Foucault
parte su análisis con el motivo que tuvo Platón para asesorar a un Príncipe, en
vista de la no participación del filósofo en la actividad política de la polis,
al considerarla en la mala situación de la ciudad. Es decir, Platón acepta la
ocasión para ver si la enseñanza de la filosofía, en un heredero al poder, podía
mejorar la actividad política mediante la franqueza que supone y desafía el ejercicio de la filosofía.
El
análisis foucaultiano sobre la tarea filosófica respecto a la política parte
con la obra de Sócrates, en la cual se dan los antecedentes del anhelo de
elitismo por querer resaltar ante los demás que se quiere imponer. Con platón,
Foucault destaca la relación entre la filosofía y la verdad. La necesidad de la
primera por dar a conocer la segunda. Y aquí hay que identificar lo real dentro
de la veracidad, lo que no es más que introducirse en el espacio político.
El
discurso filosófico debe dirigirse a quienes lo quieren escuchar, y no a todos.
El decir filosófico es libertario. También se debe enfocar a la totalidad del
régimen político y no sólo a aspectos de este. La filosofía no busca imponerse
como la política, sino que busca las voluntades; para ser real tiene que ser
escuchado, entendido y aceptado a quienes se dirige.
La
filosofía depende de la voluntad de los que escuchan, en esto se diferencia de
la retórica que busca todo lo contrario: no considera la independencia de los
demás. La filosofía son “todas las formas prácticas en las cuales hay
que ejercitarse y aplicarse, y para cuya
realización es posible un esfuerzo, porque efectivamente lo exigen”. Esto es,
la totalidad práctica de lo cotidiano, desde las acciones más simples a las
complejas, desde el folklore a la ciencia. Es todo aquello que en que debemos
aplicarnos, no como una deontología, sino que en la práctica concreta.
Se
habla de la filosofía como una disciplina, una forma de vida consciente, un
proceso permanente y dinámico en la vida de la persona que decide seguirla y
aplicarla. Toma una perspectiva un poco similar a la de gramsci, quien trata a
la filosofía como una facultad que es desarrollada por todos, sin excepción, en
sus actividades cotidianas, cada uno en su propio modo de ser.
Considerando
a Sócrates, Foucault dice que una persona que desea ejercer el poder, primero
debe conocerse a sí misma. Algo así también lo dice la filosofía griega, cuando
hablar de que un hombre que no es capaz de gobernarse a sí mismo no podrá
gobernar a los demás.
El
filosofar es un camino para en que la persona debe mostrar la capacidad de aprender, recordar, razonar, un proceso
cognitivo-práctico.
Para
el poder, se intenta afirmar que este debe pasar de la contemplación a la
decisión: del aprendizaje, el recuerdo y el razonamiento en las actividades de
todos los días. Lo real de la filosofía no son las palabras, la retórica ni los
discursos, o relatos, sino que es su práctica concretar de las actividades
cotidianas. Su eje central es el sujeto, uno mismo, así se manifiesta, el
trabajo sobre sí.
El
camino de la filosofía son los ejercicios prácticos, la praxis. No se transmite
por la formalización del conocimiento, sino a través de indicaciones concretas.
En cierto sentido, Foucault toma las distinciones de Gramsci sobre los tres
niveles en que opera la filosofía, particularmente en su manifestación del
sentido común. Este es un concepto clave utilizado en esta parte de la obra de
Foucault: la filosofía entendida como conocimiento práctico y concreto, como un
ejercitar de las cosas, en vez de una formalización. Es decir, una filosofía
que está dentro del hombre, en vez de ser producida fuera de él.
Para
entender esto último es fundamental el concepto de “mathemáta” que Foucault
trabaja desde la perspectiva platónica, que no representa el camino real de la
filosofía, pues es el espacio donde se desarrolla la formalización del
conocimiento, auto imponiéndose sus propios límites.
Elementos
para tener conocimiento de las cosas son: nombre, definición, imagen, ciencia y
el ser mismo. La formalización y sus discursos deben ser dejados de lado o caer
en un plano secundario por el ejercicio, el esfuerzo, y el trabajo consigo
mismo. Dejar de lado el logos de la formalización escrita permite la llegada de
la filosofía real de la práctica de sí sobre sí. La subjetividad occidental
encuentra condiciones de desenvolvimiento con la oposición entre escritura y
logos (discurso), o sea la tensión que
produce la formalización permite el surgimiento de la filosofía y la
conformación del sujeto occidental.
Esta
subjetividad es lo que Foucault llama ser franco, la esencia de la filosofía
que se aleja de los discursos formales, tanto escritos como orales. Esa
dicotomía se aprecia entre el primer nivel de la filosofía pura y el sentido
común que advierte Gramsci. La filosofía será un discurso real en el momento en
que en esa subjetividad se materialice en una acción concreta, la franqueza
está vinculada con el accionar real, lo que también se puede sintetizar en el
dicho del sentido común “hechos y no palabras”. Esto es la esencia filosófica
que el mismo sentido común exige de la producción filosófica formalizada.
La
opinión recta que Foucault menciona del armado platónico es el elemento
primordial de la filosofía que se encuentra dentro del hombre, una forma de
conocimiento que lleva a valorar el objeto externo al ser. Pero esta
interiorización de las cosas a través de las palabras requiere del último
eslabón, el ejercicio práctico, el roce entre el interior el hombre y el objeto
externo. Foucault didácticamente pone unas bases post moderna para comprender
una perspectiva de análisis de tres puntos esquemáticos en la teoría del
conocimiento: escuchar, realizar y practicar, Estas dos últimas acciones se
interrelacionan entre sí, no se excluyen.
En
la formalización del conocimiento que proviene del texto escrito, se produce un
espacio cercenado de estas acciones, lo que lleva a un desacople entre lo
escrito que norma la vida en común y la práctica concreta del sentido común. La
forma del conocimiento filosófico del sentido común se adelante, se escabulle
de aquella filosofía escrita en los textos normativos o legales. Es aquí donde
se produce el choque, el enfrentamiento entre formalización y práctica de
algunas temáticas de la vida en común de los hombres, en todas las esferas de
actividad, desde la jurídica, a la economía y política. El rechazo a la
escritura por parte del ejercicio práctico es lo que da forma a la subjetividad
de la cultura occidental que busca siempre una práctica autónoma del individuo
sobre sí mismo.