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jueves, 25 de agosto de 2016

El autoritarismo en el "saber económico" del dirigismo liberal en Chile

El dirigismo liberal, nacido de la sociedad Mont Pelerin, contempla la aplicación de los principios liberales en la economía en un contexto de autoritarismo, como lo planteó Friedrich Von Hayek, uno de los principales exponentes de esta vertiente del liberalismo, en una entrevista dada al diario El Mercurio durante la dictadura militar de Augusto Pinochet en Chile: "una dictadura puede ser un sistema necesario para un período de transición. A veces es necesario que un país tenga, por un tiempo, una u otra forma de poder dictatorial. Como usted comprenderá, es posible que un dictador pueda gobernar de manera liberal. Y también es posible para una democracia el gobernar con una falta total de liberalismo. Mi preferencia personal se inclina a una dictadura liberal y no a un gobierno democrático donde todo liberalismo esté ausente".
Este principio que integra el desarrollo liberal en un marco autoritario es el que ha caracterizado al liberalismo hegemónico en Chile, aunque convengamos que existe una amplia heterogeneidad de ideas liberales con diferentes matices. Sin embargo el tipo de liberalismo imperante en Chile se caracteriza por tener un orden discursivo de los propugnadores del pensamiento libertariano ortodoxo que en los últimos años ha conformado una feligresía no despreciable, aunque dentro de ella es posible identificar dierente posturas, de las cuales pocas son las que no omiten la relación que existe entre la implementación de medidas liberales en el contexto de la dictadura militar.
Un principio en el guiño al autoritarismo liberal de Hayek se sustenta en su obra "Derecho, Legislación y Libertad", donde señala el "desvío del ideal democrático" que a su juicio se genera "cuando se dota a un gobierno democrático de omnímodos poderes, se le debilita hasta el punto de convertirlo en simple juguete de cuantos intereses sectarios los gobernantes de ven obligados a complacer al objeto de lograr para sus programas el necesario apoyo mayoritario". 
En otras palabras el escepticismo del dirigismo liberal cae en la eterna sospecha hacia la figura de los "políticos", como organizadores desde las cúpulas para que las personas se movilicen, encontrando un punto de coincidencia con el discurso autoritario que, en otros ejemplos, se ha dado en los gobiernos totalitarios de carácter corporativista o en la misma dictadura de Pinochet, donde las vertientes doctrinarias del nacionalismo y corporativismo, al igual que este tipo de liberalismo, coincidían en achacar todos los males a los políticos, para lo que se requería de una élite ilustrada encargada de orientar a las masas ignorantes. Aquí se inserta la idea de la democracia protegida, acuñada por Jaime Guzmán, en cuya institucionalidad tuvo cabida este tipo de dirigismo liberal, específicamente a la hora de diseñar la política económica, del trabajo y de la previsión social.
La teoría política de esta clase de liberalismo ha tomado elementos ideológicos de la tecnocracia, configurando un orden argumentativo que denosta a los otros discursos u opciones éticas que se oponen a los resultados que el principio liberal dice defender, especialmente en el campo de la economía política, estableciéndose como un saber dogmático.  Detrás de un dogma está la idea de tener un pensamiento único con la finalidad de mantener el poder.
Esto queda manifiesto en el debate sobre el sistema previsional, donde la aparición de las movilizaciones sociales contra la AFP ha encontrado una reacción discursiva de los que dicen ser libertarios en las redes sociales, en que se trata de ignorantes a quienes deciden materializar su opción de oponerse al sistema de capitalización individual, con lo que el principio liberal queda atrapado en la lógica técnica de infalibilidad, al estilo papal. Los economistas son la encarnación del poder pastoral que menciona Foucault, seguidos a ojo cerrado por los que dicen ser "libertarios" a la hora de poner los argumentos en el debate sobre la institucionalidad hecha con principios liberales.
El pensamiento tecnócrata se siente incómodo con la deliberación democrática, la considera carente de la racionalidad "neutra" que ofrecen los números y enfoques cuantitativos. Y este razonamiento se ha insertado en la lógica del dirigismo individual los que se oponen a los sistemas creados bajo el principio liberal están en un estado de profundo error o simplemente son manipulados por la lógica usurpadora de alguna fuerza política-ideológica que les ha envenenado la mente y voluntad. e ahí, por ejemplo se entiende el exabrupto propagandista de José Piñera, al señalar que el comunismo y grupos terroristas están detrás de las movilizaciones de rechazo a las AFP.
En esta línea, este tipo de liberalismo guarda semejanza con pensamientos de corte iluminista, al estilo del magisterio del catolicismo que asociaba el error por la separación de la verdad portadora de sus ideas e instituciones, o de Ortega y Gasset, quien asoció la virtud en las élites y la ignorancia en las masas. 
La paradoja entonces es que esta clase de liberalismo niega la autonomía individual de las personas. Demuestra que no cree en que las personas sean capaces de tomar una decisión personal de rechazar el sistema previsional actual, encontrando a otras personas que coinciden en este diagnóstico. Esto, para el dirigismo liberales es el producto de una fuente externa que controla a las personas y aquí emerge también la visión liberal contra la burocracia: el liberalismo considera que el burócrata implementa directrices legales usurpadoras que son seguidas por un grupo de ovejas que se someten al poder blando de las normas y reglamentos. Esto queda de manifiesto con el discurso que reproducen por redes sociales algunos autodenominados "liberales" con la argumentación de que las personas que rechazan las AFP y piden un cambio al sistema previsional imperante no saben o quieren que el dinero ahorrado en las cuentas inviduales sea usurpado por los políticos y burócratas. Con esto el dirigismo liberal también tiende a crear la idea de un grupo de personas "burocratizadas" que no han sido tocadas por el iluminismo de su doctrina, por lo que autoritariamente les asigna una falta de autonomía, sin considerar el interés individual de esas personas, quienes no han sido obligadas unas a otras para marchar contra algo que no consideran eficiente desde el punto de vista práctico, ni justo desde el punto de vista moral y de la preocupación por el otro.
El liberalismo hayekiano establece un sistema de guardianes de un cierto saber, la tecnocracia, cuyas pretensiones de validez catalogan otros saberes con la certeza autoreferente de que están equivocados. En la historia de la teoría política esto es normal, pero sostener que sobre esta base del error se desmerezca la opción individual de las personas a disentir es caer en el autoritarismo, lo que en algunos autodenominados liberales no parece provocar mucho conflicto.

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