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miércoles, 25 de mayo de 2016

La preocupación social por los pacientes psiquiátricos en Franco Basaglia

Un hombre de 20 años se mete inadvertidamente en la jaula de los leones en el Zoológico de Santiago convencido de un delirio mesiánico que monopolizó su mente de que era inmune al ataque de las fieras, como lo dejó anotado en un papel escrito donde señalaba ser Jesucristo en la figura representativa del león de Judea. El resultado de su accionar fueron dos leones muertos a tiros por funcionarios del recinto cumpliendo el protocolo de proteger la vida del hombre que peligraba en ese momento.
La reaccion de la opinión pública no se hizo esperar. Lamentos por los animales muertos y molestia hacia la persona que provocó la situación, a quien estigmatizaron agresivamente su condición de "locura" o de "enfermedad mental", dejando de manifiesto la nula consideración a la persona que sufre patologías mentales severas, especialmente en las redes sociales, donde presuntas personas que se autodefinen como "progresistas" y "críticos de la sociedad" condenaron al hombre desde su condición psiquiátrica, sin importar la realidad que vive esta persona. Incluso varios comentarios por internet lamentaban el hecho de que el paciente no hubiese muerto. Con ella la puerta para la muerte civil de la persona ya estaba abierta.
Esta estigmatización negativa demostró la nula preocupación social, de forma consciente e incosnciente, hacia la persona que padece de trastornos mentales. No sólo la institución del manicomio deshumaniza al enfermo mental, sino que el espacio abierto y público también deshumaniza a la persona afectada por estos trastornos, estigmatizándolo en una condición de inútil para la organización social, tal como lo plantea el psiquiatra italiano Franco Basaglia.
En su obra "La institución negada" el psiquiatra señala que "el enfermo mental es «enfermo» sobre todo porque es un excluido, y está abandonado por todos. Porque es una persona sin derechos, en contra de la cual todo es posible".
En la recopilación de sus conferencias realizadas en Brasil, aglutinadas en la obra "La condena de ser loco y pobre", el especialista denuncia la dinámica represiva que afecta a los internados en los manicomios, lo que también se reproduce afuera de estos recintos: "una  persona que entra en un  manicomio porque fue rechazada por la organización social, la sociedad, cuando es dada de alta,  encuentra una sociedad que no ha cambiado en absoluto".
En este sentido, Basaglia sostiene la necesidad de la toma de conciencia, por parte del paciente psiquiátrico, su familia y la comunidad en que este desarrolla su via cotidiana: "Cuando  un  interno  sale y vuelve  a la vida  social  se crea una  nueva  contradicción  que  tiende  a mandarlo  nuevamente  al manicomio.  En  ese  momento  es importante  que  pueda  nacer  en  la comunidad  una  toma  de  conciencia  y también  es fundamental  que  yo como  técnico  nuevo no  esté del lado de la clase dirigente sino que  esté directamente  ligado  a  la  clase  que  sufre  estas contradicciones".
Basaglia afirma que esta concientización nace de los especialistas hacia el tejido social, de modo de "para  crear  los  presupuestos  de  un  consenso  que  lleve  no  tanto  a una  mayor  tolerancia,  sino  a una  toma  de  responsabilidades,  a un  hacerse  cargo  por  parte  de  la comunidad  de  los  problemas  que  le  pertenecen".   
El caso de las reacciones de rechazo por lo ocurrido en el Zoológico hizo pasar a un segundo plano el drama de la persona afectada por el trastorno mental, pero nuevamente develó el fenómeno de la compleja relación entre las instituciones psiquiátricas, la sociedad y los pacientes, la cual está mediada por una lógica represiva, como también lo comprueba Michel Foucault en su obras La historia de la locura.
Avanzar en que los pacientes muestren su propia subjetividad en la sociedad es un elemento que también trastorna a la comunidad pues no tiene internalizado la aceptación del "loco" desde el manicomio "extra muros", lo que efectivamente se reflejó por parte de la opinión pública respecto la persona que ingresó a la jaula de los animales, dejándolos muertos por su decisión, y que gatilló una agresividad ante el paciente sin considerar su condición humana.
Sobre la base de su experiencia en las instituciones mentales de Italia, Basaglia destaca la necesidad de revertir este tipo de relación deshumanizadora entre la sociedad y el paciente psiquiátrico a través de la práctica técnica de los terapeutas y de los integrantes de una comunidad: "Cuando iniciamos  nuestro trabajo de transformación, en realidad violentamos a la sociedad,  la obligamos a aceptar al loco, y esto creó grandes problemas que antes no existían. Pero lo más importante es que en el momento en el que violentábamos a la sociedad, estábamos allí presentes para hacernos cargo, como  técnicos nuevos, de la responsabilidad de nuestras acciones, para ayudar a la comunidad a comprender qué quería decir la presencia de una persona loca en la sociedad". 
"Puedo darles miles de ejemplos. Uno tiene que ver con el modo en el que hemos tratado de cambiar  la cultura sobre el loco. Pienso en  el ejemplo de uno de los centros de salud  mental, un centro que  se encuentra en la zona industrial de la ciudad, donde está ubicada también una fábrica  importante.  En ese centro desde el comienzo se incluyeron tanto los habitantes del barrio como los trabajadores  de la fábrica. En el momento en el cual los habitantes de este suburbio y los obreros comenzaban a participar, conjuntamente con nosotros, de la vida del centro, comprendían lo que estaba sucediendo  y el preconcepto contra el loco desaparecía o se atenuaba. Son importantes estas cosas para una toma de conciencia", agrega el psiquiatra.
El acto trapéutico como acto político, según Basaglia, constituye un medio para revertir una crisis en curso, la cual es la relación entre los pacientes psquiátricos y la sociedad, sobre todo si consideramos que la condición psiquiátrica es ante todo una aceptación de la situación humana.

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