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viernes, 21 de febrero de 2014

Murray Rothbard y la crítica al utilitarismo disfrazado de libre mercado



La vertiente libertariana que procede del liberalismo, por lo general, cae en la regla del dogmatismo de este última escuela, acomodando a la doctrina del libertarianismo, según sus anteriores intereses, como insistir en la idea de que el mercado es libre per sé para contraponerlo a toda pretensión de intervencionismo del Estado.
Varias personas que se ponen el apelativo de “libertarios”,  con el tiempo terminan sucumbiendo en algunas características del dogmatismo, como el moralismo del lenguaje que niega el carácter social de la economía, además de otros términos como justicia social, para defender a priori una idea aproximativa de la libertad, sin tocar conceptos como monopolio, colusión, concentración, corporativismo, mercantilismo o subsidiariedad del Estado, en que se apoya a ciertos sectores en detrimento de otros.
Estos últimos conceptos colisionan con la idea de un mercado de libre funcionamiento, siendo una de las críticas de Murray Rothbard al utilitarismo tecnocrático, al que acusa se ser uno de los responsables de la decadencia del liberalismo clásico
“En lugar de fundamentar la libertad en el imperativo moral del derecho de cada individuo a su persona y a su propiedad, es decir, en lugar de considerarla sobre la base del derecho y la justicia, el utilitarismo prefirió verla, en líneas generales, como la mejor manera de alcanzar un bienestar y un bien común vagamente definidos. Este cambio de los derechos naturales al utilitarismo tuvo dos grandes consecuencias. Primero, la pureza del objetivo, la consistencia del principio, fue inevitablemente destruida, porque mientras los libertarios partidarios de los derechos naturales, que buscaban la moral y la justicia, se aferraban militantemente a un principio puro, los utilitarios sólo valoraban la libertad como conveniente para lograr un propósito determinado”, señala el economista austríaco.
El fuerte componente de la conveniencia pragmática del utilitarismo, según Rothbard, lo hace caer en el estatismo “una y otra vez según los propósitos que persiga, y así dejar de lado los principios”. “Los utilitarios, con su devoción por la oportunidad, se oponen de modo casi inevitable a cualquier clase de cambio intranquilizante o radical. Jamás hubo utilitarios revolucionarios”, remata Rothbard.
A su juicio, el utilitarismo se aferró como una hidra al tronco del libertarianismo, capturando a la economía de mercado: “En la actualidad, la economía de libre mercado está colmada de apelaciones al gradualismo, de desdén hacia la ética, la justicia y los principios consistentes, y de cierta predisposición a abandonar los principios de libre mercado ante la caída de la relación costo-beneficio. Así pues, los intelectuales por lo general consideran que la actual economía de libre mercado es visualizada como meramente la disculpa de un statu quo ligeramente modificado, y esas acusaciones son, con demasiada frecuencia, ciertas”.
Cabe preguntarse entonces si los auto denominados liberales chilenos, en su dogmatismo, han caído sin saber en la vertiente utilitarista. La respuesta es que han recurrido a la falacia del cientificismo, de la ciencia neutra, sin apreciaciones ni juicios de valor en la concepción de la economía, lo que ha producido una ética distorsionada que atenta contra la misma libertad económica, abriendo paso a una participación desorbitada de los grandes actores en un mercado pequeño como Chile.

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