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domingo, 30 de octubre de 2016

El motivo por el cual la derecha no puede tomar las banderas del ideario progresista

El progresismo es uno de los términos más amplios y complejos de identificar con puntualidad en la ciencia política moderna como categoría de análisis, debido al pragmatismo político que lo caracteriza y que oscila desde el liberalismo de raíz inglesa, pasando por el liberalismo ilustrador francés y el nacionalismo, hasta las posiciones vinculadas a la centro izquierda como la socialdemocracia, la liberal-democracia y al socialcristianismo latinoamericano, por lo que plantea la pregunta de si este tipo de ideario tiene espacio en las corrientes ideológicas vinculadas a la derecha.
Y es que en la cultura política de la derecha ha surgido una crítica de carácter moral frente a lo que denuncian como la pretensión hegemónica que tendrían las corrientes políticas de izquierda, por lo que corresponde preguntarse si existe espacio para el progresismo dentro del pensamiento que caracteriza a la derecha en su animación ideológica-política.
Para ello es necesario reconocer la distinción entre derecha e izquierda que desarrolla el politólogo italiano Noberto Bobbio en su trabajo "Derecha e Izquierda, razones y significados de una distinción política", donde indica que la diferencia entre ambas posiciones se concentra en "programas contrapuestos respecto a muchos problemas cuya solución pertenece habitualmente a la acción política, contrastes no sólo de ideas, sino también de intereses y de valoraciones sobre la dirección que habría que dar a la sociedad, contrastes que existen en toda sociedad, y que no parece que vayan a desaparecer".
Es en este contexto en que se debe ver a la idea de progreso como un ideario del campo político moderno tiene al filósofo inglés Francis Bacon, cuyo pensamiento marca el devenir de la moderna filosofía materialista apegada a la ciencia evidencialista como un movimiento hacia al progreso, en desmedro de la razón metafísica mediante la razón, entendida como una autonomía individual respecto a la autoridad tradicional del feudalismo y el clericalismo, lo que posteriormente se sistematizó con el positivismo francés que se contextualizó en la revolución francesa de 1789.
Norberto Bobbio, en su obra "Diccionario de Politíca" analiza el progresismo como la otra cara de la moneda para entender la definición del conservadurismo, entregando algunas claves para el desarrollo del ideario progresista. "En el curso del siglo XIX el progresismo se fue construyendo sobre tres hipótesis fundamentales: la científica, que ha hecho de las ciencias naturales los modelos a imitar para el desarrollo de las ciencias humanas y del propio hombre; la democrática, que ha visto en la extensión a todos los individuos del poder de decisión en el campo político el resultado óptimo al que se debe llegar; la materialista histórica, que ha hecho de la revolución de clases el prerrequisito del necesario progresos humano".
Según Bobbio "el núcleo íntimo" del progresismo es la autonomía histórica del individuo, poseyendo además una naturaleza dinámica, sirviendo como "modelo interpretativo y como ideologías de los grandes cambios del siglo pasado (XIX)".
Con el liberalismo enmarcado en la revolución francés una de las características históricas que persiguen al progresismo es recoger las aspiraciones para el desarrollo personal, extendiéndola por el cuerpo social a través de la participación y de nociones como la equidad, solidaridad y justicia social, con lo que se elabora una gestión política y social que considera a la inclusión como uno de sus principios, en el cual también se esconde el concepto de igualdad de oportunidades, sobre todo respecto al antiguo régimen monárquico basado en las categorías jerárquicas del derecho natural.
Justamente ese tipo de técnicas jurídico-políticas se opone el progresismo con su tronco positivista, basado en la ciencia otorgadora de un racionalismo emancipados para las facultades internas de los individuos y materiales para el cuerpo social.
El paso del tiempo fue bifurcando los caminos del liberalismo y otras corrientes de centro izquierda, especialmente en la socialdemocracia y otras concepciones de economía política como el ordo liberalismo, que plantean la consecución de la equidad, solidaridad y la justicia social a través del accionar del Estado.
Ello provocó una división en la interpretación del progresismo por parte del liberalismo de la escuela anglosajona (Inglaterra y Estados Unidos), pues el ideario progresista se quedó radicado exclusivamente en la libertad de la autonomía del individuo, dejando de lado la ramificación colectivista de la equidad, solidaridad y justicia social promovida desde el aparato estatal. De este modo, para este tipo de liberalismo el progresismo es el acercamiento a una sociedad más regulada, más controlada e intervenida por el accionar del Estado.
Desde la perspectiva liberal inglesa este dirigismo progresista sería una derivación del marxismo cultural, especialmente bajo la influencia cultural de Gramsci con su concepto de hegemonía dentro desde la sociedad política hacia la sociedad civil. Para este liberalismo el progresismo dirigido desde el Estado parte de la premisa de saber lo que es mejor para todos y, por lo tanto, aplicarlo en la sociedad, lo que encierraría un principio partenalista e intervencionista que puede terminar en la irrupción de formas autoritarias.
Otra forma de progresismo se ha desarrollo en América Latina, a partir de movimientos político-caudillistas que plantran el progreso material para los sectores más rezagados en el campo económico-social, otorgando primero derechos sociales. El caso del peronismo en Argentina o de la Democracia Cristiana en Chile con su programa de promoción popular son ejemplos de un tipo de avance en derechos e reconocimiento político para sectores sociales a partir de la inclusión. También en la región se asoció el progresismo con el desarrollismo de la Cepal a partir de la modernización de los aparatos productivos.
Esta clase de progresismo, al igual que el acontecido en Europa y en norteamérica, se caracteriza por oponerse a la radicalización ideológica de los grupos de izquierda más ortodoxos, pues la dosis de pragmatismo político progresista naturalmente se aleja del utopismo, acomodándose en posiciones más modernadas dentro de sistema político y de partidos.
Ahora bien, el progresismo vio la luz en el proceso de la ilustración, junto a las expresiones políticas del liberalismo y el socialismo, por lo que su distinción de pragmatismo le ha valido el tilde de ser una especie de "comodín" entre las fuerzas políticas modernas que emergieron en oposición al conservadurismo feudal, absolutista y clerical, cuyas fuerzas se concentraron en el espectro de la derecha, por lo que difícilmente se podrían asociar las ideas progresistas a esta cultura política. Por lo tanto la crítica de los sectores derechistas hacia la pretensión hegemónica de la izquierda respecto al progresismo no se justifica.

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