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martes, 24 de abril de 2012

Comentarios a El Gobierno de sí y de los otros, de Michel Foucault

Foucault parte su análisis con el motivo que tuvo Platón para asesorar a un Príncipe, en vista de la no participación del filósofo en la actividad política de la polis, al considerarla en la mala situación de la ciudad. Es decir, Platón acepta la ocasión para ver si la enseñanza de la filosofía, en un heredero al poder, podía mejorar la actividad política mediante la franqueza que supone y desafía el ejercicio de la filosofía.
El análisis foucaultiano sobre la tarea filosófica respecto a la política parte con la obra de Sócrates, en la cual se dan los antecedentes del anhelo de elitismo por querer resaltar ante los demás que se quiere imponer. Con platón, Foucault destaca la relación entre la filosofía y la verdad. La necesidad de la primera por dar a conocer la segunda. Y aquí hay que identificar lo real dentro de la veracidad, lo que no es más que introducirse en el espacio político.
El discurso filosófico debe dirigirse a quienes lo quieren escuchar, y no a todos. El decir filosófico es libertario. También se debe enfocar a la totalidad del régimen político y no sólo a aspectos de este. La filosofía no busca imponerse como la política, sino que busca las voluntades; para ser real tiene que ser escuchado, entendido y aceptado a quienes se dirige.
La filosofía depende de la voluntad de los que escuchan, en esto se diferencia de la retórica que busca todo lo contrario: no considera la independencia de los demás. La filosofía  son  “todas las formas prácticas en las cuales hay que ejercitarse  y aplicarse, y para cuya realización es posible un esfuerzo, porque efectivamente lo exigen”. Esto es, la totalidad práctica de lo cotidiano, desde las acciones más simples a las complejas, desde el folklore a la ciencia. Es todo aquello que en que debemos aplicarnos, no como una deontología, sino que en la práctica concreta.
Se habla de la filosofía como una disciplina, una forma de vida consciente, un proceso permanente y dinámico en la vida de la persona que decide seguirla y aplicarla. Toma una perspectiva un poco similar a la de gramsci, quien trata a la filosofía como una facultad que es desarrollada por todos, sin excepción, en sus actividades cotidianas, cada uno en su propio modo de ser.
Considerando a Sócrates, Foucault dice que una persona que desea ejercer el poder, primero debe conocerse a sí misma. Algo así también lo dice la filosofía griega, cuando hablar de que un hombre que no es capaz de gobernarse a sí mismo no podrá gobernar a los demás.
El filosofar es un camino para en que la persona debe mostrar la capacidad de  aprender, recordar, razonar, un proceso cognitivo-práctico.
Para el poder, se intenta afirmar que este debe pasar de la contemplación a la decisión: del aprendizaje, el recuerdo y el razonamiento en las actividades de todos los días. Lo real de la filosofía no son las palabras, la retórica ni los discursos, o relatos, sino que es su práctica concretar de las actividades cotidianas. Su eje central es el sujeto, uno mismo, así se manifiesta, el trabajo sobre sí.
El camino de la filosofía son los ejercicios prácticos, la praxis. No se transmite por la formalización del conocimiento, sino a través de indicaciones concretas. En cierto sentido, Foucault toma las distinciones de Gramsci sobre los tres niveles en que opera la filosofía, particularmente en su manifestación del sentido común. Este es un concepto clave utilizado en esta parte de la obra de Foucault: la filosofía entendida como conocimiento práctico y concreto, como un ejercitar de las cosas, en vez de una formalización. Es decir, una filosofía que está dentro del hombre, en vez de ser producida fuera de él.
Para entender esto último es fundamental el concepto de “mathemáta” que Foucault trabaja desde la perspectiva platónica, que no representa el camino real de la filosofía, pues es el espacio donde se desarrolla la formalización del conocimiento, auto imponiéndose sus propios límites.
Elementos para tener conocimiento de las cosas son: nombre, definición, imagen, ciencia y el ser mismo. La formalización y sus discursos deben ser dejados de lado o caer en un plano secundario por el ejercicio, el esfuerzo, y el trabajo consigo mismo. Dejar de lado el logos de la formalización escrita permite la llegada de la filosofía real de la práctica de sí sobre sí. La subjetividad occidental encuentra condiciones de desenvolvimiento con la oposición entre escritura y logos (discurso), o  sea la tensión que produce la formalización permite el surgimiento de la filosofía y la conformación del sujeto occidental.
Esta subjetividad es lo que Foucault llama ser franco, la esencia de la filosofía que se aleja de los discursos formales, tanto escritos como orales. Esa dicotomía se aprecia entre el primer nivel de la filosofía pura y el sentido común que advierte Gramsci. La filosofía será un discurso real en el momento en que en esa subjetividad se materialice en una acción concreta, la franqueza está vinculada con el accionar real, lo que también se puede sintetizar en el dicho del sentido común “hechos y no palabras”. Esto es la esencia filosófica que el mismo sentido común exige de la producción filosófica formalizada.
La opinión recta que Foucault menciona del armado platónico es el elemento primordial de la filosofía que se encuentra dentro del hombre, una forma de conocimiento que lleva a valorar el objeto externo al ser. Pero esta interiorización de las cosas a través de las palabras requiere del último eslabón, el ejercicio práctico, el roce entre el interior el hombre y el objeto externo. Foucault didácticamente pone unas bases post moderna para comprender una perspectiva de análisis de tres puntos esquemáticos en la teoría del conocimiento: escuchar, realizar y practicar, Estas dos últimas acciones se interrelacionan entre sí, no se excluyen.
En la formalización del conocimiento que proviene del texto escrito, se produce un espacio cercenado de estas acciones, lo que lleva a un desacople entre lo escrito que norma la vida en común y la práctica concreta del sentido común. La forma del conocimiento filosófico del sentido común se adelante, se escabulle de aquella filosofía escrita en los textos normativos o legales. Es aquí donde se produce el choque, el enfrentamiento entre formalización y práctica de algunas temáticas de la vida en común de los hombres, en todas las esferas de actividad, desde la jurídica, a la economía y política. El rechazo a la escritura por parte del ejercicio práctico es lo que da forma a la subjetividad de la cultura occidental que busca siempre una práctica autónoma del individuo sobre sí mismo.

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