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miércoles, 2 de noviembre de 2016

El proceso político chileno desde la anatomía del mito a la transitología como razón de Estado

El proceso político dejado por la dictadura de Pinochet y por la derecha política y social del país sigue siendo una episteme, o sea un construcción del saber impuesto desde un poder, el que -desde la perspectiva foucaultiana- constituye una piedra angular de la institucionalidad vigente en la sociedad chilena, por lo que se ha constituido en una escuela de análisis que comenzó a inicios en los años 80 del siglo pasado.
Fue en ese período cuando en las publicaciones de la oposición a la dictadura cívico-militar, como la Revista Araucaria que editaba e Partido Comunista en el exilio, se dio el punto de partida a los primeros trabajos interpretativos de las transformaciones que se implementaban en Chile, en que se comenzaron a utilizar los conceptos y categorías de Michel Foucault, específicamente las de poder disciplinario, el que posteriormente fue utilizado por José Joaquín Brunner a caballo entre los años 80 y 90.
Sin embargo, el primer golpe que entró con fuerza en el cuerpo de la opinión pública chilena fue el trabajo de Tomás Moulian "Chile actual: Anatomía de un mito" (1996), en que el culto a Foucault se extendió más allá de los círculos académicos y especializados. Si bien los autores mencionados y muchos otros han incluido el marco conceptual de filósofo francés para explicar el proceso político institucional y económico del país, lo cierto es que en la obra de Moulian el público pudo conocer más a fondo el alcance del concepto de "dispositivo", definido por el propio Foucault como una agrupación interconectada (o simplemente una red) heterogénea de "discursos, instituciones, instalaciones arquitectónicas, decisiones reglamentarias, leyes, medidas administrativas, enunciados científicos, proposiciones filosóficas, morales, filantrópicas".
En este sentido Moulian destaca dos dispositivos clave para entender el proceso político chileno desde 1973: el "dispositivo terror", del cual se subordinan el "dispositivo saber" y el "dispositivo derecho", cuyos resultados dieron forma a la institucionalidad que la élite dominante aún mantiene a grandes rasgos, por lo que la anatomía del mito fue uno de los principales trabajos que desnudaron la llamada transición de la dictadura a la democracia, entendidas como una fusión sui generis, una síntesis hegeliana que también toma como principio el gatopardismo: todo cambia en un dinamismo para seguir igual en sus cimientos.
Otro trabajo que llama la atención con el concepto es el de Manuel Guerrero (2006) en su ensayo "El conjuro de los movimientos sociales en el Chile neoliberal", donde plantea el disciplinamiento social a través del "dispositivo consumo", como parte de un proyecto articulador de la sociedad, en que se reemplaza la política como un elemento aglutinador de organización comunitaria y del tejido social, afectando el grado e impacto de la movilización social entre 1990 y 2006.
Diez años más tarde la propuesta analítica de Foucault vuelve al ruedo con el trabajo del filósofo Rodrigo Karmy sobre la transitología como razón de Estado, cuyo eje central está en la fábula de la transición. La fábula entendida como un elemento más breve que el relato del mito de los dos momentos del proceso político local: desde 1973-1990 y 1990 hasta ahora. La transición es el dispositivo: "Una “razón de Estado” estructurada en la forma de una fábula. Tres personajes concurren en la fábula: "el pastor, las ovejas y el lobo. El pastor cuida a cada una de las ovejas de su posible descarrío. El lobo amenaza siempre cerca: los militares que pueden volver, o los empresarios que amenazan con huir. Las ovejas deben comportarse si no quieren sucumbir, deben seguir los consejos del pastor, deben ser guiados por la senda de la “reconciliación”, hacia el “crecimiento”, en favor de sí mismas".
Karmy otorga una contribución desde la filosofía al estudio del proceso político activado por la dictadura de Pinochet, cuya institucionalidad ha sido profundizada desde 1990, incorporando el concepto de Foucault del poder pastoral, una técnica de gubernamentalidad que actúa en el comportamiento de los individuos y que en la transición adquiere el matiz de la culpa, reconocida por la clase política en el marco de la restauración democrática por no cambiar estructuralmente el legado institucional de Pinochet y de la derecha. Esa confesión de disculpa legitima la institucionalidad pinochetista, particularmente en la esfera de la economía política. Justamente, durante los años 90, la fábula implica la moraleja de no repetir la política de confrontación que terminó generando el golpe militar. 
La fábula reafirma la política de los consensos de un modo simple y directo como un discurso para la población. Esta narrativa entrega el axioma del perdón como una comunicación política construida desde el Estado, lo que forma parte de una confesión pública. La razón comunicativa, entonces, significa una conversión evangelizadora de la democracia actual, de acuerdo al análisis de Karmy, quien también aprecia la tecnología de poder de carácter económico.
El dispositivo de la fábula hace referencia a la transición de un tipo de Estado a otro mediante una razón que orienta subjetividades: mantener viva la ficción de un poder gubernamental que se separa con la palabra aparente de la dictadura, pero que se ha legitimado con la institucionalidad heredada. 
Otro elemento del poder pastoral es la identificación de una casta de sacerdotes que constatemente capturan la palabra: los economistas del establishment, que siempre están ahí para enfrentar la herejía de la crítica al modelo económico, advirtiendo los errores que podría acarrear la desviación del orden establecido. Lo que se esconde en la acción de este tipo de cuidado de las almas es la idea de no volver a repetir el error entre la población (las ovejas) de llamar nuevamente al lobo. Es por eso que una crítica al actual sistema de educación, de salud o de las pensiones es respondida por la casta de sacerdotes con el recurso recurrente de mencionar lo que existía antes de 1973 en el país. No se permite que la crítica mire hacia adelante, sino que en su afán didáctico el poder pastoral de la fábula  arrastra la crítica a lo establecido a una situación pre golpe de Estado para así seguir justificando la existencia del dispositivo de la fábula.
La transitología como razón de Estado mediante el dispositivo de la fábula es una contribución desde la filosofía para mostrar el proceso político chileno desde 1973, con una mirada acontecimental, con lo cual también se dilucidan ciertos límites de la sociología en torno a este objeto, puesto que el agotamiento del actual modelo chileno mencionado por Alberto Mayol luego de las grandes movilizaciones estudiantiles de 2011 no aborda el acontecimiento de que el mismo modelo mantiene su finalidad fáctica: se cansa, se agota, pero su facticicidad se radicaliza. 
Lo que Karmy además indica es que la movilización social ha accedido a la palabra de la fábula, la ha cuestionado y horadado, impugnando sus subjetividades. De lo que se trata entonces es de continuar cuestionando la palabra de la fábula y de su poder pastoral.

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