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martes, 16 de agosto de 2016

El manipulado principio ético del utilitarismo que tiene el sistema chileno de las AFP

Partiremos con esta afirmación: El principio utilitarista, que es un tipo de principio moral, con el que fue diseñado el sistema de capitalización individual que controlan las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP). Los argumentos para demostrarlo están contenidos en los planteamientos de los principales sostenedores de esta teoría ética, los cuales fueron adoptados en el creador del sistema, José Piñera y son reproducidos por el discurso tecnócrata y apologista del actual régimen previsional.
La idea del utilitarismo es que las acciones moralmente adecuadas son aquellas que generen la mayor felicidad y, por ende, a la aceptación que brinda esa idea de felicidad entre la mayor cantidad de personas. Existe la convicción de que la maximización cuantitativa absorbe a lo cualitativo, por lo que no importa que los diseños sean parciales o prouzcan impactos sociales no deseados, siempre y cuando sean beneficien a la mayor cantidad de personas posible. Bajo esta lógica también opera la economía política del chorreo, la cual se considera útil sobre la base del número de personas que las aceptan como un beneficio, como un objeto positivo que no les produce más felicidad que dolor.
Jeremy Bentham, padre de esta doctrina, lo explica así: "Tome en consideración al número de personas cuyos intereses aparecen ser concernidos; y repita el proceso más arriba para cada uno [de ellos]. Añada número que exprime(expresa) un grado de buena influencia (tendency) que produce el acto sobre cada individuo, con relación al que la influencia (tendency) [del acto] es buena sobre el conjunto y empiece de nuevo esto con cada individuo para el que la influencia del acto es mala sobre el conjunto. Tome la media, que, si se inclina del apreciado del placer, dará la buena influencia (tendency) general del acto, con relación al número total o con relación a la comunidad de individuos concernidos. Si está del lado Del dolor, del mal general, con relación a la misma comunidad".
De este modo, la suma de las felicidades de los individuos debe ser superor a la suma del dolor de los individuos, con lo que se demuestra la idealidad de una determinada legislación. El problema es que si la suma del dolor o malestar de los individuos es menor a la suma de la felicidad de otros, el primer grupo de personas queda rezagado, en el olvido, a quienes se les aplica el axioma "si te he visto no me acuerdo".
Con este razonamiento Bentham pone los intereses de una comunidad en la balanza: "Añada, de una parte, todos los valores de todos los placeres, y por otra parte, las de todos los dolores. Si el equilibrio se inclina del lado del placer, mostrará, con relación a los intereses esta persona individual, la buena influencia (tendency) del acto sobre el conjunto [de la sociedad]; si se inclina del lado del dolor, mostrará la mala influencia (tendency) [del acto] sobre el conjunto [de la sociedad]". 
Posteriormente, analizando a Bentham vendría John Stuart Mill, con su obra "El utilitarismo", quien señala que este principio de la mayor felicidad, entendida como el placer y la ausencia de dolor son deseables como fines de la acción humana, asociando el placer con la virtud, como lo positivo, lo deseable.
Puestas así las cosas en el diseño utilitarista la virtud se entiende como un sistema virtuoso, como aquel que es capaz de dr felicidad a la mayor cantidad de individuos, pero para que esto se manifieste se requiere un sistem contrincante, algo donde se encarne lo opuesto a la virtud y, por ende, a la felicidad para la mayoría de la población, lo que en el caso del sistema de AFP creado por José Piñera, era el antiguo sistema de reparto. En palabras de Piñera el anterior régimen estaba pervertido: tenía características parcelizadas y sectoriales, asignándoles los juicios de valor opuestos a la virtud de la felicidad que propugna el utilitarismo: corrupción, grupos de intereses, populismo, demagogia, ineficiencia, caos, etc. 
La pobreza, bajo la óptica del utilitarismo, cae en la categoría de la no virtud, de la no felicidad, como un bien éticamente no deseado. En su libro Piñera trata al antiguo sistema de reparto como el "reino de la demagogia", con lo que lo identifica como una máquina productora de infelicidad.
"Se hablaba de justicia social y, no obstante, las condiciones de vida de uno de cada cinco chilenos sólo podían ser explicadas en términos de extrema pobreza. Se festejaba nuestro sistema democrático y, a pesar de ello, los caudillismos políticos y el control de los partidos sobre el estado, sobre la gente, sobre las organizaciones sociales, sindicales y gremiales, sobre la educación y la vida productiva, era cada vez más férreo y asfixiante. Con la previsión ocurría lo mismo. Ninguno de sus resultados respondía a los principios en que el sistema parecía fundarse. Nada de lo que proclamaban sus principios de equidad, solidaridad y universalidad resultaba compatible con sus ineficiencias, sus discriminaciones, sus privilegios", señala Piñera, con lo que asocia la idea de la infelicidad y el vicio a la acción del Estado sobre el individuo, oponiéndolo a fin buscado por el utilitarismo.
Entonces, el sustrato utilitarista de Piñera sostiene que para la consecución de la  felicidad se genera por la responsabilidad individual, la que debe generar por fuerza virtud. De ahí se manifiesta el pilar del sistema de capitaliación individual, en lo que Piñera llama la correlación entre el aporte y el beneficio.
En esta línea Piñera afirma que la redistribución se opone a la búsqueda de la felicidad para la mayoría de las personas, graficándolo en cómo funcionaba el anterior sistema de reparto: "Cuando un sistema está abierto a la redistribución, la puerta queda abierta para que la corriente redistributiva opere no en dirección a quienes son más pobres sino en dirección a los grupos con mayor poder de presión. Eso fue lo que ocurrió. Las grandes víctimas del antiguo sistema previsional fueron los más pobres, que en principio se suponía que iban a ser los más favorecidos por el sistema de reparto". 
A esta situación descrita Piñera la opone con las virtudes que advierte en el sistema de capitalización indiviual: "En fin, una previsión libre, pero a la vez solidaria; una previsión justa, pero a la vez eficiente;una previsión para todos; esa era la meta de este proyecto trascendental". Como se aprecia en esta sentencia el padre de las AFP muestra rasgos utilitaristas, tales como el carácter universal ("para todos") del nuevo sistema previsional, accesible para la mayoría con características que se relacionan directamente con la felicidad ("libre", "solidaria", "justa" y "eficiente").
Finalmente Piñera destaca la masiva adhesión, el 1 de mayo de 1981, al sistema privado, señalando en su opúsculo propagandístico que el 80% de los trabajadores se adhirió "libremente" (en una dictadura sangrienta) al modelo creado por él. La cifra le sirve para apoyar el principio utilitarista de buscar el beneficio, la felicidad de la mayoría de los individuos, lo que también buscar equiparar con el monto total de dinero que acumulan las AFP, relacionando la idea de que mientras más dinero haya, más trabajadores son beneficiados y están felices.
Si bien el antiguo sistema de pensiones fue diseñado para beneficiar a un grupo de trabajadores, dejando a gran parte de la población sin una pensión, el sistema de AFP tiene el mismo problema: es universal en el papel, porque actuamente tiene a cerca de 9 millones de afiliados, pero de los cuales la menos de la mitad cotiza efectivamente, con lo que en la práctica gran parte de la población tampoco tiene acceso a una jubilación. Aquí se aprecia la manipulación utilitarista de Piñera, quien insiste en que el sistema de capitalización individual es el mejor estado de las cosas debido a que muestra una sumatoria lo más alta posible, aunque no menciona que la gran mayoría obtendrá pensione menores a $180.000, mientras que otros obtendrán cifras de $10.000, pero bajo la óptica utilitarista esto no se considera, pues lo que importa es que la mayoría de los trabajadores está dentro del sistema y eso le basta a Piñera para justificar su existencia como un paraíso de la virtudes para todo el país, suponiendo también que es lo más cercano a la felicidad.

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