La figura del encapuchado que actúa destruyendo la vía pública con el objetivo de enfrentarse directamente con las fuerzas policiales es parte de actual espíritu del tiempo en las sociedades modernas, en que el control es uno de los principales dispositivos de poder operantes.
De acuerdo a Michel Foucault el dispositivo es una red que establece relaciones de "discurso", "institucionales", "proposiciones filosóficas", "morales", etc. las cuales son formas de expresión heterogéneas y dinámicas que interaccionan entre sí, mediadas por la circulación del poder, en el sentido amplio en que lo ubica el filósofo francés.
"Lo que querría situar en el dispositivo es precisamente la naturaleza del vínculo que puede existir entre estos elementos heterogéneos. Así pues, ese discurso puede aparecer bien como programa de una institución, bien por el contrario como un elemento que permite justificar y ocultar una práctica, darle acceso a un campo nuevo de racionalidad. Resumiendo, entre esos elementos, discursivos o no, existe como un juego de los cambios de posición, de las modificaciones de funciones que pueden, estas también, ser muy diferentes".
Y aquí llegamos a la relación entre la figura pública del encapuchado y la representación del poder hegemónico que se manifiesta en los objetos que se buscan destruir en las manifestaciones públicas: locales comerciales de poderes comerciales monopólicos, instituciones estatales y eclesiásticas, las cuales son idenficadas como un blanco de destrucción en el discurso detrás de la praxis encapuchada.
¿Cómo se vincula esta dinámica con el dispositivo? detrás del encapuchamiento existe un discurso que permite justificar el ejercicio de la violencia contra "el sistema", "lo establecido", "el orden hegemónico", "el poder hegemónico" y las prácticas de control que entrañan a todos estos términos.
Aquí se produce lo que Foucault llama como el "acceso a un nuevo campo de racionalidad", cuyos discursos se confrontan dinámicamente entre los que propugnan la práctica del encapuchamiento, sus apologistas o defensores, confrontados con el discurso establecido desde las instituciones del Estado (gobierno, policía, tribunales) y de la opinión pública (medios de comunicación).
Estos elementos cambian se establecen en el campo de juegos, tomando claras posición en el marco de las manifestaciones públicas de la sociedad civil, aunque es posible advertir que en este "juego de los cambios de posición" y de "modificaciones de funciones" el poder hegemónico privado y público manipulen a su favor las consecuencias de la violencia que caracteriza el actuar del encapuchamiento.
En otras palabras, la figura del encapuchado como reflejo de una estrategia de resistencia es susceptible de ser tomada por una contraestrategia proveniente del poder hegemónico (que contrariamente a lo que se piensa no es fijo ni estático), con lo cual -desde la perspectiva del poder que tanto dice odiar el discurso del encapuchamiento- el encapuchado se convierte en un dispositivo de terror que se manipula desde
el poder, dejarlo actuar surte el efecto deseado de distorsionar la
verdadera manifestación.
De esta forma el encapuchado se transforma en un tonto útil que en la
práctica también es controlado por el objeto que tanto dice odiar y
luchar: el Estado y la clase dominante. El slogan de "la capucha no
iguala en la lucha" se convierte en un elemento que utiliza el poderoso
para reproducir temor en la población y rechazo a la manifestación
ciudadana que se expresa de otras formas.
El encapuchado también es un
esporádico sujeto social que logra ser manejado desde el poder, nunca se
manifestará en los barrios de la clase dominante, por más que enarbole
que su accionar responde a los efectos de la violencia simbólica de la
cual dice ser víctima.
Puestas así las cosas coinciden con este tipo de relacionamiento a partir de la figura del encapuchado o de la práctica del encapuchamiento coincide con lo que plantea Foucault al describir los rasgos de un dispositivo: "El dispositivo tiene pues una función estratégica dominante(…)el dispositivo está siempre inscripto en un juego de poder".
Cabe señalar, para no cerra la discusión en estos límites, que en la práctica del encapuchado también se pueden identificar dispositivos ideológicos y de otro tipo.
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