Nadie puede negar o desconocer los fuertes elementos de antisemitismo
presentes en el pensamiento de la extrema izquierda, desde aquellos
tiempos en que Marx asociaba al judío con el egoísmo y con el fetiche
del dinero, pasando por los confinamientos forzados a Siberia en tiempos
soviéticos, hasta la alianza estratégica con el islamismo radicalizado y
militante. A la luz de estos antecedentes, iniciamos a escarbar el
fecundo terreno de Internet, donde encontramos el artículo “Psicología
de Masas del Sionismo”, escrito por Basem Tajeldine y publicado en el
conocido sitio www.rebelion.org.
En esta ocasión, el autor intenta
establecer un nexo entre “el comportamiento masivo facista” del
sionismo judaico con las enseñanzas del Talmud, es decir con la
tradición oral de este pueblo en materias como la ética, normativismo
religioso, folclore y jurisprudencia, la que se ha materializado en los
volúmenes talmudistas a partir del estudio de la Torá (conocida también
como la Ley de Moisés). Esto, en buen lenguaje marxista, no son más que
componentes de la "superestructura" que se levanta de la matriz
económica que determina la conciencia social de los hombres.
Sin
embargo, Tajeldine pretende pasar a otro nivel de abstracción,
proponiendo la vieja idea -que también comparte la extrema derecha- de
que el núcleo de la economía, “el modo de producción” es hegemonizado
por la corriente sionista del judaísmo, debido a la manipulación
“superestructural” del Talmud.
“Dicen que “La historia la escriben
los vencedores”, pero también quienes tienen el suficiente poder
económico para reescribirla de acuerdo a sus intereses. El movimiento
sionista, de la misma manera que los alemanes nazis, lograron infundir
entre los europeos askenazis (judíos establecidos en la Europa central y
del este) el auto convencimiento de su excepcionalidad como raza,
fundamentada en el mito del “pueblo elegido” y sobre las enseñanzas más
retrógradas, segregacionistas y racistas del Talmud ( obra que recoge
las discusiones rabínicas sobre leyes judías, tradiciones,costumbres,
leyendas e historias) por la cual explican la producción de genios cuyos
aportes a la humanidad han sido incomparables”, afirma la pluma
de rebelion.org.
Posteriormente, el autor pretende mostrar, como un
método explicativo, la supuesta maldad del pensamiento judaico,
relacionándola con las enseñanzas del Talmud y la maldad. Para ello, se
basa en un artículo titulado “Como el Talmud y otros preceptos judíos
condicionan la mente del judío”. El contenido no puede ser más
antisemita, pues sostiene que la única preocupación de las escuelas
talmúdicas es implantar en la conciencia de los judíos una serie de
aspectos negativos: sentimiento de superioridad hacia los gentiles (no
judíos), racismo, orgullo, sed de dominio mundial, asesinatos, usuras,
hipocresía, y otros epítetos.
Los prejuicios de la ideología
ortodoxa de izquierda tienden a seguir ciegamente los preceptos
económico y antropológicos planteados por Marx en sus escritos de “La
Cuestión Judía”. La herencia de esta obra ha impregnado los ambientes
del antisemitismo moderno desde entonces, profundizando la idea que el
capitalismo no es más que una obra de los judíos “para dominar el
mundo”.
El contenido de este ensayo ha sido tratado hasta la
saciedad en más de170 años, pero algunos puntos de este trabajo no
serán soslayados fácilmente en la antología de los ideas propulsoras
del antisemitismo moderno: "¿Cuál es el fundamento mundano del judaísmo?
La necesidad práctica, el egoísmo. ¿Cuál es el culto mundano del judío?
El tráfico. ¿Cuál es su Dios mundano? El dinero”. “El dinero es el Dios
celoso de Israel, frente al cual ningún otro dios puede existir(...) la
quimérica nacionalidad del judío es la nacionalidad del comerciante”.
Estas
palabras han dado vida a un sinfín de interpretaciones entre los que
dicen ser seguidores del marxismo, lo que ha dado pie a toda una
literatura "anticapitalista" que busca identificar al pueblo judío como
uno de los portadores de las condiciones reales del dominio mediante la
mercantilización de las sociedades, según ha sido interpretado por miles
de autodenominados marxistas.
Sin duda, el columnista de
rebelion.org aplica este tipo de interpretaciones: “Sobre los bienes de
los no judíos hay varias prescripciones talmúdicas, pero baste citar
algunas para formar idea clara de la falta de la más mínima
consideración: “Las propiedades de los goim (gentiles) son y tienen la
reputación de un desierto o de las arenas del mar, quien las ocupare
primero (entre los judíos), será su legítimo poseedor”.
Y
agrega: "Sobre la usura, el criterio lo tienen muy claro, apareciendo
coincidente y reiterativo. En el libro Sanhedrín (fol. 16.2), se
prescribe que: Está prohibido prestar sin usura a los no hebreos. A los
judíos ni siquiera les está permitido enseñar ningún oficio a los akum
(gentiles), ni hacerle regalos gratuitamente; sólo se permite a un judío
hacer regalos a los gentiles que él conoce, y con la esperanza de
obtener de ellos alguna recompensa. (Iore Dea, 151.11)".
Los
principales extractos traídos a colación por el autor provienen del
llamado Libro de Zohar. Lamentamos decirle al escritor de rebelion.org
que esta obra no pertenece al Talmud. Contrariamente a lo que se piensa,
el Talmud no es un libro hermético, no tiene secretos de carácter
conspirativo. Su problema es de accesibilidad histórica, debido a la
conjugación de dos factores: su redacción en arameo y, actualmente, en
hebreo y la represión de la Iglesia Católica Romana que, de vez en
cuando, ofrecía el libro al fuego. El carácter tendencioso del artículo
es funcional a las invenciones del modelo de propaganda nazi de los anos
treinta, donde se intentaba demonizar al pueblo judío frente a la
opinión pública. Estos mismos elementos del manual de Goebbels son
reciclados por la argumentación islámica-radicalizada, sobre la base del
conflicto en medio oriente y que encuentran amplia recepción en los
extremos del arco ideológico-político, tanto en la derecha como en la
izquierda.
Los extractos utilizados por Tajeldine tienen por
objetivo dejar en los lectores la idea de que el sistema de pensamiento
implícito en el Talmud es la causa del “desastre psicológico inculcado a
todo un pueblo desde temprana edad”. Posteriormente, como conclusión,
afirma que “el judaísmo deberá ser des-sionizado por su propio bien. Esta
tarea sólo pueden realizarla ellos mismos. Pero el judaísmo también
deberá marcar distancia de los aspectos más retrógrados,
segregacionistas y racistas del Talmud. Podrían enmendar, o mejor,
reformar el Talmud, es nuestro consejo. Nosotros, por nuestro lado,
continuaremos construyendo el socialismo que bien,a decir de Marx: "es
en la base económica, en ultima instancia, en donde descansa la
conciencia de la nueva sociedad de iguales".
Nos centraremos en
este último párrafo conclusivo para comenzar nuestro análisis. Uno de
los principales voladores de luces del marxismo es su pretensión de ser
una “teoría científica”. Este calificativo es mencionado por sus
apologistas como una verdad única, por lo que se tiende a desechar a los
demás sistemas de ideas. El modo de disfrazar esta interpretación de la
realidad es catalogarla de científica. Sin embargo, pocos son los que
se han detenido a pensar en la génesis del cuerpo de ideas elaboradas
por Marx, sobretodo en su juventud, que encuentran un fuerte correlato
con las enseñanzas del Talmud judío. Taljedine ignora que Marx proviene
de una familia que presenta la no despreciable suma de catorce
generaciones de talmudistas que, inevitablemente, dejaron un signo en la
conciencia de Marx, en su infancia y prematura juventud. Ello, debido a
que el Talmud implica un sistema paralelo al saber convencional que,
según los entendidos, “educa el espíritu hacia una dialéctica que, a
veces, puede tomar giros inesperados, desarrolla el espíritu del
análisis y agudiza el sentido crítico”, entre otros aspectos.
Indudablemente,
el joven Marx dió un giro inesperado al pasar del Talmud a una
filosofía autodenominada atea por excelencia, pero los elementos
esquemáticos y lógicos del Talmud seguían presentes en el pensamiento de
Marx, lo que dio origen a la teoría del “socialismo científico”.
Podemos decir, como Taljedine, que "es en la base espiritual del Talmud
donde descansa la conciencia de la nueva sociedad de iguales".
Ya
lo decía el periodista y escritor francés, Bernard Lazare, uno de los
personajes del anarquismo a fines del siglo XIX: “Marx era un claro y
lúcido talmudista , lleno de ese materialismo hebreo que siempre suena
con un paraíso en la tierra y siempre rechaza la lejana y problemática
esperanza de un paraíso luego de la muerte”.
Era el 1955 cuando
otro pensador francés, el filósofo Raymond Aron, en su obra “El Opio de
los Intelectuales”, relacionada la estructura del racionamiento de Marx,
según la “superestructura” aportada por la cultura hebrea. “La
escatología marxista le confiere al proletariado una función de
salvación colectiva. Los términos usados por el joven Marx no dejan
dudas en cuanto al origen judeo-cristiano del mito de la clase elegida, a
causa de sus sufrimientos, para rescatar a la humanidad. Misión del
proletariado, fin de la historia gracias a la revolución, reino de la
libertad. En todo esto es fácilmente reconocible los motivos principales
del pensamiento milenarista: el Mesías, la ruptura, el reino de Dios.
El marxismo no ha disminuido estos paralelos. La resurrección de las
creencias seculares bajo la forma aparentemente científica seduce a los
espíritus necesitados de una fe. El mito puede parecer una prefiguración
de la verdad, así como la idea moderna puede parecer la sobrevivencia
de suenos metafísicos”.
Son interesantes los planteamientos de
Aron en el sentido de que, efectivamente, es posible encontrar ciertas
analogías entre el sistema propuesto por Marx y el judaísmo mosaico. No
son pocos los análisis que advierten las similitudes estructurales en el
marxismo y la religión, como un sistema de identificación de los
individuos hacia el armado doctrinal. En cierto sentido, el marxismo,
además de ser una corriente epistemológica, ha derivado en una
escatología para muchos de sus seguidores: Para muchos, la heterodoxia
marxista es una apostasía y herejía (los renovados de izquierda son
considerados los protestantes de esta religión); el manifiesto comunista
es paragonable a la Biblia como obra fundamental; el culto a la
personalidad manifestado en las miles de imágenes y monumentos que
existieron en la Unión Soviética, muestra alta coincidencia con las
enseñanzas católicas; el capitalismo es identificado como la fuente de
todos los problema y penurias de la humanidad, como satanás, y sus
secuaces (los burgueses) son demonizados como “esbirros del capital”.
Esta extrapolación nos lleva a pensar en la distorsión que tuvieron las
ideas originales de Marx en sus seguidores, particularmente en el leninismo, donde se terminó instaurando un sistema de dominio que
utilizó la matriz marxista como una justificación para estar en el
poder. Históricamente se produjo un proceso similar a lo ocurrido entre
las enseñanzas primitivas del cristianismo y la posterior hegemonía de
la Iglesia Católica.
Pero, si preguntamos a un autodenominado
marxista el por qué de su adhesión a la ideología, nos encontramos con
un fundamento más puro, desde el punto de vista ontológico: La mayoría
responderá con un concepto clave: Justicia. En este sentido, no es raro
comprender el rol de la Teología de la Liberación en América Latina, con
dirigentes autoproclamados marxistas (Fidel Castro y Hugo Chávez) que
apelan a la similitud del pensamiento de Marx con las enseñanzas de
Jesucristo.
El trasfondo de esta dinámica lo encontramos en la
Torah (la matriz del pensamiento judeo-cristiano) que, en términos
simples, vendría a significar “guía para dar en el blanco”. Es la
Justicia la fuerza motora que mueve a la mayoría de los individuos a
abrazar el marxismo. En otras palabras, podemos decir que el adjetivo de
científico, dado a las leyes propuestas por Marx (que posteriormente
fueron definidas por Engels como materialismo histórico y/o dialéctico),
no son más que “la caricatura de la moralidad establecida en el aire”,
tal como lo dijo el mismo filósofo alemán en“la Cuestión Judía”.
De
hecho, las primeras palabras en el Estatuto de la Primera Internacional
de Trabajadores son un “compromiso por la verdad, la justicia y la
moral”. Dichas categorías han sido asociadas por los marxistas como
parte de la superestructura, determinada por el modo de producción
económica que condicionan los procesos políticos, sociales y culturales,
como afirmó Marx en la introducción a la Crítica de la Economía
Política. El punto es que, contradictoriamente, los conceptos de verdad,
justicia y moral son uno de los tantos ejes levantados por el Talmud en
su estudio sistemático de la Torah. Una idea similar planteó Umberto Eco
en su novela investigativa “El Péndulo de Foucault”: “La historia del
pensamiento y las ideas siempre nos lleva a volver a la Torah”.
Dentro
de la vasta multiplicidad de temas desarrollados en el Talmud está la
regulación de la vida social. Una parte no despreciable de la
hermenéutica de la Torá apunta a la condena de la usura, donde se ha
llegado a cuestionar el lugar de la propiedad privada, lo que viene
ligado a otro punto cardinal en la historia talmudista: el mesianismo
político que, sobre la base del capítulo del Levítico del Pentateuco (o
el tercer capítulo de la Biblia), hace referencia a una perspectiva
redencionista en Israel para los explotados y oprimidos (la viuda, el
huérfano y el extranjero).
El mundo igualitario en el Talmud es
conocido como el “Olam abá” y marca el fin de la historia. Si esto no
puede definirse como una estructura análoga a la idea central de Marx
respecto al comunismo que debía surgir, luego de la dictadura del
proletariado, estaríamos tapando el sol con un dedo.
Otro
correlato histórico concreto del judaísmo y su correlación con las ideas
de Marx fue el "kahal histórico", un sistema de vida comunal hebreo,
donde las necesidades de la comunidad (comida, vivienda y ocupaciones)
se asignaban de una manera colectiva. Algo que se acerca a la famosa
frase de Marx: “A cada quien su necesidad, según su capacidad”.
Esta
suerte de arqueología del saber, en palabras de Foucault, nos permite
reconocer el rol del sistema de pensamiento judío en la obra de Marx, lo
cual es algo concreto y que no supone un punto de ruptura con la
propuesta elaborada por éste, pues sólo estamos hablando de la
concatenación entre la ortodoxia talmudista, que Marx rechazó en su
juventud, y el armado conceptual que desarrolló posteriormente.
El
primero de junio de 1928, la “Reveu de París” publicó el epistolario de
Marx con el rabino Baruch Levi, donde el padre oficial del comunismo
afirmaba: “En esta nueva organización de la Humanidad (el comunismo) los
hijos de Israel esparcidos por todos los rincones de la tierra se
convertirán en todas partes. Sin oposición alguna en la clase dirigente,
sobretodo si consiguen colocar a las masas obreras bajo su control
exclusivo ya que los gobiernos de las naciones integrantes de la futura
República Universal caerán, sin esfuerzo, en las manos de los israelitas
gracias a la victoria del proletariado. La propiedad privada podrá ser
entonces suprimida por los gobernantes de raza judía que administrarán
en todas partes los fondos públicos. De esta manera se realizará la
promesa del Talmud, según la cuál, cuando llegue el tiempo del Mesías
“los judíos poseeremos los bienes de todos los pueblos de la Tierra”.
Pero
efectivamente, ¿dónde se pueden identificar estas raíces talmudistas en
Marx, aparte de su entorno familiar? Una influencia duradera en su
pensamiento y obra fue Moritz Hess. Al igual que Marx, Hess es
considerado un “asimilacionista”, que pasó del Talmud de su infancia y
prematura juventud al “socialismo científico”. La historia subterránea
lo recuerda como el personaje que convirtió a Engels al comunismo y
adentró a Marx en las problemáticas económicas y sociales. De hecho,
Hess fue uno de los primeros autores del moderno sionismo (para sorpresa
de Tajeldine) con su obra “Roma y Jerusalem”, donde sostiene un
nacionalismo de tipo socialista en un futuro estado judío. Más allá de
este importante paréntesis casi rupturista para la actual concepción del
marxismo contemporáneo respecto a Israel. Otra obra de Hess con un
largo alcance fue “La triarquía europea”, donde apela directamente a la
abolición de la propiedad privada. El joven Marx fue uno de los
hegelianos de izquierda que quedaron impresionados con las propuestas de
Hess, quien fue uno de los mentores y creadores de la Gaceta Renana,
fundada en 1840. Tres años más tarde Marx debuta en este medio escrito,
del cual posteriormente sería su director. Entre 1843 y 1844 Hess
publica el ensayo “La esencia del dinero”, donde se advierte la
influencia a posteriori en Marx.
Algunas de las ideas
impresas eran: “"El dinero es al mundo práctico lo que Dios es al mundo
teórico, que él constituye la alienación de la idea de valor social, en
plata o en aleación desde el punto de vista católico o en papel moneda,
desde el punto de vista protestante”. A Hess también se le atribuye la
célebre frase acuñada después por Marx, de que la religión no es más que
“el opio del pueblo”, además de otros trabajos de crítica a Hegel,
exigiendo una teoría de la acción mirando al futuro.
Ahora bien,
lo anterior no significa que Marx fuese sionista, ni un conspirador frío
y calculador. Simplemente hemos querido demostrar que, frente al desdén
de los marxistas contemporáneos en torno al pensamiento que identifican
como “religioso”, se esconden dinámicas más complejas en la historia
del pensamiento y los sistemas lógicos, especialmente si estos cuentan
con una estructura cultural sólida como lo es el judaismo.
Lamentablemente,
en los autodenominados marxistas, el dicho de que el “socialismo es
científico” es utilizado más como un recurso retórico en vez de
argumental. La falacia perfecta, en cuanto a que es una idea convincente
pero falsa. El problema de caer en la ceguera del cientificismo,
respecto al armado conceptual de Marx, es que la coexistencia entre la
famosa “filosofía de la praxis” y una construcción teórica que pregona
la inminencia de una nueva evolución definitiva (la revolución
comunista). Ello significa que, tarde o temprano, la dialéctica de Marx
debería morir. ¿Cuando?, con el advenimiento del Mesías, aquél sujeto
colectivo idealizado por Marx: el proletariado. Así como no existen
discrepancias en mencionar al idealismo alemán, el socialismo francés y
el liberalismo y cooperativismo inglés como los grandes sistemas que
influenciaron al marxismo, quizás es tiempo de incluir a los viejos
esquemas y lógicas del Talmud, hechas a partir de la Torah.
2 comentarios:
muy buen artículo
Karl Marx era judío y si estudió el Talmud, él sabía que su pueblo judío considera a los no judíos (los gentiles) como basura, y que fuimos creados solo para servir a los israelitas, esto que digo está escrito en el Talmud de Babilonia, no es ningún invento mío. El comunismo, marxismo, socialismo marxista y socialdemocracia no son más que inventos judíos para engañarnos a los gentiles con la promesa de la igualdad y del paraíso en el planeta tierra, pero a Marx al igual que sus congéneres solo le importaba su pueblo judío, y en un momento los criticó para hacernos creer lo contrario, porque Marx tenía un Rabino que se llamó Baruch Levy, a este le promete que todos los bienes de los no judíos (o sea nosotros) pasarían a manos de los israelitas, claramente reconoce que inventó el comunismo marxista para poner a sus hermanos judíos a gobernar países.
Caso a parte son los judíos David Ricardo y Milton Friedman, estos liberales capitalistas de derecha tenían el mismo fin, pero a diferencia de su hermano de sangre Marx, ellos iban a ir a engañar a aquellas personas que le gustará el liberalismo, capitalismo, conservadurismo, la libertad individual, el Estado laico y el libre mercado. Como las ideas de Marx era económicamente un fracaso, muy buenas en teoría, pero una decepción en la práctica, los grandes rabinos y empresarios judíos como los Rothschild y los Rockefeller decidieron que serían las tesis de sus hermanos hebreos Milton Friedman y David Ricardo las que terminarían gobernando el mundo, al fin de cuentas la Guerra Fría entre la Unión Soviética y Estados Unidos fue un engaño, ninguno de estos países se invadió militarmente ni entro en una guerra real, solo murieron los que para el judaísmo y el sionismo eran sacrificables en la causa, no así los grandes jefes de la izquierda y derecha política.
Ser derechas o izquierdas es ser un tonto úti del sionismo y el judaísmo, Hitler en su momento lo dijo, y nadie le creyó a excepción de unos pocos. Algún día la verdad saldrá a reducir cuando sea imposible de negar totalmente.
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