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viernes, 28 de abril de 2017

Rasgos de posmodernidad en la cultura de la sociedad chilena en los últimos 30 años

En los años noventa del siglo pasado Chile salía de la dictadura cívico-militar de Augusto Pinochet, siendo este el contexto del auge en el debate sobre globalización cultural y posmodernidad en que la sociedad chilena se estaba insertando producto de los cambios económicos realizados a fnes de los años setenta por los Chicagos Boys, representantes de la ortodoxia monetarista de la Escuela de Economía de la Universidad de Chicago, liderada por Milton Friedman y Arnold Harberger.
Lo que ha sido llamado por Tomás Moulian como la revolución capitalista que se desarrolló en la dictadura pinochetista, con la aplicación sistemática del dispositivo terror y de saber tecnocrático, sentó la bases de una precaria acumulación de capital, en que paralelamente se fueron desenvolviendo un nuevo sistema simbólico-cultural en torno a la actividad económica que dejó de lado la politización de la sociedad, entendida como la movilización de demandas sociales.
En este cuadro surgieron múltiples obras para analizar las características e impactos de la globalización y la posmodernidad, entre los cuales están los trabajos del ahora vilipendiado sociólogo José Joaquín Brunner como -por ejemplo- en su obra "Globalización cultural y posmodernidad", donde realiza un repaso de los principales rasgos del proceso de unificación de mercados que se desarrolló en los países industrializados en los años ochenta, con sus respectivos análisis y propuestas de marcos teóricos, los que aplicó en su libro bajo la óptica chilena de los años noventa y que, de todos modos, entregan un aporte para el establecimiento de coordenadas conceptuales sobre cómo los postulados de la posmodernidad son útiles para un análisis histórico-contemporáneo del Chile de los años noventa.
Brunner parte señalando que a posmodernidad busca expresar el estilo cultural de una realidad social, la que se va relativizando con altos niveles de conciencia. Así, la posmodernidad es sensible a los lenguajes que vienen a determinar a realidad, lo que también va revaluando el concepto frankfurtiano de la industria cultural como producción de una visión de mundo que convierte a la realidad en un símbolo. La posmodernidad des-objetiviza al mundo, orientándolo hacia la multiherméutica, la multiinterpretación, en que el campo moral también toma un carácter linguístico.
El sentido subjetivo de esta época, con estos rasgos de posmodernidad actuando, lo entrega el mercado y no la industra como ocurría en la modernidad, especialmente en los países desarrollados y que en Chile se alcanzó relativamente con el apogeo del modelo de sustitución de importaciones con un fuerte rol interventor del Estado en el aparato productivo. "Las esferas de valor, al entrar en contacto con el mercado y volverse parte de una comunicación interpretativa sobre sus significados, se tornan ellas también lábiles y dan lugar a culturas pluralistas, des-tradicionalizadas, hiper-críticas y sub-realistas", plantea Brunner.
La presencia de un capitalismo industrial y del ideal de la democracia interaccionan con una industria de servicios simbólicos que redefine las relaciones recíprocas entre economía y política y su mutua relación con la cultura. Esto es denominado por Brunner como globalización cultural, aunque quizás lo más pertinente es llamar a este fenómeno como globalización organizacional, como la fase del capitalismo tardío. En este contexto la política se transforma bajo el criterio del management público para administrar este cuadro organizacional heterogéneo.
Pero se a la paradoja de que la consolidación de una razón especializada, con un saber que se ufana por su calidad de experto, también alimenta una mayor incertidumbre, abriendo espacio al riesgo permanente. La incertidumbre, temor o miedo en la posmodernidad no es por una disolución o agotamiento, sino que más bien es un tránsito hacia otras etapas biográficas de "el capital".
El armado político de la posmodernidad profundizó en los años noventa la aspiración de establecer el fin de las ideologías o que este concepto se ubicase en un punto cero, pero lo que en realidad hubo fue un cambio de contenido dentro del universo que anima a la ideología. Su función es la misma como identificación y sentido frente a la visión de mundo que se tiene bajo la persecusión de determinados intereses y opciones. Eso no ha cambiado como búsqueda humana, sino que solo ha cambiado el contenido de la ideología que se ha fragmentado, diluido y multiplicado en sus contenidos.
Brunner considera también a la posmodernidad como un estado de ánimo, un concepto comodín que se adapta a múltiples circunstancias. Ser posmoderno es ayudar a desconstruir lo moderno, significa una inversión de la racionalidad occidental. En cierta forma la posmodernidad toma las propuestas de Nietzsche para recalcar que las interpretaciones tienen un valor más alto que los datos.
Dentro del capitalismo global Brunner indica la capacida creadora-destructiva del capital como una esencia de la actualida que también se traspasó al campo cultural, liberando al consumo a través de la incorporación del incentivo a la fantasía, modificando las pautas de la acción individual y social. Se cambia el principio del trabajo duro enfocado a la acumulación y crece la concepción del dinero fácil como razón subliminante. La nueva etapa capitalista socava los pactos ascéticos que dieron forma a éticas de trabajo para establecer vínculos con los demás, por lo que es el propio mercado termina con esta ética, comiéndose a su hijo al igual que lo hizo el dios Saturno.
Para la presencia de un capitalismo posascético hay una respuesta pesimista que plantea que el capitalismo no puede existir sin una base ética-disciplinaria que debe ser rescatada, por lo que se sustenta un retorno a las raíces weberianas de la ética del capital. Esto, en el campo cultural, tiene dos tipos de respuestas. Una de tipo intermitente, en la que capitalismo y cultura entran permanentemente en desconexión o sintonía, pierden y ganan potencia a intervalos en su relación. La otra respuesta es de tipo optimista en la que se plantea una constante adaptabilidad del capitalismo a diferentes condiciones, ya sea a partir del orden espontáneo y de la permanente auto organización.
La comunicación es el otro factor fundamental en la relación de cultura y proceso globalizador, por cuanto crea una nueva civilización material a partir de la electrónica que da paso a nuevos universos culturales, específicamente a través de internet, como una red abierta que supone un modelo de organización horizontal y auto organizado, susceptible de poder replicarse como una pauta social. Es en el escenario comunicacional donde también se aprecia el drama posmoderno de desarrollo que significa la mezcla entre la integración del mercado con la pobreza y la simultánea penetración de la inustria de los mass media, con la creación de cuadros simbólicos ilusorios que hablan de éxito y el alcance de la prosperidad sobre supuestos asbstracto-mitológicos que dejan en una lugar secundario a los éficit estructurales reales. El efecto que generan estas incertidumbres manufacturadas por los medios de comunicación provoca cuatro formas de reacción en a opinión pública: una adaptación pragmática que se teje en el día a día; un optimismo sostenido que se basa en la razón técnica; un pesimismo físico que convive con ansiedades reprimidas y depresiones, y un compromiso radical que tiene una actiud de confrontación práctica frente a las múltiples realidades que emergen en la convivencia social con la globalización.
Estas formas de reacción están presentes en la sociedad chilena, incubadas en los años ochenta para su propagación a mayor escala en los noventa y en sus primeras manifestaciones sistemáticas en la actualidad, por lo que la posmodernidad fue capaz de entregar estos marcos analíticos para aproximarse a un entendimiento del ser y el estar chileno en estos tiempos.

martes, 25 de abril de 2017

Alcances de la teoría subjetiva del valor en el nivel microeconómico

En "Principios de Economía Política", Carl Menger, uno de los padres de la Escuela Austriaca de economía, entrega una toería del valor económico que contrasta con la teoría de David Ricardo, seguida y profundizada por Karl Marx respecto al valor de la mercancía, sentando las bases de lo que se conoce como la teoría subjetiva del valor, la cual entrega una visión más amplia y flexible a las realidades particulares, específicamente sobre el móvil de la necesidad y el deseo en la demanda de bienes que parten de nuestro sentir y actuar en base a lo existente, de acuerdo a nuestras necesidades.
Su propuesta es que el valor de los bienes se basa en las relaciones que tienen con nuestras necesidades, donde el valor es para sí no en sí, teniendo como uno de sus principales rasgos la adaptación a las condiciones para aparecer o desaparecer en torno al bien. Con ello el economista no centra el valor exclusiva ni rígidamente en el trabajo que pone el trabajador asalariado para darle valor a una mercancía, como lo sostenía Marx y su escuela de feligreses.
"Lo único objetivo son las cosas o, respectivamente, las cantidades de cosas, y su valor es algo esencialmente distinto de ellas, es un juicio que se forman los hombres sobre la significación que tiene la posesión de las mismas para la conservación de su vida o, respectivamente, de su bienestar", explica Menger.
Para reconocer que un bien se consolida como tal a los ojos de los hombres menciona  que deben identificarse cuatro condiciones: una necesidad humana; que exista una conexión causal con la satisfacción de esa necesidad; el conocimiento humano de esta relación causal, y su utilización para la satisfacción de las necesidades. Por el otro lado señala que un bien pierde su cualidad "cuando el hombre carece de poder de disposición sobre ella, de modo que o no dispone de los medios necesarios para volver a ponerla bajo su dominio". 
Otro pilar del análisis mengeriano es la distinción entre bienes de orden superior y los bienes complementarios. Los primeros afirman su cualidad de bienes en relación a las necesidades que aparecerán al final de un proceso de producción, como alimentos. Supongamos que el bien superior del trigo, cuyo producto final es de pan, disminuye por una plaga, lo que de paso afecta a los bienes complementarios de ese bien superior como son las maquinarias y los trabajadores agrícolas.
Lo explica así: "La cantidad de un bien de primer orden necesaria para la satisfacción de una concreta necesidad humana y, por tanto, también la cantidad de un bien de primer orden requerida para satisfacer la totalidad de las necesidades dentro de un período dado de tiempo, viene determinada de manera inmediata por la necesidad o las necesidades y en éstas encuentra su medida".
La relación entre la necesidad y la cantidad disponibles de bienes determinan si estos tienen un carácter económico o no, siendo este otro pilar de la teoría subjetiva del valor. Los bienes no económicos pasan a ser económicos cuando se produce un aumento de la necesidad o cuando hay una disminución de las cantidades disponibles, mientras que la demanda se incrementa a la par que el crecimiento de la población por el desarrollo de las necesidades humanas y los progresos a partir de nuevas aplicaciones utilitarias. "Con la elevación de la cultura los bienes no económicos muestran tendencia a adquirir el carácter de bienes económicos, debido sobretodo a que uno de los factores que ejercen aquí si influencia, a saber, la necesidad humana, aumenta con la evolución cultural". Ejemplo de esto son la consideración de los aparatos de  telecomunicaciones (internet, telefónos celulares, tablets) como bienes económicos que ya están incorporados como un valor a nivel subjetivo por el aumento de la necesidad.
Los bienes económicos son considerados parte de la riqueza que tiene un sujeto, la cual "no es un medida absoluta porque el supremo bienestar de todos los individuos de una sociedad se alcanzaría cuando las cantidades de bienes disponibles de esta sociedad fueran tan grandes que nadie necesitaria poseer riquezas". De esta forma Menger pasa a tratar la identificaión del valor, definiéndolo como la "significación que unos concretos bienes o cantidades parciales de bienes adquieren para nosotros, cuando somos conscientes de que dependemos de ellos para la satisfacción de nuestras necesidades".
"La medida del valor es totalmente subjetiva, por lo que un bien puede constituir para un sujeto económico un gran valor y para otro. En diferentes circunstancias, un valor menor y para un tercero un valor nulo, según sea la diferencia de la necesidad y la masa disponible, lo que uno desprecia, o aprecia un poco, es deseado por otro", precisa.
La satisfacción de necesidades tiene una significación biológica para mantener la vida, del cual se desprende el bienestar, en una secuencia que después se traslada a otros bienes de consumo simbólico como la cultura y la educación (una persona puede plantearse el objetivo de realizar un post grado voluntariamente para satisfacer una necesidad, razón por la cual se organiza para llevarlo a cabo), con lo que las significaciones de trasladan "a aquellos bienes de los que sabemos que depende la satisfacción mencionada".
A partir de estas ideas se plasma la diferencia con la teoría del valor de Marx que está asociada directamente con la aplicación de la cantidad de trabajo que se necesitó para hacerlo, puesto que Menger afirma que "el valor que un bien tiene para un sujeto económico es igual a a significación de aquella necesidad para cuya satisfacción el individuo depende de la disposición del bien en cuestión".
A reglón seguido el economista se refiere a la cantidad de trabajo aplicado o de otros bienes de orden superior utilizados para la producción, señalando que "no tiene ninguna conexión directa y necesaria con la magnitud de este valor". Para ello ejemplifica el caso de "una cantidad de madera en un gran bosque", explicando no tiene valor para los hombres por el hecho de que se hayan empleado en ella grandes cantidades de trabajo o de otros bienes económicos", pues afirma que lo que se tiene en cuenta como valor es "el servicio que puede prestar o al que habría que renunciar en caso de no tenerlo".
La teoría del valor subjetivo también incorpora la teoría del intercambio, dentro de lo cual uno de los fundamentos más importantes se expresan con una fórmula elaborada por Menger: "Si un sujeto A dispone de unas cantidades concretas de un bien que para él tienen menos valor que ciertas cantidades de otro bien que se hallan en poder del sujeto económico B, mientras que este segundo se encuentra, respecto de las cantidades de bienes de que dispone, en la relación opuesta, de modo que una cantidad igual del segundo bien tiene para él menor valor que la cantidad de bien de que dispone el primer sujeto". Con ello nuestra subjetividad nos empuja a entregar lo que valoramos menos por lo que nos interesa obtener, lo que valoramos más, interaccionando con la otra parte, que está interesadas por el valor que nosotros tenemos como menor valía. Aquí se cumple con la máxima de la teoría mengeriana de que la capacidad de ciertos bienes de satisfacer necesidades se relaciona con la disponibilidad de otros bienes, al tiempo que muestra la influencia de las valoraciones relativas a la hora de negociar intercambios, lo cual también forma parte de los procesos de intercambio a gran escala.
En este contexto, se identifican tres condiciones para que un intercambio mutuo sea exitoso: que el sujeto económico tenga una menor cantidad de bienes con menor valor que otras cantidades que tiene otro sujeto económico; que ambos sujetos tengan conocimiento de su situación respectivas y que ambos tengan la capacidad suficiente para convertir en realidad el intercambio de bienes.
El intercambio tiene su valor de cambio y de uso, donde el primero es "la significación que adquieren para nosotros los bienes que nos aseguran de una manera directa la satisfacción de necesidades en unas circunstancia en las que, si no dispusiéramos de estos bienes, no podríamos satisfacerlas", mientras que el segundo tipo de valor Menger lo sitúa como  la "significación que adquieren para nosotros aquellos bienes cuya posesión nos garantiza el mismo resultado bajo las mismas circunstancias, pero de forma indirecta".
Desde el punto de vista del precio en la teoría del valor subjetivo Menger los define como las cantidades de bienes que deben aparecer en el intercambio, cuya esencia original no se encuentra en una determinada cantidad cuantitativa, ni menos en una observación científica capaz de establecer una clasificación exacta para las acciones humanas, sino que es la mejor provisión de la satisfacción de las necesidades de las personas contratantes", es decir que también se sustentan en lo subjetivo".
"Los hombres económicos intentan mejorar todo lo posible su situación económica. Con este objetivo ponen en marcha su actividad económica y por eso intercambian sus bienes, siempre que por este medio puedan alcanzar aquella meta. Los precios son, pues, simples fenómenos accidentales, síntomas de la equiparación económica entre las economías humanas", precisa el economista.
En un intercambio aislado el precio se forma por situaciones concretas, donde lo que se busca es cubrir las necesidades de mejor modo antes que se estableciera el intercambio, por lo que se generan situaciones de regateo de precios, las cuales provocan oscilaciones en los precios. Esto produce que en este tipo de intercambio intervengan factores individuales que no tienen un carácter económico, pero que no influye en la actividad económica de terceros.
El dinero también tiene una interpretación más particular en la teoría subjetiva, puesto que su valor se asocia con las costumbres de los hombres que se mueven en base al interés para satisfacer sus necesidades y que va de la mano del incremento de la cultura económica. "Es, pues, seguro que la práctica y la costumbre contribuyeron en muy buena medida a convertir las mercancías más vendidas en cada situación concreta en bienes que aceptaban, a cambio de sus propias mercancías, no algunos, sino la totalidad de los individuos económicos", explica Menger.
"El dinero no es el producto e un acuerdo previo de los agentes económicos y mnos aún el resultado de unos actos legislativos. Tampoco es una invención de los pueblos. Dentro de cada pueblo, algunos individuos económicos aislads fueron adquiriendo, a medida que tenían una mejor comprensión de sus intereses económicos y paralelamente con ella, el conocimiento, ya casi obvio en sus circunstancias, de que al entregar unas mercancías de escasa capacidad de venta por otras más vendibles, estaban dando un paso importante por la senda de sus especiales objetivos económicos", sostiene el economista polaco.
Las dinámicas descritas por Menger tienen el aporte de aterrizar el móvil de las decisiones en economía en base a las apreciaciones de cada persona, como base del intercambio, especialmente si son voluntarios y no sujetos a una coacción bajo la amenaza violenta de otro y de un tercero. La teoría subjetiva es un aporte a la comprensión de la disciplina económica desde la óptica del individuo, siendo una constructo antropocéntrico que tiende a ser olvidado por las ortodoxias económicas, desde el colectivismo estatista hasta el monetarismo corporativista.

martes, 18 de abril de 2017

Lukacs: El rol de lo particular en el reflejo estético en torno a la realidad social

Georg Lukacs, en su libro "Prolegómenos a una estética marxista", señala uno de los puntos de partida clave para entender la persistente influencia cultural de la modernidad bajo el ancla del concepto totalizante de lo absoluto, en que lo particular es considerado como una categoría central de la estética, que se relaciona con la razón y la experiencia, entendidas como ingredientes fundamentales de la realidad social.
Lukacs toma la base de Kant  y Schelling, para dar con la génesis filosófica del principo estético, señalando que este útimo es un absoluto en sí mismo, específicamente en los marcos de entendimiento de la modernidad. "En la Antiguedad lo universal es lo particular, la especie del individuo; por eso, aunque en ella domine lo particular, la Antiguedad es el mundo de las especies. En el mundo moderno lo particular significa sólo lo universal, y precisamente por eso, porque en él domina lo universal, el mundo moderno es el de los individuos, el de la descomposición", señala.
Al pasar a Hegel, Lukacs encuentra más claridades para abordar el tema de la estética, a través de las relaciones entre singularidad, particularidad y universalidad, los que son identificados como momentos que determinan las formas lógicas, los conceptos, los juicios y la inferencia.
En el campo estético también se pueden aplicar estas tres categorías, las cuales tienen funciones distintas, pero están interrelacionadas. "Lo universal abraza bajo sí mismo lo particular y singular, lo singular contiene en sí mismo lo particular y lo universal, y lo particular contiene en sí mismo lo universal".
Según Lukasc, el movimiento de lo singular a lo universal, y viceversa, está mediado por lo particular en el campo objetivo y a nivel del pensamiento (lo subjetivo), siendo relevante llevar estos principios a la esfera de la estética, reconociendo la brecha que tienen estas categorías en el conocimiento científico y que se reconoce en la distinción entre reflejo estético y reflejo científico. El primero busca captar el contenido y la forma de la realidad, descubriéndola y reproduciéndola, con lo cual aportan cambios cualitativos a la imagen refleja del mundo, siendo lo particular el eje central. La obra de arte es la objetivación del reflejo estético de la realidad, cuyo contenido proviene de formas específicas de la materia.
También hay otros elementos como la técnica y la forma, donde surge la distinción entre la producción industrial y la creación artística. Lo universal se asocia con la producción técnica, relegando a la particularidad a la producción artesanal en que se cuenta con un modo de tratamiento artístico particular, aunque hay un momento de encuentro entre la técnica artística con la técnica científico industrial cuando se presenta un procesos de aprendizaje recíproco entre las experiencias que comparten los hombres. 
"Todo proceso científico en la técnica tiene que imponerse, antes o después, como un paso en el movimiento hacia adelante, pues su sentido objetivo alude a una mayor aproximación a las leyes de la realidad objetiva, a su aplicación económica. La técnica artística, en cambio, no es más que un medio para expresar del modo más perfecto posible aquella reproucción conformadora de la realidad que hemos resumido en el principio de la forma como forma de un contenido determinado, en el papel organizador de una determinada altura de particularidad para cada obra de arte(...)una técnica no puede, pues, ser fecunda y progresiva en sentido artístico sino cuando promueve precisamente el despliegue de esa particularidad", indica Lukacs.
Lo particular en el campo estético, según Lukacs, nace de la necesidad de reproducir objetivamente la realidad, dando paso a opiniones subjetivas y al arbitrio particular relacionado con una necesidad interna. Lukacs dice que la premisa de que "no hay objeto sin sujeto" es un principio de la estética, con lo cual separa las aguas entre esta esfera y la teoría del conocimiento: "el objeto (la obra de arte) está por su estructura tejida con subjetividad; no posee un "atomo" ni una célula sin subjetividad; su totalidad incluye la subjetividad como elemento de la idea estructuradora". Lo subjetivo es parte del proceso creador de la personalidad artísticas en que las afecciones interiores tiene un dinamismo en que se van superponiendo entre ellas, es la singularidad que avanza hacia la particularidad bajo el deseo de reproducir la realidad.
Es en este contexto en que la creación artística se muestra en la conexión social que se percibe para dar nacimiento a la obra de arte, por lo que aquí se muestra la relación dialéctica que busca definir Lukacs: "(...)el creador reconoce, o sospecha por lo menos -y la capacidad al respecto determina también su capacidad como artista- que ha descubierto algo cualitativamente distinto y más general que las observaciones medias o excéntricas, las impresiones, etc., que se le ofrecen en su cotidiana singularidad". Esto genera acercamientos y distancias en el artista frente a la realidad, por lo que sale de su propia singularidad para representar los objetos con que se relaciona. Es en esta percepción en que se facilita la dialéctica entre esencia y apariencia, entre lo nuevo y lo viejo, para ver otros elementos que no ven las otras observaciones, con lo que surgen contradicciones en torno a la realidad, debido al factor abierto que implica el descubrimiento de "lo cualitativamente distinto".
"Presicamente por eso es decisiva para la estética la necesidad de representar objetiva, verazmente y, al mismo tiempo, humanamente una realidad inependiente dela consciencia humana. Esta necesidad impone la generalización aquí descrita de la subjetividad en particularidad, la superación también de todo lo meramente universal en la humanizada subjetividad de lo particular", plantea Lukacs.
La individualidad de la obra, la originalidad, es otro elemento que aborda Lukacs. Esta forma parte de la realidad, lo que supone una toma de posición del artista. "La realidad refejada y conformada por el arte contiene ya, pues, en sí previamente, como un todo, una toma de partido respecto de las luhcas históricas del presente del artista. Sin una toma tal de posición sería irrealizable la elección concreta de tal o cual momento de la vida, y no otro, como particular característico para objeto de la dación artística de forma", señala el filósofo húngaro, añadiendo que para tal efecto es necesaria la necesidad y la fuerza de convicción, o sea la voluntad para tomar partido frente a la realidad, frente al ambiente histórico-social.
Otro aspecto clave es comprender que la obra de arte es una reproducción estética de las relaciones dialécticas entre esencia y fenómeno. "Es propio también de la real originalidad artística el que se capte la esencia del fenómeno nuevo en cada caso, y ello de acuerdo con la peculiaridad ya aclarada del reflejo estético no sólo como descubrimiento de legalidades generales que se revelen en el nacimiento de lo nuevo(...)sino como conformación de particulares destinos de hombres particulares".
En este sentido, más adelante Lukacs reafirma que "todos los caminos que emprende el arte auténticos proceden de la realidad social; todos los caminos de su adecuada eficacia tienen por tanto que reconducir a esa realidad", siendo la particularidad la categoría central en esta relación por cuanto modifica el proceso de creación y del creador, influyendo también en el receptor de la obra.
De esta forma las determinaciones específicas que provienen de la teoría de la particularidad del reflejo estético de Lukacs en torno al fenómeno artístico muestran la esencia de las diferencias entre apariencia y esencia, lo convencionalmente falso y verdadero, lo nuevo y lo viejo, y entre el reflejo científico y el estético que se desenvuelven en la realidad de la interacción humana.

miércoles, 12 de abril de 2017

El problema del dominio en el liberalismo según la dialéctica de la ilustración

La permanente problemática del dominio entre los hombres es uno de las problemáticas que se tratan en la clásica obra de Max Horkheimer y Theodor Adorno, "La Dialéctica de la Ilustración". Si bien a priori se reconoce la influencia del trabajo de Marx, a partir de su concepto de las relaciones sociales de producción y de lucha de clases en el sentido de relaciones de dominio, este trabajo de la Escuela de Frankfurt plantea la tesis de que el proceso iluminador que consolida la modernidad en occidente abrió pasó a una fase de dominio basada en una razón calculadora que se escapó de las manos, derivando en una dominación totalitarista.
El acontecimiento del fascismo en Europa en los años veinte del siglo XX marca un punto de inflexión del análisis frankfurtiano a partir de la visión sostenida por Marx, lo que se expresa en varios pasajes de la dialéctrica de la ilustración o del iluminismo, como se conoce el texto en español.
Uno de los aspectos importantes de la obra es tomar el trayecto de las ideas que con el tiempo se convierten en un régimen de dominio a través de un tipo de razón con pretensiones de validez universalistas, en un proceso del cual surgen con mayor fuerza la ideas del liberalismo y del socialismo, doctrinas que circulan en la participación social con pincipios y postulados discursivos emancipadores.
Con la ilustración Hockheimer y Adorno advierten la emergencia de una nueva configuración de poder que se establece a partir del dominio del hombre de la naturaleza, en lo que la obra denomina como la llamada primera naturaleza, que no es más que el mundo físico, material y real en el que el hombre es arrojado. "La enfermedad de la razón —escribe Horkheimer— radica en su propio origen, en el afán del hombre de dominar la naturaleza", ya sea violentándola, conquistándola y mercantilizándola, siendo lo que ocurrió con el continente americano en el siglo XVI uno de los ejemplos más visibles de esta dinámica.
El proceso de ilustración se despoja del pensamiento mágico, de la tradición que se sustenta en el principio metafísico y que se manifiesta con el poder universalizado de la iglesia católica. Pero lo que esconde la dialéctica de la ilustración es una lógica de dominio que, al igual que el poder eclesiástico, utiliza ramificaciones doctrinales para justiciar la práctica de mismo ejercicio de dominio bajo la constitución de un poder con su respectivo saber.
"El saber, que es poder, no conoce límites, ni en la esclavización de las criaturas ni en la condescendencia para con los señores del mundo. Del mismo modo que se halla a disposición de los objetivos de la economía burguesa, en la fábrica y en el campo de batalla, así está también a disposición de los emprendedores, sin distinción de origen. Los reyes no disponen de la técnica más directamente que los comerciantes: ella es tan democrática como el sistema económico con el que se desarrolla. La técnica es la esencia de tal saber. Éste no aspira a conceptos e imágenes, tampoco a la felicidad del conocimiento, sino al método, a la explotación del trabajo de los otros, al capital".
El liberalismo y el socialismo, nacidos de la ilustración, con sus versiones de pretensiones científicas elaboradas desde el positivismo lógico (la evidencia que está presente y es conocida) para superar la mitología del poder hegemónico anterior, son las principales doctrinas que son usadas por el proceso de la ilustración como fuerzas emancipadoras, pero que -en el fondo- son manipuladas por el poder que supone el dominio de la naturaleza, la cual abre una nuevo estadio de dominación entre los hombres, solo que con distintos saberes. La idea se transforma en dominio en presencia de sistemas teóricos rígidos y centralizados, sustentados en la unidad estructurada, algo que Adorno identifica como un mundo administrado, donde se inserta el Estado, el gran poder económico y la industria cultural, lo que a la larga terminaría restringiendo las libertades.
"La Ilustración deshace la injusticia de la vieja desigualdad, la dominación directa, pero la eterniza al mismo tiempo en la mediación universal, en la relación de todo lo que existe con todo. Ella garantiza lo que Kierkegaard elogia de su ética protestante y que aparece en el círculo de leyendas de Heracles como uno de los arquetipos del poder mítico: ella elimina lo inconmensurable. No sólo quedan disueltas las cualidades en el pensamiento, sino que los hombres son obligados a la conformidad real. El favor de que el mercado no pregunte por el nacimiento lo ha pagado el sujeto del intercambio al precio de dejar modelar sus cualidades, adquiridas desde el nacimiento, por la producción de las mercancías que pueden adquirirse en el mercado".
Lo cualitativo se subordina a los cuantitativo, a lo medible, a lo clasificable. El hombre y su subjetividad se objetivizan a un nivel extremo: "El dominio se enfrenta al individuo singular como lo universal, como la razón en la realidad. El poder de todos los miembros de la sociedad, a los que, en cuanto tales, no les queda otro camino abierto, se suma continuamente, a través de la división del trabajo que les es impuesta, para la realización justamente de la totalidad, cuya racionalidad se ve, a su vez, multiplicada por ello. Lo que sucede a todos por obra de unos pocos se cumple siempre como avasallamiento de los individuos singulares por parte de muchos: la opresión de la sociedad lleva en sí siempre los rasgos de la opresión por parte de un colectivo. Es esta unidad de colectividad y dominio, y no la inmediata universalidad social, la solidaridad, la que sedimenta en las formas de pensamiento".
Es por eso que en la dialéctica de la ilustración se habla de un proceso en el cual se pasa de una fase liberal (específicamente en su versión francesa nacida de la revolución de1889) a una fase socialista (como quieren los marxistas, pero que Horkheimer y Adorno omiten reconocer, así como los liberales también la hacen, al señalar que el socialismo es lo que abrió paso al fascismo). Pero también hay una fase totalitarista que ambos autores identifican en la llegada del fascismo en la europa de los años veinte del siglo XX, el cual se constituye a partir de la crítica y negación de ambos idearios.
"Pues la Ilustración es totalitaria como ningún otro sistema", señalan sus autores, debido a su afán e matematizar la realidad material. "Cuando en el procedimiento matemático lo desconocido se convierte en la incógnita de una ecuación, queda caracterizado con ello como archiconocido aun antes de que se le haya asignado un valor. La naturaleza es, antes y después de la teoría cuántica, aquello que debe concebirse en términos matemáticos; incluso aquello que no se agota ahí, lo indisoluble y lo irracional, es invertido por teoremas matemáticos. Con la previa identificación del mundo enteramente pensado, matematizado, con la verdad, la Ilustración se cree segura frente al retorno de lo mítico. Identifica el pensamiento con las matemáticas. Con ello quedan éstas, por así decirlo, emancipadas, elevadas a instancia absoluta".
La técnica construida a través de la razón calculadora se asocia desde el aparato productivo y el carácter que adquiere la circulación de mercancías encierra una falsedad, una irracionalidad detrás del constructo de la segunda naturaleza (las relaciones entre los hombres) a partir del dominio de la primera naturaleza.
"La irracionalidad del capitalismo totalitario, cuya técnica para satisfacer necesidades hace imposible, en su forma objetivada y determinada por el dominio, la satisfacción de las necesidades y conduce al exterminio de los hombres: esa irracionalidad está ejemplarmente prefigurada en el héroe que se sustrae al sacrificio sacrificándose. La historia de la civilización es la historia de la introyección del sacrificio. En otras palabras: la historia de la renuncia. Cada uno de los que renuncian da de su vida más de lo que le es restituido, más que la vida que él defiende. Lo cual se desarrolla en el contexto de la falsa sociedad. En ella, cada uno está de más y es engañado".
Esta forma de organización capitalista totalitaria tiene puntos de coincidencia con el análisis de Julia Varela y Fernando Álvarez-Uría en "Genealogía y Sociología", donde explica el método genealógico foucaultiano, indicando un proceso de similares características respecto a la relación entre el saber único, universalizante y mensurable de la razín ilustradora o iluminista con el poder disciplinario  del Estado moderno y el poder económico del capital industrial: "A finales del siglo XVIII se produjo una lucha económico-política en torno a los saberes, saberes que hasta entonces estaban dispersos y presentaban un carácter heterogéno. A medida que el Estado se consolidó y a medida que se desarrollaron las relaciones de producción con el empuje de la revolución industrial, se desencadenaron procesos de anexión y confiscación de saberes locales y artesanales por parte de saberes más generales o industriales".
De una forma más radical Horkheimer y Adorno reconocen el mismo proceso como una proteción otorgada al mundo burgués "sólo mientras la concentración económica no estuviese aún suficientemente avanzada. Antes, sólo los pobres y los salvajes se hallaban expuestos a los elementos capitalistas desencadenados. Pero el orden totalitario pone al pensamiento calculador en posesión de todos sus derechos y se atiene a la ciencia en cuanto tal. Su canon es su propia sangrienta capacidad productiva".
La ilustración se convierte en el conocimiento que impulsa una fuerza material, que es el aparato productivo expresado en el capitalismo industrial, en un proceso objetivo que entraña efectivamente el libre accionar de los individuos en sus intercambios, pero en condiciones tales que facilita el comercio a gran escala para una minoría de propietarios a costa de los medianos y pequeños dueños de medios de producción, pues otra ingrediente presente en estas dinámicas son acciones como el engaño, el fraude y el abusos.
Para Hans Neumann, otro de los primeros académicos de la Escuela de Frankfurt, no siempre el liberalismo ha estado asociado con la democracia, poniendo el ejemplo de régimenes liberales que han derivado en dictaduras o que se aprovechan de las condiciones autoritarias para realizaer políticas basadas en los principos del libertarianismo, sobre la base de la razón calculadora encarnada en el saber tecnocrático, por lo que dice que hay gérmenes de totalitarismo en el liberalismo. Bajo el sol de la razón calculadora. entre liberalismo y fascismo hay una continuidad. Con el desarrollo de la lógica del libre cambio al estado de cartelización y formalización de monopolios, se identifican relaciones de continuidad. Hay conflicto entre capital monopólico y librecambista, pero sus leyes de competencia son un tronco en común para ambos fenómenos. El mercado tiene un problema de poder, entre comandantes y comandados, sobre todo cuando entra el Estado con un rol interventor.
Al respecto Horkheimier y Adorno reconocen que en el liberalismo se materializa el fin del dominio: "Del mismo modo que la Ilustración reduce teóricamente a ilusiones los fines con que se adornaba el antiguo dominio, sustrae a éste, mediante la posibilidad de la abundancia, el fundamento práctico que lo sostiene. El dominio sobrevive como fin para sí mismo bajo la forma de poder económico".
Más adelante complementan el rol del saber técnico en esta forma de dominio. "En realidad, es en el círculo de manipulación y de necesidad que la refuerza donde la unidad del sistema se afianza más cada vez. Pero en todo ello se silencia que el terreno sobre el que la técnica adquiere poder sobre la sociedad es el poder de los económicamente más fuertes sobre la sociedad. La racionalidad técnica es hoy la racionalidad del dominio mismo. Es el carácter coactivo de la sociedad alienada de sí misma".
El dominio sobre la naturaleza material, la primera naturaleza, viene seguida del dominio de la llamada segunda naturaleza, aquella donde se insertan los convencionalismos, los sistemas simbólicos y un régimen de verdades superficial que se concentra en el principio de "lo políticamente correcto", lo que se manifiesta ya sea en la fase liberal o socialista de la ilustración, aunque se profuniza con el fase totalitaria del dominio, donde se "invoca, como razón última, a los charlatanes de la política y a su sistema de locura y lo impone a la mayoría de los administrados, ya plegada y hecha maleable por la gran industria y por la industria cultural. Lo absurdo del dominio resulta hoy tan transparente para la conciencia sana que el dominio necesita de la conciencia enferma para conservarse en vida". Esta sentencia es aplicable ahora a la tendencia  al surgimiento del carisma de líderes políticos que legan al poder a través de populismo mediáticos.
La individualidad también es blanco de manipulación en el dominio derivado de la dialéctica de la ilustración. "Si en la época liberal la individuación de una parte de la población era necesaria para la adaptación de la sociedad en su conjunto al estadio alcanzado por la técnica, hoy el funcionamiento del aparato económico exige una dirección de las masas que no se vea ya perturbada por la individuación. La tendencia —determinada por la economía— de la sociedad compleja, que se ha impuesto siempre en la constitución espiritual y física de los individuos, atrofia los órganos del individuo que obraban en el sentido de ordenar autónomamente la existencia de éste. Desde que el pensamiento se ha convertido en un simple sector de la división del trabajo, los planes de los expertos y de los jefes competentes han hecho superfinos a los individuos que planifican autónomamente su propia felicidad".
La administración y lo colectivo coexisten con la inividuacion a partir de la razón calculadora del iluminismo, aunque están sujetas a a la manipulacion mediante aparatos propagandísticos que se disputan la hegemonía de este tipo de razón. "La propaganda manipula a los hombres; al gritar libertad se contradice a sí misma. La falsedad es inseparable de ella. Los jefes y los hombres dominados por ellos se reencuentran en la comunidad de la mentira a través de la propaganda, aun cuando los contenidos de ésta sean en sí justos. Incluso la propaganda de la libertad puede engendrar confusión, puesto que debe anular la diferencia entre la teoría y la peculiaridad de los intereses de aquellos a quienes se dirige".
Bajo estas condiciones el liberalismo se ha visto coartado por el armado de la razón impuesta por la ilustración, se ha visto reducido a un punto de vista que privilegia la técnica, como una visión reduccionista, con sistemas teóricos cerrados y concentrados a partir de los intereses del aparato productivo a gran escala. De esta forma se entiende que las diversas formas que ha tomado el liberalismo, como concepciones más abiertas provenientes de la cultura angosajona, han quedado debajo de las convenciones construidas por el dominio de la segunda naturaleza por parte del proceso ilustrador. La problemática del dominio para el liberalismo supone la marginación de sus otras corrientes a manos de la razón ilustradora homogeneizante, centralizado y universal que ha creado una dura capa de liberalismo convencional, orientada a la reducción del campo económico a la gran empresa.
El liberalismo participa de la actividad social a partir de la autonomía y libertad que tienen los individuos para decidir por sí mismos, sin la intervención coaccionadora de terceros. Hay un toque de anarquía en las ideas liberales que es incómoda para la razón ilustradora y sus sistemas teórios cerrados y unitarios bajo cuya visión "la idea y el individuo cuentan para ellos más que la administración y lo colectivo. Por eso suscitan indignación".

jueves, 30 de marzo de 2017

Derecha-izquierda: Conceptos espaciales con un contenido relativo que se tiende a desconocer

"El árbol de las ideologías está siempre reverdeciendo", dice la frase Norberto Bobbio en su obra "Derecha e Izquierda, razones y significados de una distinción política", con lo que se puede comenzar todo una crítica a las formas discursivas que circulan en el debate político acerca del carácter negativo que tendría la "ideología" para resolver problemas de la realidad social.
Bobbio plantea que las categorías de derecha e izquierda están dentro de las ADN del sentido común, universalizándose en el campo político, entrañando posiciones emotivas y morales detrás de la identificación de cada una de estas posiciones, las cuales también se caracterizan por tener diversos contenidos que van cambiando e interaccionando en el tiempo . Es así como en el binomio derecha-izquierda caben otros significados, tipos ideales de enfrentamiento o representaciones de otros binomios ouestos entre sí : libertarianismo-autoritarismo; conservadurismo-progresismo; liberalismo-socialismo; conservadurismo-liberalismo; fascismo-comunismo; tradición-emancipación; clericalismo- laicicismo; igualitarismo-desigualitarismo, entre otras identificaciones que han surgido en la dinámica histórica en torno a la política moderna.
Esta díada, como le llama Bobbio, se ha convertido en una totalidad dicotómica en el campo de las ideas políticas,  por cuanto -según el politólogo italiano- "nacen de la interpretación de un universo concebido como formado por entidades divergentes que se oponen las unas a las otras". Derecha e izquierda son conceptos espaciales, receptáculos de contenidos ontológicos, que están determinados y epecíficos.
"Como se sabe, el uso de estas dos palabras (derecha e izquierda) se remonta a la Revolución francesa, por lo menos, en lo que concierne a la política interior. Se trata de una metáfora espacial muy banal, cuyo origen es totalmente casual y cuya función, desde hace dos siglos, es sólo la de dar un nombre a la persistente, y persistente por esencial, composición dicotómica del universo político. El nombre puede cambiar. La estructura esencial y originariamente dicotómica del universo político permanece", detalla.
Entonces podemos identificar que lo realmente importante en el campo político e ideológico no es la existencia en sí de estas categorías, sino que es el contraste que plantean las diferentes visiones de mundo respecto a la toma de poder del Estado y al devenir de la sociedad en cuanto organización civil. El problema es que es la persistente tendencia a reducir toda la problemática que afecta a las sociedad bajo la díada derecha-izquierda, como si fuera algo absoluto, cuando se trata de todo lo contrario.
"Los dos conceptos «derecha» e «izquierda» no son conceptos absolutos. Son conceptos relativos. No son conceptos substantivos y ontológicos. No son calidades intrínsecas del universo político. Son lugares del «espacio político». Representan una determinada topología política, que no tiene nada que ver con la ontología política: «No se es de derecha o de izquierda, en el mismo sentido en que se dice que se es “comunista”, o “liberal” o “católico». En otros términos, derecha e izquierda no son palabras que designen contenidos fijados de una vez para siempre. Pueden designar diferentes contenidos según los tiempos y las situaciones", aclara Bobbio.
Esta dinámica histórica ha moldeado la cultura de la sociedad política y de la sociedad civil a través de los diferentes ciclos en que se desarrolla la relación dicotómica: "tanto en el caso del predominio de la Derecha sobre la Izquierda, como en el caso contrario, las dos partes siguen existiendo simultáneamente y extrayendo cada una su propia razón de ser de la existencia de la otra, incluso cuando una asciende más alto en la escena política y la otra baja".
Bobbio recuerda el trabajo de autores que distinguen los contextos en los que este binomio se utiliza, los cuales serían cuatro: el lenguaje ordinario, el de la ideología, el análisis histórico-sociológico, el estudio del imaginario social".
Siempre se deben considerar aspectos más sutiles detrás de esta distinción y que son en la mayoría de los casos los que se imponen a la hora de expresar las diferencias en torno a un objeto público de debate en torno a los asuntos de la sociedad: "En toda discrepancia política la opinión, entendida como expresión de un convencimiento, no importa si privado o público, individual o de grupo, tiene sus raíces en un estado de ánimo de simpatía o de antipatía, de atracción o de aversión, hacia una persona o hacia un acontecimiento".
El contenido de ambas categorías es dinámica, siempre está vaciando y reponiendo sus contenidos con elementos de distintas doctrinas. En la derecha coexisten componentes de autoritarismo, liberalismo, corporativismo, integralismo católico, conservadurismo, progresismo y nacionalismo, elementos que también se integran a la izquierda, a la cual se agregan el socialismo, receptor de varias de estas doctrinas y algunas expresiones de anarquismo.
"El árbol de las ideologías siempre está reverdeciendo. Además, no hay nada más ideológico, tal y como ha quedado demostrado muchas veces, que la afirmación de la crisis de las ideologías. Así como que «izquierda» y «derecha» no indican solamente ideologías. Reducirlas a la pura expresión de pensamiento ideológico sería una injusta simplificación: indican programas contrapuestos respecto a muchos problemas cuya solución pertenece habitualmente a la acción política, contrastes no sólo de ideas, sino también de intereses y de valoraciones sobre la dirección que habría que dar a la sociedad, contrastes que existen en toda sociedad, y que no parece que vayan a desaparecer", precisa Bobbio.
En su análisis del binomio, de esta díada, Norberto Bobbio toma el trabajo de su compatriota Dino Cofranceso, de donde rescata la distinción entre diferencias esenciales en ambas categorías, las cuales tienen que ver con "la inspiración ideal, la intención profunda, la mentalidad", mientras que también reconoce las "diferencias no esenciales o sólo presuntamente esenciales", las cuales se utilizan "como armas polémicas en la lucha política contingente, que, tomadas por esenciales, se utilizan para dar falsas respuestas a la pregunta sobre la naturaleza de la díada, y para negarla cuando parece momentáneamente fallar en una situación específica".
"Que la relación entre diferencia esencial y diferencias no esenciales pueda solventarse en la distinción entre un valor final constante y valores instrumentales variables, y por lo tanto intercambiables, se puede deducir de la afirmación que «libertad y autoridad, bienestar y austeridad, individualismo y antiindividualismo, progreso técnico e ideal artesano, se consideran, en los dos casos, como valores instrumentales, o sea que hay que promover y rechazar según la contribución que ellos pueden dar, respectivamente, al fortalecimiento de la tradición y a la emancipación de algún privilegio", plantea Bobbio.
Otro hecho que demuestra la relatividad de los conceptos de derecha-izquierda es el llamado proceso de transferencia ideológica o de conversión, la cual puede tener distintos grados de desarrollo. "La relatividad de dos conceptos se demuestra también observando que la indeterminación de los contenidos, y por tanto su posible movilidad, hace que una cierta izquierda respecto a una derecha pueda convertirse, con un desplazamiento hacia el centro, en una derecha respecto a la izquierda que se ha quedado parada, y, simétricamente, una cierta derecha que se desplaza hacia el centro se convierte en una izquierda respecto a la derecha que no se ha movido. En la ciencia política se conoce el fenómeno del «izquierdismo», como el simétrico del «derechismo», según el cual la tendencia al desplazamiento hacia las posiciones extremas tiene como efecto, en circunstancias de especial tensión social, la formación de una izquierda más radical a la izquierda de la izquierda oficial, y de una derecha más radical a la derecha de la derecha oficial: el extremismo de izquierda traslada más a la derecha la izquierda, así como el extremismo de derecha traslada más a la izquierda la derecha".
Contenidos específicos y determinados que se instalan con mayor fuerza en la historia de la discusión políticas en las sociedades modernas. Un ejemplo es el binomio libertad-autoritarismo y del de igualdad-desigualdad.
En el primer caso Bobbio sostenía en los años noventa del siglo pasado que "una de las conquistas más clamorosas, aunque hoy empieza a ser discutida, de los movimientos socialistas que han sido identificados al menos hasta ahora con la izquierda, desde hace un siglo, es el reconocimiento de los derechos sociales al lado de los de libertad. Se trata de nuevos derechos que han hecho su aparición en las constituciones a partir de la primera posguerra y han sido consagrados también por la Declaración universal de los derechos del hombre y por otras sucesivas cartas internacionales. La razón de ser de los derechos sociales como el derecho a la educación, el derecho al trabajo, el derecho a la salud, es una razón igualitaria. Las tres tienden a hacer menos grande la desigualdad entre quien tiene y quien no tiene, o a poner un número de individuos siempre mayor en condiciones de ser menos desiguales respecto a individuos más afortunados por nacimiento y condición social".
"A través de estas referencias a situaciones históricas quiero simplemente recalcar mi tesis de que el elemento que mejor caracteriza las doctrinas y los movimientos que se han llamado «izquierda», y como tales además han sido reconocidos, es el igualitarismo, cuando esto sea entendido, lo repito, no como la utopía de una sociedad donde todos son iguales en todo sino como tendencia, por una parte,
a exaltar más lo que convierte a los hombres en iguales respecto a lo que los convierte en desiguales, por otra, en la práctica, a favorecer las políticas que tienden a convertir en más iguales a los desiguales", detalla el pensador.
Finalmente otro punto importante para las relaciones entre derecha e izquierda es la inclusión de una tercera fuerza que pueda tensionar el binomio o la díada. "La visión diádica de la política, según la cual el espacio político se concibe dividido en dos únicas partes, de las que una excluye a la otra, y nada entre ellas se interpone, puede ser definida como Tercero excluido, la visión triádica, que incluye entre derecha e izquierda un espacio intermedio, que no es ni de derecha ni de izquierda, sino que justamente está en el medio de la una y la otra, se puede definir como Tercero incluido", plantea.
El llamado "Tercero incluido" permite salir de la reducción dual del campo político, pero complejiza el tejido ideológico en cuanto a la emergencia de nuevos programas de acción para abordar la problemática de una sociedad.
"La definición de este espacio intermedio hace posible una comprensión más articulada del sistema, ya que permite distinguir entre un centro que está cercano a la izquierda o centro-izquierda, y un centro que está más cercano a la derecha o centro-derecha, y así, en el ámbito de la izquierda, una izquierda moderada que tiende hacia el centro y una izquierda extrema que se contrapone al centro, e igualmente, en el ámbito de la derecha, una derecha atraída hacia el centro, y una que se aleja de él, contraponiéndose en igual medida tanto al centro como a la izquierda. Teniendo en cuenta que, a pesar de las posibles divisiones dentro del espacio del centro, queda siempre un centro indiviso, que podría llamarse centro-centro, la tríada en realidad se convierte en una pentíada", dice Bobbio.
Surge así la denominada tercera vía, la cual puede tomar un contenido ideológico diverso: desde la moderación a la radicalización política en relación a la derecha-izquierda, como explica Bobbio: "En el debate político, el Tercero incluyente se presenta habitualmente como un intento de tercera vía, o sea, de una posición que, al contrario de la del centro, no está en medio de la derecha y de la izquierda, sino que pretende ir más allá de la una y de la otra. En la práctica, una política de Tercera vía es una política de centro, pero idealmente ésta se plantea no como una forma de compromiso entre dos extremos, sino como una superación contemporánea del uno y del otro y, por lo tanto, como una simultánea aceptación y supresión de éstos (en lugar de, como en la posición del Tercero incluido, rechazo y separación). No Tercero-entre, sino Tercero-más allá, donde al Primero y al Segundo, en lugar de estar separados el uno del otro y con la posibilidad de sobrevivir en su oposición, se les acerca en su interdependencia y se les suprime por su unilateralidad. Cada figura de Tercero presupone siempre los otros dos: mientras el Tercero incluido descubre su propia esencia expulsándolos, el Tercero incluyente se alimenta de ellos. El Tercero incluido se presenta sobre todo como praxis sin doctrina, el Tercero incluyente sobre todo como doctrina en busca de una praxis,que en el momento en que se pone en práctica, se realiza como posición centrista".

viernes, 24 de marzo de 2017

La imposición de lo verdadero y falso desde Nietzsche a Foucault en el campo político y económico

La razón moderna con fines universalistas se ha vuelto molesta para una no despreciable cantidad de la personas en estos tiempos de globalización, especialmente en el campo de las relaciones de dominio del orden político y económico, donde se ha instalado un tipo de esquema lógico en torno a lo verdadero y lo falso.
Estas dos última categorías son claves en la relación entre sociedad política y sociedad civil, en el contrato o pacto social entre gobernantes y gobernados. Lo verdadero y lo falso, la verdad y la mentira como pregunta filosófica dentro de cada sociedad están estructuradas a través de prácticas discursivas que se plantean como una permanente relación de poder siempre circulando y en constante adaptación.
Detrás de lo que conocemos como sistemas políticos con sus respectivos tipos de cultura política se ubica una plataforma de relaciones de dominio que establece una aproximación de verdad que tiende a disfrazarse de eterna, inherente a la naturaleza humana. Este ejercicio crea una superficie de relaciones cruzadas bajo el principio de lo que se conoce como "lo políticamente correcto", siendo el blanco de críticas de la llamada filosofía de la sospecha, cuyos máximos exponentes son Fiedrich Nietzsche, a partir de cuya obra surgió el análisis y la propuesta epistemológica de Michel Foucault.
Ambos filósofos toman la construcción de lo verdadero y de lo falso en las relaciones sociales.
En su trabajo "Sobre verdad y mentira en sentido extramoral", Nietzsche aborda la problemática que ha significado para el hombre lo que se interpreta como verdad, identificando el inicio de esta búsqueda en la necesidad del hombre de terminar con el conflicto mediante la paz social, algo que nos remite a la idea hobbesiana del pacto de sujeción social para poner atajo al "hombre lobo el hombre" y que más tarde sería también abordada por John Locke con el contrato civil y el contrato social de Rousseau en el periodo en que se cimienta la ilustración con su propuesta de razón universal.
Según Nietzsche "este tratado de paz conlleva algo que promete ser el primer paso para la consecución de ese enigmático impulso hacia la verdad. Porque en este momento se fija lo que desde entonces debe ser verdad, es decir, se ha inventado una designación de las cosas uniformemente válida y obligatoria, y el poder legislativo del lenguaje proporciona también las primeras leyes de la verdad, pues aquí se origina por primera vez el contraste entre verdad y mentira. El mentiroso utiliza las legislaciones válidas, las palabras, para hacer aparecer lo irreal como real".
Con el análisis del pensador alemán entran en juego las relaciones de poder, del lenguaje y del conocimiento, por ende, del discurso, a la hora de abordar la influencia de la esfera económica y política sobre la sociedad. En este sentido Nietzsche recuerda que el hombre quiere a la verdad siempre y cuando esta tenga impactos benéficos o "agradables" a la vida, por lo que no dudan en rechazar la verdad cuando esta es perjudicial o destructiva. De ahí que la filosofía de la sospecha tenga un campo de cultivo en el momento en que el dominio se perciba perjudicial en la vida cotidiana de los gobernados, quienes atribuyen como un fraude a la verdad construida a partir del "tratado de paz", mencionado por Nietzsche. La arbitrariedad del lenguaje y en la construcción de conceptos con pretensiones de instalarse como una verdad lleva a Nietzsche a definir esta última como "un ejército móvil de metáforas, metonimias, antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas, adornadas poética y retóricamente y que, después de un prolongado uso, a un pueblo le parecen fijas, canónicas, obligatorias: las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son, metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su troquelado y no son ahora consideradas como monedas, sino como metal".
Para Nietzsche en las palabras, entendidas como representaciones, hay una tendencia a estandarizar las diversidad de cosas. Las palabras agrupan las cosas dispersas y diferente, tienden a absolutizar lo particular, lo que lleva al filósofo alemán a sostener que son las acciones individuales las que dan a conocer realmente el sentido de las palabras. La honestidad, ejemplifica, se conoce realmente por las acciones honestas que por la palabra misma. Es decir, la palabra sin una manifestación práctica no es real, sino que es vacía, una mera representación. El concepto, según Nietzsche, es entregado por la "omisión de lo individual y de lo real".
Años más tarde Niezsche vuelve a la carga sobre la verdad y la mentira en su obras "Humano demasiado Humano", donde señala la necesidad de contar con una filosofía del coraje y de la audacia para desenmascarar a la mentira que se impone como la verdad. En el aforismo 30 plantea: "Las conclusiones erróneas más habituales del hombre son las siguientes: si una cosa existe, está legitimada. En este caso, la legitimidad se deduce de la capacidad de vivir, de la adaptación a un fin. Si una idea resulta beneficiosa, es verdadera; como su efecto es bueno, aquélla es buena y verdadera. En este caso, se aplica el efecto al predicado: beneficioso, bueno, en el sentido de útil, y se atribuye entonces a la causa el mismo predicado: bueno, pero aquí en el sentido de lógicamente válido. Las proposiciones recíprocas a éstas son: si una cosa no puede imponerse ni mantenerse, es incorrecta; si una idea atormenta y excita, es falsa. El espíritu libre, que aprende a conocer con harta frecuencia lo que tienen de vicioso esta forma de razonar y a sufrir sus consecuencias, cae a menudo en la seductora tentación de deducir generalmente lo contrario: si una cosa no puede imponerse, es buena; si una idea produce angustia e inquietud, es verdadera".
La critica nietzscheana se centra en la tendencia a considerar lo bueno, lo correcto sobre la base de los afectos que tienen los hombres, en circunstancias de que no todo lo que es útil afectivamente para los hombres es necesariamente bueno ni útil, ni psicológicamente válido. El convencionalismo que nace del tratado de paz, asumido desde la instancia política hace ver que lo conveniente sería lo verdadero, y viceversa. El hombre se convence de las buenas noticias, aunque estas bajo su superficie no sean realmente convenientes, ni buenas.
Por ejemplo en el debate sobre la economía política actual se plantea que la verdad está puesta en las estadísticas, en lo que dicen los números acerca del crecimiento económico y empleo, dejando de lado realidades individuales y grupales al interior de la sociedad.
Este error lógico, según Nietzsche, lleva al hombre a enfrentar realidades distintas a las que se esperaba bajo el constructo de lo conveniente, creando frustración hacia los que gobiernan. Considerar verdadero lo que no es conveniente es una desafío para el espíritu libre que debe enfrentar el reduccionismo de lo verdadero y de lo falso, para lo cual la verdad debe escapar de este esquema. El hombre no tiene necesidad de verdades absolutas que se establezcan como convenciones que diriman lo que es verdadero y falso, sino que el hombre requiere de seguridad en su enfrentamiento con el mundo al que es arrojado, lo que -para Nietzsche- implica una opción de coraje.
El pensamiento de Nietzsche sobre lo verdadero y falso es seguido por Michel Foucault, en sus clases del College de France que se agruparon en la publicación de "El Origen de la biopolítica", donde sostiene la construcción de lo que él llama "un régimen de verdad", se apoya en la idea de una filosofía de la naturaleza humana de carácter estático, que debe ser aceptada por el hombre, especialmente por los gobernados.
Según Foucault el acoplamiento de una serie de prácticas de un régimen de verdad "forma un dispositivo de saber-poder que marca efectivamente en lo real lo inexistente y lo somete en forma legítima a la división de lo verdadero y lo falso".
"Lo inexistente como real, lo inexistente como elemento de un régimen legítimo de verdad y falsedad, es el momento  -en las cosas que hoy me ocupan- que marca el nacimiento de la bipolaridad disimétrica de la política y de la economía. La política y la economía, que no son cosas que existen, ni errores, ni ilusiones, ni ideologías. Es algo que no existe y que, no obstante, está inscrito en lo real, correspondiente a un régimen de verdad que divide lo verdadero de lo falso", afirma el pensador francés.
El establecimiento de un régimen de verdad con un orden discursivo que imponga verdades que son constantemente cuestionada es el reflejo de la tensión del esquema de lo verdadero y falso dentro de cada sociedad, en un proceso que también se ha vuelto universalizante con el proceso de globalización y con verdades fabricadas sobre el orden económico, donde las realidades locales y particulares son absorbidas por un discurso absolutista, globalizante y quimérico, que se plantea como una solución, una receta para todas partes.
Así como este dispositivo de poder-saber, que levanta un régimen de verdad que arbitrariamente decide qué es lo verdadero y lo falso, se aplica en el campo de la economía-política, en la arena política se instala a través del orden discursivo de valores sociales y de lo "políticamente correcto", de acuerdo a los intereses de la técnica gubernamental y de los grupos históricamente dominantes en la sociedad. Aquí la tendencia es instaurar una filosofía perenne, que no se modifica en el tiempo, como el derecho natural, o valores transcendentales al hombre, en que cualquier crítica es considerada como algo falso, un "canto de sirenas", una utopía, sin considerar realidades particulares que se ven perjudicadas por el impacto de la verdad establecida.
En la dinámica de imponer lo verdadero y lo falso se insertan prácticas discursivas que busca adaptarse a los intereses de los que arbitrariamente imponen la dualidad verdadero-falso. Es el caso de las élites políticas y económicas que arbitrariamente imponen prácticas discursivas con sus propios lenguajes que catalogan de falsas las alternativas que critican los efectos generados por el régimen de verdad instalado. Por ejemplo, en este sentido se pueden mencionar argumentos de defensa a la evasión de impuestos por parte del gran empresariado o el financiamiento a partidos políticos, los cuales son tratados como realidades que pueden ser aceptadas en la sociedad, dejándolas en el terreno de lo verdadero, a nivel superficial, cuando debajo de esa superficie existen otros discursos circulando que cuestionan esta verdad. 

lunes, 13 de marzo de 2017

Claves Weberianas para comprender el rechazo a la figura del "político profesional"

La crisis permanente que afecta a los grupos dirigentes de la sociedad política en occidente desde fines del siglo XIX forma parte, a grandes rasgos, del proceso de imbricación entre la acción estatal y el proceso económico hegemonizado por grupos de presión que siguen ensanchando la brecha entre los intereses de la sociedad política y la sociedad civil, donde se desprenden fenómenos sociopolíticos que interaccionan entre sí, como la autoreferencialidad, corporativismo, capitalismo entre amigos (crony) y la topocracia (gobierno de redes cerradas).
Max Weber entrega uno de los primeros análisis sobre la forma de hacer política contemporánea en su obra "El político profesional", también conocida como "La política como profesión" donde señala que esta figura tiene múltiples rasgos y distinciones a partir de la conformación del Estado moderno que entraña un proceso permanente de disputa de poder para la mantención del monopolio de la fuerza por parte de un grupo de personas. Es así como en este escenario se destaca al político que vive "de" y el que vive "para" la política. En el primer caso están las personas que ingresan a esta actividad con el objetivo de tener ingresos constantes, con lo cual -según Weber- "puede ser un simple "prebendado" o bien un "funcionario" asalariado. En el segundo caso están las personas que hacen su vida en torno a la política sobre la base de ideales, opciones éticas o convencimientos internos. Ambos casos deben tener una remuneración plantea Weber, aunque es posible reconocer que en esta dualidad la vivencia "para" la política ha sido subsumida, absorbida por la vivencia "de" la política, siendo este un objeto de crítica que se plantea desde la sociedad civil, la cual se puede sintetizar con la máxima de que los políticos honestos "ya no existen" o, en otras palabras, de que la ética fue borrada por el afán de los intereses personales de enriquecimiento por parte de quienes conforman la clase política.
En esta línea Weber reconoce este tipo de comportamiento que es absorbido por el campo de intereses económicos: "El político profesional o bien recibe ingresos procedentes de concesiones y regalías por servicios determinados -propinas, coimas y sobornos apenas son una variante irregular y formalmente ilegal de esta clase de remuneraciones-, o bien recibe ingresos fijos en especie, un salario en dinero, o ambas cosas a la vez. El político profesional puede tomar el carácter del "empresario", como en el caso del condottiero o del arrendatario o del antiguo comprador de un cargo, o como en el caso actual del cacique "político" norteamericano, que encara sus gastos y costos como una inversión de capital de la que extraerá beneficios a través de sus influencias", explica el sociólogo alemán.
Podemos ver entonces que hay un interés desde el mismo político profesional para asegurarse sus ingresos personales, considerando su actividad como una constante inversión que lo beneficie a él, su familia y a un círculo de personas cercanas que abre camino a un sujeto de poder que oferte o demande de él ciertas concesiones administrativas en función de sus propios intereses, dando lugar a fenómenos como el tráfico de influencias, prebendas u otro tipo de corrupciones, detrás de las cuales está el factor del poder económico que requiere de la ayuda del cuadro administrativo del Estado para su expansión.
Esta clasificación del político profesional en América Latina muestra su mejor ejemplo a partir de los cuadros de dirigentes que surgieron al alero de las llamadas oligarquías que fueron moldeando el sistema de partidos en la región, donde tampoco fueron inmunes otras formas de explosiones político-institucionales, como revoluciones o golpes de Estado, en que también se fue configurando una burocracia sujeta al poder establecido, creando una burocracia planificadora en relación directa con el aparato estatal o el gran empresariado, con lo que poco a poco pasó a formar una nomenclatura opuesta a la sociedad civil.
Ha pasado casi un siglo desde este trabajo de Weber y la descripción de la función de los políticos mantiene su patrones identitarios: "En la actualidad los jefes de los partidos políticos retribuyen la lealtad en los servicios con toda clase de cargos: en los partidos, en periódicos, en cooperativas, en cajas de Seguro, en municipalidades y en el gobierna del Estado. Además de un fin objetivo, las luchas partidarias persiguen principalmente el control del reparto de los cargos".
Para Weber la empresa del sistema de partidos es una empresa de grupos de interés que provoca la necesidad de contar con individuos preparados "para la lucha por el poder y estudio de los métodos para esa lucha por parte de los partidos políticos modernos". Esto -agrega- "determinó la división de los funcionarios públicos en dos categorías diferentes, aunque no rígidamente separadas: por una parte funcionarios "profesionales" y por la otra funcionarios "políticos".
En su conferencia sobre "El político y el científico" el pensador alemán prosigue su análisis de la función del político, destacando el elemento no desdeñable que tiene la vanidad, como un factor propulsor de la brecha que separa al político de los gobernados: "La conciencia de tener una influencia sobre los hombres, de participar en el poder sobre ellos y, sobre todo, el sentimiento de manejar los hilos de acontecimientos históricos importantes; elevan al político profesional, incluso al que ocupa posiciones formalmente modestas, por encima de lo cotidiano. La cuestión que entonces se le plantea es la de cuáles son las cualidades que le permitirían estar a la altura de ese poder (por pequeño que sea en su caso concreto) y de la responsabilidad que sobre él arroja. Con esto entramos ya en el terreno de la ética, pues es a ésta a la que corresponde determinar qué clase de hombre hay que ser para tener derecho a poner la mano en la rueda de la historia".
Otro elemento que muestra Max Weber y que  y cuyo dinamismo persiste en las sociedades políticas actuales es el rol que cumple la figura de "el boss", el empresario "político capitalista" encargado de armar y gestionar redes de financiamiento que influyan en la captación de votos, siendo piedra angular en la organización de un partido político, puesto que es la fuente de recursos financieros importantes para financiar campañas, como se ha visto recientemente en Chile, con el destape de las relaciones entre grupos económicos y colectividades políticas a nivel hegemónico. El ejemplo del grupo económico Penta y de la empresa Soquimich que entregaron recursos transversalmente a los partidos de los dos bloques hegemónicos en Chile tuvo la participación de estos empresarios político-capitalistas que menciona Weber como operadores, en un rol que también incluye a los encargados de los partidos políticos de conseguir estos recursos.
"Todo aquel que pretende infringir, sin ser castigado, alguna de las muchas leyes, necesita la connivencia del boss y debe pagar por ella, de lo contrario le esperan consecuencias muy desagradables. Pese a todo, estos medios no son suficientes para completar los fondos reunidos por la empresa. El boss se hace asimismo indispensable como perceptor de las sumas de dinero procedentes de los grandes magnates financieros, que sólo a él entregan, ya que, tratándose de fines electorales, en absoluto habrían de confiarlas a ningún funcionario a sueldo ni a persona alguna que esté obligado a rendir cuentas públicamente. El boss, que se caracteriza por su máxima discreción en lo relativo al dinero, es por antonomasia el hombre que se mueve en los círculos capitalistas que financian las elecciones. El típico boss no es sino un sujeto totalmente gris, al que no le interesa el prestigio social; por el contrario, en la alta sociedad resulta despreciable este profesional. Su objetivo es sólo el poder mediante el cual obtener el dinero, aunque también por el poder mismo. A la inversa del leader inglés, el boss norteamericano actúa en la sombra. Es muy raro que se deje oír; podrá sugerir al orador lo que debe decir, pero él guarda silencio", señala Weber en su análisis.
Este tipo de prácticas es la que ha ensanchado la brecha entre la lógica de la sociedad política y la sociedad civil, pues esta última rechaza abiertamente este tejido de poder que se arma y que no responde a las demandas de los gobernados, aunque Weber advierte que este desprestigio civil no provoca mayores efectos en el actuar de la figura del empresario político-capitalista: El boss está desprovisto de principios políticos definidos, carece de convicciones; a él sólo le interesa la forma en que puede obtener los votos. Tampoco es raro que se trate de un individuo sin cultura, pero correcto e irreprochable en su vida privada. Tan sólo, por lo que se refiere a la política, su ética se acomoda a la moral media de la actividad que rige en su momento, a semejanza de lo que muchos de los nuestros hicieron en épocas de acaparamiento. Le tiene sin cuidado ser despreciado en sociedad como profesional, es decir como político de profesión".
La relación práctica de la ética es uno de los ejes centrales entre los intereses de la sociedad civil y la sociedad política, en que se debe reconocer que no existe una sola ética en la interacción con los gobernados, especialmente si la visión de estos no es considerada por quienes ejercen la práctica política, lo cual no se agota en la mera representación formal que supone la elección de representantes en el Poder Legislativo.

viernes, 3 de febrero de 2017

La peligrosa y latente tendencia a la regresión autoritaria como forma de ser gobernado

El autoritarismo como parte de la condición humana es una pulsión dentro de ciertos individuos o grupos dentro de la sociedad, entendida -según la define Sigmund Freud- como una fuerza que impulsa al sujeto a realizar una acción para satisfacer una tensión interna, especialmente para buscar mayor seguridad y estabilidad frente a situaciones que se asumen incontrolables, las cuales en ciencia política se ubican en el contexto del estado de la naturaleza, descrito por Thomas Hobbes, en que el hombre es el lobo del hombre, ante lo cual es necesario establecer un acto de sujeción entre la figura autoritaria de un hombre a cargo del Estado y los súbditos.
Esta relación de dominio es la respuesta a la tensión interna, a la angustia que se produce en algunos individuos y grupos en torno a la forma que se adquirir un gobierno para que supuestamente responda a las expectativas de seguridad y estabilidad, por lo que el autoritarismo históricamente es una tendencia siempre presente en las relaciones de la sociedad política con la sociedad civil, transformándose en una tendencia que pretende regresar el un contrato social más abierto, al estilo de Jean Jacques Rousseau, a la sujeción leviatánica de Hobbes.
La regresión autoritaria busca un tipo de dominación que se busca a partir de un cuestionamiento a la legitimidad, como afirma Max Weber. Y es que para algunos individuos o grupos la idea de establecer un régimen autoritario es la solución al desorden que dicen percibir de sistemas políticos más abiertos, liberales y abiertos al juego democrático, aunque se mantenga con altos niveles de formalismo.
En este sentido, siguiendo a Weber, el motivo de girar hacia un tipo de dominio responde a una racionalidad con arreglo a fines, en que el ejercicio de razonamiento del sentido común se puede ejemplificar de esta manera: "Si hay un gobierno autoritario con mano dura aumentan las probabilidades de obtener resultados de orden público, provocando una disminución de las amenazas a la seguridad personal y pública, como la delincuencia y el conflicto.
En su exposición sobre "La política como vocación", Weber apunta otro elemento que da vida a esta tendencia a ser subordinado a un poder fuerte: El ámbito de la influencia autoritaria de las relaciones sociales y de los fenómenos culturales es mucho mayor de lo que a primera vista parece. Valga como ejemplo la suerte de dominación que se ejerce en la escuela, mediante la cual se imponen las formas de lenguaje oral y escrito que valen como ortodoxas.(...) La autoridad de los padres y de la escuela llevan su influencia mucho más allá de aquellos bienes culturales de carácter (aparentemente) formal, pues conforma a la juventud y de esa manera a los hombres. 
Para Weber "es evidente que, en la realidad, la obediencia de los s ̇bditos está condicionada por muy poderosos motivos de temor y de esperanza". El motivo del temor se activa al no desear caer en el estado de naturaleza sin orden, mientras que el de la esperanza apunta al anhelo de terminar con los déficits organizacionales de los sistemas abiertos que no son capaces de respondes a las necesidades de los súbditos.
La fuente de legitimidad de esta nostalgia por el autoritarismo en los sometidos se identifica más con la personalización del poder, especialmente mediante la legitimidad del carisma. No falta quienes ven carisma en la figura del dictador, lo que entrega una sensación aseguramiento del funcionamiento de una sociedad, no importando que sea una forma corrompida de gobierno, como indica Aristóteles.
Peor aún, quienes exigen un retorno a lo autoritario asocian el carisma con los otros dos tipos de dominio advertidos por Weber: la tradición, o sea el supuesto apego de los regímenes autoritarios para mantener ciertos valores sagrados como el orden público, y la legalidad, en que se asocia la figura carismática del dictador para generar leyes que eviten la caída en el desorden o caos que vienen con las crisis de legitimidad en los sistemas políticos.
Norbert Lechner apunta a que el autoritarismo es un intento de restauración de certidumbres, de reafirmar el sentimiendo de una comunidad en un mundo en que "todo lo sólido se desvanece en el aire", lo que justamente ocurre con mayor pofundidad en una sociedad abierta. A su juicio. el autoritarismo "reelabora los miedos concretos como miedo al caos, miedo al comunismo, etc. Cuando la sociedad interioriza este "miedo reflejado" que le devuelve el poder, ya no es necesario un lavado de cerebro".
"La instrumentalización de los miedos es uno de los principales dispositivos de disciplinamiento social. Se trata de una estrategia de despolitización que no requiere de medidas represivas, salvo para ejemplificar la ausencia de alternativas", sostiene Lechner.
Entonces tenemos a la incerteza que lleva al miedo y este se traslada a la necesidad de una supuesta protección que se ve en la figura autoritaria. La exigencia para retornar al Estado leviatánico, que suspenda más de un derecho, también forma parte con el modo de construir una sociedad. El peso de la noche planteado por Diego Portales en la gobernabilidad chilena, es parte de una tendencia universal en el modo en que los hombres se organizan: Tener un diseño autoritario en un mar de súbditos sumisos que piden estabilidad en vez de libertad.
La regresión al autoritarismo es como el demonio que menciona Nietzsche en su ley de eterno retorno: Cada cierto tiempo surge la inclinación a optar por esta forma de gobierno. La desesperación que lleva a algunos a pedir autoritarismos y otros tipo de mesianismos que venden eficientismo no revela más que la inseguridad personal de no poder gestionar los problemas con las propias capacidades ni de asociarse con otros para superarlas. La crisis de la representatividad también es producto de una sociedad civil no organizada como un poder efectivo contra los representantes, lo que refleja la crisis permanente en el contrato civil entre gobernantes y gobernados.

martes, 24 de enero de 2017

El mercantilismo: metástasis de la economía chilena

¿Somos liberales o mercantilistas? Esta es una pregunta existencialista para quienes apoyan el libre mercado a priori, sin saber que no solamente el liberalismo es la única corriente en que se sustenta la idea de una economía abierta, siendo este uno de los motivos que permiten que otras corrientes como el mercantilismo se haya incrustado en la lógica de desarrollo del actual proceso de acumulación y reproducción del capital.
El mercantilismo es un sistema de ideas económicas pensadas para el libre comercio, concebido en el siglo XVI de la mano de las apertura europea en el contexto del renacimiento y la reforma protestante en los albores de la modernidad, con nuevos poderes que se van constituyendo paralelamente al poder eclesiástico y al feudalismo.
El carácter práctico en el comercio se centra en la acumulación del bienes que generan un excedente para destinarlo a otros países en un proceso que es instrumentalizado por la naciente configuración del Estado--Nación que pasó a tomar un rol preponderante en la economía política a través del concepto de soberanía.
Esto fue advertido por Nicolás Maquiavelo, quien señala que el príncipe "instituirá premios para recompensar a quienes lo hagan y a quienes traten, por cualquier medio, de engrandecer la ciudad o el Estado.Todas las ciudades están divididas en gremios o corporaciones a los cuales conviene que el príncipe conceda su atención. Reúnase de vez en vez con ellos y dé pruebas de sencillez y generosidad, sin olvidarse, no obstante, de la dignidad que inviste, que no debe faltarle en ninguna ocasión".
En el análisis de Maquiavelo se advierte la necesidad de que quien está a cargo del Estado no olvide a los representantes de los sectores productivos a quienes no debe olvidar para comportarse de modo generoso, dejando en claro que esta es una tarea que le compete a la autoridad representada en él.
Este germen moderno de corporativismo, en que las organizaciones económicas establecen una relación de dependencia con el Estado y viceversa es uno de los rasgos del mercantilismo moderno.
La generosidad así se entiende como la intervención del Estado para influir en las condiciones de la producción privada, la que se puede materializar en subsidios, leyes especiales, franquicias tributarias, incentivos directos o indirectos, todos los cuales son -en otras palabras- favores y concesiones especiales de acuerdo a la realidad de cada gremio o corporación que represente a un sector productivo.
De ahí que la máxima moderna del subsidio o apoyo estatal a una parte del sector privado se expresa mediante transferencia de recursos a los productores para aumentar la producción bienes dentro de un territorio determinado, el cual forma parte de la soberanía del Estado-nación.
En los escritos de Thomas Mun, padre del mercantilismo inglés de los siglos XVI y XVII , se advierte la relación de depenencia entre los comerciantes y el poder político, representado en el concepto de soberanía, entendida como el factor de desarrollo nacional, en que la clave es que las ganancias por lo que se exporta siempre debe ser mayor a las mercancías que se importan de otras naciones, proceso que tiene el objetivo de engrandecer a ambas partes.
"Considerad,  pues,  la  verdadera  forma  y  valor  del  comercio  exterior,  el  cual  es:  la  gran  renta  del  rey,  la honra del reino, la noble profesión del comerciante, la escuela de nuestros oficios, la satisfacción de nuestras  necesidades,  el  empleo  de  nuestros  pobres, el  mejoramiento  de  nuestras  tierras,  la  manutención  de nuestros marineros, las murallas de los reinos, los recursos de nuestro tesoro, el nervio de nuestras guerras, el  terror  de  nuestros  enemigos.  Por  todas  estas  grandes  y  poderosas  razones  muchos  Estados  bien gobernados  fomentan  grandemente  esta  profesión  y  cuidadosamente  estimulan  esta  actividad,  no  solamente  con  una  política  que  la  aumente,  sino  también  con  poder  para  protegerla  de  daños  externos,  pues saben  que  entre  las  razones  de  estado  es  la  principal  el  mantener  y  defender  aquello  que  los  sostiene  a  ellos y a sus haciendas", señala Mun en "La riqueza de Inglaterra por el comercio exterior".
Esta dinámica derivó en un conjunto de saberes que fue instalando una supuesta verdad desde el poder de la soberanía estatal y del corporativismo comercial, como también lo advierte Murray Rothbard en su ensayo "El dinero, el Estado y el mercantilismo moderno", al definir al mercantilismo como "el uso de la regulación económica y la intervención por parte del Estado con el fin de crear privilegios especiales para un grupo favorecido de comerciantes y hombres de negocio".
En otra de sus obras Rothbard señala que el mercantilismo, "alcanzó su máximo en la Europa de los siglos diecisiete y dieciocho, era un sistema del estatismo que empleaba la falacia económica para construir una estructura de poder imperial, así como subsidios especiales y privilegios monopólicos para individuos o grupos favorecidos por el estado”.
 La imbricación Estado-comerciantes tiende a generar la plutocracia, el gobierno de los ricos, siendo un ejemplo lo ocurrido en Chile con la renta generada por el salitre a fines del siglo XIX, donde el Estado cumplía un rol funamental para impulsar las exportaciones de este producto, en una situación de captura del aparato público destinado a promover una renta monoexportadora, la cual -una vez terminado el período del Estao parlamentario a fines de los años veinte del siglo pasado- pasó a convertirse en una oligarquía patronal que se concentró en las organizaciones gremiales del empresariado, agrupadas en la Confederación de la Producción y el Comercio, donde están las representaciones de la minería, banca, agricultura, industria, comercio y la construcción.
Rothbard plantea que los vestigios del mercantilismo se manifiesta en las fuerzas políticas conservadoras y socialistas, desde donde se articula la intervención del Estado en la producción y en la circulación de las mercancías mediante transferencias a los productores y comerciantes con el fin de aumentar la producción de este bien para después comercializarla con políticas idealmente proteccionistas. En el caso del conservadurismo el mercantilismo se enfoca a proteger ciertos grupos de empresas que componen un sector productivo en desmedro de otras empresas o grupos de comerciantes.
Un ejemplo de esto se produjo en Chile en 1974, en el marco de la llamada "reconstrucción nacional", con la dictadura cívico-militar encabezada por Pinochet, donde la receta para reactivar la economía se basó en el apoyo del Estado a través de la entrega de recursos para beneficiar a ciertas empresas dentro de ciertos sectores, lo cual generó desventajas para las otras empresas que no recibían los subsidios, franquicias tributarias ni otro tipo de privilegios. En concreto, en este contexto, surgió el Decreto Ley 701 que entregaba un subsidio estatal a ciertas empresas forestales para la recuperacion de suelos y asi incentivar la forestación y el despegue de una industria exportadora, provocando como resultado un mercado controlado por tres empresas. Una situación similar se anotó en la agricultura con una estrategia exportadora que por décadas contó con bandas de precio para proteger a ciertos productos agrícola frente a la importaciones foráneas, además de establecer una relación de dependencia con la política cambiaria, la cual todavía surge de vez en cuando cada vez que el dólar baja a ciertos niveles, provocando las presiones de los gremios agrícolas para que el Estado, a través de Banco Central intervenga el tipo de cambio. 
Esta clase de dinámicas, injertadas dentro de una economía de mercado libre es la que sembró las condiciones para el fortalecimiento del corporativismo empresarial, siendo otro de sus mecanismos la relación de dependencia con el Poder Legislativo, mediante el lobby de asociaciones gremiales a congresistas para obtener leyes sectoriales privilegiadas que sustentan monopolios, como el de Soquimich en el mercado del litio y de sales, o oligopolios, como es el caso de la pesca industrial y del transporte público, Transantiago, en que el Estado entrega una enorme cantidad de recursos a operadores privados que destinan esos dineros para cubrir déficits operacionales o ganancias finales, descuidando la inversión en nuevas máquinas.
En el mercantilismo también se generan brechas para que se inserte el llamado capitalismo crony, entre amigos, donde opera el gobierno de redes (la topocracia) cerradas, particularmente entre los representantes del Estado y asociaciones gremiales que terminan beneficiando a las empresas dominantes de los sectores que dicen representar. 
Este es un tipo de capitalismo irracional, como explica Max Weber en su trabajo de "Historia Económica General": "El mercantilismo es la traslación del afán de lucro capitalista al seno de la política. El estado procede como si estuviera única y exclusivamente integrado por empresarios capitalistas".
Para el mercantilismo la presencia del Estado es sinónimo de una oferta, por lo que naturalmente debe haber alguien que sea la demanda, pero el producto que se establece en la relación es el privilegio, como resorte para acumular y reproducir capital en condiciones ventajosas que para otros -sin embargo- produce desventajas, por lo que también opera una lógica utilitarista en el sentido de que se busca establecer ciertas acciones que se creen provocarán el bienestar de muchos, sin considerar a los que queden perjudicados.
La idea del rol subsidiario del Estado centrado en la oferta es una concepción que recurre a la influencia del mercantilismo en el pensamiento económico, haciendo perdurar la idea de que el aparato estatal es el que debe abrir camino al mercado. El problema mayor es que en esta reación existen grupos y organizaciones económicas que se rehusan a soltar la mano del padre Estado que para mantener esta situación establecen un saber discursivo que disfraza de mercado libre y economía abierta a las prácticas mercantilistas que se reproducen y extienden en el cuerpo económico y sus relaciones sociales de producción. Esto es lo que contribuye a que el capitalismo chileno sea considerado sui generis.

domingo, 22 de enero de 2017

Chile: un principado mixto desde 1990, a la luz de El Príncipe de Maquiavelo

Nicolás Maquiavelo, al analizar las diversas formas que toma un principiado entrega un antecedente para entender lo que sucede actualmente con las formas de gobierno del Estado moderno. Chile no escapa a este análisis, específicamente desde 1973, en que comienza el llamado período de "refundación nacional", que considera un diseño institucional determinado y cuyas bases no se han modificado estructuralmente hasta la actualidad.
Puestas así las cosas vivimos en un Principado mixto, como dice Maquiavelo: uno que desde 1990 se anexó al reino dictatorial previo. Su consolidación se hizo por ciertas características culturales que ahora se resquebrajan con mayor rapidez. Existen formas para lograr conseguir un principado nuevo que, según el politólogo italiano, puede ser hecho a través de la virtud.
¿Qué entiende Maquiavelo por principado mixto? simplemente es un Estado que no es nuevo del todo, sino que es un "corno miembro a un conjunto anterior". En este cuadro se puede establecer un parangón con el proceso político chileno, en que un principado anterior (la dictadura cívico-militar) no solamente le entregó el poder formal a un principado nuevo (la Concertación de Partidos por la Democracia), sino que también le heredó la institucionalidad establecida en la Constitución, con lo que permitió que el principado nuevo se agregase al antiguo.
La adquisición en este caso se produjo con el arma de los votos, no fue con la toma de las armas como hizo la dictadura para instalar un principado nuevo sobre las cenizas del anterior (la Unidad Popular). (...)"al hablar de los principados de nueva creación (la institucionalidad creada en la dictadura) y de aquellos en los que sólo es nuevo el príncipe (la Concertación de Partidos por la Democracia) Maquiavelo recuerda que este tipo de gobernanza se basa en el principio de que "los hombres siguen casi siempre el camino abierto por otros y se empeñan en imitar las acciones de los demás".
Algo que identifica al principado mixto es el proceso de transición cuando se administran las estructuras del principado antiguo. En esta línea el análisis de Maquiavelo sostiene: "las dificultades nacen en parte de las nuevas leyes y costumbres que se ven obligados a implantar para fundar el Estado y proveer a su seguridad. Pues debe considerarse que no hay nada más difícil de emprender, ni más dudoso de hacer triunfar, ni más peligroso de manejar que el introducir nuevas leyes. Se explica: el innovador se transforma en enemigo de todos los que se beneficiaban de las leyes antiguas, y no se granjea sino la amistad tibia de los que se beneficiarán con las nuevas".
Esto se verifica a través de las diferencias de forma respecto a la institucionalidad económico-política dejada por la dictadura ha sido otra de las caractarísticas del proceso político chileno desde 1990 a la actualidad, tiempo durante el cual se intentaron realizar reformas que en una primera etapa no pudieron contra la contención de los llamados enclaves autoritarios dejados por el principado antiguo (la dictadura).
Maquiavelo inica que la tibieza respecto a las nuevas leyes tiene dos orígenes:"el temor a los que tienen de su parte la legislación antigua y, por otro, la incredulidad de los hombres, que nunca fían en las cosas nuevas hasta que ven sus frutos". Justamente, en el proceso en los años noventa del siglo pasado las relaciones entre la sociedad política chilena giraron en torno a la timidez de las reformas en materia político-institucional y en política-económica debido, por un lado, al temor representado en el rol que cumplían las Fuerzas Armadas, dominadas en la figura de Pinochet, como garantes de la institucionalidad. La tibieza de los cambios, por otro lado, produjo incredulidad en sectores de la sociedad civil que -como dice Maquiavelo- no se confiaron de los gobiernos de la Concertación al ver que los principales frutos de su gestión tendían a mantener los pilares del modelo político y económico de la dictadura (el principado antiguo).
El campo de batalla en el sistema de partidos políticos después de 1990 se dio en el campo comunicacional, donde se forman los discursos dirigidos a la sociedad civil mediante la influencia en la opinión pública. Aquí, los dos principales bloques, representantes del principado antiguo (la derecha) y del principado nuevo (la centro izquierda) dejaron de lado a las demás fuerzas (entre las cuales estaba la llamaa izquierda extraparlamentaria). El territorio de los discursos político-ideológicos para ganar influencia en la opinión pública podemos interpretarlo bajo la óptica de Maquiavelo como el campo de batalla por excelencia en que se manifestó la discusión de las nuevas leyes.
(...)cada vez que los que son enemigos tienen oportunidad de atacar, lo hacen enérgicamente, y aquellos otros asumen la defensa con tibieza, de modo que se expone uno a caer con ellos". Este punto se refleja en la estrategia comunicacional adoptada por la derecha para centrar la discusión en torno a la idea de no avanzar en las reformas de la institucionalidad, apelando a que eran temas que sólo interesaban a los poíticos, no siendo temas que interesaran a las personas como realmente lo eran las necesidad de tener empleo y seguridad ciudadana. La respuesta a los intentos de poner nuevas leyes tuvo esta respuesta de los privilegiados por las antiguas leyes mediante un discurso enérgico, que la Concertación enfrentó de forma tímida, sin aclarar ante la opinión pública la importancia de cambiar las leyes del antiguo principado dictatorial.
"Por consiguiente, si se quiere analizar en esta parte, es preciso ver si esos innovadores lo son por sí mismos, o si dependen de otros; es decir, si necesitan recurrir a la súplica para realizar su obra, o si pueden imponerla por la fuerza", continua el relato de Maquiavelo, con lo cual entrega otras luces para analizar lo ocurrido desde 1990, toda vez que la pretensión de instalar leyes nuevas por parte del principado nuevo (la Concertación) siempre dependió del otro actor hegemónico, representante del principado antiguo (la derecha), recurriendo a la súplica, o sea al sometimiento que eufemísticamente se cubrió con la llamada política de los consensos, en que se privilegió una fase arquitectónica en la sociedad política, por sobre la fase agonal que supone el conflicto permanente. La súplica como forma de innovar, a través de cambios de forma a la institucionalidad político-económica del Chile de lo noventa derivó a otras formas de relaciones políticas desde 2006 en adelante, pues la imposición de la fuerza ha sido una herramienta utilizada históricamente por la derecha, siendo el establecimiento del antiguo principado dictatorial un ejemplo de ello. Según Maquiavelo el uso de la fuerza asegura la consecuión de los propósitos en política y en esto la derecha lo ha sabido aplicar, pero el politólogo italiano advierte que el uso de la súplica fracasa siempre, y eso se ha visto en el desgaste de legitimidad y de constante crisis dentro de la Concertación y su heredera, la Nueva Mayoría.
Al finalizar el segundo gobierno de la Concertación (1994-2000), con Eduardo Frei a la cabeza, comienza una nueva etapa dentro del proceso, la que puede ser reconocida como la profundización del principado civil, en que surge un príncipe (Ricardo Lagos) que fue instalado en un primer instante por el pueblo (a nivel formal) y que posteriormente obtuvo el apoyo de las élites (a nivel práctico). "El principado puede implantarlo tanto el pueblo como los nobles, según que la ocasión se presente a uno y a otros". Los nobles, cuando comprueban que no pueden resistir al pueblo, concentran toda la autoridad en uno de ellos y los hacen príncipe para poder, a su sombra, dar rienda suelta a sus apetitos". Es así como en ese periodo (2000-2006) se consolidan nuevas leyes que benefician al empresariado, como la profundización del sistema de concesiones de infraestructura en transporte, cárceles y hospitales, además de otras leyes sectoriales que terminan dinamizando y aumentando la reproducción del capital a las administradoras privadas del sistema previsional y a las instituciones previsionales de salud (isapres) mediante la entrega de mayores subsidios que se implementaron en las reformas de leyes.
La dinámica del principado mixto instalado a partir de 1990 siempre consideró el modo en que los príncipes deben cumplir sus promesas, tal como lo dice el capítulo  XVIII de la obra maquiavélica. La promesa del nuevo principado (la Concertación) era la de superar lo establecido por el antiguo principado (la dictadura), pero en este aspecto la batalla política por las leyes no prosperó con cambios de fondo a la institucionalidad como hemos mencionado. En esto la figura del príncipe ha tomado la forma del zorro en vez de la del león, que recurre a la fuerza y al enfrentamiento directo. Primero, el zorro con alma negociadora se manifestó a través del discurso de la reconciliación del gobierno de Patricio Aylwin en que los resultados de la comisión Rettig sobre violaciones a los derechos humanos derivó en una tímida política de "la justicia en la medida de lo posible", cuya tibieza también se extendió en la incapacidad de avanzar hacia cambios estructurales con la aceptación axiomática de que "el mercado es cruel".
La idea del gobierno de Eduardo Frei y de Ricardo Lagos de modernizar el país también pasó por una promesa cumplida a medias, siendo la desigualdad socioeconómica el principal fruto de los cambios a las leyes, beneficiando más a los nobles que al pueblo.
Otro aspecto que tomó fuerza en el proceso político fue la apariencia de los príncipes, tanto de los representantes del nuevo principado (Ricardo Lagos, Michele Bachelet), como la del antiguo principado (Joaquín Lavín y Sebastián Piñera). Según Maquiavelo, el príncipe debe aparentar poseer virtudes, lo que es más útil que practicarlas. En esta premisa se inserta el carisma en la figura del líder político puesto que -como dice Maquiavelo- "los hombres, en general, juzgan más con los ojos que con las manos porque todos pueden ver, pero pocos tocar. Todos ven lo que parecen ser, más pocos saben lo que eres ; y estos pocos no se atreven a oponerse a la opinión de la mayoría, que se escuda detrás de la majestad del Estado".
Es así como la entronización del carisma ha producido un nuevo abismo entre la sociedad política y la civil, a través de a manipulación de la opinión pública, donde se busca obtener el apoyo de la mayoría. Sebastián Piñera marcó otro hito en este sentido, cuando la derecha retorna a la administración formal del Estado mixto configurado a partir de 1990. El empresario llegó al poder del Estado prometiendo eficiencia, que es poner atención a los resultados, de acuerdo al análisis de Maquiavelo. Sin embargo, la idea que se quiso imponer de instalar un principado nuevo fracasó cuando la ciudadanía se dió cuenta de que el príncipe no traía novedades, sino la intención de mantener la institucionalidad antigua, sin dar espacio a reformas de fondo, siendo la educación el sector que tomó las banderas.
"Y puesto que el tema lo exige, no dejaré de recordar al príncipe que adquiera un nuevo Estado mediante la ayuda de los ciudadanos que examine bien el motivo que impulsó a éstos a favorecerlo, porque si no se trata de afecto natural, sino de descontento anterior del Estado, difícil y fatigosamente podrá conservar su amistad, pues tampoco él podrá contentarlos", señala Maquiavelo en una cita que Sebastián Piñera nunca habrá leído él, ni sus asesores.
Maquiavelo censura a los príncipes que confían más en sus fortalezas, despreocupándose se ser odiados por el pueblo y eso es lo que ha ocurrido con la administración del Estado mixto que está presente en Chile desde 1990, pues su fortaleza sigue siendo la forma de hacer política y economía política, dejada por la institucionalidad del antiguo principado dictatorial.