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lunes, 10 de septiembre de 2018

Ideología y clase política desde una lectura de Zizek: "Ellos saben lo que hacen, pero aún así lo hacen"

Estamos acostumbrados al discurso mediocre de la llamada clase política, desde donde sistemáticamente se ha instalado el principio enunciativo que pretende dividir las aguas entre los exponentes de una visión de mundo con pretensiones de validez puras, científicas y racionales, las cuales se oponen a concepciones "ideológicas". 
Esta dicotomía establece entonces una posición equivocada, errada, confundida, a la cual se le achaca el mote de "ideológica". De este modo, a la ideología se le asigna un significado negativo, peyorativo que representa ideas que carecen de argumentos sólidos y razonables para explicar la realidad del hombre. Lo ideológico es sinónimo de algo que se toma a la ligera, que no vale la pena de analizar, convirtiéndose en una ilusión que no cumple los requisitos para dar satisfacción a las necesidades de los individuos ni de la sociedad.
La racionalidad detrás de este discurso anti-ideológico se ha profundizado con la consolidación de la llamada razón neoliberal, que entroniza el discurso "técnico y racional", el cual es neutro desde el punto de vista ideológico, es inmune a las debilidades que presenta lo ideológico. Así, cada propuesta que se plantea como alternativa al orden de cosas imperante es relacionado con el engaño de la ideología, por lo que adquiere un alto grado de funcionalidad para la clase dominante y la reproducción de las condiciones de dominio que las sustenta.
Ante esta situación no es de extrañar la propagación de un discurso que recurre constantemente en la asignación despectiva de otras propuestas bajo la denominación de "ideológico", especialmente hacia aquellas que buscan enfrentar las formas hegemónicas de otras ideas. Esto nos lleva a sostener que no hay nada más ideológico que catalogar de ideológico a los demás visiones de mundo, formas de conocimientos y ordenes discursivos alternativos. Lo anti-ideológico que alimenta a la ideología de la palabra oficializada del orden establecido.
Esta dinámica es abordada en parte por Slavoj Zizek en su obra "El sublime objeto de la ideología", donde en uno de sus pasajes identifica el papel que tiene el conocimiento absoluto, "como un monstruo de totalidad conceptual que devora toda contingencia". Justamente la aspiración del conocimiento absoluto ha abusado de la retórica despectiva de lo ideológico. Esta producción de subjetividad, que tiene la construcción del conocimiento absoluto, por debajo de la superficie esconde las contradicciones que tiene toda identidad. La distorsión ideológica se pone una máscara de universalidad frente a los heterogéneos y particulares intereses que existen en una población, que terminan siendo absorbidos por un interés dominante que tiende a simplificar las complejidades singulares que se manifiestan en la diversidad social. Este ejercicio de universalización desdeña, posterga el interés particular.
En este sentido, se aprecia la influencia del análisis de Marx en torno a la ideología, a la cual cataloga en un sentido negativo, como una ilusión, una falsa conciencia, puesto que el discurso anti-ideológico buscar poner debajo de la alfombra a los demás saberes circulantes, abriendo -en palabras de Zizek- la puerta al totalitarismo asociado dogmáticamente con la palabra oficial que justamente custodia la clase política, donde el compromiso por lo que entiende por el bien se asocia con lo anti-ideológico. Así, la ideología (el mal) no pasará en lo que es la construcción oficial de la realidad de cada sociedad.
"El concepto mismo de ideología implica una especie de naiveté básica y constitutiva: el falso reconocimiento de sus propios presupuestos, de sus propias condiciones efectivas, una distancia, una divergencia entre la llamada realidad social y nuestra representación distorsionada, nuestra falsa conciencia de ella", sostiene Zizek.
La esencia distorsionadora del discurso se ha vuelto parte del ADN de la clase política, lo que en el análisis de Zizek es un rasgo que ya se ha interiorizado en la construcción de la realidad de los individuos que hacen uso de esta distorsión. "El sujeto cínico está al tanto de la distancia entre la máscara-ideológica y la realidad social, pero pese a ello insiste en la máscara. La fórmula, como la propone Sloterdijk, sería entonces: “ellos saben muy bien lo que  hacen, pero aún así, lo hacen”. La razón cínica ya no es ingenua, sino que es una paradoja de una falsa conciencia ilustrada: uno sabe de sobra la falsedad, está muy al tanto de que hay un interés particular oculto tras una universalidad ideológica, pero aun así, no renuncia a ella”, señala el filósofo esloveno.
Cuando Zizek aborda el cinismo establece una distinción con la manifestación del kinismo, que es una forma de expresión que se basa en la ironía y el menosprecio, con la cual la población común y corriente muestra su oposición a la palabra oficial que propugna la clase política. Esta estrategia de resistencia discursiva también se instala en contra de la ideología de la anti-ideología que recubre el discurso del orden establecido.
"Kinismo representa el rechazo popular, plebeyo, de la cultura oficial por medio de la ironía y el sarcasmo: el procedimiento kínico clásico es enfrentar las patéticas frases de la ideología oficial dominio -ante su tono solemne, grave- con la trivialidad cotidiana. Y exponerlas al ridículo, poniendo así de manifiesto, tras la sublime noblesse de las frases ideológicas, los intereses ególatras, la violencia, las brutales pretensiones de poder. Este procedimiento, así pues, es más pragmático que argumentativo; subvierte la propuesta oficial confrontándola con la situación de su enunciación; procede ad hominem (por ejemplo, cuando un político encomia el deber del sacrificio patriótico, el kinismo pone de manifiesto la ganancia personal que el político extrae del sacrificio de los demás)".
Las redes sociales del mundo digital se han transformado en un espacio de desarrollo del kinismo en la actualidad. Son los soportes donde circulan estas formas que se oponen al discurso oficial, a través de la forma de los memes, que describen ideas, conceptos, situaciones u otros estados contra lo que representan la razón política del poder establecido. Aquí surge las burlas, insultos y la ridiculización de los representantes de la clase política y de la tripartición de poderes del Estado, entre otros estados emocionales y pragmáticos, que inquieren el actuar de la razón oficial, las cual siempre es escrutada de modo crítico.
Para Zizek el cinismo es la respuesta del poder oficializado al kinismo: "Este cinismo no es una posición directa de inmoralidad, es antes bien la moralidad puesta al servicio de la inmoralidad -el modelo de la sabiduría cínica es concebir la probidad, la integridad, como una forma suprema de deshonestidad, y la moral como una forma suprema de libertinaje, la verdad como la forma más efectiva de mentira. Este cinismo es, por lo tanto, una especie de "negación de la negación" pervertida de la ideología oficial: confrontada con el enriquecimiento ilegal, con el robo, la reacción cínica consiste en decir que el enriquecimiento legal es mucho más efectivo y, además, está protegido por la ley".
Puestas así las cosas a la ideología inherente al totalitarismo no le interesa la búsqueda de la verdad, ni que la mentira de vea como la verdad, sino que se centra en la manipulación instrumental, cuyo ingrediente principal es la fantasía. "Es una cuestión de discordancia entre aquello que la gente efectivamente hace y aquello que piensa que hace -la ideología consiste en el hecho de que la gente "'no sabe lo que en realidad hace", en que tiene una falsa representación de la realidad social a la que pertenece", plantea Zizek.
El pensador esloveno señala, a partir de la crítica de Marx al pensamiento burgués, el principio de que se desconocer que la realidad social tiene un elementos distorsionador que se guía por ilusiones. Podemos decir que, en el caso de la clase política y su palabra oficial, la ilusión es propagar la anti-ideología como un conocimiento perfecto. Esta es la ilusión que estructura la realidad de la representación de la clase política, como actores fundamentales en el juego de la dominación.
Ante el surgimiento de la resistencia, plasmada en otros discursos, formas de organización y acciones, la clase política -siguiendo el razonamiento de Zizek- también sabe cómo son las cosas en la realidad de la sociedad en que operan, pero actúan como si no lo supieran y para eso recurren a la postura anti-ideológica. El principio de la anti-ideología, como ideología, estructura un tipo de realidad social, desde la razón de la política oficial. En palabras de Zizek, "ellos saben que, en su actividad, siguen una ilusión, pero aún así, la hacen", lo que para nuestro caso del discurso de la clase política en relación a la sociedad es civil es: "ellos saben que catalogar como ideológico a lo que cuestione su ideología oficial, es una ilusión, pero aún así, la hacen".
Para el filósofo esloveno la creencia "sostiene la fantasía que regula nuestra realidad social". En el caso del discurso de la anti-ideología, producido por la clase política y también por el saber especializado de economistas funcionales a la simbiosis Estado-empresariado, se identifica la instalación dentro de la opinión pública de que todo saber que no pertenezca al orden económico-político imperante es ideologizado y, por lo tanto, desechable. Ello genera el convencimiento de que lo no-ideológico es lo omnipotente, cuya racionalidad es verdadera y certera versus las otros saberes que son tachados "ideológicos". La anti-ideología desde la construcción de pensamientos dominantes en la esfera política y económica es, en otras palabras, una "fantasía ideológica eficiente", libre de los prejuicios ideológicos, según se desprende de la lectura de Zizek.
Siguiendo sus razonamientos, podemos sostener además que la realidad social construida por esta ilusión supone una construcción ética, actuando que como si nosotros creyéramos en que toda propuesta alternativa al saber del orden dominante es "ideológica" y, por ende, carece de verdadero contenido.Esta creencia es la que colabora en la integración de la realidad social. Es -en palabras de Althusser- la cohesión que generan los aparatos ideológicos (en este caso un aparato que ideológico que se legitima a través de la anti-ideología).
Esta es la ideología de la imposibilidad. Nada es posible si se recurre a la ideología. Esa la ideología dominante en boca del discurso de la clase política, la cual también queda condicionada a un constante reduccionismo que no le permite ver realidades más amplias, alejándose de las realidades sociales que no se someten a su discurso. La anti-ideología encubre una construcción ideológica que transforma individuos en sujetos que creen en que lo no ideológico es sinónimo de la certeza, del buen manejo de la economía y del orden político de la sociedad.

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