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viernes, 4 de noviembre de 2016

La razón por la cual el anarquismo y el liberalismo aún no son expulsados de la realidad social, como postuló Gramsci

En su artículo "La Poda de la Historia", editado en la obra "El Estado y el socialismo", Antonio Gramsci analiza en términos dialécticos la relación entre el anarquismo y el liberalismo como doctrinas basadas en el principio del libertarianismo, donde el filósofo italiano marca la diferencia entre el comunismo y las corrientes "anarquistas y anarcosindicalistas", señalando que el socialismo no es un puente a la anarquía, como señala constantemente la propaganda de las fuerzas conservadoras en un sistema político.
Es más, Gramsci sostiene un planteamiento clave para entender hacia donde apuntan las relaciones entre el anarquismo y el liberalismo en torno al ideal libertario: "En la dialéctica de las ideas, la anarquía es una continuación del liberalismo, no del socialismo; en la dialéctica de la historia, la anarquía se ve expulsada del campo de la realidad social junto con el liberalismo".
Si bien la crítica gramsciana pretendía desvalorar el anarquismo y el liberalismo ante lo que él consideraba el avance inevitable del orden que supone la construcción de un Estado proletario, su visión identifica algunos rasgos de los principios libertarios, como su capacidad para difundirse en todo tipo de sociedades, sean abiertas o cerradas.
Gramsci trata de relacionar el descenso de las ideas libertarias a medida que aumenta la producción material de la industria y la concentración del capital y, por ende, de las "masas obreras", en un intento por reafirmar la relevancia que los seguidores de Marx le atribuyen a la "conciencia de clase", en la cual Gramsci cree que el mayor orden se manifiesta en la cultura del "socialismo proletario".
El tiempo ha desmentido la tesis del pensador italiano, pues el ideario libertariano no está tautológicamente sujeto a un pretendido automatismo dialéctico, aunque se debe reconocer la influencia de la hegemonía cultural en torno al rol que juegan las nociones de redistributivas de justicia social e igualitarismo. El hecho de que las ideas libertarias siempre sean difundidas se debe a que es un principio ético de acción con fines prácticos, pero que -en el ideario del socialismo "científico"- es necesario aplicar un orden.
Gramsci también intenta menoscabar las ideas libertarias al señalar que en sociedades más arcaicas, "donde prevalece el artesanado y el feudalismo rural", el movimiento libertariano toma más difusión, pero que su carácter político se pierde a medida que avanza la industrialización, sobreviviendo como una "fermento ideal". El punto es que este mismo diagnóstico también ha terminado afectando a las tesis más ortodoxas del comunismo, ya que este ha perdido la fuerza como movimiento político, reduciéndose a también a la definición de "fermento ideal", pues nunca se aplicó en la práctica de acuerdo a como lo sugería su armado teórico.
Pese a su afán crítico, Gramsci reconoce que la idea libertaria dispone "aún de un cierto margen para desplegarse", señalando que "proseguirá la tradición liberal en cuanto ha impuesto y realizado conquistas humanas que no deben morir con el capitalismo". Esta afirmación esconde el hecho de que el liberalismo no debe su existencia al capitalismo, puesto que la misma calificación de "fermento ideal" que le asigna a estas ideas refleja la existencia del principio ético de libertad que tienen los hombres en un sentido amplio.
Pero, ¿por qué Gramsci realiza esta relación menoscabadora del ideario libertario, asociándolo a sociedades más arcaicas y no a la industrialización? Creemos que en su ensayo el estudioso italiano buscaba fortalecer la idea del Estado en el movimiento socialista a partir de las críticas surgidas desde el anarquismo por la defensa de los socialistas de la época al aparato estatal.
Gramsci considera que el Estado es una "forma concreta de la sociedad humana", despreciando la idea anarquista de propugnar su desaparición, puesto que considera a una sociedad sin Estado como una forma idealista, como una "pura abstracción", bajo la perspectiva del socialismo elaborado por Marx.
Este es el eje de la crítica de Gramsci y de Marx a las ideas libertarias, sean anarquistas o liberales: que la libertad es solo una manifestación abstracta que se limita a la formalidad de sus principios, pero que en la práctica estaría sujeta a las leyes de la contradicciones que se generan en las relaciones materiales de producción. Gramsci piensa que el fin de la propiedad privada es la que generaría una verdadera libertad en los individuos, aunque esto en la práctica no se ha materializado, por lo que también cae en la categoría de ser un "fermento ideal".
El principal problema de la concepción gramsciana en torno a la libertad es la sujeción del principio ético al mismo Estado, o sea en matar la libertad para -en teoría- posteriormente llevar a una "verdadera" libertad: "Las condiciones reales objetivas en que se ejercerá la dictadura del proletariado serán condiciones de un tremendo desorden, de una espantosa indisciplina. Se hace necesaria la organización de un Estado socialista sumamente firme, que ponga fin lo antes posible a la disolución y la indisciplina, que devuelva una forma concreta al cuerpo social, que defienda la revolución de agresiones externas y rebeliones internas". 
La coacción como principio práctico para llegar a una idea no materializada de libertad es la receta de Gramsci, siguiendo las tesis de Marx, por lo que su ensayo la "Poda de la Historia", si bien reconoce la certera separación entre el anarquismo y el socialismo, no refleja más que una particular concepción sobre la libertad, la cual el filósofo italiano la relaciona con la participación activa de un grupo de individuos (la clase obrera) para terminar con un tipo de Estado, reemplazándolo por otro, pero dejando intacto su función coercitiva. 
Justamente a este tipo de ideas se opone el liberalismo, como una respuesta a la concepción de orden a través del Estado que tiene el socialismo propugnado por Gramsci. Además lo concreto de esta discusión es el incumplimiento de la sentencia gramscista de que el anarquismo y el liberalismo son expulsados de la realidad social en la "dialéctica de la historia", pues sus ideas siguen gozando de buena salud en una parte de la sociedad.

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