Las distorsiones de la ciencia económica han tomado un
carácter universalista con la política económica hegemónica que se ha impuesto.
De acuerdo a Pierre Bourdieu, en su trabajo sobre "Las estructuras sociales
de la economía", el conocimiento económico organizado se ha transformado
en una ciencia de Estado, "constantemente habitada por las preocupaciones
normativas de una ciencia aplicada", enfocada a respondes demandas
políticas.
Bourdieu desliza la crítica la recurrencia al pensamiento
matemático a la cual recurren algunas posiciones de la disciplina económica,
como la escuela monetarista para evitar las implicaciones políticas de la
esfera económica, especialmente en las demandas por mayor gasto social.
El pensador francés descifra cómo en la práctica el Estado
es uno de los principales actores en la construcción social del mercado,
desemascarando el discurso del liberalismo extremo que pretende negar esta
participación, la cual la ha reducido convenientemente bajo el concepto del
"rol de subsidiariedad".
A través del análisis del mercado de la vivienda Bourdieu
plantea elementos para un marco analítico que sirve para reconocer la
incidencia del aparato estatal en otros mercados, como la educación, salud y
agricultura, en que se advierte la formación de una demanda para la provisión
privada, a través de una estructura burocrática que facilita las condiciones
para la venta privada sobre la base de preferencias individuales, algo
contradictorio con la doctrina del libertarianismo.
"(...) el Estado está en condiciones de ejercer una
influencia determinante sobre el funcionamiento del campo económico (...)
porque la unificación del mercado de bienes económicos (y también de bienes
simbólicos, de los que el mercado de intercambios matrimoniales es una
dimensión) acompañó la construcción del Estado y la concentración de los
diferentes tipos de capital que éste llevó a cabo. Esto equivale a decir que el
campo económico está habitado más que cualquier otro por el Estado, que
contribuye en todo momento a sus existencia y persistencia, pero también a
estructura de relaciones de fuerza que lo caracteriza", indica el
pensador.
Bourdieu sostiene una idea que para un liberal extremo es un
sacrilegio: el campo burocrático es un gran estimulador macroeconómico que
asegura estabilidad y previsibilidad al campo económico.
La estructura social de la economía pasa por condiciones
jurídicas que deben ser funcionales al desarrollo de la oferta y demanda que
busca el mercado. En este sentido, cuando el poder establecido en torno al
mercado advierte que lógicas distintas en las condiciones jurídicas del Estado,
que reorientan al campo burocrático, se producen los quiebres bajo la lucha
discursiva sintetizada en la frase: “el cambio de las reglas del juego”.
Un aspecto relevante para entender la relación entre el
espacio social y la estructura burocrática Bourdieu lo expresa en el fenómeno
de la comisión, aquel procedimiento del Estado en que interactúa con el sector
privado para encontrar respuesta a determinadas situaciones, siendo todo lo
contrario al antagonismo que ve la doctrina liberal extremista.
Bourdieu construye una definición de la razón económica en
que se encuentran estructuras y disposiciones socialmente construidas en los
individuos. Sobre esa base elabora los principios de una antropología económica,
en que las empresas conforman una estructura de campo que se definen por el
volumen de capital para conformar una relación de fuerzas, en la cual operan
especificaciones del capital (financiero, comercial, simbólico, social,
informativo y/o humano).
La relación de fuerzas es la que determina las condiciones
en que se definen precios de compra-venta, en vez de la abstracta noción de
automatismos o fuerzas invisibles que hacen actuar a los mercados. Las
decisiones de los actores del campo económico “no son más que opciones entre
posibilidades definidas, en sus límites, por la estructura del campo, y que las
acciones deben su orientación y eficacia a la estructura de las relaciones
objetivas entre quienes las introducen y quienes las padecen”.
De Bourdieu se desprende que el llamado análisis estratégico
de empresa es una herramienta primordial en el campo de luchas que supone la
estructura de campo de la economía, con lo que la idea de una liberta abierta
–paradojalmente- queda restringida a los límites de estos mismos esquemas
estratégicos. “Las estrategias dependen ante todo de la configuración
particular de los poderes que confiere al campo su estructura y que, definida
por el grado de concentración –vale decir, la distribución de las cuotas del
mercado entre una cantidad más o menos grande de empresas-, varía entre esos
dos límites que son la competencia perfecta y el monopolio”.
El mercado, bajo esta óptica, desnuda la idealista
definición de la escuela clásica que señala la mano invisible como el motor de
la actividad que los hombres “libremente” intercambian de acuerdo a su propia
voluntad y sin coacciones de terceros. Pero son las grandes empresas que forman
la estructura de campo las que ejercen coacción sobre los otros actores que
coexisten en el conjunto de relaciones de intercambio que constituyen al
mercado. Según Bourdieu, el mercado depende de una “estructura socialmente
construida de las relaciones de fuerza”, en las cuales el Estado interviene a
favor de unos en desmedro de otros.
El aspecto estratégico de las empresas en la estructura de
campo tiene al concepto de “habitus económico” como uno de los ingredientes
principales para entender la visión reduccionista que contiene la estrategia
empresarial en la conformación del mercado. Bourdieu señala que esta práctica
guarda una similitud con la llamada proyección psicológica: “el erudito pone en
la cabeza de los agentes que estudia: amas de casa u hogares, empresas o
empresarios, etc., las consideraciones y construcciones teóricas que él tuvo
que elaborar para explicar sus prácticas”.
Es así como la ortodoxia económica de la escuela clásica y
su soporte ideológico del libertarianismo y del liberalismo monetarista reduce
las esferas de la actividad humana a la idea del agente maximizador, a partir
del direccionamiento del “habitus”, para generar una condicionamiento al
actuar, también dicha una espontaneidad condicionada para que los individuos
aprendan las reglas del juego, para que tengan un margen de maniobra dentro del
mercado a través de la participación en la estructura de campo en que opera el
mercado.
El “habitus” pretende definir la acción racional a fines
determinados como un elemento universal y homogeneizante en la estructura de
campo del mercado. De lo contrario, “en el campo económico casi no hay lugar
para las “locuras”, y quienes se abandonan a ellas pagan más o menos a largo
plazo con su desaparición o su fracaso el precio de su desafío a las reglas y
regularidades inmanentes del orden económico”.
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