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miércoles, 7 de junio de 2017

El caparazón de acero de Max Weber, la verdadera metáfora del moderno orden capitalista

La famosa Jaula de Hierro, acuñada por Max Weber, representa esa bóveda de cultura producida por el capitalismo en la cual el individuo está atrapado. Es una red organizada racionalmente por la visión de mundo económica que supone una prisión con su propia maraña normativa mecanizada, en que el espíritu ascético racional y su respectiva ética de apego a la profesión quedó también atrapada en dicha jaula, dando paso a la razón instrumental que posteriormente elaborara más sistemáticamente el trabajo de la Escuela de Frankfurt.
Sin embargo, para la bitácora de la exégesis weberiana, la denominada "Jaula de Hierro" en realidad no fue elaborada por el pensador alemán, quien optó por el concepto de "caparazón tan duro como el acero", para referirse a la envolvente y aprisionadora cultura del capital objetivamente racionalizado y su efecto en la vida de las personas.
"El orden económico capitalista actual es como un cosmos extraordinario en el que el individuo nace y al que, al menos en cuanto individuo, le es dado como un caparazón (gehäuse) prácticamente irreformable, en el que ha de vivir, y al que impone las normas de su comportamiento económico en cuanto que se halla implicado en la trama de la economía. El empresario que de modo permanente actúa contra estas normas es eliminado indefectiblemente de la lucha económica; del mismo modo, el trabajador que no sabe o no puede adaptarse a ellas, es arrojado a la calle para engrosar las filas de los sin trabajo", sostiene Weber en el capítulo tercero de su obra "La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo".
Año más tarde Michel Foucaut retoma esta idea en sus análisis en torno a la biopolítica como forma de racionalidad política en un sistema económico-normativo de origen teológico, que opera a través de saberes que se incrustan en la subjetividad de los individuos.
Weber sitúa la emergencia de este "caparazón"con el ascetismo profesiona que dio forma a lo que llama una ética intramundana como un ingrediente fundamental del orden económico moderno creador de riquezas que terminó dejando de lado el ascetismo profesional como constructo ético, comparando la preocupación por la riquezas como un manto que el hombre ascético basado en la ética de su profesionalismo podía sacarse de encima con ligereza. Sin embargo aquél manto se transformó con el aumento de la riqueza moderna en un pesado "caparazón duro como el acero", siendo esta la traducción para lo que vulgarmente se conoce como la "jaula de hierro" weberiana.
"El ascetismo se propuso transformar el mundo y quiso realizarse en el mundo; no es extraño, pues, que las riquezas de este mundo alcanzasen un poder creciente y, en último término, irresistible sobre los hombres como nunca se había conocido en la historia. El caparazón (Gehaüse) ha quedado vacío de espíritu, quien sabe si definitivamente. En todo caso, el capitalismo victorioso no necesita ya de este apoyo religioso, puesto que descansa en fundamentos mecánicos", explica el sociólogo alemán.
La muerte del "deber profesional" viene asociada con la formación de este caparazón "duro como el acero" en el momento en que se niega a poner en práctica, debido a que no tiene sintonía con valores religiosos o cuando se relaciona como una coacción económica por parte del Estado o del gran empresariado.
Weber ejemplifica la manifestación del caparazón con el afán de lucro, en que asocia uno con principios religiosos que ha cedido paso a favor de pasiones que entran en conflicto en un contexto de exacerbada competencia. "Nadie sabe quién ocupará en el futuro ese caparazón (Gehäuse), y si al término de este monstruoso desarrollo surgirán nuevos profetas y se asistirá a un pujante renacimiento de antiguas ideas e ideales, o si, por el contrario, lo envolverá todo una ola de petrificación [mecanizada] y una convulsa lucha de todos contra todos. En este caso, los "últimos hombres" de esta fase e la civilización podrán aplicarse esta frase: "Especialistas sin espíritu, gozadores sin corazón: esta nulidades se imaginan haber ascendido a una nueva fase de la humanidad jamás alcanzada anteriormente", comenta el filósofo, con lo cual describe la envolvente y dinámica cultura que surge, se desarrolla y da paso a otras subjetividades bajo una mirada crítica al referirse a la relación entre la ascesis y lo que llama el espíritu capitalista. El dinamismo se asocia con la metáfora del acero; elemento duro, que se mezcla con otros materiales, por lo que también es flexible, maleable, al igual que las fuerzas que se desenvuelven en la cultura a partir del capital.
En el contexto de esta organización cultural Weber también detecta el surgimiento de una organización funcionaria nacida a través de la racionalización empresarial sustentada en la sistematización científica, en lo que será la burocracia moderna de occidente: (...)nuestra existencia, todos los supuestos básicos de orden político, económico y técnico de nuestra vida en los estrechos moldes de una organización de funcionarios especializados, de los funcionarios estatales, técnicos, comerciales y especialmente jurídicos, como titulares de las funciones más importantes de la vida social".
No solo es el aparato estatal el promotor de esta caparazón duro como el acero puesto que Weber menciona el alcance que tiene la semilla del racionalismo ascético en la "ética político-social", que se manifiesta en la organización y funcionamiento de asociaciones de personas, desde los grupos religiosos y civiles, pasando por los económicos, hasta el Estado, por lo que la captura del ascetismo sobre el deber profesional o de los valores en torno al trabajo tiene un significado más amplio, no cayendo en el reduccionimos de algunos análisis liberales que ven a la "Jaula de Hierro" exclusivamente bajo la forma de la burocracia estatal, pues como diría Weber, en la actual fase de civilización económica en que vivimos el caparazón también se manifiesta en las grandes corporaciones privadas con miles de funcionarios, entre los cuales hay un cuota de especialistas que también da forma a este caparazón que en que se desenvuelven las subjetividades en la vida económica y social.
Este telón de fondo nos lleva a preguntarnos cómo se enfrenta el deber profesional, definido como "una obligación que debe sentir el individuo y se siente de hecho ante el contenido de su actividad profesional", con el caparazón duro como el acero que forma el "orden económico capitalista" si es que miles de personas que estudiaron para tener alguna profesión, terminan trabajando como funcionarios de esas grandes corporaciones privadas, realizando tareas y responsabilidades que no tienen nada que ver con los saberes que estudiaron para cumplir la meta que se plantearon a comenzar una carrera profesional.
En este sentido se aprecia lo que señala Weber respecto a que "el capitalismo actual, señor absoluto en la vida de la economía, educa y crea (un guiño a lo que después Foucault menciona como elementos del biopoder) por la vía de la selección económica los sujetos (empresarios y trabajadores) que necesita". Es la división del trabajo la que selecciona, pone y saca a los individuos de acuerdo a las necesidades de las empresas y no al revés, siendo este uno de los aspectos que caracterizan a caparazón que envuelve a las personas. Es por eso que Weber señala que "el individuo renuncia a interpretar el cumplimiento de deber profesional cuando no puede ponerlo en relación directa con ciertos valores espirituales supremos o cuando, a la inversa, lo siente subjetivamente como simple coacción económica". Este es el caparazón "vacío de espíritu", donde los individuos difícilmente encuentran un sentido en sus vidas respecto a su puesto en el orden económico.

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