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martes, 14 de mayo de 2013

Aproximación marxista de la concepción weberiana del moderno Estado racional



Max Weber planteó que la estructuración del Estado racional posibilita la optimización de recursos en la acumulación del capital que permite el desarrollo del capitalismo moderno.  Es en este contexto donde el desarrollo sistemático de preceptos legales -que adquieren la formalidad del derecho romano- va configurando un grupo humano especializado en el control y administración de las relaciones sociales de producción que toman el velo de profesionales racionalizadores entre las disposiciones de la sociedad en su conjunto y las disposiciones que se toman  en las instancias político-jurídicas que rigen determinadas sociedades.
De este modo, bajo este punto de vista, la progresiva fusión entre el aparato político y las disposiciones jurídicas, conforman un pilar fundamental en las líneas de acción que toman las agrupaciones locales que constituyen el moderno Estado-Nación. La simbiosis -entendida como una relación de dependencia recíproca- de estas instancias es el sustento material que legitima y fundamenta la acción, traducida en fuerza, de un conjunto de poderes interrelacionados que buscan mantener y reproducir las condiciones de desarrollo de una matriz económica que debe hilvanar las relaciones sociales que va produciendo, según sus propios intereses de existencia. Así, la dinámica construida genera una lógica de subsistencia al interior del bloque controlador del capital, que se basa en la dualidad costo-ganancia.
Estas son las premisas que materializan la fase de intercambio de productos que se denomina mercantilismo y es, según Weber, la primera noción sistemática en cuanto a la politización de lo económico. Es decir, es en esta fase donde la lógica costo-beneficio se incrusta en los objetivos existenciales del Estado-Nación, que racionaliza las utilidades y las inserta en el flujo circular que caracteriza a la actividad económica.
Aquí se encuentra un factor indiscutible de desarrollo sostenido; el proceso de acumulación originaria del capital adquiere un ritmo constante en la generación de utilidades, suficientes para estructurar un orden institucional que levanta un aparato burocrático militar que constituye el soporte más inmediato del modo de producción vigente y de la clase social que captura y monopoliza las decisiones del Estado  través de situaciones políticas. Sin embargo, la coacción necesariamente requiere de un fundamento legitimador que, a la postre, es internalizado mediante un mínimo consenso por el grupo humano que pulula bajo los dominadores.
Sabidos son los tres elementos weberianos que justifican el poder: la Autoridad tradicional, el carisma y la legalidad. La interacción de estos tres aspectos conforman los dispositivos que racionalizan el poder político y son captados por un sujeto que se especializa en estas instancias: El político profesional que toma el aspecto del burócrata, quien es la base subjetiva para el imaginario cotidiano que adquiere la administración pública y política en su sentido amplio.
Es por ello que la conformación del Estado racional supone la definición a priori de objetivos institucionales, llevados a la práctica por un grupo de funcionarios encargados de articular un entramado de relaciones jurídico-políticas que entran en consonancia con las condiciones impuestas por las relaciones comerciales que establece la lógica capitalista.

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