Una serie de
conceptos anclas nos entrega el filósofo francés Pierre Bourdieu en su ensayo
“Sobre la Televisión”, para identificar algunos conceptos clave que no son
considerados por el sentido común, a la hora de construir un discurso crítico a
los contenidos del formato televisivo.
La entronización
del sentido de la urgencia es uno de los primeros elementos a reconocer para un
análisis crítico del discurso televisivo. Bourdieu señala que “uno de los
mayores problemas que plantea la televisión es el de las relaciones entre el
pensamiento y la velocidad”, desde donde nacen los llamados “pensadores
rápidos” (fast thinkers), personajes que constantemente son invitados a los
estudios de televisión, especialmente a los programas matinales, para dar su
parecer sobre temas que por antonomasia buscan generar un alto impacto, por
sobre la reflexión.
El afán de
velocidad en los presentadores de noticieros, periodistas, entrevistados y
panelistas lleva consolidan discursos de “ideas preconcebidas” o “tópicos”. “Las
“ideas preconcebidas” de que habla Flaubert son ideas que todo el mundo ha
recibido, porque flotan en el ambiente, banales, convencionales, corrientes;
por eso, el problema de la recepción no se plantea: no pueden recibirse porque
ya han sido recibidas. Ahora bien, trátese de un discurso, de un libro o de un
mensaje televisivo, el problema principal de la comunicación consiste en saber
si se han cumplido las condiciones de recepción: ¿Tiene quien escucha el código
para descodificar lo que estoy diciendo? Cuando se emite una “idea
preconcebida”, es como si eso ya se hubiera hecho; el problema está resuelto.
La comunicación es instantánea porque, en un sentido, no existe. O es sólo aparente.
El intercambio de “ideas preconcebidas” es una comunicación sin más contenido
que el propio hecho de la comunicación”.
“Las “ideas
preconcebidas”, que desempeñan un papel fundamental en la conversación
cotidiana, tiene las virtud de que todo el mundo pueda recibirlas, y además
instantáneamente; por su banalidad, son comunes al emisor y al receptor. Y, por
el contrario, el pensamiento es por definición subversivo: para empezar ha de
desbaratar las “ideas preconcebidas” y luego tiene que demostrar las propias”,
agrega.
Otro elemento
importante es reconocer lo que Bourdieu denomina la “estructura invisible” de
los Medios de Comunicación, compuesta por factores como las cuotas de mercado,
competencia, as fuerzas de la banalización y los índices de audiencia. Este
último es el que pone un gran peso económico en los Medios, lo que se traspasa
al campo de la producción cultural.
Por último, unos
comentarios sobre el vilipendiado trabajo del periodista que, en mercados
concentrados por unos pocos actores hegemónicos, son el principal blanco de las
críticas, en vez de los propietarios de los Medios de Comunicación. Bourdieu
sostiene que el campo del periodismo “depende mucho más de las fuerzas externas
que cualquier otro campo de producción cultural, como el de las matemáticas, el
de la literatura, el jurídico, el científico, etcétera. Depende muy
directamente de la demanda, estás sometido a la sanción del mercado, del
plebiscito, incluso tal vez más que el campo político”.
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