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viernes, 16 de noviembre de 2012

El formulismo no platónico de la clase política chilena

La clase política chilena nunca se ha caracterizado por la noción platónica que nos habla de gobernantes virtuosos y sabios que son los encargados de tomar decisiones en la polis. Las condiciones históricas de acumulación económica y de construccionismo socio-cultural y simbólico han desembocado en un grupo autoreferente, endógamo y que crea sus propios mecanismos de reproducción y de defensa hegemónica.
Ejemplo de las carencias de virtudes lo dan constantemente la sociedad política al intentar hacer frente a los intereses que surgen en la sociedad civil. Si una demanda de esta última toma demasiada fuerza, con posibilidades de generar potenciales espirales de cambios institucionales, inmediatamente se activan los mecanismo de defensa de gobernantes y dirigentes de partidos políticos que se recriminan mutuamente la culpa por las acciones que realiza la ciudadanía afuera de lo círculos de poder.
El caso de los coletazos del Movimiento Estudiantil chileno quedó en la bitácora. Después de que cada marcha instalana una toma de conciencia mayor en las familias que sufren el endeudamiento con bancos y el Estado por crèditos de educación superior, el discurso político-institucional ligaba las demandas ciudadanas a intereses de los partidos políticos de la oposición, con lo que se buscaba reducir al campo institucional la disputa de las fuerzas sociales que exigían cambios al modelo educacional y financiero.
Esta estrategia se repite en todo lo que atañe a discusiones socio-económicas que son instaladas por grupos sociales organizados, lo que refleja el atávico paternalismo de la clase política, que concibe al Estado como un solucionador unilateral de problemas, sin considerar una participación activa de la ciudadanía. Aquí entra en juego la falta de sabiduría y se entroniza la lógica de elites -o de grupo dominante- para tomar parte de las presiones civiles para posteriormente redirigirlas a cambios de forma en la institucionalidad puesta en cuestionamiento.
He aquí la noción de monoría organizada que habla Gaetano Mosca en su teoría de "clase política" postula la existencia, en el seno de cualquier tipo de organización social, se basa en la detención del poder en los centros de decisión efectivos.
Es el autoencierro en el diseño formalista de hacer las cosas públicas, como autoreproducción de estructuras de poder que después reafirman los intereses económicos y simbólicos. Estos últimos son la fórmula política que menciona Mosca y que en Chile se asocia con la ideología de la élite en torno a la idea de estabilidad, como algo opuesto a las presiones por reformas estructurales. El mito de la estabilidad que se asocia al mito de la excepcionalidad de Chile en la región latinoamericana, para justificar el dominio sobre el resto de la sociedad, como lo explica Mosca: "Cualquier clase política, de cualquier forma constituida, no confiesa nunca que ella manda por la sencilla razón de que está compuesta por unos elementos que son... los más aptos para gobernar, sino que encuentra siempre la justificación de su poder en un principio abstracto, en una fórmula".
Esa no confesión es la que tapona cualquier atisbo de virtuosismo platónico y del cual carece la clase política chilena.


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