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martes, 16 de enero de 2018

La prevalencia del sentimiento moral sobre el cálculo racional en las relaciones sociales en David Hume

La investigación sobre los principios de la moral es una de las principales obras de David Hume, donde se entregan varias luces respecto al permanente debate de la modernidad (y postmodernidad) entre la forma de entender los alcances de la justicia en la sociedad, especialmente por parte del liberalismo económico que se plantea como punto de partida de análisis de la sociedad, donde las relaciones entre los individuos se da exclusivamente a partir de un cálculo racional sujeto a intereses egoístas, de los cuales forzosamente se impone otro tipo de moral.
Y es que, para Hume, lo que conocemos como justicia forma parte del interés común que se construyen a partir de los sentimientos morales de la benevolencia, los que -a su vez- se relacionan con lo que entienden los hombres como "lo útil".
En los ensayos que componen este trabajo Hume comienza señalando que uno de los principios de la moral supone una construcción y no un hecho natural, espontáneo, donde lo que cada uno de nosotros entiende como virtudes y vicios permite la aparición de hábitos y costumbres. Esto nos lleva a identificar lo que son los vicios y virtudes con valoraciones como positivas, buenas, útiles, aceptadas y válidas,  y viceversa. Aquí el entendimiento surge como un aspecto clave para la constitución de estas distinciones.
"La hipótesis que abrazamos es sencila. Mantiene que la moralidad se determina por el sentimiento. Define la virtud como cualquier acción o cualidad mental que produce en el espectador el agradable sentimiento de aprobación; y al vicio como lo contrario", dice Hume.
Esta distinción es fundamental para Hume, puesto que sin ella no se puede entender cómo opera la moral desde un punto de vista concreto. "Extínganse todos los cálidos sentimientos y predisposiciones a favor de la virtud y todo rechazo o aversión al vicio; vuélvase a los hombres totalmente indiferentes hacia estas distinciones, y la moral dejará de ser un estudio con implicancias prácticas y no tenderá a regular nuestras vidas y acciones".
Es en este contexto donde la utilidad pública es un campo fundamental para el desenvolvimiento de la moral, particularmente en los intereses que tienen los hombres en relación con otros. Para Hume el bien, y el mal moral, se puede reajustar a partir de la experiencia, por lo que esta interpretación abre espacio a ver la moral como un tipo de conocimiento que está sujeto a un devenir que opera en función de las circunstancias en que se encuentran los hombres, más que a tradiciones o tesis naturalistas que se centran en la automaticidad de los fenómenos, dejando de lado a los sentidos que dan forma a la experiencia.
De la obra de Hume se infiere una constante reformulación de los sentimientos morales, que se expresa en la presentación de hechos que antes eran considerados loables, pero que después de un tiempo determinado son considerados condenables, o viceversa. Esto ocurre en torno a las prácticas políticas, socioculturales y valóricas, presentándose como una constante universal en la discusión de toda sociedad.
La importancia de considerar la evolución de cada sociedad a través del tiempo es una coordenada que se infiere del trabajo de Hume y aquí la justicia también se plantea como una construcción en determinadas épocas que viven los hombres. Hume, por lo tanto, critica las teorías que hablan de estados de naturaleza anteriores a la complejización de las normas de interacción humana, como aquellas que hablan de una edad de oro en que todo era compartido en paz y tranquilidad, así como otras que se refieren a una permanente lucha violenta en que el hombre es el lobo del hombre. Para él estos extremos sobre los estados de naturaleza anteriores a la civilización no son más que ficciones.
A su juicio, mientras más fuertes sean las interrelaciones entre los hombres, sobre la base de la amplitud de miras que tengan, se amplía el alcance de las justicia en la sociedad. "La historia, la experiencia y la razón nos instruyen suficientemente acerca de este progreso natural de los sentimientos humanos y de la ampliación gradual de nuestras concepciones de la justicia en proporción a nuestro conocimiento directo de la utilidad general de esta virtud".
En el transcurso de su obra la justicia se entiende también como una convención que nace de la idea de interés común, pero aclarando que esta proviene de cada individuo en sí, al ser "la percepción que cada hombre siente en su propio corazón, que la observa en sus semejantes y que le lleva, junto con otros, a un plan general o sistema de acciones que tiende a la utilidad pública".
Es la evolución de la sociedad, y de las interrelaciones que se dan dentro de ellas, en que resalta la cohesión que se origina en los niveles de confianza mutua entre los individuos, donde se van estructurando dinámicas que van creando una visión de mundo más amplia entre sus miembros.
Mientras más confianza se construya en el devenir histórico de las sociedades, menor es la demanda de justicia puesto que la cohesión se asienta en una mirada amplia sobre la vida en común. Cuando las relaciones entre los hombres se desarrollan con una visión de sociedad estrecha, basada en los intereses de un determinado grupo social que se vuelve dominante y que tiende a cerrarse en sí mismo, se abren espacios para mayores niveles de segregación y, por ende, se produce una baja en los niveles de confianza entre los individuos. Esto va moldeando la evolución de las experiencias socioculturales y de un tipo de racionalidad en torno a la gubernamentalización de la sociedad que termina aumentando las exigencias de justicia.
Si las conveniencias y las necesidades de la humanidad son construidas a partir de los intereses de un determinado grupo social, dejando excluidos a otros grupos al momento de establecer las normas de una sociedad, estamos en presencia de una razón limitada para la gubernamentalización de una sociedad, tal como ha ocurrido históricamente en los países latinoamericanos. Hume sostiene que la justicia es un "bien fundamental para el bienestar de la humanidad y para la existencia de la sociedad", por lo que es necesario que los intereses de la socidad estén directamente considerados en lo que se refiere al derecho y la propiedad, los cuales se construyen de forma diferente en distintas épocas y lugares.
Para Hume "la naturaleza humana no puede subsistir por ningún medio sin la asociación de los individuos; y esa asociación nunca tendría lugar sin el respeto debido a las leyes de equidad y justicia", agregando que la práctica de la justicia es equivalente a la felicidad y bienestar que buscan los hombres, pues "sólo por ellas se puede mantener la organización social y cosechar los frutos de la protección y la asistencia mutua".
Y es que el filósofo escocés también estima la existencia de una convergencia entre el interés personal y el interés público, que se relaciona con la propia felicidad y conservación individual,  pero que no se explica solamente por el amor a sí mismo. "Debemos adoptar unos afectos más cívicos y admitir que los intereses de la sociedad no son enteramente indiferentes, incluso considerados en sí mismos", afirma.
La utilidad como fuente de sentimiento moral considera el interés del otro, ya que "no siempre se considera en referencia al yo". Este es uno de los postulados de Hume para indicar que la felicidad de la sociedad está recomendada para la "aprobación y buena voluntad" de los hombres. En su pensamiento no hay un cálculo racional en torno a lo que es útil, lo cual -sin embargo- será desarrollado más adelante por otros autores como Jeremy Betham y John Stuart Mills para dar paso al utilitarismo, asentado sobre la base de una moralidad con pretensiones exclusivamente racionalistas, siendo esta una parte constitutiva del moderno liberalismo político y económico.
El naturalismo que caracteriza la doctrina liberal también es objetado por Hume cuando este tiende a tener aspiraciones absolutas: "La palabra natural se toma normalmente en tanto sentidos que pierde así su significado y parece vano disputar si la justicia es natural o no. Si el amor a sí mismo y la benevolencia son naturales en el hombre, si la razón y la previsión son también naturales, entonces puede aplicarse el mismo calificativo a la justicia, al orden, a la fidelidad, a la propiedad y a la sociedad".
Este punto es clave para entender la separación de aguas que más tarde impulsaría la moderna doctrina liberal que deja fuera de la filosofía natural a la justicia social y a los derechos sociales, al reducir la benevolencia al interés individual y egoísta, dejando de lado los sentimientos morales en torno al bien común, para entronizar el cálculo racional con fines egoístas.
Hume plantea su posición al respecto señalando que la justicia también nace de la unión de las pasiones y reflexiones que se instalan en el hombre a partir de su inclinación a asociarse, la cual se vuelve imposible "donde cada uno se gobierna a sí mismo sin ninguna regla y no respeta las posesiones de los demás".
Sostiene que existe una "filantropía natural" que en el hombre instala una inclinación para preferir la felicidad de la sociedad, entendida como una virtud de carácter social que se configura a partir de lo útil y que abre espacio a lo que se conoce como el bien público. La utilidad pública, entonces es otro de los elementos para explicar el origen de la justicia, lo cual se evidencia de manera general y no particular.
Esto nos lleva finalmente a establecer a distinción sobre cuál es la fuente de la moral: si es la razón o el sentimiento. Según Hume, no es posible discernir las distinciones morales "sin el concurso del sentimiento", por lo que la razón por sí sola no puede alcanzar este propósito, en algo que siglos más tarde también aborda Nietzsche, al criticar un tipo de razón que se impone de forma exclusiva en la sociedad.
Si bien reconoce que el interés privado se separe del interés público, aclara que el sentimiento moral persiste ante esa oposición de intereses, por lo que descarta la teoría que explica que el amor a sí mismo domine "todo sentimiento moral".
"Si hubiese alguna duda acerca de la existencia en nuestra naturaleza de un principio como el de humanidad o el de un interés por los demás, cuando no obstante, vemos en ejemplos sin número que todo lo que tiende a promover el interés de la sociedad obtiene la mayor aprobación, debemos aprender de ello la fuerza como medio para un fin donde el fin es totalmente indiferente", señala Hume.
Este principio es el que todavía persiste en la lucha contra el cálculo racional de los intereses individuales que se oponen al interés público y que sostienen algunos exponentes del liberalismo reducido a lo económico.

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