El siguiente análisis tiene un
objetivo esencialmente monográfico y no pretender ser un punto de vista periodístico
respecto al fenómeno de la delincuencia chilena en Europa, especialmente en la
ciudad italiana de Roma.
Contrariamente a lo que creemos,
el fenómeno de la delincuencia chilena en el exterior que se conoce a través de
los lanzas internacionales o “choros” -como ellos prefieren autodenominarse y
ser reconocidos- contempla una serie de complejidades que van más allá del mero
hecho delictivo. Y es que, además de constituir un producto d exportación no
tradicional, la actividad del lanza o choro en los mercados internacionales
encierra varias premisas de la micro sociología como, en primer lugar, el
interaccionismo simbólico en su vertiente clásica planteado por Herbert Blumer
(1938): Las personas interactúan con los objetos de su mundo (en este caso es
la actividad del ladrón internacional) y con otras personas (los colegas u
otros sujetos que realizan las misma actividad) a partir de los significados
que los objetos y las personas tienen para ellas. En otras palabras, si
deseamos comprender adecuadamente la realidad de los lanzas internacionales
debemos considerar toda la simbología que existe alrededor de dicha actividad.
Como dicen los sociólogos respecto al tema, el símbolo permite ampliar la percepción
del entorno, la capacidad de resolver problemas, facilitar la imaginación y la
fantasía.
Pero en Chile, lamentablemente,
esta realidad es abordada predominantemente bajo el formato periodístico, con
lo cual el tema se simplifica al extremo, generando un distanciamieto entre
estas dinámicas sociales y las investigaciones sistematizadas que buscan
explicar lo que sucede de un modo más detalladamente. Hasta el momento este
déficit investigativo ha sido cubierto por el trabajo de la socióloga Doris
Cooper, “Delincuencia Común en Chile”, que principalmente propone la
construcción de una tipología del ambiente delictivo, mediante la segmentación
de sus dinámicas, con lo cual se ha logrado superar la visión “indiferenciada”
que se le atribuía a la delincuencia en Chile hasta mediados de los años
ochenta. Y es que la mayoría de estas obras no consideraban detalladamente los
elementos constitutivos del ambiente delictivo como, por ejemplo- códigos lingüísticos,
axiológicos y morales, además del imaginario de autoidentificación psicológica
y de antropología social construido por los individuos que participan en estas
dinámicas. Justamente las características del formato periodístico no logran
establecer una idea más acabada de este tipo de delincuencia en el exterior y
que supone toda una diferenciación de la delincuencia común pues en aquella
existe toda una construcción simbólica y jerarquizada que ha sido construida
por sus actores.
En este contexto intentaremos sintetizar
la propuesta de Cooper (1990) quien plantea la llamada “Teoría del Continuo
Subcultural de la Delincuencia”, donde se sostiene que la actividad delictual
se “aprende en grupos sociales primarios (familia, escuela, amistades), con un
aprendizaje incluye valores, motivaciones, formas de percepción social,
actitudes, etc. E incluso una especialización laboral contracultural”. La
teoría comprende la aplicación de tres paradigmas (funcionalismo,
interaccionismo simbólico y Fenomenología, y Teorías Psicosociales) y un grupo
de teorías sociales que se descuelgan de estos modelos, como la Anomía (Merton,
1964); Asociación Diferencial (Sutherland, 1947); Rotulación (Becker, 1964,1974
y Lemert,1972); Naturalista (Matza, 1961); la fenomenología (Schutz, 1974), y
teorías psicosociales asociadas a Valores (Rockeach M.,1970,1971,1973; Matza D.
1961), Motivaciones (Lewin K.1958; Merton R.1964;), Actitudes, Atribuciones de
Causalidad (Heider F.1958) y Percepciones Sociales. El arsenal teórico
utilizado por Cooper se complementa con un trabajo metodológico basado en
entrevistas directas a unos 900 detenidos (hombres y mujeres) por robo, con lo
cual los “choros” o lanzas internacionales pueden ser clasificados desde la
óptica de la continuidad subcultural de la delincuencia.
Dicha teoría nos permite
comprender que este tipo de actividad es considerada normal por los sujetos que
la realizan, como cualquier trabajo que desarrolla un individuo. De este modo,
la reprobación social de sus actividades llega a ser considerada con una total
indiferencia por parte de esta categoría de “choros”. Es más la reprobación
social es un elemento que no contiene carga una carga moral: simplemente no es
buena ni mala: es algo que simplemente se hace, como cualquier trabajo. Sin
embargo, el modelo de contracultura cobra vida en el momento en que los delitos
cometidos son autodefinidos como la consecución y/o reafirmación de un estatus
al interior del campo referencial donde interaccionan estos sujetos. De ahí
que, en este contexto sociocultural, entre los “colegas” la acción del robo es
considerada moralmente “buena” con un connotación de alta aprobación entre sus
pares, sobretodo si el lugar de trabajo son los países de Europa occidental,
caracterizados por un alto desarrollo del mercado y del poder adquisitivo. Esto
constituye un polo de atracción para los delincuentes que se encuentran en el
país y también representan unos de los principales cuadros de referencia para
la reproducción de estas prácticas entre los grupos familiares que se dedican a
esta actividad.
Seguramente, para un
autodenominado “choro” esta descripción no es más que “palabreo” o “gueas” que
no se condicen con el verdadero rol que ellos perciben de desarrollar en la
sociedad. Asimismo, investigaciones de este tipo son consideradas por ellos
como un mero “sapeo”, fruto del espionaje que la máquina del poder pretender
realizar sobre sus actividades. Este último es uno de los elementos
constitutivos del “Código Ético Contracultural” de los ladrones que abordaremos
más adelante para asociarlo con la realidad de los “choros” internacionales que
operan en Europa con el objetivo de aportar nuevos elementos constitutivos de
esta actividad.
La propuesta de Cooper plantea un
conjunto de once elementos constituyentes de este “Código del Hampa”, cuya
estructura responde a una escala de valores contraculturales que orientan la acción
social de los individuos “en términos psicosociales y socio-interactivos”. Al
momento de escuchar los testimonios de los llamados choros internacionales, estos
entran en coherencia con el modelo axiológico del Código contracultural a
través de algunos de los once elementos.
1.- Ser Ladrón-Ladrón: El robar
se considera un trabajo y un modo de vida. Más que ladrón, el lanza
internacional se considera un “choro”, pues ello implica un estatus más alto en
el trabajo. Si la auto percepción del ladrón es aquella de ser “vivo” (astuto,
inteligente y audaz), la del “choro” implica un mayor orgullo, ya que sus
actividades son de primer mundo.
Con el proceso de globalización
económica y comercial que implicó la apertura de nuevos mercados y fronteras en
Europa, también se incrementó el interés de muchos delincuentes comunes de
pasar a “otro nivel” en sus actividades, luego de ser testigos o escuchar los
logros de sus conocidos o familiares que iniciaron esta carrera. Si los
“choros” más veteranos iniciaron sus actividades en Buenos Aires a fines de los
anos sesenta, en el actual período se identifica una oferta ilimitada de
oportunidades en las tierras europeas. En parte esto también se debe a la mayor
integración de Chile con el mundo a partir de los anos noventa y a las
facilidades de acceso a los países de la Unión Europea, donde los ciudadanos
chilenos no tienen la necesidad de presentar una visa turística, por lo que
pueden girar en la zona sin inconvenientes por un plazo de tres meses. Puestas
así las cosas, muchos advenedizos y neófitos de los clanes familiares de
Santiago y Concepción preferentemente, se embarcan a Alemania, Suecia, España e
Italia, sobretodo a estos dos últimos países que presentan menos problemas en
el idioma.
En Italia los principales blancos
son Roma, Milán y Venecia. En la llamada ciudad eterna, los choros chilenos
tienen dos puntos de reunión: el primero es el barrio de San Giovanni, lugar
donde se encuentra la Catedral del mismo nombre. Frente al templo se ubica un
parque, en cuyas bancas se sientan los choros “más veteranos” en la materia con
los advenedizos; juegan cartas y comparten algunas cervezas. La segunda zona de
emplazamiento y operaciones es la ciudad balneario de Ostia, a media hora de
Roma. Aquí la dinámica de los delincuentes chilenos cambia: surgen más
asociaciones delictivas con sus “colegas” italianos, especialmente de la mala
vida (malavita) romana y napoletana. De hecho, una serie de robos a negocios
comerciales de la ciudad a través de túneles han sido realizados por bandas de
italianos y chilenos, más conocidos como “la band del buco” (hoyo). En Italia,
como en los demás países de Europa, el modus operantis de los “choros” se
resumen en tres tipos de intervenciones:
a) Robo de cartereo: También
llamado por descuido. Gran parte de los “choros” criollos están dando vueltas
por los mayores lugares de atracción y concentración turística de Roma como la
Plaza de San Pedro, la estación de trenes Termini, Fontana de Trevi, Coliseo y
la zona del Panteón. Además se incluyen los “trabajos” que se realizan en los
autobuses número 64 y 40 que parten de Termini al centro histórico de la ciudad
y en los restorantes donde las víctimas dejan sus cosas a portada de manos de
los “expertos”.
b) Robo de “mechero”: Muy
utilizado en Chile, se exportó a las grandes tiendas por departamento en
Europa, donde la diferencia se establece por la calidad de las marcas. Aquí
nuestros “choros” pueden obtener accesorios Lacoste, Dolce & Gabbana,
Gucci, Luois Vutton, entre otros. De hecho, en Ostia, a no ser por la
delatadora cara de algunos, muchos lanzas pasan inadvertidos al utilizar la
típica vestimenta italiana, hasta que abren la boca y comienzan a hablar, pues
su italiano es demasiado defectuoso. Asimismo el inconfundible rostro chileno
se reconoce cuando dan vueltas por los grandes malls en las afueras de las
ciudad, especialmente en el Centro Comercial Leonardo Da Vinci.
c) Robo de Hoteles: Dentro de la
estratificación de los lanzas, esta es la actividad más “elegante” para actuar
y una de las más retributivas, de acuerdo al Hotel y a la habitación del
huésped de turno. Los más antiguos se enfocan a esta actividad, pues entran
relajadamente al lobby del albergo y se introducen en las habitaciones, ya sea
con un set de llaves y desatornilladores maestros o, tarjetas de banda
magnética para los más sofisticados. En Roma, un conocido ladrón de la VII
Región se llevó un maletín con 100 mil dólares que, según él, debían haber
pertenecido a un “sultán” (¡!!!!). Generalmente los sujetos que realizan esta
especialización tienden a despreciar a los demás colegas a quienes consideran
simples carteristas “muertos de hambre, piojentos y botaos a choro”.
2.- Robar sólo a los ricos: Este
valor del Código contracultural responde más a la justificación de la actividad
delictiva que a una definida conciencia de clase. Algunos de los ladrones con
mayor antigüedad llegaron a Europa, escapando de persecusiones y hasta la tortura
por motivos políticos durante la dictadura de Pinochet, por lo que también
manejan una línea discursiva de crítica a los efectos del capitalismo. “Yo sólo
robo a los ricos, porque ellos roban al pueblo”, es la resumida lógica que se
escucha. En su percepción de la realidad el lanza internacional justifica su
trabajo como un aporte a la justicia social, pues consideran que su trabajo se
justifica plenamente ante los robos que ellos perciben por parte de los grupos
sociales dominantes (Gobierno, Empresariado, Ejército, Iglesia). En este
sentido, Europa también es vista como una amplificación del poder dominante del
dinero, debido al lado desarrollo humano y social que muestra, por lo que para
muchos lanzas, se aplica una lógica extensiva: “Si antes choreaba a la gente
con plata en Chile, aquí hago lo mismo, pero a más personas”. El discurso de identificación
ideológica-política determinada de los años setenta y ochenta ha dado paso a
una visión de mundo anti capitalista de carácter nihilista, pues predomina la
idea de que actualmente “Chile es un país de mierda, donde no hay nada.
Prefiero robar aqui donde hay plata, allá hay puros piojentos”. Así, dentro del
imaginario del “choro”, se ha acentuado la negación del país de origen con lo
cual se refuerza la justificación del robo.
3.- No hacer daño innecesario: No
cometer delitos sexuales-Tener corazón- Ser correcto: Estos tres elementos
presentan una interacción en común. No se aplica violencia a las víctimas, ya
que el trabajo que aquí radica gran parte del prestigio del “internacional”:
aplicar la destreza y la sangre fría por sobre las reacciones violetas extremas
de los delincuentes comunes. De hecho, los más veteranos perciben que este es
el elemento diferenciador con la delincuencia común que piensan haber dejado
atrás, pues todos coinciden en que ellos se rigen por un “código de honor” que
implica no matar, ni violar. Esta regla actualmente está siendo cambiada por
las nuevas generaciones de lanzas que llegan a Europa, quienes cometen delitos
directos y violentos a las personas como, por ejemplo, en España donde se han
producido atracos a bancos y joyerías con la intimidación de armas. Este tipo
de “trabajo” es apreciado como poco correcto por parte de los veteranos, porque
se pierde la dosis de precisión (“ser poco piola o muy atadoso”) que se
requiere para robar sin ser visto.
4.- Ser fuerte y rápido de mente:
Dos elementos del Código en uno. Según el estudio de Cooper, los ladrones se
consideran a sí mismos “fuertes de mentes”, mientras que los demás son sólo
“giles” o “longis” (gil al revés). “Es una psicología cotidiana asociada a su
mundo”, dice el estudio de la socióloga. Efectivamente, en los lanzas
internacionales, la auto identificación con ser “choro” implica una
superioridad respecto a los demás delincuentes y eso también se aplica a los
lanzas provenientes de otros países que operan en Roma. Por ejemplo, se han
organizado partidos de baby fútbol entre “choros” chilenos y rumanos, no
exentos de tensión dentro de la cancha, ante lo cual la reacción de un lanza
chileno a su colega rumano ha sido: “Te creí choro, a ver!...vamos a trabajar
juntos, no me durai ni cinco minutos”.
Este tipo de comentario muestra
una reafirmación del Código simbólico construido por los lanzas internacionales
respecto a su origen: la lógica del desafío es demostrar la supuesta
superioridad en la precisión auto percibida por los “choros” chilenos. En otro
caso, un conocido choro de la VIII Región ha encarado a un “colega” peruano de
la siguiente manera: “Soy choro?, no!, ah!, porque yo soy choro-choro y no te
metai conmigo conche...”. Como vemos, el ser “fuerte de mente” implica una auto
percepción de dominio que se aplica a la persona con la cual se interactúa y
que es frecuentemente utilizado en el momento en que los choros chilenos se
relacionan con sus pares de otros países. Desde el punto de vista económico se
genera también una situación de competitividad subjetiva que se acentúa en los
puntos de operación de estos sujetos.
El reconocimiento de los
elementos constitutivos del Código contracultural identificado por Cooper nos
sirve como una brújula, una referencia para entender los aspectos
motivacionales y ontológicos de los llamados lanzas internacionales, por lo
cual nos permite salir del encuadramiento exclusivamente informativo del
formato periodístico que no alcanza a explicar de modo más detallado este
vergonzoso fenómeno en Europa.
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