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martes, 8 de septiembre de 2015

Karl Jaspers y cómo el nihilismo proviene de la helenización del cristianismo

El psiquiatra y filósofo alemán, Karl Jaspers, en su obras "Nietzsche y el Cristianismo" (1955) aborda implícitamente al fracaso de la empresa de Nietzsche, consistente en pensar que con la destrucción del cristianismo emergería sobre el nihilismo. Según Jaspers, por el contrario pasó algo distinto: el nihilismo -entendido como el no creer en nada o en que nada se tiene por verdadero- se desarrolló en coexistencia con el cristianismo, el cual se mantiene "vivito y coleando".
Se desprende del trabajo de Jaspers que el nihilismo es consecuencia del cristianismo, no de aquel cristianismo primitivo u original de Jesús, sino que de la construcción o pseudomorfosis que Jaspers, sino que a lo que denomina como eutanización del cristianismo a manos de la moderna cultura burguesa y su práctica activa, que ha puesto un carácter acomodaticio del cristianismo, convirtiéndolo en un suave moralismo.
Ese cristianismo moderno clava sus pilares en la cultura griega, en lo que se conoce como la helenización de los misterios del cristianismo, entendidos en su vertiente de revelación. 
Jaspers señala que la esencia absoluta del espíritu moderno deriva del cristianismo, junto a la universalidad de la ciencia occidental, estableciendo una diferencia con la cultura griega en torno a la voluntad de saber: "Sólo en el mundo cristiano, a través de la historia, la voluntad de saber ha cobrado semejante amplitud. Es allí donde la indagación de la verdad ha cobrado el carácter implacable que se manifiesta en la ciencia. Tratase de un hecho indiscutible, esa ciencia, con su realidad, su esencia sin límite y su tendencia a la unidad, sólo apareció en occidente y sólo en suelo cristiano. En él, y por lo menos en algunos hombres, se ha formado el espíritu de investigación científica que debería impregnar toda conciencia y toda acción. El griego, es verdad, posee todos los elementos de esa ciencia, sabe desarrollar claramente sus métodos y conquista en astronomía, medicina, geografía, física, geología, botánica, conocimientos concretos que exceden a los de todos los que habían podido conquistar los hombres en otras partes del mundo, salvo sus matemáticas que han sido pobres en comparación con las nuestras. Pero el griego no conoce los principios sobre los que se funda un método seguro, válido para una indagación experimental que se extienda a toda la realidad empírica, aún cuando un individuo aislado parece, por un momento, practicar ese método, este es limitado y casi al punto se le olvida". El desconocimiento de un método de conocimiento seguro, con la incerteza que plantea, es una de las raíces del nihilismo.
Luego Jaspers separa aguas entre la ciencia moderna, cuya raíz encuentra en el cristianismo originario, y la ciencia griega, basada en la limitación de su método de conocimiento.
"Cuanto más estudiamos el espíritu y los resultados de la ciencia griega, más grande es el abismo que observamos entre ella y la ciencia moderna. Esto merece reflexión: ¿de qué proviene esa diferencia? interpretamos la respuesta de Nietzsche: si lo griegos que inventaron la ciencia, ignoraron la ciencia universal propiamente dicha es porque le faltaron los moldes espirituales y las exigencias morales necesarias. En cambio, el cristiano ha sido capaz de hacer avanzar esa ciencia gracias a su cristianismo y luego contra su cristianismo o, por lo menos, contra cada una de las formas objetivas que este ha podido asumir. El griego reconoce en el cosmos la realidad perfecta, ordenada. Reconoce lo que es conforme a la razón y a las leyes. El resto, para él, no es nada, es materia, el neón incognicible e indigno de ser conocido". Esta idea de no-digno es lo que limita la apertura de otro tipo de conocimiento en la cultura griega. La aceptabilidad está sujeta a la limitación, tal como se relata en el encuentro del apóstol Pablo con los griegos, quienes en su altar mostraban la máxima: "A nuestro dios desconocido".
En esta línea, Jaspers plantea la vereda opuesta en que se encuentra el cristianismo o la concepción judeo-cristiana respecto al método de conocimiento: (...)si el mundo es la creación de Dios, todo lo que ha sido creado por Dios merece ser conocido, no sólo lo que es conforme a la razón, lo que puede medirse, sino todo posible objeto de experiencia. Entonces el hombre se inclina por amor a conocer todas las particularidades de los fenómenos y no hay nada que deba convertirse en conocimiento y saber. Dios, como creador, está presente hasta en intestino de una pulga, según Lutero. Ante la inmensidad de la experiencia posible el griego se atiene a imágenes cósmicas cerradas, a la belleza del cosmos tal como él lo concibe, a la transparencia lógica de la totalidad planteada por el espíritu.
Para él, todo se concentra según unos esquemas de clasificación que les permite establecer grados jerárquicos y series ordenadas, y el contenido de su pensamiento se organiza, gracias a los silogismos, en un conjunto cerrado de relaciones o bien, por último, concibe un proceso eterno regido por leyes".

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