Powered By Blogger

miércoles, 12 de abril de 2017

El problema del dominio en el liberalismo según la dialéctica de la ilustración

La permanente problemática del dominio entre los hombres es uno de las problemáticas que se tratan en la clásica obra de Max Horkheimer y Theodor Adorno, "La Dialéctica de la Ilustración". Si bien a priori se reconoce la influencia del trabajo de Marx, a partir de su concepto de las relaciones sociales de producción y de lucha de clases en el sentido de relaciones de dominio, este trabajo de la Escuela de Frankfurt plantea la tesis de que el proceso iluminador que consolida la modernidad en occidente abrió pasó a una fase de dominio basada en una razón calculadora que se escapó de las manos, derivando en una dominación totalitarista.
El acontecimiento del fascismo en Europa en los años veinte del siglo XX marca un punto de inflexión del análisis frankfurtiano a partir de la visión sostenida por Marx, lo que se expresa en varios pasajes de la dialéctrica de la ilustración o del iluminismo, como se conoce el texto en español.
Uno de los aspectos importantes de la obra es tomar el trayecto de las ideas que con el tiempo se convierten en un régimen de dominio a través de un tipo de razón con pretensiones de validez universalistas, en un proceso del cual surgen con mayor fuerza la ideas del liberalismo y del socialismo, doctrinas que circulan en la participación social con pincipios y postulados discursivos emancipadores.
Con la ilustración Hockheimer y Adorno advierten la emergencia de una nueva configuración de poder que se establece a partir del dominio del hombre de la naturaleza, en lo que la obra denomina como la llamada primera naturaleza, que no es más que el mundo físico, material y real en el que el hombre es arrojado. "La enfermedad de la razón —escribe Horkheimer— radica en su propio origen, en el afán del hombre de dominar la naturaleza", ya sea violentándola, conquistándola y mercantilizándola, siendo lo que ocurrió con el continente americano en el siglo XVI uno de los ejemplos más visibles de esta dinámica.
El proceso de ilustración se despoja del pensamiento mágico, de la tradición que se sustenta en el principio metafísico y que se manifiesta con el poder universalizado de la iglesia católica. Pero lo que esconde la dialéctica de la ilustración es una lógica de dominio que, al igual que el poder eclesiástico, utiliza ramificaciones doctrinales para justiciar la práctica de mismo ejercicio de dominio bajo la constitución de un poder con su respectivo saber.
"El saber, que es poder, no conoce límites, ni en la esclavización de las criaturas ni en la condescendencia para con los señores del mundo. Del mismo modo que se halla a disposición de los objetivos de la economía burguesa, en la fábrica y en el campo de batalla, así está también a disposición de los emprendedores, sin distinción de origen. Los reyes no disponen de la técnica más directamente que los comerciantes: ella es tan democrática como el sistema económico con el que se desarrolla. La técnica es la esencia de tal saber. Éste no aspira a conceptos e imágenes, tampoco a la felicidad del conocimiento, sino al método, a la explotación del trabajo de los otros, al capital".
El liberalismo y el socialismo, nacidos de la ilustración, con sus versiones de pretensiones científicas elaboradas desde el positivismo lógico (la evidencia que está presente y es conocida) para superar la mitología del poder hegemónico anterior, son las principales doctrinas que son usadas por el proceso de la ilustración como fuerzas emancipadoras, pero que -en el fondo- son manipuladas por el poder que supone el dominio de la naturaleza, la cual abre una nuevo estadio de dominación entre los hombres, solo que con distintos saberes. La idea se transforma en dominio en presencia de sistemas teóricos rígidos y centralizados, sustentados en la unidad estructurada, algo que Adorno identifica como un mundo administrado, donde se inserta el Estado, el gran poder económico y la industria cultural, lo que a la larga terminaría restringiendo las libertades.
"La Ilustración deshace la injusticia de la vieja desigualdad, la dominación directa, pero la eterniza al mismo tiempo en la mediación universal, en la relación de todo lo que existe con todo. Ella garantiza lo que Kierkegaard elogia de su ética protestante y que aparece en el círculo de leyendas de Heracles como uno de los arquetipos del poder mítico: ella elimina lo inconmensurable. No sólo quedan disueltas las cualidades en el pensamiento, sino que los hombres son obligados a la conformidad real. El favor de que el mercado no pregunte por el nacimiento lo ha pagado el sujeto del intercambio al precio de dejar modelar sus cualidades, adquiridas desde el nacimiento, por la producción de las mercancías que pueden adquirirse en el mercado".
Lo cualitativo se subordina a los cuantitativo, a lo medible, a lo clasificable. El hombre y su subjetividad se objetivizan a un nivel extremo: "El dominio se enfrenta al individuo singular como lo universal, como la razón en la realidad. El poder de todos los miembros de la sociedad, a los que, en cuanto tales, no les queda otro camino abierto, se suma continuamente, a través de la división del trabajo que les es impuesta, para la realización justamente de la totalidad, cuya racionalidad se ve, a su vez, multiplicada por ello. Lo que sucede a todos por obra de unos pocos se cumple siempre como avasallamiento de los individuos singulares por parte de muchos: la opresión de la sociedad lleva en sí siempre los rasgos de la opresión por parte de un colectivo. Es esta unidad de colectividad y dominio, y no la inmediata universalidad social, la solidaridad, la que sedimenta en las formas de pensamiento".
Es por eso que en la dialéctica de la ilustración se habla de un proceso en el cual se pasa de una fase liberal (específicamente en su versión francesa nacida de la revolución de1889) a una fase socialista (como quieren los marxistas, pero que Horkheimer y Adorno omiten reconocer, así como los liberales también la hacen, al señalar que el socialismo es lo que abrió paso al fascismo). Pero también hay una fase totalitarista que ambos autores identifican en la llegada del fascismo en la europa de los años veinte del siglo XX, el cual se constituye a partir de la crítica y negación de ambos idearios.
"Pues la Ilustración es totalitaria como ningún otro sistema", señalan sus autores, debido a su afán e matematizar la realidad material. "Cuando en el procedimiento matemático lo desconocido se convierte en la incógnita de una ecuación, queda caracterizado con ello como archiconocido aun antes de que se le haya asignado un valor. La naturaleza es, antes y después de la teoría cuántica, aquello que debe concebirse en términos matemáticos; incluso aquello que no se agota ahí, lo indisoluble y lo irracional, es invertido por teoremas matemáticos. Con la previa identificación del mundo enteramente pensado, matematizado, con la verdad, la Ilustración se cree segura frente al retorno de lo mítico. Identifica el pensamiento con las matemáticas. Con ello quedan éstas, por así decirlo, emancipadas, elevadas a instancia absoluta".
La técnica construida a través de la razón calculadora se asocia desde el aparato productivo y el carácter que adquiere la circulación de mercancías encierra una falsedad, una irracionalidad detrás del constructo de la segunda naturaleza (las relaciones entre los hombres) a partir del dominio de la primera naturaleza.
"La irracionalidad del capitalismo totalitario, cuya técnica para satisfacer necesidades hace imposible, en su forma objetivada y determinada por el dominio, la satisfacción de las necesidades y conduce al exterminio de los hombres: esa irracionalidad está ejemplarmente prefigurada en el héroe que se sustrae al sacrificio sacrificándose. La historia de la civilización es la historia de la introyección del sacrificio. En otras palabras: la historia de la renuncia. Cada uno de los que renuncian da de su vida más de lo que le es restituido, más que la vida que él defiende. Lo cual se desarrolla en el contexto de la falsa sociedad. En ella, cada uno está de más y es engañado".
Esta forma de organización capitalista totalitaria tiene puntos de coincidencia con el análisis de Julia Varela y Fernando Álvarez-Uría en "Genealogía y Sociología", donde explica el método genealógico foucaultiano, indicando un proceso de similares características respecto a la relación entre el saber único, universalizante y mensurable de la razín ilustradora o iluminista con el poder disciplinario  del Estado moderno y el poder económico del capital industrial: "A finales del siglo XVIII se produjo una lucha económico-política en torno a los saberes, saberes que hasta entonces estaban dispersos y presentaban un carácter heterogéno. A medida que el Estado se consolidó y a medida que se desarrollaron las relaciones de producción con el empuje de la revolución industrial, se desencadenaron procesos de anexión y confiscación de saberes locales y artesanales por parte de saberes más generales o industriales".
De una forma más radical Horkheimer y Adorno reconocen el mismo proceso como una proteción otorgada al mundo burgués "sólo mientras la concentración económica no estuviese aún suficientemente avanzada. Antes, sólo los pobres y los salvajes se hallaban expuestos a los elementos capitalistas desencadenados. Pero el orden totalitario pone al pensamiento calculador en posesión de todos sus derechos y se atiene a la ciencia en cuanto tal. Su canon es su propia sangrienta capacidad productiva".
La ilustración se convierte en el conocimiento que impulsa una fuerza material, que es el aparato productivo expresado en el capitalismo industrial, en un proceso objetivo que entraña efectivamente el libre accionar de los individuos en sus intercambios, pero en condiciones tales que facilita el comercio a gran escala para una minoría de propietarios a costa de los medianos y pequeños dueños de medios de producción, pues otra ingrediente presente en estas dinámicas son acciones como el engaño, el fraude y el abusos.
Para Hans Neumann, otro de los primeros académicos de la Escuela de Frankfurt, no siempre el liberalismo ha estado asociado con la democracia, poniendo el ejemplo de régimenes liberales que han derivado en dictaduras o que se aprovechan de las condiciones autoritarias para realizaer políticas basadas en los principos del libertarianismo, sobre la base de la razón calculadora encarnada en el saber tecnocrático, por lo que dice que hay gérmenes de totalitarismo en el liberalismo. Bajo el sol de la razón calculadora. entre liberalismo y fascismo hay una continuidad. Con el desarrollo de la lógica del libre cambio al estado de cartelización y formalización de monopolios, se identifican relaciones de continuidad. Hay conflicto entre capital monopólico y librecambista, pero sus leyes de competencia son un tronco en común para ambos fenómenos. El mercado tiene un problema de poder, entre comandantes y comandados, sobre todo cuando entra el Estado con un rol interventor.
Al respecto Horkheimier y Adorno reconocen que en el liberalismo se materializa el fin del dominio: "Del mismo modo que la Ilustración reduce teóricamente a ilusiones los fines con que se adornaba el antiguo dominio, sustrae a éste, mediante la posibilidad de la abundancia, el fundamento práctico que lo sostiene. El dominio sobrevive como fin para sí mismo bajo la forma de poder económico".
Más adelante complementan el rol del saber técnico en esta forma de dominio. "En realidad, es en el círculo de manipulación y de necesidad que la refuerza donde la unidad del sistema se afianza más cada vez. Pero en todo ello se silencia que el terreno sobre el que la técnica adquiere poder sobre la sociedad es el poder de los económicamente más fuertes sobre la sociedad. La racionalidad técnica es hoy la racionalidad del dominio mismo. Es el carácter coactivo de la sociedad alienada de sí misma".
El dominio sobre la naturaleza material, la primera naturaleza, viene seguida del dominio de la llamada segunda naturaleza, aquella donde se insertan los convencionalismos, los sistemas simbólicos y un régimen de verdades superficial que se concentra en el principio de "lo políticamente correcto", lo que se manifiesta ya sea en la fase liberal o socialista de la ilustración, aunque se profuniza con el fase totalitaria del dominio, donde se "invoca, como razón última, a los charlatanes de la política y a su sistema de locura y lo impone a la mayoría de los administrados, ya plegada y hecha maleable por la gran industria y por la industria cultural. Lo absurdo del dominio resulta hoy tan transparente para la conciencia sana que el dominio necesita de la conciencia enferma para conservarse en vida". Esta sentencia es aplicable ahora a la tendencia  al surgimiento del carisma de líderes políticos que legan al poder a través de populismo mediáticos.
La individualidad también es blanco de manipulación en el dominio derivado de la dialéctica de la ilustración. "Si en la época liberal la individuación de una parte de la población era necesaria para la adaptación de la sociedad en su conjunto al estadio alcanzado por la técnica, hoy el funcionamiento del aparato económico exige una dirección de las masas que no se vea ya perturbada por la individuación. La tendencia —determinada por la economía— de la sociedad compleja, que se ha impuesto siempre en la constitución espiritual y física de los individuos, atrofia los órganos del individuo que obraban en el sentido de ordenar autónomamente la existencia de éste. Desde que el pensamiento se ha convertido en un simple sector de la división del trabajo, los planes de los expertos y de los jefes competentes han hecho superfinos a los individuos que planifican autónomamente su propia felicidad".
La administración y lo colectivo coexisten con la inividuacion a partir de la razón calculadora del iluminismo, aunque están sujetas a a la manipulacion mediante aparatos propagandísticos que se disputan la hegemonía de este tipo de razón. "La propaganda manipula a los hombres; al gritar libertad se contradice a sí misma. La falsedad es inseparable de ella. Los jefes y los hombres dominados por ellos se reencuentran en la comunidad de la mentira a través de la propaganda, aun cuando los contenidos de ésta sean en sí justos. Incluso la propaganda de la libertad puede engendrar confusión, puesto que debe anular la diferencia entre la teoría y la peculiaridad de los intereses de aquellos a quienes se dirige".
Bajo estas condiciones el liberalismo se ha visto coartado por el armado de la razón impuesta por la ilustración, se ha visto reducido a un punto de vista que privilegia la técnica, como una visión reduccionista, con sistemas teóricos cerrados y concentrados a partir de los intereses del aparato productivo a gran escala. De esta forma se entiende que las diversas formas que ha tomado el liberalismo, como concepciones más abiertas provenientes de la cultura angosajona, han quedado debajo de las convenciones construidas por el dominio de la segunda naturaleza por parte del proceso ilustrador. La problemática del dominio para el liberalismo supone la marginación de sus otras corrientes a manos de la razón ilustradora homogeneizante, centralizado y universal que ha creado una dura capa de liberalismo convencional, orientada a la reducción del campo económico a la gran empresa.
El liberalismo participa de la actividad social a partir de la autonomía y libertad que tienen los individuos para decidir por sí mismos, sin la intervención coaccionadora de terceros. Hay un toque de anarquía en las ideas liberales que es incómoda para la razón ilustradora y sus sistemas teórios cerrados y unitarios bajo cuya visión "la idea y el individuo cuentan para ellos más que la administración y lo colectivo. Por eso suscitan indignación".

No hay comentarios: