, combinada con atavismo socio-cultural son barreras de entrada que explican la baja confianza social en Chile, y que también son factores gravitantes para una estrategia de competitividad desarrollada.

viernes, 7 de marzo de 2014

Servicios de inteligencia y esoterismo: Lo que hizo la CIA con las ciencias ocultas

Desde sus inicios el Servicio de Inteligencia de Estados Unidos, la CIA, se ha vinculado con las ciencias ocultas y el esoterismo. Nació con la organización de los miembros de la sociedad secreta o iniciática skull and bones, relacionada con la masonería. Uno de sus pilares es asegurar que la “diosa” Eulogia, la entidad de la elocuencia, se unió a la agrupación el año de su creación, en 1832.
La asociación entre servicios de información e inteligencia y las sociedades herméticas se remonta, en la modernidad, a la irrupción de los jesuitas en el siglo XVI, quienes crearon un sofisticado sistema de informaciones, contrainformación y espionaje para enfrentar a la reforma protestante, recurriendo al conocimiento esotérico, en algo que siglos más tarde la CIA aplicaría también, como se indica en el trabajo del periodista estadounidense Gordon Thomas, en su obra “Las Armas Secretas de la CIA”.
El control mental es uno de los temas centrales en el libro de Thomas, destacándose la operación “A menudo”, que retomó las investigaciones realizadas por el psiquiatra de la CIA, Ewen Cameron, en torno a lo sobrenatural, llegando a coquetear con el mundo de la magia negra.
“Según la declaración de objetivos del doctor (Sidney) Gottieb (psiquiatra y bioquímico, director de la División Química de la CIA), la intención era “dominar las fuerzas de la oscuridad y poner en entredicho la idea de que los recovecos de la mente están fuera de nuestro alcance. El proyecto apuntará a la creación de una nueva especia de ser humano psicocivilizado”, señala el periodista en su libro (Pág. 294).
De acuerdo a esta premisa, la idea de la CIA era obtener control de las personas, a través del manejo de las ciencias ocultas, cayendo en la engañosa pretensión del hombre de controlar estos fenómenos, cuando en rigor se produce todo lo contrario, siendo las entidades que se buscan las que efectivamente toman el control de sus invocadores.
“Los agentes de la operación –detalla Thomas- empezaron a visitar salones de quiromancia, tenderetes de adivinos de feria y, en las ciudades más grandes, las lujosas consultas de videntes que atendían a los ricos y poderosos. Se presentaban de manera invariable como investigadores del Instituto de Ingeniería Científica, un nombre tapadera que había elegido el doctor Gottieb”.
Otras citas memorables de la búsqueda de lo oculto para el levantamiento de datos de los análisis y operaciones de inteligencia fue la idea de poner videntes en puntos estratégicos del bloque soviético o la contratación de astrólogos, por US$350 semanales, para predecir el futuro, además de quirománticos chinos para adaptar la lectura de las manos a los trabajos de inteligencia.
Pero más tarde se dio un paso más allá: “La operación A menudo pronto estaba inmersa en la demonología. En abril de 1972 se realizó un acercamiento al monseñor encargado de los exorcismos en la archidiócesis católica de Nueva York, que se negó a redondo a colaborar”.
La CIA, mediante el trabajo del doctor Gottilieb, llegó a financiar un curso de brujería en la Universidad de Carolina del Sur, donde se inscribieron 250 estudiantes en clases como  ritos de fertilidad, iniciación y resurrección de muertos.
Se toma un cita de William Buckley, prominente agente de la CIA, en que señala lo que ocurría en los años setenta al interior del edificio del servicio de inteligencia en Langley, Virginia: “ese rincón de la CIA que Gottlieb había reservado para su trabajo con el diablo era un agujero negro interno del que surgían gritos constantes de “¡Dios no existe!, “La deidad cósmica lo es todo!”.
Buckley comenzó a recibir en su escritorio documentos de su personal esotérico, titulados como “Enferma y confunde a tu enemigo con Satán” o “Cómo convertir un péndulo en arma secreta para localizar submarinos soviéticos. Lo que me asombraba era que la inmensa mayoría de los satanistas eran antiguos católicos romanos”.
Thomas menciona que una prioridad de Gottlieb, era la “magia del caos”, donde voluntarios se ofrecían a realizar viajes al vacío, por lo que se les tildó de psiconautas. “Un ocultista explicó a Buckley que en algún lugar del vacío se encontraba la magia más poderosa de todas, capaz de destruir a cualquier enemigo. El doctor Gottlieb había accedido a financiar a ese “psiconauta” en concreto en sus viajes a lo desconocido. El hombre había dicho que la travesía sería el equivalente a la partida en busca del Vellocino de Oro de los argonautas de la mitología griega”.
Hasta aquí, de acuerdo a libro, en mediados de los 70 del siglo pasado, se optó por par con mayor fuerza a la idea primigenia de la CIA de avanzar en el control mental.
Este pasaje de la CIA y lo oculto también se relaciona con el eslabón entre la ciencia militar con la ciencia oculta y que queda de manifiesto en Números, con el profeta Balaam, quien fue contratado por el Rey moabita, Balac, quien le encargó maldecir al pueblo de Israel.
Lo cierto es que es difícil no encontrar hilos conductores entre los servicios de inteligencia, con fines de control, con lo esotérico, como se dio en Cuba, cuando el régimen de Castro intervino en el mundo de la santería  (para que hablar de los gobiernos militares y guerrilas africanas y su recurrencia a la magia negra), o como salió a la luz en 2011 con la Unidad Anti Brujería del ejército de Arabia Saudita.
También tenemos el ejemplo de la Gestapo y las SS, en el sistemático trabajo del nazismo con las ciencias ocultas, o el caso de la logia P2 en Italia, donde sus miembros participaban en rituales de iniciación, recurriendo a la violencia y el asesinato,  o el trabajo de Aleister Crowley en el servicio británico de inteligencia MI-5.
El mismo Crowley, impulsor en el siglo XX de la magia enochiana, es un tributario del ocultista John Dee, asesor director de la reina Elizabeth I, en el siglo XVI, estudioso de la alquimia, la adivinación y astrólogo, encargado de crear los primera red de inteligencia desde el Estado moderno, recurriendo a la criptografía para codificar los mensajes de información secreta, cuyos documentos firmaba con el 007, lo que posteriormente sería copiado por Ian Fleming, para su personaje de James Bond. Fleming fue amigo de Crowley.
John Dee fue un conocido mago negro. Durante su vida dijo tener el contacto con 3 entidades, a las cuales denominó "ángeles", que le otorgaron poderes de invocación. Su influencia fue fundamental en la aparición de la red de inteligencia británica en el siglo XVI en Europa, mientras paralelamente la orden de los jesuitas también armaban un sofisticado sistema de espionaje con método esotéricos.
Uno de los hijos de John Dee fue Arthur, doctor de Iván el Terrible, bajo cuyo dominio se atribuye -desde la historiografía positivista- la creación del primer servicio de inteligencia, con agentes secretos, aunque la influencia del lado oscuro siempre se ha tratado de esconder.

viernes, 21 de febrero de 2014

Murray Rothbard y la crítica al utilitarismo disfrazado de libre mercado



La vertiente libertariana que procede del liberalismo, por lo general, cae en la regla del dogmatismo de este última escuela, acomodando a la doctrina del libertarianismo, según sus anteriores intereses, como insistir en la idea de que el mercado es libre per sé para contraponerlo a toda pretensión de intervencionismo del Estado.
Varias personas que se ponen el apelativo de “libertarios”,  con el tiempo terminan sucumbiendo en algunas características del dogmatismo, como el moralismo del lenguaje que niega el carácter social de la economía, además de otros términos como justicia social, para defender a priori una idea aproximativa de la libertad, sin tocar conceptos como monopolio, colusión, concentración, corporativismo, mercantilismo o subsidiariedad del Estado, en que se apoya a ciertos sectores en detrimento de otros.
Estos últimos conceptos colisionan con la idea de un mercado de libre funcionamiento, siendo una de las críticas de Murray Rothbard al utilitarismo tecnocrático, al que acusa se ser uno de los responsables de la decadencia del liberalismo clásico
“En lugar de fundamentar la libertad en el imperativo moral del derecho de cada individuo a su persona y a su propiedad, es decir, en lugar de considerarla sobre la base del derecho y la justicia, el utilitarismo prefirió verla, en líneas generales, como la mejor manera de alcanzar un bienestar y un bien común vagamente definidos. Este cambio de los derechos naturales al utilitarismo tuvo dos grandes consecuencias. Primero, la pureza del objetivo, la consistencia del principio, fue inevitablemente destruida, porque mientras los libertarios partidarios de los derechos naturales, que buscaban la moral y la justicia, se aferraban militantemente a un principio puro, los utilitarios sólo valoraban la libertad como conveniente para lograr un propósito determinado”, señala el economista austríaco.
El fuerte componente de la conveniencia pragmática del utilitarismo, según Rothbard, lo hace caer en el estatismo “una y otra vez según los propósitos que persiga, y así dejar de lado los principios”. “Los utilitarios, con su devoción por la oportunidad, se oponen de modo casi inevitable a cualquier clase de cambio intranquilizante o radical. Jamás hubo utilitarios revolucionarios”, remata Rothbard.
A su juicio, el utilitarismo se aferró como una hidra al tronco del libertarianismo, capturando a la economía de mercado: “En la actualidad, la economía de libre mercado está colmada de apelaciones al gradualismo, de desdén hacia la ética, la justicia y los principios consistentes, y de cierta predisposición a abandonar los principios de libre mercado ante la caída de la relación costo-beneficio. Así pues, los intelectuales por lo general consideran que la actual economía de libre mercado es visualizada como meramente la disculpa de un statu quo ligeramente modificado, y esas acusaciones son, con demasiada frecuencia, ciertas”.
Cabe preguntarse entonces si los auto denominados liberales chilenos, en su dogmatismo, han caído sin saber en la vertiente utilitarista. La respuesta es que han recurrido a la falacia del cientificismo, de la ciencia neutra, sin apreciaciones ni juicios de valor en la concepción de la economía, lo que ha producido una ética distorsionada que atenta contra la misma libertad económica, abriendo paso a una participación desorbitada de los grandes actores en un mercado pequeño como Chile.

martes, 18 de febrero de 2014

Los grupos económicos que controlan a las AFP en Chile

Uno de los mejores ejemplos de corporativismo en la economía chilena lo entregan las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP), empresas que se han constituído en la viga maestra del mercado de capitales local, otorgando financiamiento a bancos y grandes empresas, donde también se manifiestan integraciones verticales, a través de Grupos Económicos que invierten los recursos de los trabajadores, destinado a las pensiones, en sectores como el retail, la pesca, minería, forestal y energía, entre otros.
 
El papel que cumplen los grupos económicos que controlan las AFP, mediante la propiedad accionaria, registra una listado empresas internacionales y locales, además de gremios y sociedades de inversión.

CONTROLADORES

Estos son los principales propietarios de las 6 AFP que operan en el mercado criollo:

AFP Modelo: Es la última en ingresar al mercado y actualmente es la que recibe a todos los trabajadores que ingresan en el mercado laboral, donde cobra las comisiones más bajas del sector. La empresa está ligada al empresario Andrés Navarro y su principal accionista es la sociedad Inversiones Atlántico Ltda., que también tiene más del 9% de la propiedad accionaria de la empresa Sonda y el 6,5% de la constructora Salfa Corp. El presidente del directorio es Pablo Izquierdo Walker.
AFP Cuprum:  El presidente del directorio es el ex senador UDI, Juan Carlos Bombal. El mayor propietario de la administradora es el Grupo Penta, que tiene el 31,72% de las acciones a través de Empresa Penta S.A., y el 31,72% en manos de Inversiones BanPenta Ltda.
AFP Habitat: Vinculada a la Cámara Chilena de la Construcción que, mediante su brazo Inversiones La Construcción Ltda. controla el 27,26% de la propiedad de la AFP, mientras que el 40,23% lo tiene la sociedad Inversiones Previsionales Dos Ltda. El presidente del directorio es Juan Antonio Guzmán, ex presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio en los años 90, quien actualmente es el que lleva la batuta contra el aumento de capital de Enersis.
AFP Provida: Pertenece al grupo español BBVA que tiene el 51,61% de las acciones, cuyo presidente es Joaquín Cortéz Huerta, quien además es la cabeza del directorio de la AFP. Otro controlador importante es el banco de Nueva York Mellon, con el 23,15% de las acciones de la empresa.
AFP Planvital: Asesorías e Inversiones Los Olmos S.A. cuenta con el 86,11% de la propiedad accionaria de la empresa. El presidente del directorio es Alfredo Francesco Luigi Orelli, quien anteriormente fue director de la desaparecida AFP Magister.
AFP Capital: El presidente del directorio es Andrés Castro González, quien fue asesor de Naciones Unidas y uno de los creadores de la desaparecida AFP Bansantander. El ejecutivo es el máximo gerente del Grupo SURA, controlador accionario de la AFP, a través de ING Cía. de Inversiones y Servicios Ltda., con el 71,83% de las acciones, junto a ING S.A. (27,80%).

sábado, 15 de febrero de 2014

Cámara Chilena de la Construcción: El gremio con más poder económico

Es el gremio más joven del empresariado tradicional, agrupado en la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC), y uno de los que está en segunda línea después de la Sofofa y la Cámara Nacional de Comercio, aunque controla un patrimonio superior a US$1.000 millones, debido a la propiedad que mantiene en empresas estratégicas.
Se trata de la Cámara Chilena de la Construcción, fundada en 1954. Desde 1980 el gremio es el propietario del holding Inversiones La Construcción (ILC), que se ha transformado en un grupo económico gravitante en sectores como la salud, educacional, previsional y de seguros, al controlar AFP Habitat, Isapre Consalud, una red de 17 Clínicas, 9 colegios particulares, Compañia de Seguros Vida Cámara y la empresa iConstruye, enfocada a las tecnologías de información.
 Aparte de ILC, el gremio tiene su área social, desde donde controla la Caja de Compensación Los Andes y la Mutual de Seguridad, además de otras entidades como organismo técnicos de capacitación, la Coreporación Habitacional.

NEGOCIOS
En el 2012, a través de estas "áreas de negocio", ILC registró utilidades de $83.031 millones, más de US$160 millones. Desde el año pasado está abierta en la bolsa de comercio, donde partió con una inyección de US$468 millones y más de 4.000 accionistas.
En el sector salud, ILC es controlador de las clínicas Magallanes, Puerto Montt, Elqui, Valparaíso, Lircay, Atacama, Iquique, Portada (Antofagasta), la clinica regional de Curicó. ILC participa a través de la Red Salud, creada en 2008, donde es propietaria de 17 clínicas y 35 centros médicos y dentales.
En educación controla la sociedad Desarrollos Educacionales, donde se tiene a los colegios Pumahue y Manquecura, además del Colegio Nahuelcura.
Uno de los últimos negocios del holding fue comprar el 67% de las acciones de Corpvida y Corpgroup, del Grupo Saieh, por un total de US$165 millones, para fortalecer el negocio de seguros, especialmente en las rentas vitalicias.
controladores
La Cámara Chilena de la Construcción tiene el 67% del control de ILC, mientras que el segundo propietario con mayor participación es Banco Santander con inversionistas extranjeros (5,8%); BICE Corredores de Bolsa (4,1%), y el Banco de Chile, "por cuenta de terceros no residentes", con 3,9% de la propiedad.
El presidente de lLC es Daniel Hurtado y en su directorio también están Alberto Etchegaray, ex ministro de Vivienda en el Gobierno Aylwin; Lorenzo Constans, ex presidente de la CPC, y Francisco Vial Bezanilla, uno de los fundadores de la constructora Ingevec.

RESULTADOS EMPRESAS

AFP Habitat: El año pasado tuvo utilidades de $74.576 millones.

Isapre Consalud: Las ganancias del 2012 fueron de $10.310 millones.

Empresas Red Salud: Las 13 clínicas anotaron utilidades de $2.625 millones.

Sociedad Desarrollos Educacionales: En 2012 registró 1.138 millones de ganancias.

iConstruye: Empresa de tecnologías de información recibió ganancias de $645 millones.

viernes, 14 de febrero de 2014

Apóstoles y terroristas, los modelos empresariales que clasifican a los clientes


Un singular modelo aplican las empresas para analizar la fidelidad de los consumidores en el país: Desde los nominativos de "apóstoles" para quienes entregan a los demás informaciones positivas de las empresas, hasta los "terroristas", que son aquellos que transmiten las malas experiencias vividas con algún servicio.
Esta forma de catalogar a los consumidores fue desarrollada por un grupo de investigadores de Harvard con el objetivo de "determinar la fidelización de los clientes a los bienes y servicios que ofrecen las empresas", explica el gerente de estudios de Adimark, Claudio Mundi.
"Lo que se busca es conectar la lealtad y la satisfacción de las personas. El modelo original habla de personas tan satisfechas con el servicio o bien recibido que se transforman en apóstoles porque lo recomiendan positivamente. En las antípodas están los insatisfechos, que tienen conducta al revés y se convierten en terroristas", afirma.
Sobre si esas calificaciones son ofensivas, Mundi explica que las empresas "no le dicen al cliente eso: Lo peor que le puede pasar a una firma es no tomar conciencia de los clientes terroristas".
Mundi afirma que el método es utilizado por varias empresas en el país. "En general este modelo es bastante usado en el análisis de las carteras de clientes". De hecho este marco conceptual es considerado por el índice nacional de satisfacción del consumidor que elabora Procalidad, entidad ligada a Adimark.

REHENES
Clasificaciones intermedias en este modelo son los llamados consumidores "rehenes": Pese a que tienen mala experiencias con las empresas no pueden cambiar inmediatamente de servicios, ya sea por los contratos establecidos o por los costos de la desvinculación.
De acuerdo a un estudio de la Corporación Nacional de Consumidores y Usuarios (Conadecus), una gran parte de la población chilena cae bajo esta categoría, especialmente entre los usuarios de tarjetas de crédito.
"Dada la amplia oferta de financiamientos y sus altos costos, el consumidor entra en un proceso de endeudamiento que rápidamente sobrepasa su capacidad de pago. Esto lo lleva a mantener aquella tarjeta de crédito que le ofrezca una mayor variedad de productos y servicios", se indica.
Según el documento, el cliente "rehén" corresponde "a aquel deudor que llega al extremo de depender de una sola tarjeta de crédito pasando a ser un cliente cautivo, sin alternativas de elección, con lo cual logran la fidelización obligada de este consumidor".

ABSURDO
Para el presidente de la Organización de Consumidores y Usuarios (Odecu), Stefan Larenas, el modelo clasificatorio "es absurdo porque estos tipos de metodologías no entienden que los consumidores tienen derechos".
"Un cliente no es apóstol ni terrorista; es un sujeto con derechos. No se puede catalogar de terrorista a quien reclama o denuncia un mal servicio, sólo ejerce su derecho a pedir un buen servicio, más allá de que lo pague de su bolsillo o no", sostiene Larenas.
Y agrega que el cliente "rehén", está particularmente en los bancos: "Si pide un crédito hipotecario, queda cautivo por 20 años con el banco. En Estados Unidos una persona puede llevarse su deuda a otro banco, si lo estima conveniente".
A su juicio, las políticas comerciales de fidelización "diferencian a las personas de acuerdo a la conveniencia de la empresa y no de los consumidores". Para Larenas el respeto de los derechos del consumidor debiera ser el  principal factor de  fidelización".

LOS OTROS
Según el modelo de Harvard, también existen los clientes

- "Paganos": no se definen ante un servicio y pueden ser "convertidos" por la empresa.

- "Peregrinos": transitan entre la satisfacción y la lealtad a una empresa, siendo potenciales apóstoles.

-"Mercenarios": buscadores de precios y siempre quieren algo a cambio al momento de comprar.