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lunes, 26 de junio de 2017

La simbiosis entre el pensamiento conservador y el neoliberalismo desde Franz Hinkelammert

La crítica a la razón utópica hecha por el teólogo y filósofo Franz Hinkelammert, es una condición para establecer la concepción del "arte de lo posible" en política, por lo que su ejercicio propuesto es descubrir qué implica lo posible dentro del campo político, junto a todo aquello que es considerado imposible. Sin una crítica a lo que es visto como utópico no habría política concreta. La praxis de lo político deriva del análisis negativo que se haga respecto a la inviabilidad o no factibilidad de otras interpretaciones de gubernamentalización de la sociedad.
Lo posible y lo imposible entonces son comprendidos dentro de la búsqueda que forma parte del realismo político, el cual requiere de la crítica a la razón utópica entendida como una conceptualización trascendental puesto que es aquí (en la trascendentalidad), donde se ubican las categorías del pensamiento social. 
"Para poder entender y criticar -crítica en el sentido de Kant y no en el sentido de una crítica demoledora- los pensamientos sociales, hace falta poner al desnudo tal reflexión trascendental y analizar sus coherencias", explica el pensador alemán.
A partir de su análisis se establece una relación de dependencia, una simbiosis, entre los postulados del conservadurismo y del neoliberalismo cuyo tronco en común es el enfrentamiento a lo que identifican como los postulados políticos de imposibilidad que se generan a través de la crítica al orden económico. En otras palabras, el ejercicio de Hinkelammert sobre la crítica a la razón utópica, como veremos, devela las lógicas de dominio que se trasladaron del pensamiento conservador y al liberalismo, con diferentes dosis de un saber absoluto que coquetea con el autoritarismo para establecer reglas y definir lo que sirve y no sirve. 
Es así como el pensador alemán parte analizando los marcos categoriales del pensamiento conservador, señalando -mediante una revisión crítica a Peter L. Berger y su obras sobre la sociología de la religión-, que detrás del orden social y legitimizador se esconde una precariedad, relacionada con el cuestionamiento, puesto que se limita la realidad social a la existencia de un tejido institucional, desconociendo otras formas de organización extra-institucionales. Esta precariedad requiere de una función social de legitimación, un conocimiento socialmente objetivado que explica y justicia el orden en una sociedad de la que se vale el pensamiento social, ya sea desde el conservadurismo y el liberalismo hasta el socialismo. "La legitimación aparece al lado de la socialización y del control social. La legitimación hace aceptar la sociedad existente como la legítima", explica Hinkelammert.
En el pensamiento conservador se aprecia a la rebelión como un proyecto de orden social por construir que es opuesto al orden existente. Esta visión termina reduciendo la rebelión a la idea de crimen, por lo que aquí se equipara la figura del revolucionario con la del delincuente, además de levantar un discurso sobre el crimen y la delincuencia, fenómenos que se muestran a la sociedad y a la opinión pública como una permanente amenaza al orden constituido, equivalente a un potencial permanente de caos. Esto entrega la posibilidad al pensamiento conservador de defenderse de la posibilidad de que avance o se materialice otro orden por construir.
Según Hinkelammert el pensamiento neoliberal también reduce la realidad social al marco institucional, compartiendo la precariedad con los postulados conservadores, polarizándo el mercado entre el caos, que se opone a esta institución, y la perfección, dada por la competencia. "Siendo amenazado el mercado , esta amenaza puede ser pensada en términos siempre más graves hasta llegar al derrumbe del mercado, que desembocaría en caos y destrucción, apareciendo así el concepto límite negativo del caos. Por otro lado, imponiéndose el mercado a las amenazas, éste es pensado, igualmente, por un progreso infinito, en términos de competencia perfecta. Tanto el caos como la competencia perfecta son conceptos no-empíricos, los cuales engloban la realidad empírica limitándola", plantea.
Hayek es analizado para indicar la imposibilidad de que el mercado establezca un punto de equilibrio, puesto que este supuesto se basa más bien en afirmaciones dogmáticas en vez de la experiencia misma. "Tenemos, por tanto, una estructura del pensamiento neoliberal que parte de la realidad precaria del mercado amenazado, que construye un concepto límite de este mercado en forma de competencia perfecta (equilibrio) y que a la postre sostiene, por afirmación dogmática, que la afirmación de las condiciones generales de este mercado lo aproxima a ésta su idealización. Se trata de un círculo vicioso".
Hinkelammert critica el concepto de plausibilidad (que plantea un tipo de sociedad que es aceptada sin vacilaciones) y de competencia perfecta que existe en las categorías del pensamiento conservador y neoliberal, respectivamente, puesto que no pueden tender al equilibrio, especialmente en los marcos del neoliberalismo y su idea de la competencia, toda vez que esta supone siempre un desbalance a favor uno a costa de otro.
"En competencia perfecta nadie compite. El proceso social de la competencia mercantil presupone que la competencia no sea perfecta. Si fuera perfecta la competencia, no habrá razón para competir. Hayek tendría que discutir a partir de este resultado el carácter de la competencia perfecta como concepto límite no-empírico, cuya importancia es categorial y no empírica. Pero dice siempre lo que la competencia real no puede, y nunca dice lo que puede. Eso es análogo al concepto de plausibilidad perfecta de Berger. No dice lo que la función social de legitimación puede, sino lo que no puede. Pero, el partir de esta negación, sin embargo, le permite decir lo que puede. Puede muchas cosas, excepto una aproximación lineal a la plausibilidad perfecta. Lo mismo sucede con el modelo de competencia perfecta".
De acuerdo a Hinkelammert, el pensamiento neoliberal y el conservador comparten  el concepto límite negativo de la destrucción y el caos: "En el pensamiento conservador la relación entre realidad precaria, utopía y caos, es estática y simplemente constatada; en el neoliberalismo se la analiza ahora en términos de un mecanismo de acción dinámico en el tiempo. Aparece toda una secuencia antiutópica, que se dirige en contra del intento socialista de superación de la sociedad burguesa".
Esta análisis lleva al autor es pensar al neoliberalismo como una teología, a partir de los conceptos limites positivos de la competencia perfecta en el mercado libre, y de negativo en el caos del socialismo, en una perspectivas del bien divino para el primer caso y del mal diabólico para el segundo. A esto se suman los conceptos límites del conservadurismo que equiparan lo divino al orden (derecho natural) y lo diabólico a la utopía socialista que lleva al caos.
Específicamente asocia el neoliberalismo con el principio teológico del precio matemático, como si fuese la génesis del orden del mercado, como lo sostiene Hayek. "Solamente Dios puede conocer estos precios -siendo omnisciente- pero el hombre jamás. Este Dios que ya sabe hoy algo que ningún hombre puede prever: el cambio el dólar de la noche a la mañana. Es el Dios cuya alianza le conviene al hombre de negocios. Ciertamente, un Dios de este tipo es el Dios que santifica el nomos de la sociedad burguesa".
Sobre este terreno Hinkelammert indica que la antítesis divina, o sea su adversario (satanás), es la pretensión de conocimiento, de saberlo todo, tal como se explica en el relato bíblico de la caída del hombre en el edén. "Dios es el sabelotodo. Por tanto, el que pretende el conocimiento total, quiere ser como Dios. Pero para asegurar la justicia social desafiando el mercado, hay que saberlo todo. La reivindicación de la justicia social, por tanto, es la pretensión de ser como Dios", sostiene el análisis de Hinkelammert. En este sentido cabe mencionar los postulador de Hayek en su ensayo que trata de desmarcarse del conservadurismo, "Porqué no soy conservador", en que plantea la necesidad de que los liberales rechacen las propuestas que, pretendieno terminar con los males de la sociedad (como la desigualdad) puedan terminar haciendo un mal peor. Detrás de este pensamiento está la concepción de que todos los conocimientos que se planteen en contra del mercado están destinados a chocar contra los muros de la infabilidad que el "orden espontáneo" de la "sociedad abierta", o sea de la libertad. Se llega así a una idea dogmática de la libertad como verdad absoluta que, como lo plantean algunas corrientes liberales de corte positivista, se apoya en la evidencia práctica y concreta.
El paso del contenido teológico en la convergencia liberal-conservadora es mínimo para llegar a la idea de poder absoluto en el neoliberalismo, cuyas raíces Hinkelammert ubica desde el planteamiento de derecho a la violencia que plante John Locke contra el poder soberano del feudalismo, el primer enemigo de la libertad bajo la óptica del liberalismo y que después se trasvasijaría a las doctrinas que sostienen la noción de justicia social. La identificación de los enemigos de la libertad se vuelve para el neoliberalismo una justificación para su poder hegemónico.
"El hecho de que el liberal reclame este poder absoluto como medio para que nunca haya más poder absoluto, es solamente una manera de legitimar este poder en términos irrestrictos. En efecto, el que nunca más haya poder absoluto da precisamente a este poder absoluto, que es el medio para tal fin, esta legitimidad irrestricta", afirma.
Es así como desde Hikelammert es posible establecer el hilo común de control social, a través de una razón que se vale de dosis de autoritarismo, para mantener el orden económico y social, criticando la razón utópica y su proyecto de orden por construir como algo que se mueve en la incertidumbre Su no factibilidad es sinónimo de desestabilización y, por ende, de caos, por lo que el conocimiento que sustenta a esta razón se equipara a la inexperiencia, entendida como un saber que es desmantelado por la propia evidencia del orden existente, siendo el mercado el mejor ejemplo de la imposibilidad de crear algo opuesto a esta institución.

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