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lunes, 15 de marzo de 2010

Cómo entender a los lanzas internacionales más allá de la crónica periodística

El siguiente análisis tiene un objetivo esencialmente monográfico y no pretender ser un punto de vista periodístico respecto al fenómeno de la delincuencia chilena en Europa, especialmente en la ciudad italiana de Roma.
Contrariamente a lo que creemos, el fenómeno de la delincuencia chilena en el exterior que se conoce a través de los lanzas internacionales o “choros” -como ellos prefieren autodenominarse y ser reconocidos- contempla una serie de complejidades que van más allá del mero hecho delictivo. Y es que, además de constituir un producto d exportación no tradicional, la actividad del lanza o choro en los mercados internacionales encierra varias premisas de la micro sociología como, en primer lugar, el interaccionismo simbólico en su vertiente clásica planteado por Herbert Blumer (1938): Las personas interactúan con los objetos de su mundo (en este caso es la actividad del ladrón internacional) y con otras personas (los colegas u otros sujetos que realizan las misma actividad) a partir de los significados que los objetos y las personas tienen para ellas. En otras palabras, si deseamos comprender adecuadamente la realidad de los lanzas internacionales debemos considerar toda la simbología que existe alrededor de dicha actividad. Como dicen los sociólogos respecto al tema, el símbolo permite ampliar la percepción del entorno, la capacidad de resolver problemas, facilitar la imaginación y la fantasía.
Pero en Chile, lamentablemente, esta realidad es abordada predominantemente bajo el formato periodístico, con lo cual el tema se simplifica al extremo, generando un distanciamieto entre estas dinámicas sociales y las investigaciones sistematizadas que buscan explicar lo que sucede de un modo más detalladamente. Hasta el momento este déficit investigativo ha sido cubierto por el trabajo de la socióloga Doris Cooper, “Delincuencia Común en Chile”, que principalmente propone la construcción de una tipología del ambiente delictivo, mediante la segmentación de sus dinámicas, con lo cual se ha logrado superar la visión “indiferenciada” que se le atribuía a la delincuencia en Chile hasta mediados de los años ochenta. Y es que la mayoría de estas obras no consideraban detalladamente los elementos constitutivos del ambiente delictivo como, por ejemplo- códigos lingüísticos, axiológicos y morales, además del imaginario de autoidentificación psicológica y de antropología social construido por los individuos que participan en estas dinámicas. Justamente las características del formato periodístico no logran establecer una idea más acabada de este tipo de delincuencia en el exterior y que supone toda una diferenciación de la delincuencia común pues en aquella existe toda una construcción simbólica y jerarquizada que ha sido construida por sus actores.
En este contexto intentaremos sintetizar la propuesta de Cooper (1990) quien plantea la llamada “Teoría del Continuo Subcultural de la Delincuencia”, donde se sostiene que la actividad delictual se “aprende en grupos sociales primarios (familia, escuela, amistades), con un aprendizaje incluye valores, motivaciones, formas de percepción social, actitudes, etc. E incluso una especialización laboral contracultural”. La teoría comprende la aplicación de tres paradigmas (funcionalismo, interaccionismo simbólico y Fenomenología, y Teorías Psicosociales) y un grupo de teorías sociales que se descuelgan de estos modelos, como la Anomía (Merton, 1964); Asociación Diferencial (Sutherland, 1947); Rotulación (Becker, 1964,1974 y Lemert,1972); Naturalista (Matza, 1961); la fenomenología (Schutz, 1974), y teorías psicosociales asociadas a Valores (Rockeach M.,1970,1971,1973; Matza D. 1961), Motivaciones (Lewin K.1958; Merton R.1964;), Actitudes, Atribuciones de Causalidad (Heider F.1958) y Percepciones Sociales. El arsenal teórico utilizado por Cooper se complementa con un trabajo metodológico basado en entrevistas directas a unos 900 detenidos (hombres y mujeres) por robo, con lo cual los “choros” o lanzas internacionales pueden ser clasificados desde la óptica de la continuidad subcultural de la delincuencia.
Dicha teoría nos permite comprender que este tipo de actividad es considerada normal por los sujetos que la realizan, como cualquier trabajo que desarrolla un individuo. De este modo, la reprobación social de sus actividades llega a ser considerada con una total indiferencia por parte de esta categoría de “choros”. Es más la reprobación social es un elemento que no contiene carga una carga moral: simplemente no es buena ni mala: es algo que simplemente se hace, como cualquier trabajo. Sin embargo, el modelo de contracultura cobra vida en el momento en que los delitos cometidos son autodefinidos como la consecución y/o reafirmación de un estatus al interior del campo referencial donde interaccionan estos sujetos. De ahí que, en este contexto sociocultural, entre los “colegas” la acción del robo es considerada moralmente “buena” con un connotación de alta aprobación entre sus pares, sobretodo si el lugar de trabajo son los países de Europa occidental, caracterizados por un alto desarrollo del mercado y del poder adquisitivo. Esto constituye un polo de atracción para los delincuentes que se encuentran en el país y también representan unos de los principales cuadros de referencia para la reproducción de estas prácticas entre los grupos familiares que se dedican a esta actividad.
Seguramente, para un autodenominado “choro” esta descripción no es más que “palabreo” o “gueas” que no se condicen con el verdadero rol que ellos perciben de desarrollar en la sociedad. Asimismo, investigaciones de este tipo son consideradas por ellos como un mero “sapeo”, fruto del espionaje que la máquina del poder pretender realizar sobre sus actividades. Este último es uno de los elementos constitutivos del “Código Ético Contracultural” de los ladrones que abordaremos más adelante para asociarlo con la realidad de los “choros” internacionales que operan en Europa con el objetivo de aportar nuevos elementos constitutivos de esta actividad.
La propuesta de Cooper plantea un conjunto de once elementos constituyentes de este “Código del Hampa”, cuya estructura responde a una escala de valores contraculturales que orientan la acción social de los individuos “en términos psicosociales y socio-interactivos”. Al momento de escuchar los testimonios de los llamados choros internacionales, estos entran en coherencia con el modelo axiológico del Código contracultural a través de algunos de los once elementos.
1.- Ser Ladrón-Ladrón: El robar se considera un trabajo y un modo de vida. Más que ladrón, el lanza internacional se considera un “choro”, pues ello implica un estatus más alto en el trabajo. Si la auto percepción del ladrón es aquella de ser “vivo” (astuto, inteligente y audaz), la del “choro” implica un mayor orgullo, ya que sus actividades son de primer mundo.
Con el proceso de globalización económica y comercial que implicó la apertura de nuevos mercados y fronteras en Europa, también se incrementó el interés de muchos delincuentes comunes de pasar a “otro nivel” en sus actividades, luego de ser testigos o escuchar los logros de sus conocidos o familiares que iniciaron esta carrera. Si los “choros” más veteranos iniciaron sus actividades en Buenos Aires a fines de los anos sesenta, en el actual período se identifica una oferta ilimitada de oportunidades en las tierras europeas. En parte esto también se debe a la mayor integración de Chile con el mundo a partir de los anos noventa y a las facilidades de acceso a los países de la Unión Europea, donde los ciudadanos chilenos no tienen la necesidad de presentar una visa turística, por lo que pueden girar en la zona sin inconvenientes por un plazo de tres meses. Puestas así las cosas, muchos advenedizos y neófitos de los clanes familiares de Santiago y Concepción preferentemente, se embarcan a Alemania, Suecia, España e Italia, sobretodo a estos dos últimos países que presentan menos problemas en el idioma.
En Italia los principales blancos son Roma, Milán y Venecia. En la llamada ciudad eterna, los choros chilenos tienen dos puntos de reunión: el primero es el barrio de San Giovanni, lugar donde se encuentra la Catedral del mismo nombre. Frente al templo se ubica un parque, en cuyas bancas se sientan los choros “más veteranos” en la materia con los advenedizos; juegan cartas y comparten algunas cervezas. La segunda zona de emplazamiento y operaciones es la ciudad balneario de Ostia, a media hora de Roma. Aquí la dinámica de los delincuentes chilenos cambia: surgen más asociaciones delictivas con sus “colegas” italianos, especialmente de la mala vida (malavita) romana y napoletana. De hecho, una serie de robos a negocios comerciales de la ciudad a través de túneles han sido realizados por bandas de italianos y chilenos, más conocidos como “la band del buco” (hoyo). En Italia, como en los demás países de Europa, el modus operantis de los “choros” se resumen en tres tipos de intervenciones:
a) Robo de cartereo: También llamado por descuido. Gran parte de los “choros” criollos están dando vueltas por los mayores lugares de atracción y concentración turística de Roma como la Plaza de San Pedro, la estación de trenes Termini, Fontana de Trevi, Coliseo y la zona del Panteón. Además se incluyen los “trabajos” que se realizan en los autobuses número 64 y 40 que parten de Termini al centro histórico de la ciudad y en los restorantes donde las víctimas dejan sus cosas a portada de manos de los “expertos”.
b) Robo de “mechero”: Muy utilizado en Chile, se exportó a las grandes tiendas por departamento en Europa, donde la diferencia se establece por la calidad de las marcas. Aquí nuestros “choros” pueden obtener accesorios Lacoste, Dolce & Gabbana, Gucci, Luois Vutton, entre otros. De hecho, en Ostia, a no ser por la delatadora cara de algunos, muchos lanzas pasan inadvertidos al utilizar la típica vestimenta italiana, hasta que abren la boca y comienzan a hablar, pues su italiano es demasiado defectuoso. Asimismo el inconfundible rostro chileno se reconoce cuando dan vueltas por los grandes malls en las afueras de las ciudad, especialmente en el Centro Comercial Leonardo Da Vinci.
c) Robo de Hoteles: Dentro de la estratificación de los lanzas, esta es la actividad más “elegante” para actuar y una de las más retributivas, de acuerdo al Hotel y a la habitación del huésped de turno. Los más antiguos se enfocan a esta actividad, pues entran relajadamente al lobby del albergo y se introducen en las habitaciones, ya sea con un set de llaves y desatornilladores maestros o, tarjetas de banda magnética para los más sofisticados. En Roma, un conocido ladrón de la VII Región se llevó un maletín con 100 mil dólares que, según él, debían haber pertenecido a un “sultán” (¡!!!!). Generalmente los sujetos que realizan esta especialización tienden a despreciar a los demás colegas a quienes consideran simples carteristas “muertos de hambre, piojentos y botaos a choro”.
2.- Robar sólo a los ricos: Este valor del Código contracultural responde más a la justificación de la actividad delictiva que a una definida conciencia de clase. Algunos de los ladrones con mayor antigüedad llegaron a Europa, escapando de persecusiones y hasta la tortura por motivos políticos durante la dictadura de Pinochet, por lo que también manejan una línea discursiva de crítica a los efectos del capitalismo. “Yo sólo robo a los ricos, porque ellos roban al pueblo”, es la resumida lógica que se escucha. En su percepción de la realidad el lanza internacional justifica su trabajo como un aporte a la justicia social, pues consideran que su trabajo se justifica plenamente ante los robos que ellos perciben por parte de los grupos sociales dominantes (Gobierno, Empresariado, Ejército, Iglesia). En este sentido, Europa también es vista como una amplificación del poder dominante del dinero, debido al lado desarrollo humano y social que muestra, por lo que para muchos lanzas, se aplica una lógica extensiva: “Si antes choreaba a la gente con plata en Chile, aquí hago lo mismo, pero a más personas”. El discurso de identificación ideológica-política determinada de los años setenta y ochenta ha dado paso a una visión de mundo anti capitalista de carácter nihilista, pues predomina la idea de que actualmente “Chile es un país de mierda, donde no hay nada. Prefiero robar aqui donde hay plata, allá hay puros piojentos”. Así, dentro del imaginario del “choro”, se ha acentuado la negación del país de origen con lo cual se refuerza la justificación del robo.
3.- No hacer daño innecesario: No cometer delitos sexuales-Tener corazón- Ser correcto: Estos tres elementos presentan una interacción en común. No se aplica violencia a las víctimas, ya que el trabajo que aquí radica gran parte del prestigio del “internacional”: aplicar la destreza y la sangre fría por sobre las reacciones violetas extremas de los delincuentes comunes. De hecho, los más veteranos perciben que este es el elemento diferenciador con la delincuencia común que piensan haber dejado atrás, pues todos coinciden en que ellos se rigen por un “código de honor” que implica no matar, ni violar. Esta regla actualmente está siendo cambiada por las nuevas generaciones de lanzas que llegan a Europa, quienes cometen delitos directos y violentos a las personas como, por ejemplo, en España donde se han producido atracos a bancos y joyerías con la intimidación de armas. Este tipo de “trabajo” es apreciado como poco correcto por parte de los veteranos, porque se pierde la dosis de precisión (“ser poco piola o muy atadoso”) que se requiere para robar sin ser visto.
4.- Ser fuerte y rápido de mente: Dos elementos del Código en uno. Según el estudio de Cooper, los ladrones se consideran a sí mismos “fuertes de mentes”, mientras que los demás son sólo “giles” o “longis” (gil al revés). “Es una psicología cotidiana asociada a su mundo”, dice el estudio de la socióloga. Efectivamente, en los lanzas internacionales, la auto identificación con ser “choro” implica una superioridad respecto a los demás delincuentes y eso también se aplica a los lanzas provenientes de otros países que operan en Roma. Por ejemplo, se han organizado partidos de baby fútbol entre “choros” chilenos y rumanos, no exentos de tensión dentro de la cancha, ante lo cual la reacción de un lanza chileno a su colega rumano ha sido: “Te creí choro, a ver!...vamos a trabajar juntos, no me durai ni cinco minutos”.
Este tipo de comentario muestra una reafirmación del Código simbólico construido por los lanzas internacionales respecto a su origen: la lógica del desafío es demostrar la supuesta superioridad en la precisión auto percibida por los “choros” chilenos. En otro caso, un conocido choro de la VIII Región ha encarado a un “colega” peruano de la siguiente manera: “Soy choro?, no!, ah!, porque yo soy choro-choro y no te metai conmigo conche...”. Como vemos, el ser “fuerte de mente” implica una auto percepción de dominio que se aplica a la persona con la cual se interactúa y que es frecuentemente utilizado en el momento en que los choros chilenos se relacionan con sus pares de otros países. Desde el punto de vista económico se genera también una situación de competitividad subjetiva que se acentúa en los puntos de operación de estos sujetos.

El reconocimiento de los elementos constitutivos del Código contracultural identificado por Cooper nos sirve como una brújula, una referencia para entender los aspectos motivacionales y ontológicos de los llamados lanzas internacionales, por lo cual nos permite salir del encuadramiento exclusivamente informativo del formato periodístico que no alcanza a explicar de modo más detallado este vergonzoso fenómeno en Europa.

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