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jueves, 24 de marzo de 2016

La constante histórica del Estado y del empresariado contra la economía informal de subsistencia en Chile

La visibilidad que ha encontrado el decomiso de productos y el encarcelamiento de vendedores callejeros por parte de Carabineros en las redes sociales, a través de videos tomados por ciudadanos, es el registro de un fenómeno histórico que va de la mano con la dinámicas de conformación de la sociedad chilena.
Para unos es la acción del aparato represivo del Estado sobre la economía informal, de sobrevivencia, mientras que otros sectores recurren al legalismo para señalar que esta práctica no cumple con las normas establecidas, dándose una competencia desleal en comparación al comercio establecido que sí paga impuestos, patentes y otros costos enmarcados dentro de los circuitos formales de la economía.
Pero lo cierto es que este fenómeno tiene raíces históricas que han condicionado la actual lógica de enfrentamiento que aplica el Estado y los gremios empresariales a este tipo de actividad económica. Un ejemplo de esta tortuosa relación se muestra en la obra de Gabriel Salazar, "Labradores, Peones y Proletarios en el siglo XIX", donde se aborda el proceso de pauperización popular producido por la presión del mismo Estado y de los terratenientes y grandes comerciantes, mediante la aplicación de impuestos, a fin de terminar con sus actividades económicas independientes, asociadas a pequeñas propiedades, presionándolos a salir del aparato productivo de sobrevivencia que tenían, con lo cual una considerable parte de este sector estableció estrategias de salvataje como las fondas o chinganas, lugares de esparcimiento.
El contexto lo explica Salazar: "Mas allá de las cargas impositivas comenzaba la región de la opresión social, cultural, moral y, aun, militar. Por un lado, las autoridades nacionales y locales comenzaron a desalojar de las ciudades a los campesinos y el comercio campesino, jugándose por el desarrollo de la sociedad urbana y de los “comerciantes establecidos".
Así, la economía de sobrevivencia de las fondas terminó siendo prohibidas por los cabildos decimonónicos.
"Sin embargo, legitimadas por la fuerza de los hechos, las fondas o chinganas reaparecían con fuerza después de cada prohibición. En realidad, en tanto el número de mujeres campesinas desplazadas por la crisis aumentaba en lugar de disminuir, y mientras el comercio campesino mantenía flujos apreciables, las formas populares de socialización y diversión suburbanas reaparecían constantemente, con la misma fuerza. En vista de ello, las autoridades dudaron entre reglamentar su funcionamiento o suprimirlas", sostiene Salazar.
El elemento en común entre las chinganas y el comercio callejero es la estructuración de formas de sustento económico frente a la marginación del poder económico formal, especialmente en aspectos como los rasgos estructurales de las fuerza de trabajo en Chile, caracterizada por la falta de industrialización, tanto en el siglo XIX como en la actualidad, junto a la emergencia de empleos más precarios que en el pasado se manifestó con actividades como las chinganas o venta de alimentos y que ahora se identifica en la precariedad laboral vinculada al sector de servicios, lo que lleva a la aparición de los llamados "salarios de escape", pues los ingresos que se generan con las ventas ambulantes son mayores que a los salarios mínimos mensuales del mercado laboral. 
Salazar explica en su obras una aproximación histórica a los salarios de escape de la época entre el peonaje:  Los reclutas, lo mismo que los sirvientes domésticos, tenían asignado un salario nominal que rara vez, o nunca, se cancelaba. Por lo tanto, emplearse por un salario equivalía a vivir bajo techo ajeno y a ser alimentado por otro. O sea, se caía en la servidumbre de por vida. Los peones comenzaron a desertar sistemáticamente de ese trabajo asalariado pre-capitalista. Prefirieron, en la eventualidad, convertirse en “regatones”, esto es, en vendedores callejeros. Para ellos, era preferible insertarse en la economía popular (campesino-peonal) de subsistencia, abierta y liberal, y no en la absorbente economía Patricia".
De este modo, el salario de escape se convierte en una constante histórica de la vida económica chilena en los sectores populares.
Pero también está presente el factor antropológico que menciona Salazar:  "Y fue así que, del colapso de la economía y la sociedad campesinas, surgiría el célebre “roto chileno”, cuya independencia y desacatos constituirían la primera amenaza estratégica para la dominación del patriciado chileno".
La figura socio cultural del roto que vende en las calles perdura, con un discurso institucional que asocia la venta callejera con la delincuencia; se cuestiona la independencia de la supervivencia económica con el desacato a la Ley, como muestra un estudio actual de la Cámara Nacional de Comercio: "Alternativas de gestión del comercio en la vía pública para la prevención del delito".
Ser vendedor callejero en la actualidad es el producto histórico-social del peonaje que quedaba dando vuelta en el pasado debido a la marginación socioeconómica.
Esto último nos lleva al tema de la aplicación de la fuerza del Estado, expresada en la fuerza policial, para contener este fenómeno, apelando a un objeto discursivo del interés público que tiende a la apelación de fines morales, como la figura de la protección al consumidor y la seguridad pública, que en el fondo son funcionales a la defensa de los intereses privados.
Salazar gráfica este tiempo de ejemplo que se puede explicar como una constante histórica entre las relaciones del orden dominante y las actividades económicas informales y se subsistencia: "Habiendo las autoridades eclesiásticas y municipales encontrado que el comercio subsistencial femenino era moralmente reprobable, iniciando contra él (o ellas) una ofensiva de carácter tributario, policial, y de discriminación social. En esta campaña, encontraron el apoyo espontáneo y firme de los comerciantes establecidos. De un modo u otro, la mujer de pueblo se convirtió en la mente Patricia en sinónimo de “china”,“prostituta” y “aposentadora de ladrones”.
Finalmente otro trascendencia histórica es el grado de influencia que han tenidos los poderes arbitrales del Estado y del sector privado dentro del mercado del trabajo en Chile desde la aparición de la República moderna, pues son factores que junto a los intereses mercantilistas, han limitado la libre competencia en el mercado del trabajo, siendo uno de los motores que presionan a la salida hacia los circuitos informales de subsistencia.

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