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lunes, 4 de febrero de 2019

Lecciones de liberalismo desde el pensamiento de Ludwig Von Mises

"Sobre liberalismo y capitalismo" es la obra del economista Ludwig Von Mises, uno de los principales exponentes de la escuela austríaca de economía, pieza angular para comprender los postulados del liberalismo durante el siglo XIX hasta nuestro días y que se diferencias en algunos aspectos del pensamiento liberal, configurado desde el siglo XVII.
Lo primero: Von Mises define al liberalismo como "un mero ideario, pura teoría científica sobre el comportamiento de la sociedad humana, que procura ilustrar a la gente acerca de la conducta cívica que más beneficia a todos".
Contrariamente a los principios del liberalismo de Jeremy Bentham y su utilitarismo, en la introducción de su obra Von Mises reconoce el preeminente rasgo de la filosofía materialista en la doctrina liberal, señalando la relevancia que tiene el bienestar material, por sobre las necesidades metafísicas espirituales o internas del hombre, con lo cual la búsqueda y consecución de la felicidad para la mayor cantidad de individuos posibles, queda en un papel secundario. 
Según Von Mises, el liberalismo "no promete al hombre felicidad y contento; simplemente, la satisfacción de aquellos deseos que pueden satisfacerse a través del mundo externo", puesto que la política económica no puede dar felicidad ni atender los deseos más íntimos de los hombres, por lo que bajo esta lógica se evidencia la manipulación de los discursos gubernamentales que prometen mayor felicidad a partir del manejo de la política económica, ya que esta es un instancia externa al individuo mismo. Es en la subjetividad de cada uno de nosotros de donde proviene lo que apreciamos.
"La gente no busca una inalcanzable felicidad absoluta; el hombre se afana y moviliza por suprimir, del modo más cumplido posible, un cierto malestar y, si lo consigue, es más feliz o menos desgraciado de lo que sería en otro caso. Al adquirir un televisor, con su propio actuar pone de manifiesto que en su individualizada opinión el aparato va a hacerle más dichoso o menos infortunado, según se mire", precisa.
Así, para esta corriente del liberalismo, el mundo capitalista no es catalogado como feliz, pues "carece de interés para un ideario como el liberal, basado en fundamentos estrictamente científicos, inquirir si el capitalismo es bueno o es malo, siendo así que no puede imaginarse ningún otro sistema mejor desde un punto de vista moral, filosófico o metafísico. Porque el liberalismo se ampara en las ciencias puras de la economía y la sociología, que ni pueden formular juicios de valor, ni menos aún proclamar dogmáticamente qué debe ser  y qué no debe ser, qué es el bien y qué es el mal. Nuestra disciplina se limitar a mostrar qué es lo que efectivamente acontece y por qué razones sucede". 
Y más adelante expone en torno a este mismo punto: "El liberalismo, que, como es sabido, tiene una base puramente científica y cuya política no es más que la aplicación práctica de lo que la ciencia enseña, debe hallarse invariablemente en guardia para no caer en acientíficos juicios de valor, siempre de condición subjetiva"
Más adelante veremos cómo este principio de cientificidad, neutra frente a lo moral, es irreductible en el liberalismo frente a una eventual síntesis hegeliana con otros idearios.
El principio del racionalismo es un elemento que cobró más fuerza en los siglos de desarrollo de las ideas liberales, especialmente respecto al ordenamiento de la sociedad. "Los problemas que plantea la política social son meras cuestiones técnicas; hay que abordarlas de la misma forma y con los mismos métodos que se emplean para resolver los demás asuntos científicos, a saber, mediante la reflexión racional y la oportuna observación de las circunstancias concurrentes", afirma.
Este racionalismo tiene una lógica sacrificial, que se basa en la causalidad de los acontecimientos. De ahí, como más tarde dirá Fiedrich Hayek, es que los liberales de esta escuela explican su rechazo a las reformas, debido a que podrían generarse efectos no deseados que terminarían siendo más perjudiciales, en vez de beneficiosos para la sociedad.
Esta lógica del sacrificio también se relaciona con el ordenamiento social. De acuerdo a este postulado, el liberalismo implica la experimentación de ciertos periodos o etapas de sacrificio para algunos individuos, en aras de la extensión de los ciclos del capital, ya sea en su producción, distribución y consumo. No se contempla una política económica centrada  en el consumo del capital (el punto esencial es que el incremento del capital disponible supere al crecimiento de la población), por lo que desde la escuela austriaca se justifican los llamados periodos de vacas flacas porque racionalmente es visto como un medio sustentable en el tiempo. Por eso se habla de la lógica de escasez de los recursos, para hacer frente a la presión de mayor recursos para dar respuesta a mayores necesidades dentro de las sociedades. "La política antiliberal es una política de consumo de capital. Amplía la provisión presente a costa de la futura". 
Es así como se entienden recursos discursivos como el "no hacer caso a los cantos de sirena" que se representan en las demandas que exigen mayores gastos, pues de este modo el barco puede extraviar su rumbo y chocar contra las rocas. De ahí también se desprende la eterna promesa de tiempo mejores para experimentar gratificaciones permanentes que solamente se materializarían se no se consideran las gratificaciones momentáneas.
"La actividad racional se diferencia de la irracional en que implica momentáneamente sacrificios. No son éstos sino sacrificios aparentes, pues quedan ampliamente compensados por la favorable consecuencia posterior. Quien renuncia a ingerir un delicioso pero perjudicial alimento hace un aparente sacrificio provisional. El resultado de tal actuación -el no sufrir perjuicio fisiológico- pone de manifiesto que el sujeto no sólo ha perdido, sino que ha ganado", indica Von Mises.
Las terapias de schock son un ejemplo de esta lógica de sacrificio que apela el liberalismo: En un determinado estas son consideradas racionales, como la reducción de pensiones y otros beneficios sociales a grupos rezagados, pues se consideran que son un medio para posteriormente alcanzar el fin de contar con condiciones más auspiciosas en el futuro que son capaces de compensar los anteriores sacrificios. Un principio similar se observa con el trabajo infantil en Inglaterra en el siglo XIX: De no haber existido, no se habrían permitido las condiciones de reproductibilidad del capital y de los beneficios para la población.
El principio entonces de no intervenir las acciones de los individuos, especialmente en el campo económico, es sacro santo para el liberalismo.Para Von Mises, "(...)las tan lamentadas realidades generadas" responden a "las limitaciones impuestas a la libertad". Este pensamiento es clave para entender el liberalismo actual, derivado de las tesis nacidas en la escuela austriaca.
El intervencionismo, entendido como regulación del poder público en el campo económico, es definido como una fuerza creadora de "situaciones opuestas a las que los propios patrocinadores de la intervención desean conseguir", por lo que asegura que imaginar una "tercera vía" entre el capitalismo y el socialismo es un error que empeora la situación que se desea solucionar.
De acuerdo a los elementos planteados por Von Mises, el liberalismo se ocupa de hacer ver los desastres a los que conduce la aplicación de otras doctrinas que no sean la que este ideario propugna. "Y, en este terreno, lamentablemente, no hay lugar para concesiones en favor de errores o medias verdades, por populares o graciosas que resulten".
La idea de que es necesaria la existencia de ciertos niveles de coacción también es otro elemento de esta doctrina. El Estado solamente justifica su existencia, como lo sostiene John Locke y John Stuart Mills, para la protección de la propiedad privada y garantizar el orden público y la estabilidad. Tiene que haber coacción para impedir que la comunidad sea perjudicada por "quienes se levantan en armas contra el orden social establecido". De todos modos, al mismo tiempo, se plantea que este poder constituido sea por la fiscalización de quienes ejercen este poder.  
"Pero ¿qué es eso del intervencionismo? De intervencionista calificamos a aquella administración pública que no restringe su actividad al mantenimiento del orden público, o sea que no quiere limitarse, como hace cien años se decía, a "producir seguridad ciudadana". El Estado se hace intervencionista cuando amplía su propia esfera de actuación interfiriendo el funcionamiento del mercado", señala Von Mises. A su juicio, el intervencionismo es el engendrador de los grupos de presión, que goza de posibilidades, o regalos regulatorios que a otros "se les cercena coactivamente".
Un punto importante y conclusivo es el que también Von Mises advierte que el liberalismo nunca se ha materializado en su forma pura a partir de sus postulados, lo que lo deja en el mismo terreno de las formas de conocimiento del hombre: como una aproximación que no debe ser confundida con el dogmatismo, pese al contenido irreductible que muestra la escuela austriaca para definir al liberalismo. 

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