Hasta el cansancio se habla sobre
la necesidad de considerar a la economía como una ciencia social, ampliando el
alcance de la disciplina para superar el reduccionismo a la cual ha sido
sometida por parte del paradigma de la moderna economía política. Intentos en
esta época de crisis internacionales producidas por el afán mecanicista del
monetarismo sin regulaciones de Milton Friedman, con pretensiones de asépticas
en cuanto a las subjetividades de la población.
La autodenominada visión “técnica
y racional” se ha extendido tautológicamente a la sociedad, pero no ha sido
capaz de explicar sus limitaciones al marginar a un segmento considerable de la
población de los circuitos comerciales, consumo y de la propia distribución de
la riqueza. Desde el punto de vista social, las últimas crisis han demostrado
su carácter entrópico por cuanto, a nivel generalizado, se ha perdido el
sentido de sociedad y de comunidad.
Sin embargo, en los últimos diez
años se viene afirmando con fuerza una recuperación de la perspectiva de
estudios de la economía civil. Esta teoría económica encontró sus raíces en la
tradición del pensamiento filosófico que se remite a Aristóteles y Cicerone
que, posteriormente, sería reflotado en la modernidad por una de las
principales corrientes económicas de la época: la escuela napolitana.
Paralelamente, en Escocia, se desarrollaban los principios de economía política
Adam Smith y Hume.
De hecho, antes de que “La
riqueza de las naciones” viera la luz pública, en la Universidad de Nápoles, en
1753, se publicó la obra “Lecciones de comercio, o sea de economía civil” de
Antonio Genovesi, catedrático de comercio y mecánica en la misma casa de
estudio. El libro marca un punto de inflexión en la historia de la economía,
según lo declaró siglos después Schumpeter, más allá de que sufriera un pequeño
y decisivo detalle: El paradigma de la economía civil del siglo XVIII fue
progresivamente sustituido por el paradigma de la economía política británica.
Después de más de dos siglos de
dominio este modelo aún continua en expansión, dejando en el camino a los demás
que han intentado ocupar su hegemonía. Sin embargo, actualmente se aprecia un
renacimiento italiano al interior de sus círculos académicos para reflotar el
paradigma de la economía civil. Tanto es así que, sobre esta base, en Italia se
prepara el lanzamiento de una bolsa social, cuyo objetivo es crear un mercado
de capitales para financiar las obras de las empresas sociales. Esta última
categoría fue creada y aprobada por el Parlamento Europeo en febrero de 2009.
El concepto de empresa social se
enfoca a responder las necesidades sociales de las personas, creando un valor
social en vez de maximizar el lucro. En otras palabras, los beneficios
generados por la empresa se deben reinvertir en ella misma con la finalidad
volver a dedicar estos recursos a favor del objeto social o del interés general
bajo el cual ha sido creada la empresa.
Dicho tipo de empresa se ajusta
al paradigma de la economía civil que considera el aspecto dejado de lado por
el modelo de economía política de Smith: el principio de reciprocidad. Ello,
bajo la óptica de la economía civil, se asocia con la idea de apreciar al
mercado como un espacio de desarrollo civil y humano, construido de relaciones
horizontales. En ese sentido, estas nociones eran compartidas por Adam Smith,
contrariamente a lo que se piensa.
Y es que el tipo de liberalismo
económico que se ha desarrollado en los últimos 30 años ha cristalizado
subjetividades tan duras que son difíciles de rebalsar, pero el mismo Smith era
consciente de la importancia del Estado para incentivar el principio de
redistribución de la riqueza y así compensar la ausencia del principio de
reciprocidad de su modelo económico.
La diferencia esencial entre
ambas concepciones económicas para por el principio de reciprocidad. Según el
punto de vista de la economía civil, éste debe ser considerado como una
relación entre personas distintas y no un nexo entre preferencia individuales,
como plantean los seguidores de Smith. La idea de relación contenida aquí
apunta priorizarse por sobre las opciones individuales para no ser transformada
en una razón instrumental que tiende a jugar a favor de sólo una de las partes.
A partir de ello, la propuesta de
economía civil escarba en las ideas aristotélicas acerca de la reciprocidad en
el sentido de ser un vínculo social que tiende a mantener unida a la comunidad
inserta en la polis. La reciprocidad, de este modo, tiene un significado
amplio, dinámico y abierto que circula en el cuerpo social, superando con
creces al reduccionismo del paradigma de economía política que define a la
reciprocidad como un intercambio de dones y nada más.
Extender este principio práctico,
por el cual también abogaba Smith, para que la economía produzca inclusión social.
La preminencia de los bienes relacionales, o una mayor cuota de presencia de
estas prácticas en los sectores rezagados por el actual modelo económico,
particularmente a través de bienes de acceso y uso público como el deporte,
salud, arte, cultura, educación, tal como lo hacían las ciudades Estado del
siglo XIV en Italia, donde los capitales acumulados en las bolsas sociales
financiaron la construcción de escuelas, colegios de artesanos, hospitales.
Debido a que no faltarán las
voces que plantean la inviabilidad de este tipo de iniciativa en el complejo
actual de la economía, la verdad es que la bolsa social se justifica plenamente
en el nivel microeconómico, en territorios determinados y en organizaciones de
tipo comunitario destinadas al comercio justo y el cooperativismo sustentable.
El financiamiento de la bolsa
social en la Unión Europea provendrá de los propios ciudadanos como
inversionistas, transfiriendo ahorros de comunidades para financiar empresas
sociales, las cuales no tienen un carácter especulativo, sino que se centran en
la distribución de dividendos sujetos a un porcentaje determinado. Su actividad
se basa en las nuevas métricas de indicadores sociales, en vez de la
tradicional estructura de precios.
Ante las insuficiencias
distributivas y participativa de la producción capitalista industrial, la
filosofía que anima al paradigma de la economía civil entrega coordenadas
reales como alternativa a la crisis relacional que no puede ser solucionada con
la lógica del mercado ni con la burocracia excesiva que basan sus reglas de
convivencia en el riesgo permanente.
En el caso chileno, iniciativas
de esta clase son más difíciles debido al déficit relacional a nivel del
capital social, especialmente en aquellos sectores periféricos dejados por las
dinámicas del paradigma de la economía política implantada en los ochenta, la
cual contiene elementos de anarcoliberalismo más altos que Estados Unidos. A
ello le debemos agregar la estructura social cerrada históricamente existentes.
Sin embargo, el desarrollo en los
últimos años de las organizaciones de la sociedad civil las encuentra en un
estado apropiado para iniciar diversos proyectos, con ayudas económicas de la
UE, a fin de impulsar este paradigma alternativo en ciertos territorios,
aprovechando las sinergias y la reconstrucción de lazos sociales que se llevan
a cabo en las experiencias de la producción éticamente responsable y del
comercio justo.
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