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miércoles, 31 de agosto de 2016

Elementos que dan vida al llamado fascismo de izquierda en el espectro ideológico-político

El fascismo de izquierda lo acuñó Habermas luego del mayo del 68 francés a partir de la crítica al movimiento estudiantil de la época por la doctrina de la aplicación de la fuerza directa, sobre la cual se basaron los regímenes totalitarios en Alemania, Italia y la Unión Soviética. Y es que, históricamente, el fascismo es un tipo de socialismo que se sostiene en la idea de un Estado que aplica un fuerte control social a través de la fuerza con un discurso crítico a los efectos que provoca el capitalismo y la liberalización del comercio.
Al referirse al "fascismo de izquierda" Habermas también hacía alusión al accionar de grupos armados en la Europa de fines los años sesenta, como las Brigadas Rojas italianas y al Grupo del Ejército Rojo de Alemanía, que optaron por atentados en ciudades para dar a conocer sus causas.
En una entrevista dada en 1979, Habermas deja entrever que su crítica a las estrategias de algunos grupos de estudiantes apuntaba a lo que él apreciaba como tendencias alejadas de la razón ilustradora: "Estoy firmemente convencido de que sobre todo la izquierda, y en particular la marxista, puede reclamar un mérito único frente a otras fuerzas políticas: la idea de poder proporcionar análisis teóricos de perspectivas a mediano o largo plazo en la política diaria. Creo que no debería de abandonarse esta tradición y opino también, por otra parte, que nunca como ahora, carecemos de análisis políticos convincentes. Quizá es ésta también una razón que en su tiempo me hizo chocar frontalmente con los estudiantes; fue necesario. Nunca entendía en realidad los dogmatismos que se cultivaban entre los estudiantes anarquistas, incluso cuando sus relaciones y formas de vida eran en sí antidogmáticas".
La corriente del anaquismo estudiantil fue el blanco de crítica por parte de Habermas, por cuanto él entiende la razón moderna y sus instituciones democráticas que suponen una cierta estructuración de disciplina o de auto control, ni una estructura doctrinaria útil para el actuar racional, a partir de reflexiones más sistematizadas de la realidad.
Esta fue la entrevista en que Habermas se retracta de haber usado la calificación del "fascismo de izquierda", el cual -sin embargo- se logró abrir un campo de estudio en las relaciones dentro de las ciencias políticas y de la ideología. 
En estas investigaciones se destaca la obra "Ganadores y perdedores", del sociólogo Irving Louis Horowitz, que se basa en los escritos de Lenin sobre "El extremismo, la enfermedad infantil del comunismo", donde el ruso relaciona al anarquismo como enemigos de la clase obrera, catalogando la corriente como "oportunista y un producto de la burguesía revolucionaria" (para pesar de los seguidores de Bakunin). Sobre este pilar Horowitz señala el fascismo de izquierda combina más de una corriente ideológica con un programa político que despierta interés en ciertos sectores de la población y que se inspiran en las categorías de la lucha de clases, el populismo, el totalitarismo desde el aparato estatal y antisemitismo.
En el universo ideológico del fascismo de izquierda caben apreciaciones del mundo que rechazan con un discurso absolutista las ideas teológicas y establecidas, catalogándolas con un sesgo anticapitalista. La concepción iconoclasta, de esta forma, se convierte en una ideología reaccionaria a lo que consideran la política reaccionaria del capitalismo, lo que se puede apreciar en grupos de neofascistas italianos que conjugan un discurso anticapitalista y popular, aunque sin la concepción del internacionalismo que sostiene el comunismo.
Ivan Buttignon, investigador de la Universidad italiana de Udine recopiló las afinidades que el fascismo de Mussolini provocó en ciertos cuadros comunistas de la época: "Bolchevismo y el fascismo se consideran también el desarrollo lógico de un rechazo del capitalismo y el parlamentarismo. Estamos en los años treinta: el odio fascista está  dirigido a la clase liberal, entonces la clase moderada y media. Ni siquiera el socialismo, ahora disuelto, se percibe como  enemigo. El comunismo se interpreta, en muchos caso".
La concepción de reacción al mundo reaccionario es una inversión ideológica es otro rasgo que identifica al fascismo de izquierda, asignándole una carga negativa al concepto de ideología, como lo hizo Marx. Pero en esta tensión negativa a la ideología, vista como la defensa de los intereses del establishment, acepta la lógica de la violencia por la reacción; "yo soy violento porque el sistema es violento", abriendo espacio a la legitimación de la acción de fuerza directa en función a la violencia simbólica que acuño Pierre Bourdieu. De aquí se desprende que el concepto de tolerancia, entendido desde la matriz de la ilustración, tampoco tiene cabida en la concepción del fascismo de izquierda, donde la idea del eterno conflicto no termina hasta que aparezcan nuevas formas de acción directa que incorporan la violencia para empujar el cambio en el orden de cosas.
Georges Sorel en su obra "Reflexiones sobre la violencia", a inicios del siglo XX también planta la semilla de la derivación fascista que tuvo el socialismo. Plantea una crítica al racionalismo de la doctrina socialista, asociando la violencia como un valor moral, como una herramienta de regeneración para que el hombre alcance metas sublimes. La sublimación de la violencia como método y el rechazo a la negociación y a la fase arquitectónica de la política es otro ingrediente del fascismo de izquierda.
Estos principios como praxis son los que identifican al fascismo de izquierda dentro del espectro ideológico-político, siendo una manifestación no puntual ni adscrita al anarquismo exclusivamente, pues sus formas de expresión son más bien transversales, en el sentido que se plantean como una estrategia de resistencia a las formaciones ideológico políticas que tienden a estabilizarse en el tiempo, dejando de lado la acción directa para producir cambios en la sociedad.

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