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martes, 23 de marzo de 2010

Antisemitismo, Marxismo y Talmud

Nadie puede negar o desconocer los fuertes elementos de antisemitismo presentes en el pensamiento de la extrema izquierda, desde aquellos tiempos en que Marx asociaba al judío con el egoísmo y con el fetiche del dinero, pasando por los confinamientos forzados a Siberia en tiempos soviéticos, hasta la alianza estratégica con el islamismo radicalizado y militante. A la luz de estos antecedentes, iniciamos a escarbar el fecundo terreno de Internet, donde encontramos el artículo “Psicología de Masas del Sionismo”, escrito por Basem Tajeldine y publicado en el conocido sitio www.rebelion.org.
En esta ocasión, el autor intenta establecer un nexo entre “el comportamiento masivo facista” del sionismo judaico con las enseñanzas del Talmud, es decir con la tradición oral de este pueblo en materias como la ética, normativismo religioso, folclore y jurisprudencia, la que se ha materializado en los volúmenes talmudistas a partir del estudio de la Torá (conocida también como la Ley de Moisés). Esto, en buen lenguaje marxista, no son más que componentes de la "superestructura" que se levanta de la matriz económica que determina la conciencia social de los hombres.
Sin embargo, Tajeldine pretende pasar a otro nivel de abstracción, proponiendo la vieja idea -que también comparte la extrema derecha- de que el núcleo de la economía, “el modo de producción” es hegemonizado por la corriente sionista del judaísmo, debido a la manipulación “superestructural” del Talmud.
“Dicen que “La historia la escriben los vencedores”, pero también quienes tienen el suficiente poder económico para reescribirla de acuerdo a sus intereses. El movimiento sionista, de la misma manera que los alemanes nazis, lograron infundir entre los europeos askenazis (judíos establecidos en la Europa central y del este) el auto convencimiento de su excepcionalidad como raza, fundamentada en el mito del “pueblo elegido” y sobre las enseñanzas más retrógradas, segregacionistas y racistas del Talmud ( obra que recoge las discusiones rabínicas sobre leyes judías, tradiciones,costumbres, leyendas e historias) por la cual explican la producción de genios cuyos aportes a la humanidad han sido incomparables”, afirma la pluma de rebelion.org.
Posteriormente, el autor pretende mostrar, como un método explicativo, la supuesta maldad del pensamiento judaico, relacionándola con las enseñanzas del Talmud y la maldad. Para ello, se basa en un artículo titulado “Como el Talmud y otros preceptos judíos condicionan la mente del judío”. El contenido no puede ser más antisemita, pues sostiene que la única preocupación de las escuelas talmúdicas es implantar en la conciencia de los judíos una serie de aspectos negativos: sentimiento de superioridad hacia los gentiles (no judíos), racismo, orgullo, sed de dominio mundial, asesinatos, usuras, hipocresía, y otros epítetos.
Los prejuicios de la ideología ortodoxa de izquierda tienden a seguir ciegamente los preceptos económico y antropológicos planteados por Marx en sus escritos de “La Cuestión Judía”. La herencia de esta obra ha impregnado los ambientes del antisemitismo moderno desde entonces, profundizando la idea que el capitalismo no es más que una obra de los judíos “para dominar el mundo”.
El contenido de este ensayo ha sido tratado hasta la saciedad en más de170 años, pero algunos puntos de este trabajo no serán soslayados fácilmente en la antología de los ideas propulsoras del antisemitismo moderno: "¿Cuál es el fundamento mundano del judaísmo? La necesidad práctica, el egoísmo. ¿Cuál es el culto mundano del judío? El tráfico. ¿Cuál es su Dios mundano? El dinero”. “El dinero es el Dios celoso de Israel, frente al cual ningún otro dios puede existir(...) la quimérica nacionalidad del judío es la nacionalidad del comerciante”.
Estas palabras han dado vida a un sinfín de interpretaciones entre los que dicen ser seguidores del marxismo, lo que ha dado pie a toda una literatura "anticapitalista" que busca identificar al pueblo judío como uno de los portadores de las condiciones reales del dominio mediante la mercantilización de las sociedades, según ha sido interpretado por miles de autodenominados marxistas.
Sin duda, el columnista de rebelion.org aplica este tipo de interpretaciones: “Sobre los bienes de los no judíos hay varias prescripciones talmúdicas, pero baste citar algunas para formar idea clara de la falta de la más mínima consideración: “Las propiedades de los goim (gentiles) son y tienen la reputación de un desierto o de las arenas del mar, quien las ocupare primero (entre los judíos), será su legítimo poseedor”.
Y agrega: "Sobre la usura, el criterio lo tienen muy claro, apareciendo coincidente y reiterativo. En el libro Sanhedrín (fol. 16.2), se prescribe que: Está prohibido prestar sin usura a los no hebreos. A los judíos ni siquiera les está permitido enseñar ningún oficio a los akum (gentiles), ni hacerle regalos gratuitamente; sólo se permite a un judío hacer regalos a los gentiles que él conoce, y con la esperanza de obtener de ellos alguna recompensa. (Iore Dea, 151.11)".
Los principales extractos traídos a colación por el autor provienen del llamado Libro de Zohar. Lamentamos decirle al escritor de rebelion.org que esta obra no pertenece al Talmud. Contrariamente a lo que se piensa, el Talmud no es un libro hermético, no tiene secretos de carácter conspirativo. Su problema es de accesibilidad histórica, debido a la conjugación de dos factores: su redacción en arameo y, actualmente, en hebreo y la represión de la Iglesia Católica Romana que, de vez en cuando, ofrecía el libro al fuego. El carácter tendencioso del artículo es funcional a las invenciones del modelo de propaganda nazi de los anos treinta, donde se intentaba demonizar al pueblo judío frente a la opinión pública. Estos mismos elementos del manual de Goebbels son reciclados por la argumentación islámica-radicalizada, sobre la base del conflicto en medio oriente y que encuentran amplia recepción en los extremos del arco ideológico-político, tanto en la derecha como en la izquierda.
Los extractos utilizados por Tajeldine tienen por objetivo dejar en los lectores la idea de que el sistema de pensamiento implícito en el Talmud es la causa del “desastre psicológico inculcado a todo un pueblo desde temprana edad”. Posteriormente, como conclusión, afirma que “el judaísmo deberá ser des-sionizado por su propio bien. Esta tarea sólo pueden realizarla ellos mismos. Pero el judaísmo también deberá marcar distancia de los aspectos más retrógrados, segregacionistas y racistas del Talmud. Podrían enmendar, o mejor, reformar el Talmud, es nuestro consejo. Nosotros, por nuestro lado, continuaremos construyendo el socialismo que bien,a decir de Marx: "es en la base económica, en ultima instancia, en donde descansa la conciencia de la nueva sociedad de iguales".
Nos centraremos en este último párrafo conclusivo para comenzar nuestro análisis. Uno de los principales voladores de luces del marxismo es su pretensión de ser una “teoría científica”. Este calificativo es mencionado por sus apologistas como una verdad única, por lo que se tiende a desechar a los demás sistemas de ideas. El modo de disfrazar esta interpretación de la realidad es catalogarla de científica. Sin embargo, pocos son los que se han detenido a pensar en la génesis del cuerpo de ideas elaboradas por Marx, sobretodo en su juventud, que encuentran un fuerte correlato con las enseñanzas del Talmud judío. Taljedine ignora que Marx proviene de una familia que presenta la no despreciable suma de catorce generaciones de talmudistas que, inevitablemente, dejaron un signo en la conciencia de Marx, en su infancia y prematura juventud. Ello, debido a que el Talmud implica un sistema paralelo al saber convencional que, según los entendidos, “educa el espíritu hacia una dialéctica que, a veces, puede tomar giros inesperados, desarrolla el espíritu del análisis y agudiza el sentido crítico”, entre otros aspectos.
Indudablemente, el joven Marx dió un giro inesperado al pasar del Talmud a una filosofía autodenominada atea por excelencia, pero los elementos esquemáticos y lógicos del Talmud seguían presentes en el pensamiento de Marx, lo que dio origen a la teoría del “socialismo científico”. Podemos decir, como Taljedine, que "es en la base espiritual del Talmud donde descansa la conciencia de la nueva sociedad de iguales".
Ya lo decía el periodista y escritor francés, Bernard Lazare, uno de los personajes del anarquismo a fines del siglo XIX: “Marx era un claro y lúcido talmudista , lleno de ese materialismo hebreo que siempre suena con un paraíso en la tierra y siempre rechaza la lejana y problemática esperanza de un paraíso luego de la muerte”.
Era el 1955 cuando otro pensador francés, el filósofo Raymond Aron, en su obra “El Opio de los Intelectuales”, relacionada la estructura del racionamiento de Marx, según la “superestructura” aportada por la cultura hebrea. “La escatología marxista le confiere al proletariado una función de salvación colectiva. Los términos usados por el joven Marx no dejan dudas en cuanto al origen judeo-cristiano del mito de la clase elegida, a causa de sus sufrimientos, para rescatar a la humanidad. Misión del proletariado, fin de la historia gracias a la revolución, reino de la libertad. En todo esto es fácilmente reconocible los motivos principales del pensamiento milenarista: el Mesías, la ruptura, el reino de Dios. El marxismo no ha disminuido estos paralelos. La resurrección de las creencias seculares bajo la forma aparentemente científica seduce a los espíritus necesitados de una fe. El mito puede parecer una prefiguración de la verdad, así como la idea moderna puede parecer la sobrevivencia de suenos metafísicos”.
Son interesantes los planteamientos de Aron en el sentido de que, efectivamente, es posible encontrar ciertas analogías entre el sistema propuesto por Marx y el judaísmo mosaico. No son pocos los análisis que advierten las similitudes estructurales en el marxismo y la religión, como un sistema de identificación de los individuos hacia el armado doctrinal. En cierto sentido, el marxismo, además de ser una corriente epistemológica, ha derivado en una escatología para muchos de sus seguidores: Para muchos, la heterodoxia marxista es una apostasía y herejía (los renovados de izquierda son considerados los protestantes de esta religión); el manifiesto comunista es paragonable a la Biblia como obra fundamental; el culto a la personalidad manifestado en las miles de imágenes y monumentos que existieron en la Unión Soviética, muestra alta coincidencia con las enseñanzas católicas; el capitalismo es identificado como la fuente de todos los problema y penurias de la humanidad, como satanás, y sus secuaces (los burgueses) son demonizados como “esbirros del capital”. Esta extrapolación nos lleva a pensar en la distorsión que tuvieron las ideas originales de Marx en sus seguidores, particularmente en el leninismo, donde se terminó instaurando un sistema de dominio que utilizó la matriz marxista como una justificación para estar en el poder. Históricamente se produjo un proceso similar a lo ocurrido entre las enseñanzas primitivas del cristianismo y la posterior hegemonía de la Iglesia Católica.
Pero, si preguntamos a un autodenominado marxista el por qué de su adhesión a la ideología, nos encontramos con un fundamento más puro, desde el punto de vista ontológico: La mayoría responderá con un concepto clave: Justicia. En este sentido, no es raro comprender el rol de la Teología de la Liberación en América Latina, con dirigentes autoproclamados marxistas (Fidel Castro y Hugo Chávez) que apelan a la similitud del pensamiento de Marx con las enseñanzas de Jesucristo.
El trasfondo de esta dinámica lo encontramos en la Torah (la matriz del pensamiento judeo-cristiano) que, en términos simples, vendría a significar “guía para dar en el blanco”. Es la Justicia la fuerza motora que mueve a la mayoría de los individuos a abrazar el marxismo. En otras palabras, podemos decir que el adjetivo de científico,  dado a las leyes propuestas por Marx (que posteriormente fueron definidas por Engels como materialismo histórico y/o dialéctico), no son más que “la caricatura de la moralidad establecida en el aire”, tal como lo dijo el mismo filósofo alemán en“la Cuestión Judía”.
De hecho, las primeras palabras en el Estatuto de la Primera Internacional de Trabajadores son un “compromiso por la verdad, la justicia y la moral”. Dichas categorías han sido asociadas por los marxistas como parte de la superestructura, determinada por el modo de producción económica que condicionan los procesos políticos, sociales y culturales, como afirmó Marx en la introducción a la Crítica de la Economía Política. El punto es que, contradictoriamente, los conceptos de verdad, justicia y moral son uno de los tantos ejes levantados por el Talmud en su estudio sistemático de la Torah. Una idea similar planteó Umberto Eco en su novela investigativa “El Péndulo de Foucault”: “La historia del pensamiento y las ideas siempre nos lleva a volver a la Torah”.
Dentro de la vasta multiplicidad de temas desarrollados en el Talmud está la regulación de la vida social. Una parte no despreciable de la hermenéutica de la Torá apunta a la condena de la usura, donde se ha llegado a cuestionar el lugar de la propiedad privada, lo que viene ligado a otro punto cardinal en la historia talmudista: el mesianismo político que, sobre la base del capítulo del Levítico del Pentateuco (o el tercer capítulo de la Biblia), hace referencia a una perspectiva redencionista en Israel para los explotados y oprimidos (la viuda, el huérfano y el extranjero).
El mundo igualitario en el Talmud es conocido como el “Olam abá” y marca el fin de la historia. Si esto no puede definirse como una estructura análoga a la idea central de Marx respecto al comunismo que debía surgir, luego de la dictadura del proletariado, estaríamos tapando el sol con un dedo.
Otro correlato histórico concreto del judaísmo y su correlación con las ideas de Marx fue el "kahal histórico", un sistema de vida comunal hebreo, donde las necesidades de la comunidad (comida, vivienda y ocupaciones) se asignaban de una manera colectiva. Algo que se acerca a la famosa frase de Marx: “A cada quien su necesidad, según su capacidad”.
Esta suerte de arqueología del saber, en palabras de Foucault, nos permite reconocer el rol del sistema de pensamiento judío en la obra de Marx, lo cual es algo concreto y que no supone un punto de ruptura con la propuesta elaborada por éste, pues sólo estamos hablando de la concatenación entre la ortodoxia talmudista, que Marx rechazó en su juventud, y el armado conceptual que desarrolló posteriormente.
El primero de junio de 1928, la “Reveu de París” publicó el epistolario de Marx con el rabino Baruch Levi, donde el padre oficial del comunismo afirmaba: “En esta nueva organización de la Humanidad (el comunismo) los hijos de Israel esparcidos por todos los rincones de la tierra se convertirán en todas partes. Sin oposición alguna en la clase dirigente, sobretodo si consiguen colocar a las masas obreras bajo su control exclusivo ya que los gobiernos de las naciones integrantes de la futura República Universal caerán, sin esfuerzo, en las manos de los israelitas gracias a la victoria del proletariado. La propiedad privada podrá ser entonces suprimida por los gobernantes de raza judía que administrarán en todas partes los fondos públicos. De esta manera se realizará la promesa del Talmud, según la cuál, cuando llegue el tiempo del Mesías “los judíos poseeremos los bienes de todos los pueblos de la Tierra”.
Pero efectivamente, ¿dónde se pueden identificar estas raíces talmudistas en Marx, aparte de su entorno familiar? Una influencia duradera en su pensamiento y obra fue Moritz Hess. Al igual que Marx, Hess es considerado un “asimilacionista”, que pasó del Talmud de su infancia y prematura juventud al “socialismo científico”. La historia subterránea lo recuerda como el personaje que convirtió a Engels al comunismo y adentró a Marx en las problemáticas económicas y sociales. De hecho, Hess fue uno de los primeros autores del moderno sionismo (para sorpresa de Tajeldine) con su obra “Roma y Jerusalem”, donde sostiene un nacionalismo de tipo socialista en un futuro estado judío. Más allá de este importante paréntesis casi rupturista para la actual concepción del marxismo contemporáneo respecto a Israel. Otra obra de Hess con un largo alcance fue “La triarquía europea”, donde apela directamente a la abolición de la propiedad privada. El joven Marx fue uno de los hegelianos de izquierda que quedaron impresionados con las propuestas de Hess, quien fue uno de los mentores y creadores de la Gaceta Renana, fundada en 1840. Tres años más tarde Marx debuta en este medio escrito, del cual posteriormente sería su director. Entre 1843 y 1844 Hess publica el ensayo “La esencia del dinero”, donde se advierte la influencia a posteriori en Marx.
Algunas de las ideas impresas eran: “"El dinero es al mundo práctico lo que Dios es al mundo teórico, que él constituye la alienación de la idea de valor social, en plata o en aleación desde el punto de vista católico o en papel moneda, desde el punto de vista protestante”. A Hess también se le atribuye la célebre frase acuñada después por Marx, de que la religión no es más que “el opio del pueblo”, además de otros trabajos de crítica a Hegel, exigiendo una teoría de la acción mirando al futuro.
Ahora bien, lo anterior no significa que Marx fuese sionista, ni un conspirador frío y calculador. Simplemente hemos querido demostrar que, frente al desdén de los marxistas contemporáneos en torno al pensamiento que identifican como “religioso”, se esconden dinámicas más complejas en la historia del pensamiento y los sistemas lógicos, especialmente si estos cuentan con una estructura cultural sólida como lo es el judaismo.
Lamentablemente, en los autodenominados marxistas, el dicho de que el “socialismo es científico” es utilizado más como un recurso retórico en vez de argumental. La falacia perfecta, en cuanto a que es una idea convincente pero falsa. El problema de caer en la ceguera del cientificismo, respecto al armado conceptual de Marx, es que la coexistencia entre la famosa “filosofía de la praxis” y una construcción teórica que pregona la inminencia de una nueva evolución definitiva (la revolución comunista). Ello significa que, tarde o temprano, la dialéctica de Marx debería morir. ¿Cuando?, con el advenimiento del Mesías, aquél sujeto colectivo idealizado por Marx: el proletariado. Así como no existen discrepancias en mencionar al idealismo alemán, el socialismo francés y el liberalismo y cooperativismo inglés como los grandes sistemas que influenciaron al marxismo, quizás es tiempo de incluir a los viejos esquemas y lógicas del Talmud, hechas a partir de la Torah.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

muy buen artículo

Karl Marx y Milton Friedman eran judíos dijo...

Karl Marx era judío y si estudió el Talmud, él sabía que su pueblo judío considera a los no judíos (los gentiles) como basura, y que fuimos creados solo para servir a los israelitas, esto que digo está escrito en el Talmud de Babilonia, no es ningún invento mío. El comunismo, marxismo, socialismo marxista y socialdemocracia no son más que inventos judíos para engañarnos a los gentiles con la promesa de la igualdad y del paraíso en el planeta tierra, pero a Marx al igual que sus congéneres solo le importaba su pueblo judío, y en un momento los criticó para hacernos creer lo contrario, porque Marx tenía un Rabino que se llamó Baruch Levy, a este le promete que todos los bienes de los no judíos (o sea nosotros) pasarían a manos de los israelitas, claramente reconoce que inventó el comunismo marxista para poner a sus hermanos judíos a gobernar países.

Caso a parte son los judíos David Ricardo y Milton Friedman, estos liberales capitalistas de derecha tenían el mismo fin, pero a diferencia de su hermano de sangre Marx, ellos iban a ir a engañar a aquellas personas que le gustará el liberalismo, capitalismo, conservadurismo, la libertad individual, el Estado laico y el libre mercado. Como las ideas de Marx era económicamente un fracaso, muy buenas en teoría, pero una decepción en la práctica, los grandes rabinos y empresarios judíos como los Rothschild y los Rockefeller decidieron que serían las tesis de sus hermanos hebreos Milton Friedman y David Ricardo las que terminarían gobernando el mundo, al fin de cuentas la Guerra Fría entre la Unión Soviética y Estados Unidos fue un engaño, ninguno de estos países se invadió militarmente ni entro en una guerra real, solo murieron los que para el judaísmo y el sionismo eran sacrificables en la causa, no así los grandes jefes de la izquierda y derecha política.

Ser derechas o izquierdas es ser un tonto úti del sionismo y el judaísmo, Hitler en su momento lo dijo, y nadie le creyó a excepción de unos pocos. Algún día la verdad saldrá a reducir cuando sea imposible de negar totalmente.