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viernes, 12 de octubre de 2012

Pensar la política en el marco de la autorregulación del mercado



La obra "Pensar la Política", del filósofo chileno Marcos García de la Huerta, abarca el análisis de las relaciones que se dan entre sociedad y mercado, con un relato que se inicia con la explicación de la lógica económica que anima a la producción, en que el concepto técnico de la globalización cumple un papel central, especialmente desde la construcción de un pensamiento único cuya atención se centra en la economía y no en la acción y política.
El sistema de libre mercado, basado en la des y auto regulación es el producto concreto de este pensamiento único, de esta forma de conocimiento que también es una episteme foucaultiana. Pero existe una dicotomía entre lo propone este pensamiento único como palabra y su espacio de acción real, porque la premisa que impulsa  a este pensamiento es la ausencia de normas: La autorregulación supone la inexistencia de la palabra escrita en la esfera jurídica.
Esta esfera faltante, reconocida en la noción de marco regulador, es lo que se denomina “el malestar de la globalización”, que surge como uno de los conceptos clave que menciona el autor, considerando a Joseph Stiglitz. La exposición de García Huerta refleja gran parte de los conceptos tratados por los otros autores sobre política y lenguaje como, por ejemplo, la existencia de un discurso que habla de un pensamiento único que pretende invisibilizar a la política y el lenguaje plural que implica.
También se puede extrapolar el concepto de democracia real que menciona García Huerta con la dicotomía entre la teoría (el discurso) y la práctica. Esta disociación entre lenguaje y la política real que se desarrolla es un punto clave para comprender el por qué la democracia es objetada por sus alcances prácticos a partir de su lenguaje de igualdad y desarrollo para todos.
Esto es uno de los factores que explican la merma de la confianza pública que advierte este autor, razón por la cual se interroga si algún discurso de poder, en su posibilidad, es capaz de distanciarse de la realpolitik que el mismo discurso ha condicionado o ayudado a construir. Existe otro elemento importante en el análisis de García Huerta y que es el de espectador, relacionado etimológicamente con la teoría. Una sociedad de tele espectáculos, que navega en las aguas de una teoría que se disocia del sentido común de las personas y de sus lenguajes plurales. Se mira, pero no se participa, este es el resultado de la oposición entre lenguaje y política. Una sociedad civil que exige derechos en una multiplicidad de lenguajes que se desmarcan del pensamiento único.
Del concepto de pobreza que trabaja el autor también es posible extraer algunas ideas como la relación que existe entre el lenguaje del pensamiento único para “erradicar” la pobreza, un “poder de sanación”, como señala este autor, que va de la mano con una mediatización que deja de protagonistas a los creadores de la palabra o lenguaje abolicionista de la pobreza, mientras que los supuestos beneficiarios de esta palabra son espectadores, junto con otros exponentes de la sociedad civil.
En el caso chileno, se muestra cómo la independencia del país se sustentó en un mito, un lenguaje, una palabra tendiente a disfrazar con las apariencias, las debilidades estructurales de la sociedad, que eran en parte una consecuencia de la práctica de la realpolitik. El concepto central en este ejercicio es la excepcionalidad que se autoimpuso en el país con el contenido de violencia que advierte Esposito. La palabra de la excepcionalidad en el discurso fundacional del Estado chileno es un elemento orientador en la obra de García Huerta para entender la comunicación política en el país.

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