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lunes, 17 de agosto de 2020

La interminable relación entre la política institucional y la subpolítica

Los conceptos de subpolítica y política institucional son dos ejes que permiten analizar las crisis de ruptura que surgen en las formas de organización que tienen las sociedades actuales, especialmente en las relaciones de poder entre la sociedad civil y la sociedad política, en el mundo del trabajo y en las relaciones socio-culturales derivadas del desarrollo producido a partir de los procesos de industrialización.
El sociólogo alemán Ulrich Beck acuña el concepto de subpolítica, como parte de lo que ahora se reconoce como la crisis civilizatoria, con las llamadas sociedades del riesgo, donde la incertidumbre forma parte de la constitución de los individuos. La subpolítica se constituye como un elemento básico de la actividad política en la actualidad: su sentido está dado en la sociedad civil (Organizaciones No Gubernamentales y movimientos sociales), como sostiene el sociólogo español Ander Gurrutxaga, en su trabajo "La producción de la idea del Nosotros: somos porque estamos", donde repasa el valor del cambio social y lo que denomina como los cosidos sociales.
La subpolítica, como producto de la reflexión que surge de individuos y grupos en torno a los procesos de modernización, es la búsqueda de superación de las prácticas políticas tradicionales, para canalizar las demandas ciudadanas y no son procesadas o aceptadas por la política institucional. Es en el espacio de la subpolítica donde los individuos buscan crear otros espacios de diálogo y deliberación, cuya constitución se realiza a través del cuestionamiento sistemático hacia las formas política tradicionales, las cuales según Beck- se pueden extender acompañadas por la activación de la subpolítica.
Es una forma alternativa de la valoración de la vida pública, que no busca sustituir esta realidad, sino que se enfoca en la creación de nuevos contenidos que pueden estar dentro y fuera de las estructuras que sostienen al sistema político. La subpolítica es una respuesta a la descomposición social invisibilizada por la política institucional, por lo que busca espacios de visibilización, mediante nuevos formas de organización, diálogo y deliberación. Es el resultado de sociedad donde se ha incrementado el nivel de demandas y expresiones contestatarias a la institucionalidad establecida, por lo que es también una forma de organización que busca la oportunidad para producir cambios.
La subpolítica también es una forma de respuesta a los déficit que genera el mercado a nivel territorial, específicamente con la falta de funcionamiento de garantías que antes fueron entregadas por el aparato estatal, siendo esta una realidad que se plasma con mayor fuerza en los países industrializados, en un proceso que los llamados países emergentes o del tercer mundo experimentaron a medias, o simplemente no alcanzaron a experimentar. La participación directa de los individuos para incidir en el proceso de toma de decisiones políticas que supone la subpolítica, en algunos casos, provoca que las formas políticas tradicionales reflexionen, incorporando las demandas que surgen desde la subpolítica.
La subpolítica se enfrenta a la llamada política institucional, la cual se relaciona principalmente con la ciudadanía mediante políticas públicas. Según Ander Gurrutxaga, en esta instancia "se evalúa mediante los logros alcanzados y sufre deslegitimación si no cumple con los objetivos explícitos e implícitos formulados", por lo que plantea que la diferencia con la subpolítica radica en que esta reposa más en los estados de conciencia, en grados de organización espontáneos y en opciones pedagógicas, en vez de contar con definiciones institucionales y la distribución de bienes públicos que implica la lógica administrativa de la institucionalidad política tradicional.
"La política oficial, institucional y pragmática, depende del dinero y de la norma. Busca el éxito y la legitimación en la capacidad para generar bienes que reclaman los ciudadanos. La subpolítica, por el contrario diseña su discurso público como el estado de conciencia y no como una fórmula capturable a través de partidos políticos o de la administración oficial. Su legitimación es más social que política y más pedagógica que administrativa. El horizonte de la primera definición está en el uso y en el usufructo de la administración, operando mediante el presupuesto público y la acción institucional. Tiene soportes en la política pública y en la capacidad para atender las demandas ciudadanas, Su legitimación depende de que cumpla con todo esto y no de generar sentido para el ciudadano. Es una fórmula que vive siempre al borde, en el límite de la legitimación", afirma el sociólogo español.
El distanciamiento de la normatividad institucional de la subpolítica plantea otras formas de cohesión práctica y de unidades simbólicas que constituyen a la sociedad. Por eso la tensión entre la subpolítica y la política institucional también se desenvuelve en el plano simbólico de la cultura, en las formas de organización que escapan a las programaciones de instituciones para canalizar tradicionalmente a las demandas que surgen en la instancia de la subpolítica, razón por la cual concentra expectativas de cambio. 
Estas últimas no son desconocidas por la política institucional, desde donde se han creado mecanismos para tratar de relacionarse y controlar la subpolítica, mediante la construcción de conceptos como participación ciudadana, relacionamiento comunitario y tratando de encasillarla como un espacio estratégico de relaciones entre el poder político del Estado y el poder económico de grandes empresas. Esto último se relaciona con lo que plantea Beck en el sentido de que "la subpolítica le ha quitado a la política el rol de dirigente en la configuración social". 
La aparición de estos mecanismos con afanes de comprensión, control y contención es una forma en que la política institucional trata de direccionar a los procesos de modernización, incluyendo a la subpolítica, generando reglas a través de la modificación de relaciones verticalizadas y mediadas por el aparato jurídico del Estado, para flexibilizarla, pero sin dejar que este control se escape de las manos.
Este intento de control es una forma de invención de la política, en que efectivamente se producen acuerdos entre la subpolítica y la política institucional, en cuanto ambas esferas pueden compartir reglas en común. Por ello, la institucionalidad acepta ciertos niveles de apertura, bajo el concepto de participación y de relacionamiento, los cuales se sustentan fuertemente en la voluntad y en los principios de la autorregulación, como se verifica en el concepto que anima a la disciplina de la Responsabilidad Social Corporativa o de Empresa en el sector privado que se vale de la política institucional. También es necesario mencionar que estos mecanismos de control incorporan criterios de manipulación hacia la capacidad de auto-organización de la subpolítica, la cual en el campo económico tiene capacidad de influir en la pérdida de cuotas de mercado en el poder económico, o de propiciar cambios al interior de este, siempre en el espacio del mercado, con nuevas connfiguraciones.
De todos modos, este grado de apertura de la formalidad jurídica del Estado hacia la subpolítica es relativo, debido a que la lógica de existencia de la primera nunca permitirá una apertura absoluta, de reinvención total de la política, por lo que deja en permanente tensión a ambos ejes en el actual contexto de la (post) modernidad, en lo que Beck reconoce como la superposición y mezcla entre la política oficial y la subpolítica. 
Esta relación se retroalimenta mutuamente, considerando que la apertura de la política, posibilitando la vigencia de derechos fundamentales en las sociedades, especialmente en cuanto al avance de ciertos grados de libertad, ha permitido la aparición y profundización de lo que Beck llama como "centros de subpolítica", que se va autonomizando del poder político y del poder económico. 
El pensador alemán detecta distintas áreas de subpolítica social, como son los medios de publicidad, judicatura, privacidad, iniciativas ciudadanas y nuevos movimientos sociale, los que -a su juicio-"confluyen en formas de expresión de una nueva cultura política, en parte garantizada institucionalmente y en parte situada extrainstitucionalmente". La subpolítica deriva de la legitimación que le otorgó la política y sus alcances institucionales, por lo que para la concepción tradicional de la política pre-moderna es una justificación de los males que ha permitido la apertura de la modernidad y los procesos de modernización productiva que aumentaron la participación en el mundo del trabajo y su impacto en la configuración social que fueron tomando las democracias occidentales.
En conclusión, es necesario reconocer que la subpolítica, así como tiene la capacidad de avanzar efectivamente en mayores grados de apertura en las relaciones de poder que se dan entre las comunidades, y sus integrantes, con el poder político y económico institucionalizado, también puede ser un mecanismo de autorregulación de la misma política oficial, pues si esta cuenta con un grado de manipulación extenso tiene la capacidad de subvertir a la subpolítica, la cual con el tiempo puede convertirse en una política institucional, como ha ocurrido con movimientos sociales y políticos que nacen desde la innovación, pero que a la postre terminan en nuevas hegemonías que reproducen los intereses de la política institucional.