La economía chilena está entrando en la fase de preminencia
de los sectores transables, aquellos dedicados a la exportación, con lo que
disminuye la participación de los no transables en la dinámica del mercado
interno, especialmente en las actividades relacionadas con el comercio,
transporte y construcción, que ya evidencian signos de desaceleración.
El factor del tipo de cambio es fundamental, pues el aumento
sostenido del dólar y del euro en los últimos meses tenderá a la absorción de
los costos en los sectores exportadores, mientras que incrementa los costos de
importación en el mercado interno, lo que se verificará en los valores de
combustibles, reposición de maquinarias para el transporte y la industria.
El aumento del dólar consolidó las expectativas de los
agentes del mercado, donde se pronostica un cierre de $590 este 2014,
profundizando el proceso de devaluación del peso local, con lo que se augura un
deterioro en la capacidad de compra de la demanda interna, agravada por las
estimaciones del mayor desempleo que se generará este año.
Entonces, la ecuación de sentido común que cae es la de
sumar el aumento de precio locales en, más la desaceleración del empleo y de
las remuneraciones, lo que daría como resultado un debilitamiento en la
capacidad de la economía de generar riqueza en el mercado interno, impactando
al comportamiento del PIB per cápita por paridad de compra y, por consiguiente,
a la distribución del ingreso.
El aumento de precio que produce la presión sobre los bienes
no transables se verificará en los alimentos, producto de los mayores costos de
transporte, lo que se podría ver atenuado por el comportamiento de las cosechas
en las temporadas venideras. Esta
situación se enmarca dentro del problema estructural más grave de la economía local:
La concentración del mercado en pocas manos dentro del sector supermercadista,
que arrastra a casi todo el circuito de distribución de mercaderías en el país.
En el otro lado de la balanza, la preponderancia de los
bienes transables reafirman la dependencia de materias primas como cobre,
molibdeno, celulosa, fruta y salmón, abriendo nuevamente las interrogantes y
preocupaciones por la falta de diversidad en la oferta exportadora, lo que se
suma a la desindustrialización generada en algunas industria dedicadas a la
producción de valor agregado, donde la manufactura apenas llega al 10%, como lo
advirtió en el 2013 la Asociación de Industriales Metalúrgicos (Asimet).
Esto nos puede llevar a pensar en un acercamiento a la
enfermedad holandesa que sufren las economías dependientes de los términos de
intercambio de materias primas, pues los últimos años de buenos precios en el
cobre produjo un impacto en la reasignación de recursos productivos dentro del
sector exportador.
El constante aumento en el precio del cobre desde 2004 se
mantuvo en niveles estables por casi 9 años
La política fiscal tendrá que decir algo este año, aunque
las expectativas de aumento del gasto público, para enfrentar la pauperización
del ingreso en algunos sectores más expuestos al empleo, quedaron bastante
acotadas con el presupuesto que deja el Gobierno de derecha, lo que se suma al
aumento de la deuda pública como parte del PIB, reafirmando el menor espacio de
maniobra para que la demanda interna no sufra demasiado en este proceso de
traspaso de bienes no transables a transables.
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