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miércoles, 30 de marzo de 2016

La ilusoria propaganda que se esconde en la "derrota" ideológica de la derecha en Chile

Axel Kaiser, director de la Fundación para el Progreso, institución financiada por el clan económico de la familia Ibáñez, es uno de los recientes "ideólogos" del libertarianismo estadounidense, sobre la base de las ideas de John Locke y que ven en el Estado el origen de todos los males que afectan a la arbitrario principio de la "libertad" del individuo. Su pensamiento forma parte de una de las vertientes surgidas por la crisis de la derecha post moderna, que aún lucha en su interior por el juego de dominio entre el autoritarismo, integrismo religioso, liberalismo económico, nacionalismo y corporativismo que coexisten en el interior del bloque político-social.
Las ideas de Kaiser han hecho mella en el público objetivo que se identifica con el ideario del libertarianismo, aunque también han servido como un salvavidas a los exponentes más tradicionales de la derecha que se escudan en el liberalismo para la defensa de sus intereses, muchos de los cuales siguen teniendo un carácter corporativista, mercantilista y autoritario, es decir en expresiones que se oponen abiertamente al ideal libertariano que tanto pregona la Fundación para el Progreso.
En su primer libro “La fatal ignorancia: la anorexia cultural de la derecha frente al avance ideológico progresista”, Kaiser plantea la tesis de que las ideas del liberalismo económico de la derecha han perdido fuerza en la sociedad, achacando la causa a la circulación de ideas provenientes de intelectuales de centro izquierda, con lo cual cae en el principio elitista de que son las ideas las que determinan la conciencia de las personas y no su práctica cotidiana y las relaciones con los demás.
En primer lugar Kaiser omite el hecho de que los Medios de Comunicación masivos no están en manos de la “centro izquierda”, sino que se concentran en la misma derecha, por lo que ya tiene un vacío analítico a la hora de revisar la circulación de las ideas en el debate nacional y su influencia en la ciudadanía.
Entonces pareciera ser que Kaiser apunta a que la "batalla de las ideas" se ha perdido desde el punto de vista de los emisores de las ideas, algo cercano a la teoría hipodérmica en que la información sólo se inyecta y nada más, produciendo una espiral de causa y efecto que depende sólo de los círculos intelectuales.
Esta mirada reduccionista del problema impide que Kaiser tenga el conocimiento de que en diferentes estratos de la sociedad también circulan ideas, valores y creencias que no dependen de las fuentes emisoras. El conocimiento sensible de la vida cotidiana incluye un componente subjetivo que en algunos casos es más fuerte que la objetividad construida desde instituciones hegemónicas, lo que es uno de los pilares de la sociología del conocimiento. En este sentido, Kaiser se identifica, quizás sin saberlo, con las ideas conservadoras de Ortega y Gasset con su distinción entre élites y masas.
Al final del prólogo a la tercera edición de este libro, Kaiser afirma que la historia no es hecha por leyes, sino que por el quehacer de los seres humanos, lo cual justamente es el factor que explica la derrota de las ideas de la derecha en un considerable sector de la sociedad chilena. Es la ideología del sentido común que se forma producto del funcionamiento del supuesto mercado libre -que pretende defender Kaiser- la que da crédito a la derrota ideológica que él sostiene.
La segunda falacia de Kaiser es sostener que todo lo que se oponga al ideario libertariano a la chilena es sinónimo de ideas igualitarias, cuando el problema proviene de un fenómeno real: El sistema económico está cuestionado en algunos sectores de la población por sus inoperancias prácticas, más que por la circulación de un discurso en su contra: ¿Cómo es posible que alguien que ahorra $48 millones en la AFP obtenga una pensión mensual de $250 mil? Lo mismo pasa con el kafkiano servicio de Isapres, en que planes de US$100 de promedio suben al doble por la venta de "insumos" de clínicas que también pertenecen a las Isapres, o a las rigideces de los bancos para seguir dando créditos que tienen un costo extra que supera el 50%. Tampoco es producto de un discurso el rechazo de la población al cobro de intereses, comisiones y otros cargos que realizan los bancos chilenos, los cuales tienen una de las tasas más altas del planeta. Además, un hecho tan simple como la molestia que tienen los individuos por la caída de los servicios que contratan, como telefonía y cable, tampoco proviene de un discurso de la "izquierda", ni mucho menos la política de la empresa de hacerlos esperar por ser atendidos en el call center. Tampoco es una creación de los intelectuales de "izquierda" la política comercial de los supermercados de poner productos con precios descontados que al momento de pagarse no se registran como tales, engañando a los consumidores. Es decir, según  Kaiser, fenómenos de ineficiencia y abuso como la publicidad engañosa, la colusión de precios, el no reajuste de salarios según el IPC solamente son parte de una orquestación discursiva de la "izquierda" destinada a influenciar a las personas.
Kaiser encubre esta realidad concreta, denominándola en su libro como “el histérico discurso de denuncia empresarial”, por lo que no se concentra en las causas que lo generan este descontento, que va mucho más allá de las narraciones de los afectados. En otras palabras, la gente no requiere de "intelectuales" que los influencien de ideas contra el funcionamiento actual del modelo económico, sino que las distorsiones del mismo son las que configuran las condiciones para que las personas planteen alternativas.
Kaiser también ignora la lógica económica que mueve a la mayoría del empresariado, que es la que relaciona la eficacia con el utilitarismo: que el mayor beneficio alcance a la mayor cantidad de personas, sin considerar los descontentos que se producen en este camino. No sabe que la denuncia ciudadana por el mal funcionamiento de las empresas que afectan la vida cotidiana también responde a las ideas de libertad de las personas, que reclaman por considerar que sus derechos individuales son perjudicados por el accionar del mercado.
Gran parte población tiene mala evaluación de las institucionalidad creada por el mercado porque se aprecian más costos que beneficios. Si bien existe una aceptación general del principio de economía abierta, lo que realmente se cuestiona son las limitaciones del modelo de mercado para entregar beneficios reales. Lo que produce la pérdida en la "batalla de las ideas" es que servicios básicos, como agua, luz, gas, previsión social, salud y educación deban ser costeados por los propios bolsillos de las personas en el contexto de bajos salarios que existe en el mercado laboral chileno. Son las mismas empresas las que con sus políticas contribuyen a la emergencia de las ideas de un Estado benefactor.
Pensar en que "la batalla de las ideas" es lo que explica la crisis de legitimidad del modelo es caer en el propagandismo pues se levanta la idea de que la práctica comunicacional es algo lineal y mecanicista, desconsiderando la mediación comunicacional que se genera a través de acuerdos entre las personas. Probablemente Kaiser no conoce las teorías modernas de la comunicación, sino que más bien demuestra que es parte del ethos cognitivo y cultural de la derecha, basado en la creencia de que las élites determinan la conciencia de la población, sin considerar su vida práctica y vicisitudes reales.
Kaiser no es capaz de reconocer que el utilitarismo económico es una de las variables que han llevado a esta situación de crítica al modelo económico, sino que más encima le asigna un valor positivo, pese a que identifica que la derecha y el empresariado han concentrado sus acciones en esta dinámica, desatendiendo la defensa ideológica de la mercadocracia.
Otro punto complicado para Kaiser es que desconoce la necesidad de avanzar al equilibrio Estado-mercado. Si bien esto nunca llegará al punto ecuánime y perfecto, la realidad es que la existencia de sistemas mixtos es lo que se ha venido dando en el país en algunas instituciones socioeconómicas, como en la previsión y salud, pues sí se hubiesen quedado como los dejó la derecha, la situación sería más paupérrima que la actual.

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