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lunes, 15 de marzo de 2010

El dispositivo discursivo de la eficiencia por parte de la derecha chilena a la luz de Michel Foucault

La hegemonía del pensamiento de la derecha en Chile, que en los últimos años se ha acentuado con mayor fuerza en los valores que pregona el modelo económico instaurado por la dictadura cívico militar, nos plantea la necesidad de examinar el sistema simbólico y cultural que genera en el imaginario colectivo el discurso de este sector.
Históricamente la derecha ha incorporado el dispositivo del terror en su orden discursivo, apuntando a los sectores populares que están más sujetos a la constante precariedad por los ciclos económicos y a la seguridad física. Y el otro dispositivo del discurso derechista es la eficiencia, en que la idea es que la opinión pública asocie la solución de problemas reales a este sector, específicamente en la vida económica y administrativa del país.
El antecedente histórico de este dispositivo discursivo se manifestó con el gobierno de Jorge Alessandri (1958-1964), llamado gobierno de los empresarios, donde se instaló un discurso de eficiencia de carácter técnico y alejado de criterios político-partidista. Algo similar de volvió a repetir en el discurso derechista en los año noventa del siglo pasado, luego de la dictadura cívico-militar que implantó la derecha entre 1973 y 1990. En este período surgió un tecno populismo, encarnado en la figura de Joaquín Lavín a fines de la década, quien captó el discurso del gremialismo de la UDI, desde donde el mensaje era que todo cambio a la institucionalidad dejada en dictadura era un tema que le interesaba a los políticos y que no solucionaba los problemas de las personas a nivel cotidiano.
Posteriormente a partir del año 2000 el dispositivo de la eficiencia en el discurso derechista cambia de manos, pasando a Sebastián Piñera bajo la misma premisa: establecer un "gobierno de los mejores", donde la eficiencia debe ser asociada con la visibilidad, con el estar en terreno, sin importar que la solución a los problemas estructurales nunca se realice.
La llamada eficiencia pregonada en el discurso piñerista desplazó al concepto de equidad que había sido instalado durante los diez años de los gobiernos Lagos y Bachelet entre 2000 y 2010. La dicotomía entre eficiencia y equidad económica todavía muestra un conflicto axiológico al interior de la sociedad chilena, donde aún no aprecian horizontes de dilucidación, pero que ahora está desequilibrando críticamente las relaciones de dominio que surgen en los espacios públicos y en la experiencia ciudadana, poniendo en un mismo plano el significado del concepto de eficiencia con la reducción del aparato estatal y la desregulación de algunas actividades del mercado.
La pretendida instalación del dispositivo de la eficiencia por parte de la derecha en la opinión pública local esta vez ha encontrado una mayor recepción por parte de la ciudadanía, razón por la cual propondremos la obra de Michel Foucault “El Orden del Discurso” (1970) como el punto de partida para intentar explicar las causas de su triunfo en función de la practica discursiva sobre la efectividad en la vida nacional. Según Foucault, las prácticas discursivas producen objetos u elementos constitutivos que buscan penetrar en las relaciones culturales a través de los denominados “objetos del discurso”. Estos objetos son aquellos elementos, ejes conceptuales, dispositivos o artificios, “de los que se habla a todas voces” en un determinado “régimen de existencia”. En el caso de Piñera, la circulación de su orden discursivo gira en torno al objeto de la eficiencia, en una dinámica reproductiva que ya encontró eco en el nivel ideológico del sentido común, específicamente en casos de catástrofes naturales que afectan a la población o a accidentes puntuales que impactan en la opinión pública.
De este proceso deriva una micro circulación que se materializa a través de los seguidores y partidarios de este sector político-ideológico, en sus relaciones cotidianas dentro del tejido social que tienden a relacionarse en las prácticas culturales o cotidianas de la ciudadanía, ya sea en apoyo o en oposición al nuevo gobierno. En otras palabras, la circulación del dispositivo de la eficiencia en el discurso de la derecha no debe interpretarse como “irrupción en la subjetividad pura” -como afirma Foucault-, sino que debe ser entendida como un espacio de posiciones y de funcionamientos diferenciados por los sujetos. Esta idea es esencial si deseamos comprender los alcances del nuevo eje conceptual en el discurso de la derecha chilena, bajo una construcción “Foucaultiana”.
Ahora bien, ¿cuál es el punto de partida de este nuevo dispositivo discursivo? Es desde la instancia del Estado donde se pretende transmitir el ordenamiento discursivo de la derecha, el cual es visto como “la madre de todas las eficiencias”, debido a los efectos reguladores que posee en relación a los demás espacios de la vida pública.
Desde la perspectiva de Foucault, podemos apreciar cómo la fuerza discurso de la derecha se enfoca en este dispositivo de la eficiencia que no debe ser entendido como un simple texto a enunciar, sino que debe ser visto como la aplicación de un ejercicio en todos los niveles de prácticas empíricas o culturales. Foucault afirma que la fuerza del discurso radica en la acción que este ejerce sobre otras acciones. En este sentido, el Estado –como una de las máximas instancias ordenadoras de las experiencias de los individuos- sería el punto donde se comienza a aplicar este ejercicio de la eficiencia hacia las demás instancias públicas. De hecho, el dispositivo de la eficiencia se transforma, como dice Foucault, en una madeja multilineal que inicia a extenderse y a captar hacia otros espacios. De aquí se entiende también las ideas de la derecha de darle mayor eficiencia energética al país. El dispositivo de la eficiencia, de este modo, viene a ser identificado como la panecea a las problemáticas empíricas con las cuales se enfrenta la ciudadanía.
Si consideramos la propuesta de la "Arqueología del Saber" foucaultiana, el dispositivo de la eficiencia propuesto por la derecha es abiertamente dinámico y no presenta una línea de correspondencia unilateral hacia la opinión pública, pues una de sus funciones es trazar distinciones binarias, ya sea en el bloque de gobierno que se prepara a administrar el Estado como aquél que volverá a sus funciones de oposición política. La eficiencia también deberá ser comprendida en la totalidad de las relaciones cotidianas, en los códigos culturales de la ciudadanía, ya que el discurso operan en un juego de fuerzas de “cosas dichas” que se desarrolla en la cancha de las “posibilidades de experiencia” o, mejor, dicho, a través de los códigos culturales. Ya hemos visto como estas fuerzas dentro del campo de juego se manifiestan en los roles de analistas políticos y economistas que han comenzado a circular el objeto o dispositivo de la eficiencia como un rasgo fundamental.
¿Acaso es negativo o poco recomendable que el concepto de eficiencia se instale con mayor fuerza en las prácticas discursivas de un país en vías de desarrollo? Absolutamente no. De hecho, el diagnóstico de agotamiento y desgaste en las prácticas de las tecnoestructuras de la centro izquierda que ha gobernado el país es un realidad aceptada transversalmente por parte de los actores públicos y la opinión surgida en los espacios de experiencia de la ciudadanía. El problema de fondo, sin embargo, es que el dispositivo de eficiencia esconde una estrategia argumental respecto a la preminencia del mercado por sobre la incidencia del Estado en la sociedad: El mercado es sinónimo de eficiencia por sobre el dispositivo de la equidad que planteaba el Estado.
Y es que la elevación del dispositivo de la eficiencia por sobre el concepto de equidad nos demuestra cómo la derecha pretende ejercer un giro a las condiciones de dominio que habían sido definidas desde 1990. Para entender esta nueva situación, debemos ver cuál es la función del discurso desde Foucault: “La formación de los discursos y la genealogía del saber deben ser analizadas no a partir de tipos de conciencia, modalidades de percepción o formas ideológicas, sino más bien como tácticas y estrategias de poder”.
La intencionalidad de hegemonizar el discurso de acción política con el eje central de la eficiencia responde a estas relaciones de juego, de dominio y disputa por la definición de lo real o la inducción a la verdad ideológica que la derecha pretende instalar como una centralidad a partir del dispositivo de la eficiencia. La carga hermenéutica de este concepto es la idea de que el mercado aumenta las ganancias de sus participantes sin perjuicio de nadie. De acuerdo a la lógica, todos los agentes económicos serían beneficiados gracias a la eficiencia que presupone la reducción del aparato estatal y sus funciones regulatorias. De este modo, la eficiencia es la catapulta para el desarrollo del emprendimiento y la innovación, dejando más espacio a la expansión de la actividad privadas sin la presencia de este elefante blanco encargado de poner barreras a la utilidad del capital.
En consecuencia, podemos decir que el tipo de discurso implantado por la derecha encuentra su fuerza y legitimidad en el tipo de direccionamiento estratégico que la ha otorgado al concepto de eficiencia, anteponiéndolo al dispositivo de equidad porque, a primera vista, son pocas los ciudadanos que se oponen al concepto general de la eficiencia como objetivo empírico, especialmente en una sociedad como la chilena que ha sido bombardeada simbólica y culturalmente por la oferta del mercado y sus dinámicas. Eficiencia es sinónimo de competitividad, de conquistar nuevas metas en la vida, algo completamente distinto a la carga hermenéutica que le asigna la derecha a la equidad, la cual es vista como la gran creadora del estancamiento de la vida económica, de acuerdo al discurso ideológico del sector.
El encadenamiento de las expectativas del mayor crecimiento económico y de la calidad de vida con el dispositivo de la eficiencia ha generado una inclinación sociocultural hacia la competitividad por encima de la cooperación económica. La hegemonía del individualismo estaba dando gritos de parto para el nacimiento del dispositivo de la eficiencia, ya sea desde la perspectiva de la psicología social como de la sociología del bienestar. Según Foucault, el sujeto o los individuos no son inmunes a la constitución de un determinado discurso ya que si este “consigue algún poder, es de nosotros de quien lo obtiene”. En otras palabras, el desplazamiento del eje desde la equidad hacia la eficiencia en el imaginario de la vida ciudadana responde a las dinámicas de retroalimentación creadas por el modelo de mercantilización en la estructuración de las necesidades de las personas.
Foucault explica que la construcción del dispositivo implica sobreponer una serie de prácticas en un mismo plano. La tríada eficiencia-reducción del Estado-desregulación del mercado ha sido planteada por la derecha desde el momento de instauración del meta relato del proyecto neoliberal de los años setenta. Si a fines de esta década, y durante toda la década del ochenta, el dispositivo utilizado por el discurso de la derecha fue la cientificidad de la economía y sus decisiones “neutras y racionales” para resolver los problemas del país, después de que la centro izquierda accediera a la administración del Estado, se inició una nueva relación de fuerza por el dominio discursivo entre la eficiencia y la equidad. Con ello se demuestra que cada discurso de poder implica una práctica histórica concreta que generan relaciones de fuerza y resistencia.
Si bien hasta el momento la derecha ha dado inicio a la capitalización social de este dispositivo, la perspectiva del post estructuralismo foucaultiano nos permite encontrar algunas luces al final del túnel, como el “principio de reinversión” de todo ordenamiento discursivo. Aquí entran en juego las operaciones de deconstrucción expuestas por G. Deleuze en el análisis de los esquemas foucaultianos. Esto significa que cada discurso enmarcado en un régimen de enunciación desde el Estado puede ser contrarrestado por otros actores en los espacios de circulación, oponiendo otros dispositivos en el campo de juego. Dichos actores presentan un carácter interdisciplinario que aprovechan “pragmática de lo múltiple” que entrega la epistemología de Foucault, por lo que nada está perdido en el juego de las relaciones discursivas. La tarea dependerá de la creación de otros dispositivos en los espacios empíricos de la ciudadanía, reinvirtiendo el alcance del concepto de la eficiencia para vincularlo con la cooperación en el ejercicio de las políticas públicas. Y, en este caso, las organizaciones ciudadanas de la sociedad civil deben ir a buscar la pelota al área rival.

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