La desvalorización de los valores supremos, como lo llamaba
Nietzsche, sin que sus adherentes estén sujetos a principios determinados en
las personas que cuestionan el orden establecido es una de las características
en la obra de Charles Bukowski, a través de su personificación literaria Henry
Chinaski, uno de los máximo exponentes del nihilismo del siglo XX, del
“nadismo” que critica la sociedad de consumo estadounidense y su constructo
discursivo del “sueño americano”, con la ética del trabajo que encierra.
No hay una búsqueda de trascendencia en Chinaski, su
experiencia no contempla una planificación racional como valor predominante, ni
un sentido explícito. La renuncia al absolutismo del fetichismo de la mercancía,
que genera los llamados estilos de vida, produce una moral propia del aquí y el
ahora, que se puede ejemplificar en este relato de Chinaski, cuando describe
uno de sus numerosos empleos:
-“Vagabundos e indolentes, todos los que allí trabajábamos
sabíamos que teníamos los días contados. Así que andábamos relajados y
aguardábamos a que descubriesen los ineptos que éramos. Mientras tanto,
vivíamos integrados en aquel sistema, les dábamos unas pocas horas de
honestidad y bebíamos juntos por las noches”. (Factotum).
El no sentido de la trascendencia por el lugar que se ocupa
en la división del trabajo es el “nadismo” cotidiano que describe Bukowski en
su relato empírico, cuando pululó de trabajo en trabajo, sin un deseo objetivo
de ascender o mantener una estabilidad continua en el tiempo, como sostenía el
régimen laboral del primer mundo a mediados del siglo XX, en plena concepción
keynesiana del “New Deal” estadounidense.
El mencionar la sensación de tener los días contados en un
trabajo es parte de esa sensación del nihilismo, que reivindica la
individualidad de las personas frente a una existencia sin certezas. El valor
que se crea es el relajo, asociado a la indiferencia. No se privilegia la ética
productiva, sino que emerge una ética de espera al despido, con lo que hablamos
de la certeza de que nada es estable, una cultura del sub empleo que se
profundizó con el fin del Estado keynesiano.
Otro diálogo de Chinaski, en otro trabajo, donde se dedicó a
aportar a los caballos, esconde la convicción de que el despido es lo único
seguro en el mundo del trabajo moderno:
-“¿Sabía que íbamos a despedirle?
-“No, pero a los patrones no cuesta mucho adivinarles las
intenciones”.
-“Chinaski, no ha dado golpe en todo el mes, y lo sabe”.
-“Un hombre se rompe el alma trabajando y ustedes no lo
aprecian”.
-“Usted no se ha estado rompiendo el alma. Chinaski”.
-“Me quedé mirándome los zapatos durante un rato. No sabía
qué decir. Entonces lo miré.
“Le ha estado dando mi tiempo. Es todo lo que tengo que dar,
es todo lo que un hombre tiene. Por un cochino dólar cada cuarto de hora”.
-“Acuérdese de que nos suplicó por este trabajo. Dijo que el
trabajo era su segundo hogar”.
-“dándole mi tiempo para que usted pueda vivir en su mansión
en lo alto de la colina y tener los lujos que desee. Si hay alguien que haya
perdido en este trato, en este puto arreglo…ese he sido yo, ¿entiende?”.
(Factotum).
La certeza de que nada es estable en el tiempo es uno de los
rasgos del nihilismo, abriendo paso –según Nietzsche a la voluntad de poder, al
uso del libre albedrío moral para escapar del yugo del trabajo. Chinaski
reconoce que no hay un objetivo trascendental en su propia individualidad, al
servir como una herramienta que enriquece a su empleador, por lo que no cumple
con las reglas del trabajo.
“Mi idea era la de vagar por ahí sin hacer nada, esquivando
siempre al patrón y evitando a los lameculos que podía chivarse al patrón. No
era muy listo. Cosa de instinto, más que nada. Siempre que empezaba en un
trabajo, tenía la sensación de que pronto lo dejaría o me despedirían, y esto me
hacía comportar con una relajación que era considerada, erróneamente, como
astucia o alguna especie de poder secreto”. (Factotum).
Ese poder secreto de Chinaski es el nihilismo, al
desvalorizar al valor supremo de la economía: El trabajo.
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