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domingo, 3 de marzo de 2019

Las vidas desperdiciadas de la modernidad líquida: Lo superfluo y residual

El residuo, entendido como inherente a los procesos de exclusión y marginalización que se generan en la producción industrial y el ordenamiento de las sociedades, es un concepto eje en el trabajo del filósofo polaco Zygmunt Bauman. La idea de la licuefacción es el eje conceptual de su análisis, siendo el contexto donde se desarrollan las dinámicas productivas y de consumo de la (post) modernidad que generan la residualidad.
En su obra "Vidas Desperdiciadas", Bauman establece la conexión del término superfluo con la residualidad. Ello significa ser un recurso que no sirve para el contenido de la modernidad líquida. "Que te declaren superfluo significa haber sido desechado por ser desechable, cual botella de plástico vacía y no retornable o jeringuilla usada; una mercancía poco atractiva sin compradores o un producto inferior o manchado, carente de utilidad, retirado de la cadena de montaje por los inspectores de calidad", explica Bauman en torno al concepto.
Lo superfluo comparte el espacio con los significados de personas u objetos que son rechazados, residuales, cuyo destino "es el basurero, el vertedero". Asociado a ello está la idea de la des-ocupación, la cual en una sociedad de consumidores, heredera de la sociedad de productores, se vincula con espacios delimitados para los consumidores fallidos, caídos bajo la categoría de superfluos. El consumo para lo superfluo se encuentra en lo residual, dentro de los basureros o en vertederos que reciben los residuos de las zonas urbanas, tanto en un sentido literal, con grupos sociales desplazados que buscan alimentos en los vertederos de basura, como en un sentido figurado, con individuos desplazados de los espacios del trabajo y del sistema financiero, de los cuales son parias. "En la sociedad de consumidores no tienen cabida los consumidores fallidos, incompletos o frustrados", es la sentencia de Bauman en torno a la relación entre lo superfluo y lo residual.
El residuo es parte del diseño humano que establece una visión de orden, no es algo natural como sostienen las tesis vinculadas al liberalismo moderno. Toda pureza doctrinaria contiene suciedad en la estructuración de su diseño. Lo mismo se aplica a la hora de construir instituciones políticas, económicas y socio-culturales, las cuales -según Bauman- representan el esfuerzo por recortar la imagen del mundo, por lo que este es manejable y demanda ser manejado por la comprensión humana.
Esta base permite entender la forma de crear lo nuevo, para lo cual Bauman recurre al ejemplo de la producción de la industria minera: "Lo nuevo no puede nacer a menos que se deseche, se tire o se destruya algo. Lo nuevo se crea al hilo de la disociación meticulosa y despiadada entre el producto final y todo cuanto se interpone en el camino que conduce hasta él", plantea. De este modo, es necesario que haya un relave tóxico con los residuos del proceso de la producción para que haya riqueza. "La separación y la destrucción de los residuos habría de ser el secreto de la creación moderna: eliminando y tirando lo superfluo, lo innecesario y lo inútil habría de adivinarse lo agradable y lo gratificante", agrega el filósofo.
El diseño y su proceso creativo culmina con la separación y eliminación de residuos en el camino del progreso inherente a la modernidad. Esto es internalizado por el sentido común: Algunos aplauden la destrucción de barrios patrimoniales e históricos de una ciudad para la construcción de torres habitacionales, pues equivale al progreso. La cultura de la modernidad ha condicionado a considerar solamente la producción, dejando bajo la alfombra a lo residual: "El residuo es el secreto oscuro y bochornoso de toda producción. Preferiríamos que siguiese siendo un secreto. Los grandes industriales preferiría no mencionarlo en absoluto; para admitirlo han de sentirse muy presionados. Y, sin embargo, la estrategia del exceso, ineludible en una vida vivida hacia un diseño, la estrategia que alienta, estimula y fustiga el esfuerzo productivo y, por ende, también la generación de residuos, hace del encubrimiento una ardua tarea", sostiene Bauman.
El proceso de construcción de orden y de progreso económico de la globalización ha incrementado a nivel universal la producción de residuos, superando la capacidad de gestionar los propios residuos, por lo que Bauman piensa la posibilidad de "que la actual modernidad planetaria quede obstruida con sus propios productos residuales, que no es capaz de volver a asimilar ni de aniquilar".
Donde hay diseño, hay residuos es el axioma de Bauman que se extrapola al campo sociológico, donde también se manifiestan residuos humanos, los cuales no encajan en las formas del diseño. "Seres fallidos, de cuya ausencia o destrucción la forma diseñada sólo podría resultar beneficiada, tomándose más uniforme, más armoniosa, más segura y, en suma, más en paz consigo misma", explica.
En la convivencia la noción de orden es fundamental para asegurar inclusiones limitadas en relación a la mayor apertura que implica el caos. El orden es un espacio acotado que prohíbe y excluye: "La ley es un diseño, un proyecto para un hábitat claramente circunscrito, legiblemente marcado, trazado y señalizado", plantea Bauman, con lo cual se asienta la idea de exclusión en que no se aplica la Ley, se está al margen de ella, de manera invisibilizada. Al estar en este espacio de suspensión no se es un portador de derechos, por lo tanto no tiene valor.
Esta figura Bauman la asocia con el homo sacer de Giorgio Agamben, por cuanto expresa la existencia de una categoría antropológica desechable, que no es de interés de la esfera legal, ni del orden que garantiza.
El segundo eje de Bauman es el excedente de población, de acuerdo a los parámetros de la sociedad de consumo, donde los consumidores que fallan son considerados un costo para la dinámica de la producción y demanda.
"No siendo sino una actividad suplementaria del progreso económico, la producción de residuos humanos tiene todo el aire de un asunto impersonal y puramente técnico. Los actores principales del drama son las exigencias de los "términos del intercambio", las "demandas del mercado", las "presiones de la competencia", la "productividad" o la "eficiencia", todos ellos encubriendo o negando explícitamente cualquier conexión con las intenciones, la voluntad, las decisiones y las acciones de humanos reales con nombres y apellidos", sostiene Bauman.
Así, una parte de la población es considerada excedentaria, pues ya no es requerida por el mercado laboral, lo cual se incrementa con las doctrinas que reducen la acción del aparato estatal para encargarse de las necesidades de este excedente, bajo el principio de que estos requerimientos deben ser pagados por otros, que consideran esta carga como una coacción a su libertad individual.
En una las digresiones de su obra el pensador polaco se refiere al desmoronamiento de los pilares del poder estatal moderno, señalando que la vulnerabilidad y la incertidumbre derivadas del mercado ahora se han diseñado "como un asunto privado, una cuestión que los individuos han de tratar y hacer frente con los recursos que obran en su poder".
La inmigración, de carácter económica y política, es otro fenómeno que se inserta en el análisis del excedente de la población y su categorización como residuos del proceso de globalización. Y es que en la sociedad de consumo de países industrializados, y en desarrollo, surgen tareas que también son desechadas por sus mismos integrantes, puesto que -de acuerdo a Bauman- se les ha enseñado a disfrutar de los frutos que ofrece el mercado."Se les ha educado para rechazar el aburrimiento, el trabajo penoso y los pasatiempos tediosos. Se les ha instruido para buscar instrumentos que hagan por ellos lo que solían hacer por sí mismos. Se les puso a punto para el mundo de lo listo-para-usar y el mundo de la satisfacción instantánea. En esto consisten los deleites de la vida del consumidor. En esto consiste el consumismo; y ello no incluye, desde luego, el desempeño de trabajos sucios, penosos, pesados o, simplemente, poco entretenidos o "no divertidos". Con cada triunfo sucesivo del consumismo, crece la necesidad de basureros y disminuye el número de personas dispuestas a engrosar sus filas" afirma Bauman.
Esta descripción se plasma en el orden discursivo que hablan de los habitantes "autóctonos" que "ya no quieren hacer ciertos trabajos, los cuales son tomados por los inmigrantes". En otras palabras, se manifiesta el fenómeno de los consumidores activos que, en su construcción subjetiva, dejan espacio a los inmigrantes de países más pobres, que tienen menores opciones que escoger.
La tercera parte del análisis baumaniano está en los residuos de la globalización, cuyo proceso genera incertidumbre y angustia. Existe un temor latente a caer en la categoría de superfluo, de ser parte del espacio residual de la sociedad organizada. Aquí advierte la reducción de las acciones del Estado al campo de la seguridad y el orden público, mediante dispositivos jurídicos que tienden al control de la población, por lo que Bauman habla de la transformación del Estado social al Estado de exclusión penal.
La consecuencia de esta transformación son visiones de mundo segregacionistas, "so pena de que se ponga en peligro la "salud de la sociedad", el "funcionamiento normal" del sistema social", lo cual plantea un principio de eliminación, que se impone por sobre el principio del reciclaje. Según Bauman, "la construcción de más prisiones, la pena de cárcel para un mayor número de delitos, la política de "tolerancia cero" y las condenas más duras y más largas se comprenden mejor como otros tantos esfuerzos por reconstruir la débil y titubeante industria de destrucción de residuos sobre una nueva base, más acorde con las nuevas condiciones del mundo globalizado".
El retiro de las garantías sociales por parte del Estado, a juicio del filósofo polaco, requiere de la   construcción de una "fórmula de legitimación" que busca dar cuenta de las demandas de seguridad desde un punto de vista disciplinario. Es en la población donde la exigencia de seguridad se enfoca más en el nivel de la propiedad privada, de la integridad de los cuerpos ante el potencial ataque de terceros, los cuales adquieren la forma de delincuentes, terroristas y/o revolucionarios.
"La nueva exigencia popular de un fuerte poder estatal, capaz de resucitar las marchitas esperanzas de protección contra un confinamiento en la basura, se construye sobre la base de la vulnerabilidad y la seguridad personales, en lugar de la precariedad y la protección sociales", afirma Bauman. Esta forma de legitimación crea modelos de sociedades organizadas en esta agenciamiento de seguridad por sobre el de servicios sociales. 
La cultura de residuos está cruzada por la idea de un tiempo finito. Es en la finitud donde se genera la exclusión, se deja de lado la idea de estar en el largo plazo. Lo superfluo y lo residual no buscan ser encasillados dentro de la noción de eternidad.  La vida en la modernidad líquida es la transitoriedad universal,, según Bauman. La lógica animadora es que nada está destinado a durar para siempre, todos los objetos están destinados a ser reemplazables. Las mercancías se elaboran con un vida útil determinada, menor a la de la sociedad de la producción. No más de cinco años de uso en los productos electrónicos y otros, es parte de esta finitud. Ya no quedan productos que duren toda la vida, con lo cual se incentiva el incremento de los residuos (el reino del plástico) que alimentan las montañas de chatarras.
Dice Bauman: "Para no malgastar el tiempo de sus clientes, ni condicionar o adelantarse a sus goces futuros aunque impredecibles, los mercados de consumo ofrecen productos destinados al consumo inmediato, preferiblemente de un solo uso, de rápida eliminación y sustitución, de suerte que los espacios vitales no queden desordenados una vez que pasen de moda los objetos hoy admirados y codiciados".
Interesante es ver cómo existen productos que pasan de moda y logran sortear el torbenillo de la circulación, pasando a los mercados de segunda mano (oulets), tiendas de ropa usada, en mercados de las pulgas en la calles o locales de antiguedades, sin olvidar el espacio de compra-venta por internet. Podemos decir que la vorágine del consumo de corto plazo pasa por otras instancias de supervivencia, en un purgatorio, para extender su tiempo de caída al infierno de lo residual.
"Ningún compromiso dura lo suficiente como para alcanzar un punto sin retorno. Todas las cosas, nacidas o fabricadas, humanos o no, son hasta nuevo aviso y prescindibles. Un espectro se cierne sobre los moradores del líquido mundo moderno y sobre todas su labores y creaciones: el espectro de la superficialidad", asegura.
En esta clase de civilización la construcciones de subjetividades es abandonar la planificación de consumo en el largo plazo, para concentrarse en el consumo del aquí y el ahora. Pero lo único que las subjetividades aceptan para este consumo instantáneo es el acceso al crédito y a la deuda para ser pagada a mediano plazo. "El crédito y la deuda son comadrones del residuo, y en ese papel radica la causa más profunda de su espectacular carrera en la sociedad de consumo", añade el filósofo.
La estética también está sujeta a esta subjetividad. La belleza se entiende como perfección, la cual a su vez se relaciona con la idea de no perder el valor ni caer en lo superfluo. Lo perfecto no se convierte en un residuo. Belleza y perfección, a través del consumo, son una guía para el comportamiento subjetivo en la sociedad del consumo, las cuales se basan en las promesas de "elección, cambio y mejora".
Bauman concluye que el juego de inclusión-exclusión es la forma en que se conduce la vida humana en común de acuerdo a los parámetros de las modernidad líquida. Solamente bajo este marco es posible comprender la aparición de fenómenos como grupos humanos que encuentran su alimento en los vertederos de basura, junto a grupos etarios, como los adultos mayores o la tercera edad que son considerados como residuos por parte de la sociedad organizada, al contar con pensiones de miseria que no alcanza para satisfacer su supervivencia. Esta última situación es la que está aumentando las tasas de suicido en este grupo etario, demostrando lo que plantea Bauman acerca del miedo a la vida que se da en los contextos de la licuefacción de las sociedades.

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