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sábado, 13 de abril de 2019

Aproximación al abuso de poder bajo el prisma de Habermas y de Foucault

Un fantasma recorre el mapa de las relaciones entre el sentido común, una parte de la sociedad civil, el Estado y el mundo empresarial: El abuso. Ya sea a nivel económico, representado en la gran empresa y sus asociaciones gremiales, así como a nivel político, representado por la inclinación de ciertas formas de gobierno, lo cierto es que esta palabra se ha constituido en un eje articulador de un discurso que identifica a una acción determinada por parte de un poder establecido por sobre la vida cotidiana, influenciándola y reduciendo las opciones de autonomía y de elección de las personas, especialmente en quienes se sienten afectados con mayor fuerza por lo que consideran una situación de abuso.
Cuando el abuso se asocia con un poder determinado se abre una compleja red de interrelaciones, por cuanto el abuso de poder tiene múltiples enfoques: Sociológico, filosóficos, sicológicos, jurídicos, simbólico-culturales e históricos. Circula en todos los niveles, configurando subjetividades que tienen diferentes grados de reacción frente a este concepto. Asociar el abuso con el poder significa asignarle un contenido al uso de este último, pues el que tenga una carga negativa o de crítica es apunta justamente a la forma en que se ejerce un poder sobre los demás. Lo otro que se relaciona con esta connotación del abuso de poder es la existencia de una autoridad, donde se insertan las relaciones de dominio que pueden dar paso al abuso de poder.
Desde la sociología el abuso de poder lo relacionamos con la óptica del conflicto social, mientras que la perspectiva filosófica nos lleva a la ética y la moralidad de ciertas acciones que influyen en los otros. A partir del campo político se aprecia cómo se ejerce el control sobre la sociedad y la justificación una institucionalidad que es acompañada por un sistema de formas jurídicas y discursos. En esta red interactúan diversas formas de poder: el coercitivo, el persuasivo, el legítimo y aquél que es capaz de entregar compensaciones, incentivos o recompensas.
Y es que el abuso de poder tiene una dimensión real y simbólica a la vez. No solamente proviene desde el Estado, sino que también se genera desde el sector privado, especialmente desde organizaciones económicas de mayor escala y que tienen una posición dominante en el mercado, sin ser necesariamente un monopolio.
La crisis es un concepto relacionado con el abuso de poder. Jurgen Habermas explica este término en sus primeras páginas de su obra "Problemas de legitimación del capitalismo tardío", donde asocia la crisis con la idea "de un poder objetivo que arrebata al sujeto una parte de la soberanía que que normalmente le corresponde". En el caso del poder económico esta idea cobra sentido cuando se surgen problemas entre determinadas empresas y la ciudadanía por denuncias públicas de prácticas comerciales que perjudican a las personas, como colusiones de precios en productos o servicios, cobros excesivos o injustificados, existencia de cláusulas unilaterales en contratos que son desconocidas por el ciudadano-consumidor. Para el sentido común de las personas estas prácticas afectan directamente su poder adquisitivo. No hay tanta diferencia, bajo esta percepción, de que el poder económico privado te mete la mano al bolsillo al igual que lo hace el Estado con el cobro de impuestos, surgiendo la idea de contrarrestar esta práctica con el fortalecimiento de los derechos de las personas frente a empresas y al Estado.
Otro factor que contribuye a aumentar el presencia del abuso de poder es la connivencia entre el Estado y las grandes organizaciones económicas, representadas por asociaciones gremiales, especialmente en torno a los marcos regulatorios. Las empresas piden marcos adecuados para su desenvolvimiento en la estructura económica que, en ciertas ocasiones, no están en sintonía con los intereses de otros grupos en la sociedad. El tema de la inversión ambiental es un ejemplo: las comunidades se organizan para rechazar ciertas inversiones que, a su juicio, afectan sus territorios y, por ende, su vida cotidiana. Entonces, la corporación privada, nacional o multinacional, recurre al aparato estatal para presionar condiciones a su favor que permitan desarrollar las inversiones, considerando que la oposición de ciertos grupos, son una barrera para el progreso, por lo que -según Habermas- de este modo los empresarios amplían "su perspectiva temporal y extiendan los controles sobre el medio que los rodea". 
Por otro lado, las personas organizadas también pueden recurrir al Estado para solicitar su intervención ante los impactos que les provocan los mecanismos del mercado en sus vidas y que son considerados perjudiciales en algunas ocasiones. Esta dinámica termina aumentando la injerencia del Estado en el campo económico (capitalismo tardío), retroalimentando el poder de las empresas que tienen mayores recursos para acceder e influenciar a las autoridades del sistema político, derivando en el planteamiento de Habermas de que "el aparato del Estado satisface numerosos imperativos del sistema económico".
De acuerdo al filósofo alemán, existen tendencias a la crisis a nivel de los sistemas económicos, políticos y socioculturales, siendo este último el espacio en que se producen rupturas en la legitimidad respecto los dos primeros sistemas, específicamente con los productos que de estos emanan hacia el campo sociocultural: productos y servicios de compra-venta y los armados legales y actos administrativos (burocracia).
Los conflictos que se generan entre el sistema político y el económico con el sociocultural generan problemas o "penurias" de legitimación, apareciendo con mayor frecuencia cuando las demandas superan los límites de la capacidad operativa de los dos primeros sistemas. Si estas penurias se agravan se transforman en las famosas crisis de confianza en las instituciones, uno de cuyos componentes centrales es la figura del abuso de poder.
El dominio y sus mecanismos de control son elementos detrás del abuso de poder. Michel Foucault aborda el tema con el concepto de gubernamentalización de la vida, como parte de la biopolítica, donde el poder económico y el político juegan un rol fundamental en el dominio, como parte del juego de fuerzas que tienen con las personas y viceversa, puesto que no son fijos, sino que forman parte de una circulación que no es unidireccional, que siempre está en confrontación con otras formas de poderes, mediante la organización de estrategias y formas de acción.
En este sentido, es importante aclarar que el abuso de poder no solamente es unidireccional, sino que puede ser recíproco o retroalimentado constatemente, así como puede circular por carriles separados en ciertos actores sociales y converger en algún momento, generando conflicto entre las partes. En estas relaciones de fuerza, en las cuales se ubica el poder, son claves los términos de la administración y organizaciones de condiciones que permiten que se desarrollen los abusos.
Para él, el poder son las relaciones entre individuos, en que uno puede influir o determinar la conducta del otro. Foucault identifica en el arte liberal de gobernar, propio de la modernidad, donde se busca generar condiciones para avanzar hacia mayores grados de libertad, especialmente a nivel de los intercambios económicos. Pero en este proceso de construcción se da una "relación problemática" entre esa fabricación de libertad y aquello que puede limitarla y que también se fabrica en los moldes del liberalismo: el costo de la coacción, disfrazado de seguridad. Entonces, bajo esta óptica, para que haya libertad tiene que existir una permanente vigilancia o control, mecanismos funcionales al dominio y que constituyen vacíos en la forma de gobierno liberal, en cuanto a que no alcanzan a cubrir las brechas de intereses opuestos que se generan en las sociedades. Así, el principio de la seguridad tiende a proteger ciertos intereses y comportamiento de algunos grupos por sobre otros, lo que se manifiesta con privilegios legales a los cuales algunos tienen acceso para reproducir sus intereses, mientras que otros quedan excluidos de estos, siendo esta una de las condiciones para el surgimiento del abuso de poder, entendido como un aprovechamiento de las condiciones que se tienen en una posición de autoridad o de ventajas por sobre otros.
Esta situación de aprovechamiento para establecer, reproducir o reforzar una relación de dominio es catalogada como un abuso por la parte afectada, abriendo paso de uno de los principales frutos del abuso de poder: la pérdida de la confianza social, traducida en la pérdida de legitimidad.

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