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viernes, 28 de abril de 2017

Rasgos de posmodernidad en la cultura de la sociedad chilena en los últimos 30 años

En los años noventa del siglo pasado Chile salía de la dictadura cívico-militar de Augusto Pinochet, siendo este el contexto del auge en el debate sobre globalización cultural y posmodernidad en que la sociedad chilena se estaba insertando producto de los cambios económicos realizados a fnes de los años setenta por los Chicagos Boys, representantes de la ortodoxia monetarista de la Escuela de Economía de la Universidad de Chicago, liderada por Milton Friedman y Arnold Harberger.
Lo que ha sido llamado por Tomás Moulian como la revolución capitalista que se desarrolló en la dictadura pinochetista, con la aplicación sistemática del dispositivo terror y de saber tecnocrático, sentó la bases de una precaria acumulación de capital, en que paralelamente se fueron desenvolviendo un nuevo sistema simbólico-cultural en torno a la actividad económica que dejó de lado la politización de la sociedad, entendida como la movilización de demandas sociales.
En este cuadro surgieron múltiples obras para analizar las características e impactos de la globalización y la posmodernidad, entre los cuales están los trabajos del ahora vilipendiado sociólogo José Joaquín Brunner como -por ejemplo- en su obra "Globalización cultural y posmodernidad", donde realiza un repaso de los principales rasgos del proceso de unificación de mercados que se desarrolló en los países industrializados en los años ochenta, con sus respectivos análisis y propuestas de marcos teóricos, los que aplicó en su libro bajo la óptica chilena de los años noventa y que, de todos modos, entregan un aporte para el establecimiento de coordenadas conceptuales sobre cómo los postulados de la posmodernidad son útiles para un análisis histórico-contemporáneo del Chile de los años noventa.
Brunner parte señalando que a posmodernidad busca expresar el estilo cultural de una realidad social, la que se va relativizando con altos niveles de conciencia. Así, la posmodernidad es sensible a los lenguajes que vienen a determinar a realidad, lo que también va revaluando el concepto frankfurtiano de la industria cultural como producción de una visión de mundo que convierte a la realidad en un símbolo. La posmodernidad des-objetiviza al mundo, orientándolo hacia la multiherméutica, la multiinterpretación, en que el campo moral también toma un carácter linguístico.
El sentido subjetivo de esta época, con estos rasgos de posmodernidad actuando, lo entrega el mercado y no la industra como ocurría en la modernidad, especialmente en los países desarrollados y que en Chile se alcanzó relativamente con el apogeo del modelo de sustitución de importaciones con un fuerte rol interventor del Estado en el aparato productivo. "Las esferas de valor, al entrar en contacto con el mercado y volverse parte de una comunicación interpretativa sobre sus significados, se tornan ellas también lábiles y dan lugar a culturas pluralistas, des-tradicionalizadas, hiper-críticas y sub-realistas", plantea Brunner.
La presencia de un capitalismo industrial y del ideal de la democracia interaccionan con una industria de servicios simbólicos que redefine las relaciones recíprocas entre economía y política y su mutua relación con la cultura. Esto es denominado por Brunner como globalización cultural, aunque quizás lo más pertinente es llamar a este fenómeno como globalización organizacional, como la fase del capitalismo tardío. En este contexto la política se transforma bajo el criterio del management público para administrar este cuadro organizacional heterogéneo.
Pero se a la paradoja de que la consolidación de una razón especializada, con un saber que se ufana por su calidad de experto, también alimenta una mayor incertidumbre, abriendo espacio al riesgo permanente. La incertidumbre, temor o miedo en la posmodernidad no es por una disolución o agotamiento, sino que más bien es un tránsito hacia otras etapas biográficas de "el capital".
El armado político de la posmodernidad profundizó en los años noventa la aspiración de establecer el fin de las ideologías o que este concepto se ubicase en un punto cero, pero lo que en realidad hubo fue un cambio de contenido dentro del universo que anima a la ideología. Su función es la misma como identificación y sentido frente a la visión de mundo que se tiene bajo la persecusión de determinados intereses y opciones. Eso no ha cambiado como búsqueda humana, sino que solo ha cambiado el contenido de la ideología que se ha fragmentado, diluido y multiplicado en sus contenidos.
Brunner considera también a la posmodernidad como un estado de ánimo, un concepto comodín que se adapta a múltiples circunstancias. Ser posmoderno es ayudar a desconstruir lo moderno, significa una inversión de la racionalidad occidental. En cierta forma la posmodernidad toma las propuestas de Nietzsche para recalcar que las interpretaciones tienen un valor más alto que los datos.
Dentro del capitalismo global Brunner indica la capacida creadora-destructiva del capital como una esencia de la actualida que también se traspasó al campo cultural, liberando al consumo a través de la incorporación del incentivo a la fantasía, modificando las pautas de la acción individual y social. Se cambia el principio del trabajo duro enfocado a la acumulación y crece la concepción del dinero fácil como razón subliminante. La nueva etapa capitalista socava los pactos ascéticos que dieron forma a éticas de trabajo para establecer vínculos con los demás, por lo que es el propio mercado termina con esta ética, comiéndose a su hijo al igual que lo hizo el dios Saturno.
Para la presencia de un capitalismo posascético hay una respuesta pesimista que plantea que el capitalismo no puede existir sin una base ética-disciplinaria que debe ser rescatada, por lo que se sustenta un retorno a las raíces weberianas de la ética del capital. Esto, en el campo cultural, tiene dos tipos de respuestas. Una de tipo intermitente, en la que capitalismo y cultura entran permanentemente en desconexión o sintonía, pierden y ganan potencia a intervalos en su relación. La otra respuesta es de tipo optimista en la que se plantea una constante adaptabilidad del capitalismo a diferentes condiciones, ya sea a partir del orden espontáneo y de la permanente auto organización.
La comunicación es el otro factor fundamental en la relación de cultura y proceso globalizador, por cuanto crea una nueva civilización material a partir de la electrónica que da paso a nuevos universos culturales, específicamente a través de internet, como una red abierta que supone un modelo de organización horizontal y auto organizado, susceptible de poder replicarse como una pauta social. Es en el escenario comunicacional donde también se aprecia el drama posmoderno de desarrollo que significa la mezcla entre la integración del mercado con la pobreza y la simultánea penetración de la inustria de los mass media, con la creación de cuadros simbólicos ilusorios que hablan de éxito y el alcance de la prosperidad sobre supuestos asbstracto-mitológicos que dejan en una lugar secundario a los éficit estructurales reales. El efecto que generan estas incertidumbres manufacturadas por los medios de comunicación provoca cuatro formas de reacción en a opinión pública: una adaptación pragmática que se teje en el día a día; un optimismo sostenido que se basa en la razón técnica; un pesimismo físico que convive con ansiedades reprimidas y depresiones, y un compromiso radical que tiene una actiud de confrontación práctica frente a las múltiples realidades que emergen en la convivencia social con la globalización.
Estas formas de reacción están presentes en la sociedad chilena, incubadas en los años ochenta para su propagación a mayor escala en los noventa y en sus primeras manifestaciones sistemáticas en la actualidad, por lo que la posmodernidad fue capaz de entregar estos marcos analíticos para aproximarse a un entendimiento del ser y el estar chileno en estos tiempos.

martes, 25 de abril de 2017

Alcances de la teoría subjetiva del valor en el nivel microeconómico

En "Principios de Economía Política", Carl Menger, uno de los padres de la Escuela Austriaca de economía, entrega una toería del valor económico que contrasta con la teoría de David Ricardo, seguida y profundizada por Karl Marx respecto al valor de la mercancía, sentando las bases de lo que se conoce como la teoría subjetiva del valor, la cual entrega una visión más amplia y flexible a las realidades particulares, específicamente sobre el móvil de la necesidad y el deseo en la demanda de bienes que parten de nuestro sentir y actuar en base a lo existente, de acuerdo a nuestras necesidades.
Su propuesta es que el valor de los bienes se basa en las relaciones que tienen con nuestras necesidades, donde el valor es para sí no en sí, teniendo como uno de sus principales rasgos la adaptación a las condiciones para aparecer o desaparecer en torno al bien. Con ello el economista no centra el valor exclusiva ni rígidamente en el trabajo que pone el trabajador asalariado para darle valor a una mercancía, como lo sostenía Marx y su escuela de feligreses.
"Lo único objetivo son las cosas o, respectivamente, las cantidades de cosas, y su valor es algo esencialmente distinto de ellas, es un juicio que se forman los hombres sobre la significación que tiene la posesión de las mismas para la conservación de su vida o, respectivamente, de su bienestar", explica Menger.
Para reconocer que un bien se consolida como tal a los ojos de los hombres menciona  que deben identificarse cuatro condiciones: una necesidad humana; que exista una conexión causal con la satisfacción de esa necesidad; el conocimiento humano de esta relación causal, y su utilización para la satisfacción de las necesidades. Por el otro lado señala que un bien pierde su cualidad "cuando el hombre carece de poder de disposición sobre ella, de modo que o no dispone de los medios necesarios para volver a ponerla bajo su dominio". 
Otro pilar del análisis mengeriano es la distinción entre bienes de orden superior y los bienes complementarios. Los primeros afirman su cualidad de bienes en relación a las necesidades que aparecerán al final de un proceso de producción, como alimentos. Supongamos que el bien superior del trigo, cuyo producto final es de pan, disminuye por una plaga, lo que de paso afecta a los bienes complementarios de ese bien superior como son las maquinarias y los trabajadores agrícolas.
Lo explica así: "La cantidad de un bien de primer orden necesaria para la satisfacción de una concreta necesidad humana y, por tanto, también la cantidad de un bien de primer orden requerida para satisfacer la totalidad de las necesidades dentro de un período dado de tiempo, viene determinada de manera inmediata por la necesidad o las necesidades y en éstas encuentra su medida".
La relación entre la necesidad y la cantidad disponibles de bienes determinan si estos tienen un carácter económico o no, siendo este otro pilar de la teoría subjetiva del valor. Los bienes no económicos pasan a ser económicos cuando se produce un aumento de la necesidad o cuando hay una disminución de las cantidades disponibles, mientras que la demanda se incrementa a la par que el crecimiento de la población por el desarrollo de las necesidades humanas y los progresos a partir de nuevas aplicaciones utilitarias. "Con la elevación de la cultura los bienes no económicos muestran tendencia a adquirir el carácter de bienes económicos, debido sobretodo a que uno de los factores que ejercen aquí si influencia, a saber, la necesidad humana, aumenta con la evolución cultural". Ejemplo de esto son la consideración de los aparatos de  telecomunicaciones (internet, telefónos celulares, tablets) como bienes económicos que ya están incorporados como un valor a nivel subjetivo por el aumento de la necesidad.
Los bienes económicos son considerados parte de la riqueza que tiene un sujeto, la cual "no es un medida absoluta porque el supremo bienestar de todos los individuos de una sociedad se alcanzaría cuando las cantidades de bienes disponibles de esta sociedad fueran tan grandes que nadie necesitaria poseer riquezas". De esta forma Menger pasa a tratar la identificaión del valor, definiéndolo como la "significación que unos concretos bienes o cantidades parciales de bienes adquieren para nosotros, cuando somos conscientes de que dependemos de ellos para la satisfacción de nuestras necesidades".
"La medida del valor es totalmente subjetiva, por lo que un bien puede constituir para un sujeto económico un gran valor y para otro. En diferentes circunstancias, un valor menor y para un tercero un valor nulo, según sea la diferencia de la necesidad y la masa disponible, lo que uno desprecia, o aprecia un poco, es deseado por otro", precisa.
La satisfacción de necesidades tiene una significación biológica para mantener la vida, del cual se desprende el bienestar, en una secuencia que después se traslada a otros bienes de consumo simbólico como la cultura y la educación (una persona puede plantearse el objetivo de realizar un post grado voluntariamente para satisfacer una necesidad, razón por la cual se organiza para llevarlo a cabo), con lo que las significaciones de trasladan "a aquellos bienes de los que sabemos que depende la satisfacción mencionada".
A partir de estas ideas se plasma la diferencia con la teoría del valor de Marx que está asociada directamente con la aplicación de la cantidad de trabajo que se necesitó para hacerlo, puesto que Menger afirma que "el valor que un bien tiene para un sujeto económico es igual a a significación de aquella necesidad para cuya satisfacción el individuo depende de la disposición del bien en cuestión".
A reglón seguido el economista se refiere a la cantidad de trabajo aplicado o de otros bienes de orden superior utilizados para la producción, señalando que "no tiene ninguna conexión directa y necesaria con la magnitud de este valor". Para ello ejemplifica el caso de "una cantidad de madera en un gran bosque", explicando no tiene valor para los hombres por el hecho de que se hayan empleado en ella grandes cantidades de trabajo o de otros bienes económicos", pues afirma que lo que se tiene en cuenta como valor es "el servicio que puede prestar o al que habría que renunciar en caso de no tenerlo".
La teoría del valor subjetivo también incorpora la teoría del intercambio, dentro de lo cual uno de los fundamentos más importantes se expresan con una fórmula elaborada por Menger: "Si un sujeto A dispone de unas cantidades concretas de un bien que para él tienen menos valor que ciertas cantidades de otro bien que se hallan en poder del sujeto económico B, mientras que este segundo se encuentra, respecto de las cantidades de bienes de que dispone, en la relación opuesta, de modo que una cantidad igual del segundo bien tiene para él menor valor que la cantidad de bien de que dispone el primer sujeto". Con ello nuestra subjetividad nos empuja a entregar lo que valoramos menos por lo que nos interesa obtener, lo que valoramos más, interaccionando con la otra parte, que está interesadas por el valor que nosotros tenemos como menor valía. Aquí se cumple con la máxima de la teoría mengeriana de que la capacidad de ciertos bienes de satisfacer necesidades se relaciona con la disponibilidad de otros bienes, al tiempo que muestra la influencia de las valoraciones relativas a la hora de negociar intercambios, lo cual también forma parte de los procesos de intercambio a gran escala.
En este contexto, se identifican tres condiciones para que un intercambio mutuo sea exitoso: que el sujeto económico tenga una menor cantidad de bienes con menor valor que otras cantidades que tiene otro sujeto económico; que ambos sujetos tengan conocimiento de su situación respectivas y que ambos tengan la capacidad suficiente para convertir en realidad el intercambio de bienes.
El intercambio tiene su valor de cambio y de uso, donde el primero es "la significación que adquieren para nosotros los bienes que nos aseguran de una manera directa la satisfacción de necesidades en unas circunstancia en las que, si no dispusiéramos de estos bienes, no podríamos satisfacerlas", mientras que el segundo tipo de valor Menger lo sitúa como  la "significación que adquieren para nosotros aquellos bienes cuya posesión nos garantiza el mismo resultado bajo las mismas circunstancias, pero de forma indirecta".
Desde el punto de vista del precio en la teoría del valor subjetivo Menger los define como las cantidades de bienes que deben aparecer en el intercambio, cuya esencia original no se encuentra en una determinada cantidad cuantitativa, ni menos en una observación científica capaz de establecer una clasificación exacta para las acciones humanas, sino que es la mejor provisión de la satisfacción de las necesidades de las personas contratantes", es decir que también se sustentan en lo subjetivo".
"Los hombres económicos intentan mejorar todo lo posible su situación económica. Con este objetivo ponen en marcha su actividad económica y por eso intercambian sus bienes, siempre que por este medio puedan alcanzar aquella meta. Los precios son, pues, simples fenómenos accidentales, síntomas de la equiparación económica entre las economías humanas", precisa el economista.
En un intercambio aislado el precio se forma por situaciones concretas, donde lo que se busca es cubrir las necesidades de mejor modo antes que se estableciera el intercambio, por lo que se generan situaciones de regateo de precios, las cuales provocan oscilaciones en los precios. Esto produce que en este tipo de intercambio intervengan factores individuales que no tienen un carácter económico, pero que no influye en la actividad económica de terceros.
El dinero también tiene una interpretación más particular en la teoría subjetiva, puesto que su valor se asocia con las costumbres de los hombres que se mueven en base al interés para satisfacer sus necesidades y que va de la mano del incremento de la cultura económica. "Es, pues, seguro que la práctica y la costumbre contribuyeron en muy buena medida a convertir las mercancías más vendidas en cada situación concreta en bienes que aceptaban, a cambio de sus propias mercancías, no algunos, sino la totalidad de los individuos económicos", explica Menger.
"El dinero no es el producto e un acuerdo previo de los agentes económicos y mnos aún el resultado de unos actos legislativos. Tampoco es una invención de los pueblos. Dentro de cada pueblo, algunos individuos económicos aislads fueron adquiriendo, a medida que tenían una mejor comprensión de sus intereses económicos y paralelamente con ella, el conocimiento, ya casi obvio en sus circunstancias, de que al entregar unas mercancías de escasa capacidad de venta por otras más vendibles, estaban dando un paso importante por la senda de sus especiales objetivos económicos", sostiene el economista polaco.
Las dinámicas descritas por Menger tienen el aporte de aterrizar el móvil de las decisiones en economía en base a las apreciaciones de cada persona, como base del intercambio, especialmente si son voluntarios y no sujetos a una coacción bajo la amenaza violenta de otro y de un tercero. La teoría subjetiva es un aporte a la comprensión de la disciplina económica desde la óptica del individuo, siendo una constructo antropocéntrico que tiende a ser olvidado por las ortodoxias económicas, desde el colectivismo estatista hasta el monetarismo corporativista.

martes, 18 de abril de 2017

Lukacs: El rol de lo particular en el reflejo estético en torno a la realidad social

Georg Lukacs, en su libro "Prolegómenos a una estética marxista", señala uno de los puntos de partida clave para entender la persistente influencia cultural de la modernidad bajo el ancla del concepto totalizante de lo absoluto, en que lo particular es considerado como una categoría central de la estética, que se relaciona con la razón y la experiencia, entendidas como ingredientes fundamentales de la realidad social.
Lukacs toma la base de Kant  y Schelling, para dar con la génesis filosófica del principo estético, señalando que este útimo es un absoluto en sí mismo, específicamente en los marcos de entendimiento de la modernidad. "En la Antiguedad lo universal es lo particular, la especie del individuo; por eso, aunque en ella domine lo particular, la Antiguedad es el mundo de las especies. En el mundo moderno lo particular significa sólo lo universal, y precisamente por eso, porque en él domina lo universal, el mundo moderno es el de los individuos, el de la descomposición", señala.
Al pasar a Hegel, Lukacs encuentra más claridades para abordar el tema de la estética, a través de las relaciones entre singularidad, particularidad y universalidad, los que son identificados como momentos que determinan las formas lógicas, los conceptos, los juicios y la inferencia.
En el campo estético también se pueden aplicar estas tres categorías, las cuales tienen funciones distintas, pero están interrelacionadas. "Lo universal abraza bajo sí mismo lo particular y singular, lo singular contiene en sí mismo lo particular y lo universal, y lo particular contiene en sí mismo lo universal".
Según Lukasc, el movimiento de lo singular a lo universal, y viceversa, está mediado por lo particular en el campo objetivo y a nivel del pensamiento (lo subjetivo), siendo relevante llevar estos principios a la esfera de la estética, reconociendo la brecha que tienen estas categorías en el conocimiento científico y que se reconoce en la distinción entre reflejo estético y reflejo científico. El primero busca captar el contenido y la forma de la realidad, descubriéndola y reproduciéndola, con lo cual aportan cambios cualitativos a la imagen refleja del mundo, siendo lo particular el eje central. La obra de arte es la objetivación del reflejo estético de la realidad, cuyo contenido proviene de formas específicas de la materia.
También hay otros elementos como la técnica y la forma, donde surge la distinción entre la producción industrial y la creación artística. Lo universal se asocia con la producción técnica, relegando a la particularidad a la producción artesanal en que se cuenta con un modo de tratamiento artístico particular, aunque hay un momento de encuentro entre la técnica artística con la técnica científico industrial cuando se presenta un procesos de aprendizaje recíproco entre las experiencias que comparten los hombres. 
"Todo proceso científico en la técnica tiene que imponerse, antes o después, como un paso en el movimiento hacia adelante, pues su sentido objetivo alude a una mayor aproximación a las leyes de la realidad objetiva, a su aplicación económica. La técnica artística, en cambio, no es más que un medio para expresar del modo más perfecto posible aquella reproucción conformadora de la realidad que hemos resumido en el principio de la forma como forma de un contenido determinado, en el papel organizador de una determinada altura de particularidad para cada obra de arte(...)una técnica no puede, pues, ser fecunda y progresiva en sentido artístico sino cuando promueve precisamente el despliegue de esa particularidad", indica Lukacs.
Lo particular en el campo estético, según Lukacs, nace de la necesidad de reproducir objetivamente la realidad, dando paso a opiniones subjetivas y al arbitrio particular relacionado con una necesidad interna. Lukacs dice que la premisa de que "no hay objeto sin sujeto" es un principio de la estética, con lo cual separa las aguas entre esta esfera y la teoría del conocimiento: "el objeto (la obra de arte) está por su estructura tejida con subjetividad; no posee un "atomo" ni una célula sin subjetividad; su totalidad incluye la subjetividad como elemento de la idea estructuradora". Lo subjetivo es parte del proceso creador de la personalidad artísticas en que las afecciones interiores tiene un dinamismo en que se van superponiendo entre ellas, es la singularidad que avanza hacia la particularidad bajo el deseo de reproducir la realidad.
Es en este contexto en que la creación artística se muestra en la conexión social que se percibe para dar nacimiento a la obra de arte, por lo que aquí se muestra la relación dialéctica que busca definir Lukacs: "(...)el creador reconoce, o sospecha por lo menos -y la capacidad al respecto determina también su capacidad como artista- que ha descubierto algo cualitativamente distinto y más general que las observaciones medias o excéntricas, las impresiones, etc., que se le ofrecen en su cotidiana singularidad". Esto genera acercamientos y distancias en el artista frente a la realidad, por lo que sale de su propia singularidad para representar los objetos con que se relaciona. Es en esta percepción en que se facilita la dialéctica entre esencia y apariencia, entre lo nuevo y lo viejo, para ver otros elementos que no ven las otras observaciones, con lo que surgen contradicciones en torno a la realidad, debido al factor abierto que implica el descubrimiento de "lo cualitativamente distinto".
"Presicamente por eso es decisiva para la estética la necesidad de representar objetiva, verazmente y, al mismo tiempo, humanamente una realidad inependiente dela consciencia humana. Esta necesidad impone la generalización aquí descrita de la subjetividad en particularidad, la superación también de todo lo meramente universal en la humanizada subjetividad de lo particular", plantea Lukacs.
La individualidad de la obra, la originalidad, es otro elemento que aborda Lukacs. Esta forma parte de la realidad, lo que supone una toma de posición del artista. "La realidad refejada y conformada por el arte contiene ya, pues, en sí previamente, como un todo, una toma de partido respecto de las luhcas históricas del presente del artista. Sin una toma tal de posición sería irrealizable la elección concreta de tal o cual momento de la vida, y no otro, como particular característico para objeto de la dación artística de forma", señala el filósofo húngaro, añadiendo que para tal efecto es necesaria la necesidad y la fuerza de convicción, o sea la voluntad para tomar partido frente a la realidad, frente al ambiente histórico-social.
Otro aspecto clave es comprender que la obra de arte es una reproducción estética de las relaciones dialécticas entre esencia y fenómeno. "Es propio también de la real originalidad artística el que se capte la esencia del fenómeno nuevo en cada caso, y ello de acuerdo con la peculiaridad ya aclarada del reflejo estético no sólo como descubrimiento de legalidades generales que se revelen en el nacimiento de lo nuevo(...)sino como conformación de particulares destinos de hombres particulares".
En este sentido, más adelante Lukacs reafirma que "todos los caminos que emprende el arte auténticos proceden de la realidad social; todos los caminos de su adecuada eficacia tienen por tanto que reconducir a esa realidad", siendo la particularidad la categoría central en esta relación por cuanto modifica el proceso de creación y del creador, influyendo también en el receptor de la obra.
De esta forma las determinaciones específicas que provienen de la teoría de la particularidad del reflejo estético de Lukacs en torno al fenómeno artístico muestran la esencia de las diferencias entre apariencia y esencia, lo convencionalmente falso y verdadero, lo nuevo y lo viejo, y entre el reflejo científico y el estético que se desenvuelven en la realidad de la interacción humana.

miércoles, 12 de abril de 2017

El problema del dominio en el liberalismo según la dialéctica de la ilustración

La permanente problemática del dominio entre los hombres es uno de las problemáticas que se tratan en la clásica obra de Max Horkheimer y Theodor Adorno, "La Dialéctica de la Ilustración". Si bien a priori se reconoce la influencia del trabajo de Marx, a partir de su concepto de las relaciones sociales de producción y de lucha de clases en el sentido de relaciones de dominio, este trabajo de la Escuela de Frankfurt plantea la tesis de que el proceso iluminador que consolida la modernidad en occidente abrió pasó a una fase de dominio basada en una razón calculadora que se escapó de las manos, derivando en una dominación totalitarista.
El acontecimiento del fascismo en Europa en los años veinte del siglo XX marca un punto de inflexión del análisis frankfurtiano a partir de la visión sostenida por Marx, lo que se expresa en varios pasajes de la dialéctrica de la ilustración o del iluminismo, como se conoce el texto en español.
Uno de los aspectos importantes de la obra es tomar el trayecto de las ideas que con el tiempo se convierten en un régimen de dominio a través de un tipo de razón con pretensiones de validez universalistas, en un proceso del cual surgen con mayor fuerza la ideas del liberalismo y del socialismo, doctrinas que circulan en la participación social con pincipios y postulados discursivos emancipadores.
Con la ilustración Hockheimer y Adorno advierten la emergencia de una nueva configuración de poder que se establece a partir del dominio del hombre de la naturaleza, en lo que la obra denomina como la llamada primera naturaleza, que no es más que el mundo físico, material y real en el que el hombre es arrojado. "La enfermedad de la razón —escribe Horkheimer— radica en su propio origen, en el afán del hombre de dominar la naturaleza", ya sea violentándola, conquistándola y mercantilizándola, siendo lo que ocurrió con el continente americano en el siglo XVI uno de los ejemplos más visibles de esta dinámica.
El proceso de ilustración se despoja del pensamiento mágico, de la tradición que se sustenta en el principio metafísico y que se manifiesta con el poder universalizado de la iglesia católica. Pero lo que esconde la dialéctica de la ilustración es una lógica de dominio que, al igual que el poder eclesiástico, utiliza ramificaciones doctrinales para justiciar la práctica de mismo ejercicio de dominio bajo la constitución de un poder con su respectivo saber.
"El saber, que es poder, no conoce límites, ni en la esclavización de las criaturas ni en la condescendencia para con los señores del mundo. Del mismo modo que se halla a disposición de los objetivos de la economía burguesa, en la fábrica y en el campo de batalla, así está también a disposición de los emprendedores, sin distinción de origen. Los reyes no disponen de la técnica más directamente que los comerciantes: ella es tan democrática como el sistema económico con el que se desarrolla. La técnica es la esencia de tal saber. Éste no aspira a conceptos e imágenes, tampoco a la felicidad del conocimiento, sino al método, a la explotación del trabajo de los otros, al capital".
El liberalismo y el socialismo, nacidos de la ilustración, con sus versiones de pretensiones científicas elaboradas desde el positivismo lógico (la evidencia que está presente y es conocida) para superar la mitología del poder hegemónico anterior, son las principales doctrinas que son usadas por el proceso de la ilustración como fuerzas emancipadoras, pero que -en el fondo- son manipuladas por el poder que supone el dominio de la naturaleza, la cual abre una nuevo estadio de dominación entre los hombres, solo que con distintos saberes. La idea se transforma en dominio en presencia de sistemas teóricos rígidos y centralizados, sustentados en la unidad estructurada, algo que Adorno identifica como un mundo administrado, donde se inserta el Estado, el gran poder económico y la industria cultural, lo que a la larga terminaría restringiendo las libertades.
"La Ilustración deshace la injusticia de la vieja desigualdad, la dominación directa, pero la eterniza al mismo tiempo en la mediación universal, en la relación de todo lo que existe con todo. Ella garantiza lo que Kierkegaard elogia de su ética protestante y que aparece en el círculo de leyendas de Heracles como uno de los arquetipos del poder mítico: ella elimina lo inconmensurable. No sólo quedan disueltas las cualidades en el pensamiento, sino que los hombres son obligados a la conformidad real. El favor de que el mercado no pregunte por el nacimiento lo ha pagado el sujeto del intercambio al precio de dejar modelar sus cualidades, adquiridas desde el nacimiento, por la producción de las mercancías que pueden adquirirse en el mercado".
Lo cualitativo se subordina a los cuantitativo, a lo medible, a lo clasificable. El hombre y su subjetividad se objetivizan a un nivel extremo: "El dominio se enfrenta al individuo singular como lo universal, como la razón en la realidad. El poder de todos los miembros de la sociedad, a los que, en cuanto tales, no les queda otro camino abierto, se suma continuamente, a través de la división del trabajo que les es impuesta, para la realización justamente de la totalidad, cuya racionalidad se ve, a su vez, multiplicada por ello. Lo que sucede a todos por obra de unos pocos se cumple siempre como avasallamiento de los individuos singulares por parte de muchos: la opresión de la sociedad lleva en sí siempre los rasgos de la opresión por parte de un colectivo. Es esta unidad de colectividad y dominio, y no la inmediata universalidad social, la solidaridad, la que sedimenta en las formas de pensamiento".
Es por eso que en la dialéctica de la ilustración se habla de un proceso en el cual se pasa de una fase liberal (específicamente en su versión francesa nacida de la revolución de1889) a una fase socialista (como quieren los marxistas, pero que Horkheimer y Adorno omiten reconocer, así como los liberales también la hacen, al señalar que el socialismo es lo que abrió paso al fascismo). Pero también hay una fase totalitarista que ambos autores identifican en la llegada del fascismo en la europa de los años veinte del siglo XX, el cual se constituye a partir de la crítica y negación de ambos idearios.
"Pues la Ilustración es totalitaria como ningún otro sistema", señalan sus autores, debido a su afán e matematizar la realidad material. "Cuando en el procedimiento matemático lo desconocido se convierte en la incógnita de una ecuación, queda caracterizado con ello como archiconocido aun antes de que se le haya asignado un valor. La naturaleza es, antes y después de la teoría cuántica, aquello que debe concebirse en términos matemáticos; incluso aquello que no se agota ahí, lo indisoluble y lo irracional, es invertido por teoremas matemáticos. Con la previa identificación del mundo enteramente pensado, matematizado, con la verdad, la Ilustración se cree segura frente al retorno de lo mítico. Identifica el pensamiento con las matemáticas. Con ello quedan éstas, por así decirlo, emancipadas, elevadas a instancia absoluta".
La técnica construida a través de la razón calculadora se asocia desde el aparato productivo y el carácter que adquiere la circulación de mercancías encierra una falsedad, una irracionalidad detrás del constructo de la segunda naturaleza (las relaciones entre los hombres) a partir del dominio de la primera naturaleza.
"La irracionalidad del capitalismo totalitario, cuya técnica para satisfacer necesidades hace imposible, en su forma objetivada y determinada por el dominio, la satisfacción de las necesidades y conduce al exterminio de los hombres: esa irracionalidad está ejemplarmente prefigurada en el héroe que se sustrae al sacrificio sacrificándose. La historia de la civilización es la historia de la introyección del sacrificio. En otras palabras: la historia de la renuncia. Cada uno de los que renuncian da de su vida más de lo que le es restituido, más que la vida que él defiende. Lo cual se desarrolla en el contexto de la falsa sociedad. En ella, cada uno está de más y es engañado".
Esta forma de organización capitalista totalitaria tiene puntos de coincidencia con el análisis de Julia Varela y Fernando Álvarez-Uría en "Genealogía y Sociología", donde explica el método genealógico foucaultiano, indicando un proceso de similares características respecto a la relación entre el saber único, universalizante y mensurable de la razín ilustradora o iluminista con el poder disciplinario  del Estado moderno y el poder económico del capital industrial: "A finales del siglo XVIII se produjo una lucha económico-política en torno a los saberes, saberes que hasta entonces estaban dispersos y presentaban un carácter heterogéno. A medida que el Estado se consolidó y a medida que se desarrollaron las relaciones de producción con el empuje de la revolución industrial, se desencadenaron procesos de anexión y confiscación de saberes locales y artesanales por parte de saberes más generales o industriales".
De una forma más radical Horkheimer y Adorno reconocen el mismo proceso como una proteción otorgada al mundo burgués "sólo mientras la concentración económica no estuviese aún suficientemente avanzada. Antes, sólo los pobres y los salvajes se hallaban expuestos a los elementos capitalistas desencadenados. Pero el orden totalitario pone al pensamiento calculador en posesión de todos sus derechos y se atiene a la ciencia en cuanto tal. Su canon es su propia sangrienta capacidad productiva".
La ilustración se convierte en el conocimiento que impulsa una fuerza material, que es el aparato productivo expresado en el capitalismo industrial, en un proceso objetivo que entraña efectivamente el libre accionar de los individuos en sus intercambios, pero en condiciones tales que facilita el comercio a gran escala para una minoría de propietarios a costa de los medianos y pequeños dueños de medios de producción, pues otra ingrediente presente en estas dinámicas son acciones como el engaño, el fraude y el abusos.
Para Hans Neumann, otro de los primeros académicos de la Escuela de Frankfurt, no siempre el liberalismo ha estado asociado con la democracia, poniendo el ejemplo de régimenes liberales que han derivado en dictaduras o que se aprovechan de las condiciones autoritarias para realizaer políticas basadas en los principos del libertarianismo, sobre la base de la razón calculadora encarnada en el saber tecnocrático, por lo que dice que hay gérmenes de totalitarismo en el liberalismo. Bajo el sol de la razón calculadora. entre liberalismo y fascismo hay una continuidad. Con el desarrollo de la lógica del libre cambio al estado de cartelización y formalización de monopolios, se identifican relaciones de continuidad. Hay conflicto entre capital monopólico y librecambista, pero sus leyes de competencia son un tronco en común para ambos fenómenos. El mercado tiene un problema de poder, entre comandantes y comandados, sobre todo cuando entra el Estado con un rol interventor.
Al respecto Horkheimier y Adorno reconocen que en el liberalismo se materializa el fin del dominio: "Del mismo modo que la Ilustración reduce teóricamente a ilusiones los fines con que se adornaba el antiguo dominio, sustrae a éste, mediante la posibilidad de la abundancia, el fundamento práctico que lo sostiene. El dominio sobrevive como fin para sí mismo bajo la forma de poder económico".
Más adelante complementan el rol del saber técnico en esta forma de dominio. "En realidad, es en el círculo de manipulación y de necesidad que la refuerza donde la unidad del sistema se afianza más cada vez. Pero en todo ello se silencia que el terreno sobre el que la técnica adquiere poder sobre la sociedad es el poder de los económicamente más fuertes sobre la sociedad. La racionalidad técnica es hoy la racionalidad del dominio mismo. Es el carácter coactivo de la sociedad alienada de sí misma".
El dominio sobre la naturaleza material, la primera naturaleza, viene seguida del dominio de la llamada segunda naturaleza, aquella donde se insertan los convencionalismos, los sistemas simbólicos y un régimen de verdades superficial que se concentra en el principio de "lo políticamente correcto", lo que se manifiesta ya sea en la fase liberal o socialista de la ilustración, aunque se profuniza con el fase totalitaria del dominio, donde se "invoca, como razón última, a los charlatanes de la política y a su sistema de locura y lo impone a la mayoría de los administrados, ya plegada y hecha maleable por la gran industria y por la industria cultural. Lo absurdo del dominio resulta hoy tan transparente para la conciencia sana que el dominio necesita de la conciencia enferma para conservarse en vida". Esta sentencia es aplicable ahora a la tendencia  al surgimiento del carisma de líderes políticos que legan al poder a través de populismo mediáticos.
La individualidad también es blanco de manipulación en el dominio derivado de la dialéctica de la ilustración. "Si en la época liberal la individuación de una parte de la población era necesaria para la adaptación de la sociedad en su conjunto al estadio alcanzado por la técnica, hoy el funcionamiento del aparato económico exige una dirección de las masas que no se vea ya perturbada por la individuación. La tendencia —determinada por la economía— de la sociedad compleja, que se ha impuesto siempre en la constitución espiritual y física de los individuos, atrofia los órganos del individuo que obraban en el sentido de ordenar autónomamente la existencia de éste. Desde que el pensamiento se ha convertido en un simple sector de la división del trabajo, los planes de los expertos y de los jefes competentes han hecho superfinos a los individuos que planifican autónomamente su propia felicidad".
La administración y lo colectivo coexisten con la inividuacion a partir de la razón calculadora del iluminismo, aunque están sujetas a a la manipulacion mediante aparatos propagandísticos que se disputan la hegemonía de este tipo de razón. "La propaganda manipula a los hombres; al gritar libertad se contradice a sí misma. La falsedad es inseparable de ella. Los jefes y los hombres dominados por ellos se reencuentran en la comunidad de la mentira a través de la propaganda, aun cuando los contenidos de ésta sean en sí justos. Incluso la propaganda de la libertad puede engendrar confusión, puesto que debe anular la diferencia entre la teoría y la peculiaridad de los intereses de aquellos a quienes se dirige".
Bajo estas condiciones el liberalismo se ha visto coartado por el armado de la razón impuesta por la ilustración, se ha visto reducido a un punto de vista que privilegia la técnica, como una visión reduccionista, con sistemas teóricos cerrados y concentrados a partir de los intereses del aparato productivo a gran escala. De esta forma se entiende que las diversas formas que ha tomado el liberalismo, como concepciones más abiertas provenientes de la cultura angosajona, han quedado debajo de las convenciones construidas por el dominio de la segunda naturaleza por parte del proceso ilustrador. La problemática del dominio para el liberalismo supone la marginación de sus otras corrientes a manos de la razón ilustradora homogeneizante, centralizado y universal que ha creado una dura capa de liberalismo convencional, orientada a la reducción del campo económico a la gran empresa.
El liberalismo participa de la actividad social a partir de la autonomía y libertad que tienen los individuos para decidir por sí mismos, sin la intervención coaccionadora de terceros. Hay un toque de anarquía en las ideas liberales que es incómoda para la razón ilustradora y sus sistemas teórios cerrados y unitarios bajo cuya visión "la idea y el individuo cuentan para ellos más que la administración y lo colectivo. Por eso suscitan indignación".