El discurso empresarial, proveniente de la filosofía moral
de Adam Smith, y que deriva en la idea de un emprendimiento sin barreras,
señala que el empresario es un hombre que se ha hecho a sí mismo (self made
man) y que “ha edificado él solo su negocio”, pero lo que no se menciona es que
el empresario también se topa con sistema de socialización instalado que está a
su alcance, con trabajadores, un mercado, un cuerpo de normativas y
reglamentos, además de una cadena de producción anterior a él y a su idea.
Según el economista Paul Samuelson, “esta vasta estructura y
atmósfera propicia “con que se encuentra el empresario que cree haberse creado
a sí mismo, “es la creación conjunta de millones de hombres durante numerosas
generaciones. Si eliminamos ese factor social
no nos queda Robinson Crusoe, con los artículos salvados del naufragio y
sus conocimientos adquiridos, sino el indígena salvaje que vive de raíces,
bayas y gusanos”.
El estado de salvajismo al que se refiere el economista nos
lleva a la idea de “capitalismo salvaje”, que, en cierto sentido, es una idea
ontológica que significa el retorno al hombre lobo del hombre, propuesto por
Thomas Hobbes. Es un estado pre civilizatorio al que recurre el discurso del
liberalismo maximalista y utópico de plantea un hombre que se puede valer por
sí mismo, por sobre el factor societario.
Pero, en la práctica, la formación del sel made man, pasa
necesariamente por la socialización, desde la fase primaria hasta las más
complejas. La socialización es condición para el surgimiento de esta idea de
Smith, es en ella donde se desarrollan rasgos psicológicos, de comportamientos,
como el egoísmo y el altruismo.
Esto nos lleva a la noción del altruismo, entendido como
algo que va en línea con la naturaleza humana y no al contrario, como postulan
los liberales extremistas. “Si pensamos en el proceso evolutivo de la selección
natural, entenderemos que la preferencia que una madre otorga a su hijo de
pecho tiene “valor de supervivencia”; le permite sobrevivir. Pero por la misma
razón comprenderemos que la manifestación de la supervivencia en el amor
altruista de la madre y en el interés por ser un buen vecino forma parte del
plan general de la naturaleza”.
En otro de sus artículos, Samuelson habla del amor,
vinculado al altruismo, en su acepción de ágape: “amor espontáneo y altruista
que se expresa libremente sin cálculo de coste o ganancia para quien lo otorga
o de mérito en quién lo recibe”.
El punto es que el propósito altruista, llevado
equilibradamente, con el interés personal, no es un factor desestabilizante. En
grados apropiados, es capaz de perfeccionar la interacción social en figuras
como la responsabilidad colectiva de los individuos, siendo este un factor
antropológico que los liberales maximalistas rechazan a priori.
El rechazo del altruismo por parte de posturas extremas,
como las de Ayn Rand, choca contra un muro, pues la búsqueda de la propia
felicidad también pasa por la convivencia con otros. La individualidad se
construye a través de las relaciones con el otro. Es un derecho individual
optar si se es o no altruista.
La construcción de la confianza social o el llamado capital
social es uno de los factores de construcción para un engranaje más eficiente
de la producción. El repudio ciego y maximalista al altruismo no produce otra
cosa que una fragmentación que termina siendo disfuncional al propio
funcionamiento de las formas de capitalismo.
Plantear que del altruismo a la pretensión moralista del
hombre existe una delgada línea es altamente probable, aunque no significa
creer en un automatismo, pues la libertad individual cuenta con grados
suficientes para inyectar el grado de altruismo necesario en cada uno de
nosotros.
Pero tampoco se puede caer en la ignorancia de desdeñar el
altruismo en el conocimiento económico, ya que este forma parte de las
racionalidades no instrumentales que constituyen uno de los pilares de la
sociedad y al cual el individualismo más acérrimo no puede negar, a menos que
se quiera encerrar al hombre en una caverna, toda vez que es difícil que la
individualidad no tenga comportamientos prosociales para construir grupos o
comunidades. Después de todo ni el más acérrimo defensor del egoísmo se ha
constituido como persona fuera del otro.